Caimanes menos chuletas de cerdo
Después de unas dos horas de risa sin habla, Lee Mellon se puso en pie y saltó al estanque, y comenzó a chapotear hasta que sacó a los caimanes de las aguas oscuras.
—¡GROUGH! ¡Op | op | op | op|op | op | op | op!
Aparecieron y desaparecieron de sus manos como si fuera un mago reptil empapado realizando incoherentes trucos de caimanes.
Tardó unos quince minutos en atrapar a uno. Seguía sin poder hablar y no paraba de reír. ¡Menuda imagen!
A continuación llevó a cabo un grandioso gesto de general confederado y le entregó el caimán a Elizabeth. Ella lo aceptó con centelleante solemnidad. Lo recompensó con un beso. Todo fue muy conmovedor.
Lee Mellon volvió a saltar al estanque, aunque supongo que la palabra exacta sería caer. Cayó al estanque con la cara por delante, salpicando mucho.
En ese preciso instante apareció Roy Earle en el borde de la luz del fuego. Iba encadenado a un leño que había arrastrado desde Dios sabe dónde. Era simplemente horrible.
—¿Qué le pasa al amigo Mellon? —quiso saber, preguntando por su psiquiatra confederado que chapoteaba para asomar a la superficie mientras salían risas del agua.
—Caimanes —dije.
—¡OH, DIOS, NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! —chilló Roy Earle, recogiendo su leño y arrastrándolo hacia la noche. Había aparecido como un espectro y había desaparecido como un espectro. Su llegada y su marcha no tenían nada que ver con nosotros. No era más que otro espectro, encadenado a un leño, huyendo de unos caimanes en Big Sur.
Lee Mellon asomó del agua con un caimán sujeto por los dientes al cuello de la camisa. Lee Mellon salió del agua y regresó a la habitación, y el caimán seguía colgando del cuello como un medallón.
* * *
Se topó con un capitán de la Unión que yacía decapitado entre las flores. Como no tenía ojos ni boca, sólo flores donde acababa el cuello, el capitán parecía un jarrón. Pero eso no distrajo a Augustus Mellon hasta el punto de no fijarse en las botas de capitán. Aunque la cabeza del capitán estaba ausente de este mundo, sus botas no lo estaban, y entretuvieron las fantasías descalzas de los pies de Augustus Mellon, y a continuación reemplazaron esas fantasías con cuero. El soldado Augustus Mellon dejó a aquel capitán en una escasez aún mayor, más incapaz aún de enfrentarse a la realidad.