NOTA DEL AUTOR

En el año 2008 me detectaron un tumor en el testículo. Sin tiempo para reaccionar, me lo extirparon y al día siguiente estaba en mi casa rabiando de dolor y asumiendo que me habían diagnosticado un cáncer.

Justo un año después, en un control rutinario, aparecieron varios tumores más en las glándulas retroperitoneales. Aún recuerdo la frialdad con que nos dieron la noticia en la consulta del urólogo, el miedo y el viacrucis hospitalario que supuso luchar contra la apatía del sistema médico del hospital donde me lo detectaron. Afortunadamente, siempre hay buenos profesionales y caí en manos de una oncóloga que agilizó la tramitación y el cambio de hospital. En él sigo hasta el momento mis revisiones.

Durante mi tratamiento con quimioterapia y radioterapia escribí un blog en el que fui narrando la experiencia más traumática que he tenido hasta el momento. A través de él pude mantener el contacto con conocidos y amigos, que se mantuvieron siempre en permanente relación a través de ese medio.

En los meses de sufrimiento que pasé, viví una experiencia que no recomiendo a nadie y salí cambiado. Ni mejor ni peor, simplemente diferente.

Aprendí dos cosas que nunca se me olvidarán. Que nos creemos algo y en realidad no somos más que carne y sangre. Y que la familia es lo más importante que se puede tener en una tesitura así.

Me curé. Por fortuna, mi cáncer era de esos que se pueden eliminar y, a día de hoy, sigo limpio aunque consciente de que los cancerosos somos como los drogadictos: nunca dejamos de serlo y cada revisión de rutina se encarga de recordármelo.

En este tiempo me han planteado varias personas publicar las entradas del blog. Incluso tuve el honor de que fuesen leídas en un programa de radio de Tenerife. Pero nunca me animé a seguir su consejo.

El año pasado, al terminar mi primera novela, supe que quería escribir un relato sobre el tema, sin edulcorantes artificiales y una dosis de mi propia salsa. Siete Cruces hablaba de personas con superpoderes en vidas normales. El último deseo del cangrejo habla de otro tipo de héroes que mueren cada día en los hospitales sin que nadie se haga eco de sus pesares.

La trama es pura ficción, por supuesto. Pero en ella hay elementos de la realidad que tuve el deshonor de vivir. Los que se mantuvieron a mi lado en ese tiempo las reconocerán sin duda.

Cuando escribí la última palabra de la novela, lloré y empapé el teclado.

La catarsis está terminada.

El último deseo del cangrejo también.

Roberto García Cela

Abril 2013