EL ENVÍO DE LA MINIPESCA DE LA TRUCHA EN AMÉRICA A NELSON ALGREN

LA Minipesca de la Trucha en América apareció de repente en San Francisco el otoño pasado, renqueando a bordo de una espléndida silla de ruedas cromada.

Era un borrachín gritón y sin piernas de mediana edad.

Se abatió sobre North Beach como un capítulo del Antiguo Testamento. Él era la causa de que los pájaros emigraran. No les quedaba más remedio. Es el ciclo frío de la tierra, el viento malo que barre el azúcar.

Acostumbraba parar a los niños por la calle para decirles "no tengo piernas. La trucha me cortó las piernas en Fort Lauderdale. Vosotros tenéis piernas, crios. La trucha no os las ha cortado. Metedme en esa tienda de ahí".

Los niños, asustados y apurados, empujaban a La Minipesca de la Trucha en América hasta el interior de la tienda. Era siempre una tienda en la que vendían vino dulce, y él compraba una botella y obligaba a los niños a sacarlo de nuevo a la calle, y entonces descorchaba el vino y se ponía a beber en medio de la calle como si fuese Winston Churchill.

Con el pasar del tiempo, los niños echaban a correr para esconderse cuando veían llegar a La Minipesca de la Trucha en América.

—Yo lo empujé la semana pasada.

—Yo lo empujé ayer.

—Rápido, vamos a escondernos detrás de los cubos de basura.

Y se escondían detrás de los cubos de basura mientras La Minipesca de la Trucha en América avanzaba a trompicones en su silla de ruedas. Los crios aguantaban la respiración hasta que se iba.

La Minipesca de la Trucha en América acostumbraba a ir a T.’Tta.lia. el periódico italiano de North Beach, en el cruce de Stockton y Green Street. Los italianos viejos se reúnen frente a las oficinas del periódico y allí se quedan, recostados contra el edificio, hablando y muriéndose al sol.

La Minipesca de la Trucha en América acostumbraba a meter la silla en medio del grupo como si fuesen palomos y ponerse a gritar obscenidades en italiano macarrónico. ¡Lalalaralalalaralalá ES—PA—GUEEE—TIII!

Recuerdo a La Minipesca de la Trucha en América desmayado en Washington Square, justo enfrente de la estatua de Benjamín Franklin. Se había caído de morros de la silla y estaba inmóvil en el suelo, roncando. Por encima de él, el retrato metálico de Benjamín Franklin como un reloj, sombrero en mano.

La Minipesca de la Trucha en América estaba tirado con la cara extendida sobre la hierba como un abanico. Un día, un amigo y yo nos pusimos a hablar sobre La Minipesca de la Trucha en América. Decidimos que lo mejor que podía hacerse con él era meterlo en un cajón de embalaje con dos cajas de vino dulce y mandárselo a Nelson Algren.

Nelson Algren se pasa la vida escribiendo sobre Mini, un tipo muy bajito de los Ferrocarriles, un héroe de los Yermos de Neón (y el motivo de La cara en el suelo de la taberna) y destructor de Dove Linkhorn en Un paseo por el lado salvaje. Nos pareció que Nelson Algren sería el custodio perfecto para La Minipesca de la Trucha en América. Quizá podría ponerse en marcha un museo.

La Minipesca de la Trucha en América sería la primera pieza de una importante colección.

Estaba decidido: lo empacaríamos en un cajón de embalaje con una enorme etiqueta.

Contenido:

La Minipesca de la Trucha en América

Profesión:

Borrachín

Destinatario:

A/A Nelson Algren,

Chicago

Y sobre el cajón habría un montón de pegatinas: VIDRIO / FRÁGIL / TRANSPORTAR CON CUIDADO NO VOLCAR / ARRIBA / TRATEN A ESTE BORRACHÍN COMO SI FUESE UN ÁNGEL.

Y La Minipesca de la Trucha en América cruzaría el país mascullando, vomitando y maldiciendo en su cajón, desde San Francisco hasta Chicago. Y La Minipesca de la Trucha en América, sin saber del todo qué estaba pasando, se pasaría el viaje gritando "¿dónde demonios estoy? No puedo ver cómo se abre esta botella. ¿Quién ha apagado las luces? ¡Vaya mierda de motel! ¡Tengo que ir a mear! ¿Dónde está mi llave?"

Pocos días después de hacer nuestros planes para La Minipesca de la Trucha en América empezó a llover a mares sobre San Francisco. La lluvia volvió del revés las calles, como pulmones encharcados, y yo me apresuraba de camino al trabajo, sorteando los desbordados sumideros de los cruces. Vi a La Minipesca de la Trucha en América desmayado en el escaparate de una lavandería filipina. Su cara irradiaba serenidad. Parecía casi humano. Muy probablemente se había quedado dormido mientras la máquina lavaba su cerebro.

Pasaron las semanas y nunca llegamos a enviar a La Minipesca de la Trucha en América a Nelson Algren. Lo posponíamos cada vez. Se nos pasaba. Y al final perdimos nuestra gran oportunidad, porque poco después La Minipesca de la Trucha en América desapareció.

Muy probablemente lo barrieron de la calle y lo enchironaron para castigar a aquel cascajo, o lo internaron en el manicomio para desintoxicarlo un poco.

Puede que La Minipesca de la Trucha en América simplemente rodase en su silla de ruedas, hasta San José, que se lanzase a la autopista a medio kilómetro por hora.

No sé qué se hizo de él. Pero si vuelve a San Francisco algún día, tengo una idea.

Habría que enterrar a La Minipesca de la Trucha en América junto a la estatua de Benjamin Franklin en Washington Square. Fijar su silla de ruedas a una enorme piedra gris y escribir en la piedra:

La Minipesca de la Trucha en América

Lavado 20 centavos

Secado 10 centavos

Para siempre