28
Nos sentamos en un sofá de piel ante un gran ventanal, en el vestíbulo del último piso del Time Warner Center, mirando Columbus Circle y el parque del fondo.
—De acuerdo —dijo Lionel—, es cierto. Fui cliente habitual de April Kyle, cuando ella estaba en activo. No me diga que usted no hace lo mismo.
—Yo no hago lo mismo —dije.
—¿Está casado?
—Más o menos.
El «más o menos» le hizo fruncir el ceño, pero se ahorró los comentarios.
—Bien —prosiguió Lionel—, empecé con ella porque era..., ya sabe, muy buena en lo suyo.
Asentí.
—Pero —sacudió la cabeza con un gesto de franqueza entre hombres—, es como los musicales de Broadway, ¿sabe lo que quiero decir? Me enamoré de ella.
Asentí.
—Y sigo loco por ella —añadió.
—¿Y ella? —le pregunté.
—Lo mismo —dijo—. Estamos locos el uno por el otro.
—Y por eso encargó a Ollie DeMars que la sacara del negocio —dije.
Farnsworth sacudió la cabeza lentamente.
—No, no —dijo—, usted no lo entiende. Estamos juntos en el negocio. La mansión no es más que el primer paso de una cadena de lo que yo llamo prostíbulos de boutique, que pensábamos abrir entre los dos.
—¡Ah! —dije—. Entonces fue por eso por lo que encargó a Ollie DeMars que la sacara del negocio.
Lionel sacudió la cabeza otra vez y me miró como a un niño.
—Usted no serviría para los juegos de manos —dijo—, sólo piensa en línea recta.
—Si es que pienso en absoluto —dije.
—Estábamos estafando a la madam, a la señora Utley. Lo planeamos entre los dos. Así, la madam tendría motivos para desentenderse del asunto sin exigir la devolución de su dinero. ¿Lo entiende? Después nos quedaríamos con el negocio, y eso es todo.
—O sea que no es más que un timo organizado por April y usted para robar el negocio a la señora Utley.
—Robar es un poco caído —puntualizó—. Nosotros ampliaríamos el negocio de una forma que ella ni siquiera se imagina.
—Y la mansión de Boston es el programa piloto —dije.
—Exacto. Le gusta la idea de la mansión, ¿eh? Es mía. La cadena se llamará Dreamgirl, Mansiones Dreamgirl. ¿Lo entiende? Incluso hemos pensado ya en el eslogan: «Ama como un playboy». ¿Le gusta? «Ama como un playboy en la mansión Dreamgirl de...», y ponga la ciudad que quiera. ¿Qué le parece? Cuando todo esté montado y en marcha, convertiremos la idea en una franquicia de gran éxito y nos tumbaremos a recoger los beneficios de la franquicia.
—¿Y si no se los quieren pagar? —pregunté—. No todo el que adquiere la franquicia de un prostíbulo es un ciudadano responsable y cumplidor.
—Eso también lo hemos tenido en cuenta. Pensaba recurrir a Ollie, pero ya he visto que tendré que buscarme a otro. Pero no es difícil, hay muchos Ollies donde escoger.
—De ser cierto todo eso, y puesto que April y usted están tan unidos en esto como dos hermanos siameses, ¿cómo es que ella me llamó para impedirlo?
—Una simple cortina de humo —dijo Farnsworth.
—No muy buena —dije.
—Lo sé, nos hemos pasado de listos. April dijo que podía controlarlo, y... —se encogió de hombros—. Creía que era un simple poli retirado que quiere aumentar su pensión.
—¿Y cómo encajaremos la paliza que le dieron a la chica una noche, cuando volvía del cine?
—Me enteré, sí. April estaba muy enfadada. Como le dije a ella, Ollie recibió instrucciones de no hacer daño a nadie. Se pasó de la raya, hablé con él del asunto y le advertí que no podía volver a suceder.
—Seguro que le metió el miedo en el cuerpo —dije.
—Yo era quien le pagaba —respondió Farnsworth con un encogimiento de hombros—. O seguía mis instrucciones o buscaba a otro que me hiciera el trabajo.
—Es bueno encontrar a un hombre duro —dije.
—¡Eh! —exclamó Farnsworth—. ¡Qué ingenioso! ¿Se lo ha inventado usted?
—No.
Se quedó pensando un minuto; después rompió a reír y golpeó el brazo del sofá con la mano un par de veces.
—Seguro que se lo ha inventado una tía cachonda —dijo.
—Seguro —dije—, seguro que sí.
—«Es bueno encontrar a un hombre duro» —repitió—, es genial.
—¿Usted tiene alguna implicación financiera en esta operación? —le pregunté.
—Claro, April y yo somos socios, nos lo repartimos todo al cincuenta por ciento.
—¿Cuánto ha invertido usted, hasta ahora? —pregunté.
—De momento, no he tenido que invertir nada. Hemos ido tirando a costa de Utley, hasta ahora. Pero tengo algunos inversores haciendo cola y, cuando empecemos la expansión, aportaré mucho dinero. ¿Le tienta la idea? —dijo—. Puede subirse al tren en la estación de origen.
Dije que no sin palabras.
—Vamos a hacernos ricos —añadió—. Después no me diga que no le di una oportunidad.
—De acuerdo —dije.
—¿No sería mejor «Vive como un playboy»? —dijo Farnsworth—. ¿O «Vive y ama como un playboy»?
—O —dije yo—, ¿qué le parece «Voy a pasarme la vida de juicio en juicio por apropiación de marca registrada»?
—¿Se refiere a los derechos de reproducción? —dijo.
—Era una broma —dije con un encogimiento de hombros.
Nos quedamos en silencio mirando por la ventana, más allá de Columbus Circle, donde todavía había zonas en construcción. Y hacia la Calle 59, que a lo largo de varias manzanas se llamaba Central Park South. No creí todo lo que me había dicho. No le habría creído si me hubiera dicho la hora. De todas formas, podía haber verdades suficientes como para volver a ver a April. Me levante del sofá.
—Que pase un buen día —dije. Di media vuelta y me marché.
No aguantaba más a ese cabrón mayúsculo, al menos de momento.