19
El lunes por la mañana amaneció claro y fresco, la clase de día de otoño que a Tom normalmente le gustaba. Después de que Kate se marchara la noche anterior había sentido la tentación vengativa de abrir una estupenda botella de whisky de malta que guardaba en la despensa, pero ahora se alegraba de no haberlo hecho. El vino era suficiente, y de esta manera empezaba el día con la cabeza despejada. Bueno, al menos despejada de alcohol. En un día cualquiera la tenía nublada de confusión, con un millón de pensamientos distintos y sin aparente relación que pugnaban por alcanzar la supremacía en su mente.
—¡Gracias, Kate! —murmuró Tom para sí mismo. Lo último que necesitaba en ese momento eran problemas personales. Tenía que centrarse en el trabajo.
La primera parada fue la comisaría, pero quería volver a Oxfordshire en cuanto le fuera posible. Como Becky, percibía la tensión bajo la superficie, pero a diferencia de ella deseaba entender cuál era el origen.
Apenas eran las siete de la mañana, pero encontró a varios miembros de su equipo al pie del cañón. Eran un puñado de entusiastas, así que los convocó a todos para una puesta al día rápida sobre los progresos alcanzados en las once horas transcurridas desde que se había ido a la supuesta paz de su apartamento. Se apoyó en una mesa al fondo de la habitación y los demás sacaron sillas o se sentaron sobre las mesas alrededor de él. Ajay siempre se mostraba deseoso de hablar el primero, y aquella mañana no fue una excepción.
—Hemos encontrado información sobre Tina Stibbons, señor. Tiene antecedentes. Trabajaba de enfermera para un anciano cerca de Cromer, y la hija del hombre la acusó de robar unos sellos valiosos. Sus huellas estaban por todo el álbum; ella lo justificó afirmando que había estado admirando los sellos con el permiso del anciano. Él no recordaba si se lo había dado o no. La hija estaba empeñada en meter a Tina en la cárcel, pero dos días antes del juicio se retiraron los cargos. Los sellos no aparecieron. Tina se fue de Cromer y no se habló más del asunto. La Policía Local estaba indignada pero, teniendo en cuenta que el anciano estaba moribundo, no les pareció correcto acusarlo de hacerles perder el tiempo. Sospecharon de alguna clase de chantaje, pero no se pudo demostrar nada. De repente, la hija parecía ansiosa por esconderlo todo debajo de la alfombra. Sabe Dios qué descubrió Tina.
En vista de lo que Tina —alias Annabel— le había contado el día anterior, Tom empezó a vislumbrar una pauta.
—Buen trabajo. ¿Habéis encontrado alguna foto de Tina?
—Por supuesto, y no es una visión agradable, se lo aseguro. ¿En qué estaría pensando Hugo? —dijo Ajay, que era el tipo de hombre que nunca lleva un pelo fuera de lugar y estaba muy orgulloso de sus regulares facciones asiáticas. Era un comentario típico de él.
—El físico no lo es todo. Cuidaba a su madre, y quizá él vio una faceta diferente de ella. ¿Dónde está la foto?
—En el tablón que hay detrás de usted, jefe. Arriba a la derecha.
Tom se volvió a mirar el tablón magnético, e incluso él se quedó asombrado cuando vio la foto. Resultaba casi imposible reconocer a Tina Stibbons y Annabel Fletcher como la misma persona. El día anterior le había dicho que parte del trato había consistido en «unos arreglos», y no mentía.
Una de las chicas le llevó un café, que Tom agradeció enormemente, y luego le señaló una de las fotos.
—Ésta de lady Annabel la tomaron justo después de la boda. Fue un bombazo, a pesar de que Hugo quiso mantenerla en privado y gran parte se celebró a puerta cerrada. Pero, dado que era una celebridad, los fotógrafos de prensa se esmeraron con sus teleobjetivos. ¿Alguien ha visto esos programas norteamericanos de la tele sobre arreglos de cirugía estética? —Los hombres se miraron inexpresivamente, pero las chicas del equipo sonrieron y asintieron—. Seleccionan a la chica más fea y la someten a cirugía estética por todas partes. Realmente consiguen convertir patitos feos en cisnes a base de rinoplastias, cambios de barbilla, ensanchamientos de ojos, liposucciones de abdomen, implantes de mamas, toda clase de fundas en los dientes… Prácticamente les arrancan la piel para que les crezca una nueva. Depilación con láser de todo el pelo que crece donde no debe, implantes de cabellos si no tienen suficientes… Y cuando terminan de crear un espécimen físico completamente diferente, empiezan con la peluquería y el maquillaje. Es extraordinario, excepto por el hecho de que todas acaban pareciéndose. Bueno, pues ella parece un producto de uno de esos programas y, según mis cálculos, su nuevo aspecto debió de costarle alrededor de medio millón de libras.
—¿A alguien le resulta extraño que convirtiera a un patito feo en cisne con su primera mujer y que hiciera exactamente lo contrario con la segunda? —preguntó Ajay, volviendo a su tema preferido del físico. Casi todos asintieron, pero Tom sintió un extraño impulso de defender a Laura.
—Imagino que todos sabéis que ha estado enferma —dijo—, y es evidente que la depresión o lo que fuera ha tenido un impacto en ella. Pero no la daría por perdida. Tiene algo.
Tom sonrió mientras duraron los silbidos y comentarios procaces que eran de esperar. Estaba bien bajar un poco la tensión, aunque fuera a su costa.
—Venga, qué más tenemos.
Bebió un poco de café mientras miraba alrededor, y una agente joven —Tom recordó a tiempo que se llamaba Alice— levantó la mano.
—Hemos comprobado los vuelos, tanto de Laura Fletcher como de Imogen Kennedy. Todos concuerdan. Lo único que no sabemos es dónde estuvo exactamente la señora Kennedy la noche anterior. Dado el intervalo temporal, pensé que estaría bien comprobar los vuelos de todos los aeropuertos de Londres a París, por si había venido, lo había hecho y después había vuelto para regresar de nuevo. Pero no he encontrado nada.
—Bien pensado, Alice. Buen trabajo. No tenemos motivos para sospechar de Imogen Kennedy, y ella afirma que llevaba años sin ver a Hugo. Sin embargo, cuando le pregunté qué pensaba de él, detecté una mentira. Parecía vagamente evasiva. Dijo que no era muy divertido, o algo por el estilo. Algo en su indiferencia me hizo sospechar que ésta era calculada. Por otro lado, Laura ha pasado de ver a Imogen como adversaria a considerarla su apoyo incondicional. Con coartada o sin ella, no quiero que se descarte a Imogen Kennedy. Alice, encárgate de investigar todo lo que puedas acerca de ella, sus visitas al Reino Unido en los últimos dos años, de hecho cualquier viaje, y veamos si algo la relaciona con Hugo.
Tom echó otro vistazo a la habitación.
—Vamos. Qué más. ¿Tenemos alguna novedad de Danika Bojin, la chica desaparecida?
—No, jefe, no hemos encontrado rastro de ella. Fuimos a visitar a los Gregson, la familia con la que vivía, y siguen sin saber nada de ella. Aseguraron que era una chica encantadora y que le estaba muy agradecida a sir Hugo. Hace dos años que está con ellos, desde los dieciséis. No creen que pueda estar implicada en esto de ningún modo.
—¿Aportaron alguna información útil? —preguntó Tom.
—Dijeron que muchas de las chicas desaparecían. Las bandas las localizan y se las llevan otra vez, cuando ya han cobrado por ellas, claro. Para impedir que esto ocurra, cuando una chica es colocada en una casa hacen lo posible para que no mantenga contacto con las demás. La idea es que el rastro se enfría si las mantienen separadas, y ellas se integran mejor en la vida de la familia, que tampoco debe saber nada de las otras familias. Por lo visto, todo está relacionado con la seguridad. Gregson dijo que no tenía muy clara esta lógica, y algunos de los empleados de la organización están de acuerdo con él. Pero sir Hugo insiste en ello, y es él quien paga…
»En fin, según Peter Gregson, Danika rompió esta norma. Cuando empezó a vivir con ellos hace dos años, mantenía el contacto con dos chicas. —Ajay consultó sus notas—. Mirela Tinescy y Alina Cozma. Las muchachas acordaron que no se dirían dónde vivían, pero se citaban cada mes durante una hora. Peter lo descubrió porque Alina Cozma desapareció durante los primeros seis meses, y Danika le pidió ayuda.
Primero se esfuma la tal Alina, y ahora lo hace Danika Bojin… Tom recordó que Jessica se había mostrado dura con algunas de las jóvenes por tirar por la borda la posibilidad de emprender una nueva vida, pero estas dos no parecían ajustarse a aquella idea. Apuntó los nombres en su cuaderno, con una grafía aproximada.
—¿Por qué estaba preocupada Danika?
—Alina había faltado a dos citas y, aunque las otras no podían ponerse en contacto con ella, estaban seguras de que se lo habría comunicado de haberse trasladado. Creo que habían visto demasiadas películas de James Bond, porque habían establecido un «lugar de entrega». —Ajay sonrió—. Quedaron en que si algo cambiaba escribirían una nota y la pegarían debajo de una papelera de Green Park, cerca de donde solían encontrarse. Pero allí no había nada. Por supuesto, la nota podría haberse despegado, pero Danika estaba muy preocupada. Hacía casi tres meses que no veía a su amiga, y por eso decidió hablar con la organización. Fue a Egerton Crescent, acompañada de su amiga Mirela Tinescy. Hablaron con Jessica Armstrong y le preguntaron si sabía qué había sido de Alina. Jessica no pudo o no quiso ayudarlas. Se limitó a regañarlas por haber quebrantado las normas; dijo que se habían metido en un buen lío. Hugo no estaba presente.
Ahora todos en la sala estaban pendientes de Ajay. Nadie se movió, y él continuó hablando.
—Danika decidió que le daba igual haberse metido en un lío. Lo único que le importaba era su amiga. De modo que un par de días después decidió intentar localizar a Hugo en su casa de Oxfordshire. Mirela no fue tan valiente y no la acompañó, así que Danika fue sola. Después de tomarse tantas molestias, no encontró a Hugo en casa. Le explicó el asunto a lady Fletcher, que según Danika se mostró muy comprensiva y dispuesta a colaborar. Dijo que lo investigaría. Pero solo tuvo noticias de Laura una vez, dos semanas después. Danika estaba muy decepcionada, pero no fue mucho después de esto cuando mandaron a Laura de nuevo a la clínica. Debió de ser justo antes de Navidad, hace un par de años.
Tom estaba perplejo. Si Laura había conocido a Danika, ¿por qué no había dicho nada el día anterior, cuando escucharon el mensaje del contestador? Parecía distante, y de hecho había asegurado que no sabía nada de las chicas. ¿Por qué habría mentido?
—Ajay, ¿cómo sabemos todo esto si Danika continúa desaparecida? —preguntó Tom.
—Le contó toda la historia a Peter Gregson, porque creía que había abusado de su confianza. Él está bastante seguro de que desde entonces se ha ceñido a las normas. Es decir, hasta que desapareció el miércoles.
Tom seguía atónito por la falta de reacción de Laura. Entonces se le ocurrió una idea. Había dado por supuesto que Laura se había angustiado a causa del mensaje de Annabel, pero quizá lo había malinterpretado por completo. Tal vez fue la noticia de que Danika había desaparecido el motivo de su preocupación. Aunque hubieran pasado dos años, no creía que Laura no pudiera reconocer el nombre de Danika.
—¿Habéis comprobado… —Tom consultó sus notas—, lo de Alina Cozma con Jessica Armstrong? Becky dice que ella es la responsable del seguimiento de las chicas desaparecidas.
—No. Iremos a hablar con ella a la oficina esta mañana, cuando abran. Intentaremos descubrir si a Alina le sucedió algo, o si simplemente se escapó. También tenemos que hablar con la otra joven, Mirela Tinescy, para ver si puede arrojar algo de luz sobre el paradero de Danika.
—Bien. Y recopilad detalles acerca de cualquier chica que haya desaparecido, pongamos… en los últimos doce meses. Cualquiera de ellas puede ser sospechosa. A ver qué descubrís. ¿Qué más? Veamos. ¿Algo sobre los guardaespaldas?
La habitación se había ido llenando poco a poco, y Tom advirtió que el comisario había llegado y escuchaba desde el fondo. Alice volvió a levantar la mano, un poco más cautelosamente esta vez. Miró por encima del hombro la habitación llena de gente, y Tom pensó que parecía demasiado tímida para ser policía. Era muy lista, que era precisamente lo que él necesitaba, pero sus mejillas se ruborizaron ligeramente cuando empezó a hablar.
—Sí, jefe. Ayer hablé con la empresa que normalmente se ocupa de sir Hugo. Aseguran que este fin de semana les dijo específicamente que no quería verlos. Afirmó que tenía asuntos privados y que no pensaba asistir a ningún acto. Corroboran lo que dijo lady Fletcher: normalmente él solicitaba sus servicios cuando debía ir a algún acto público y nunca hubo ningún indicio de problemas, de modo que no entendían para qué los necesitaba.
—¿Les preguntaste si, según su experiencia, Hugo tenía una amante o si alguna otra mujer lo acompañaba a alguna parte?
—Sí, lo hicimos. Pero todos ellos, los tres que habitualmente se le asignaban, afirman que nunca han visto ni rastro de otra mujer.
Tom se metió las manos en los bolsillos. Otro callejón sin salida.
—De acuerdo. ¿Qué hay de las pelucas? —preguntó, sin demasiada esperanza. Uno de los detectives más mayores, pero más queridos, se levantó.
—Ayer no pudimos avanzar mucho porque estaba todo cerrado, pero hoy volveremos sobre ello. No obstante, hay otra cosa, jefe. Investigué un poco para saber qué problemas había tenido lady Fletcher. Aunque los médicos no hayan confirmado nada, cuando se publicó esa foto de ella la gente empezó a escarbar toda la porquería que pudo, sin duda pagando por la información. La versión es que sufría delirios, lo que corrobora lo que la madre de lady Fletcher le contó a Becky. Al menos esto fue cuando la ingresaron por segunda vez. No estaba seguro de lo que significaba y lo busqué en Wikipedia, y para los zopencos que me escuchan lo he resumido en un par de frases. —El policía miró una hoja que tenía en la mano. Tosió teatralmente. «La persona que sufre trastornos delirantes tiene uno o más delirios extraños. Pueden ser funcionales y no mostrar comportamientos curiosos o extravagantes, excepto como resultado de su idea ilusoria».
Aparte de unos abucheos como reacción a su comentario sobre «los zopencos», la definición fue escuchada en silencio. Solo Tom tenía una pregunta.
—¿Qué se consideraría un delirio no extraño?
—Creo que es cuando el delirio es plausible, aunque sea absolutamente inventado. Un delirio extraño sería el hecho de que yo creyera que en esta habitación todos tienen la cara azul, o que los marcianos han invadido mi salón. Un delirio no extraño sería creer que cada vez que salgo de una habitación todos se ríen de mí, o creer que mi esposa tiene una aventura con el lechero, aunque las pruebas demuestren con contundencia que el lechero es gay. La persona que sufre delirios cree que está en lo cierto, y no hay forma de razonar con ella.
La explicación provocó numerosas carcajadas y burlas, tal como sin duda pretendía el detective. Tom sabía que al menos durante veinticuatro horas, hasta que todos se cansaran, cada vez que este detective saliera de la habitación se oirían risas fuertes pero falsas, y que las bromas sobre lecheros estarían a la orden del día. Esto ayudaba a mantener el buen ambiente, aunque todos trabajaran con ahínco, y también sabía que era difícil que a partir de entonces alguien olvidara la definición.
—Ayer nos enteramos de que un comisario había estado involucrado en el internamiento de Laura. El comisario Sinclair ha aceptado amablemente investigarlo. ¿Alguna novedad, señor? —preguntó Tom, mostrando la debida deferencia hacia su jefe frente al resto del equipo.
El comisario se puso en pie.
—Sí y no. Resulta que el comisario en cuestión es Theo Hodder. —Tom no pudo evitar notar las miradas que se cruzaron por la habitación. Incluso habiendo trabajado en Manchester había oído hablar de Theo Hodder. Aunque no formara parte de la Policía Metropolitana, había sido objeto de varios rumores sin confirmar dentro del cuerpo. Nunca se demostró nada contra él—. Desgraciadamente —siguió James Sinclair—, en este momento el señor Hodder está disfrutando de unas exóticas vacaciones en el Amazonas o en algún lugar donde no se le puede localizar. Uno pensaría que ya vive suficientes emociones con su trabajo, pero por lo visto está decidido a descubrir unas tribus caníbales ocultas. Probablemente le habríamos podido encontrar algo parecido por aquí, de habérnoslo pedido. De modo que parece que tendremos que esperar, o bien preguntar a lady Fletcher. Pero buen trabajo, todos. Tenéis mucha información, teniendo en cuenta que ayer fue domingo.
James siempre tan buen compañero, pensó Tom. Siempre dando ánimos.
Muy consciente de que andaban cortos de sospechosos plausibles, Tom decidió que, de todos modos, debían repasar las opciones y hacer una tormenta de ideas.
—Veamos. Alice, por favor, ¿puedes hacer de escriba? —La chica se levantó con rapidez y se dirigió al tablón. Primero apartó las fotos y los demás documentos pegados con imanes; luego tomó el rotulador rojo—. Elaboremos una lista de todos los sospechosos, empezando por la más obvia: Laura Fletcher. De momento no he encontrado ningún motivo concreto, excepto el hecho de que Hugo parece haber sido el responsable de sus internamientos hospitalarios. Eso ocurrió hace ya algún tiempo, pero dicen que la venganza es un plato que se sirve frío. Había algo raro en su relación que todavía no he entendido bien. ¿Algún comentario?
Como de costumbre, Ajay fue el primero en responder.
—Sí, jefe. El tipo que vio salir a la mujer, si se trata de la mujer que buscamos, dijo que parecía sexy. ¿Se podría decir esto de Laura Fletcher?
—La primera vez que la vimos, Becky dijo que Laura parecía una mujer que se había rendido. Creo que esa fue la impresión. Pero una ropa menos anodina, un poco de maquillaje… creo que tendrían un impacto significativo en nuestra percepción de lady Fletcher. De todos modos, dado que parece irrefutable que se encontraba en un avión en ese momento, ¿alguien cree que merece la pena seguir investigándola?
Como había esperado Tom, nadie lo creía.
—Siguiente: Annabel, la exesposa, conocida también como Tina. Buen motivo; ella creía que él estaba a punto de cambiar el testamento, aunque sospecho que ella estaría mejor económicamente con él vivo que muerto. No tiene coartada, así que en teoría es posible. Pero es muy esquelética, y no me imagino que le siente bien una falda de piel. Sus piernas son como palillos. Y no olvidemos que Hugo permitió que esa persona lo atara a la cama, porque no había señales de lucha. También hizo falta cierto grado de inteligencia. No quiero descartarla, pero realmente no creo que lo haya hecho ella personalmente. Tendría que habérselo encargado a alguien, y no conozco a muchas sicarias.
El nombre de Annabel se añadió a la lista, con una flecha que apuntaba a su foto.
—En la misma casa —continuó Tom—: Hannah Jacobs, la niñera. Por lo visto se le caía la baba por Hugo, y según Stella Kennedy colaboró para que internaran a Laura la primera vez. Sin embargo, parece que estaba en Oxfordshire con Alexa, en la piscina. Tenemos que comprobarlo, asegurarnos de que no dejó a Alexa con otra niñera.
Tom había empezado a pasear con la cabeza baja, centrado en todo lo que había averiguado en los dos últimos días.
—Después tenemos a Imogen Kennedy. Estaba en Francia, pero existen lagunas en su cronología. De todos modos, ningún motivo a la vista y ningún indicio de que estuviera en Egerton Crescent. Lo que es seguro es que algo raro pasa, y hay que tenerlo en cuenta.
»Jessica Armstrong, ayudante personal de Hugo, y gran admiradora de su jefe, o eso dice ella. Edad adecuada, cuerpo adecuado, fácil acceso al piso. Se han encontrado sus huellas en algunos lugares de la casa, pero pueden estar justificadas. No ha proporcionado coartada. No encontramos motivo, como no sea una posible obsesión con él, aunque no parece ser una mujer muy expresiva. Debemos investigar a fondo y ver qué descubrimos. Becky cree que es la candidata a amante más probable.
Alice apuntó el nombre de Jessica en el tablero.
—Prostitutas de Europa del Este, chicas rescatadas. Al menos una, si no más, está desaparecida. Podrían haberlo hecho juntas. No sabemos qué motivo podrían tener, pero podrían haberlas obligado a hacerlo. Operación Maxim lo cree poco probable. Bien. ¿Ideas?
Bob, uno de los detectives más experimentados, intervino.
—Teniendo en cuenta que tenía numerosos tratos con prostitutas, tanto en activo como retiradas, y que una de ellas ha desaparecido, ¿podría ser que la chica desaparecida fuera la amante de Hugo? Como Laura estaba encerrada, podría haber recurrido a una de sus propias prostitutas. Tal vez estaba cambiando la actual por un modelo nuevo, o algo por el estilo, y la despedida no estaba muy contenta.
Tom asintió.
—Bien pensado, Bob. Necesitamos investigar esta línea en cuanto abran la oficina. La única persona que podría saberlo es Jessica, así que no tengáis compasión. Llamadme en cuanto tengáis algo. Y hablando de Jessica, ¿alguien cree que Rosie podría estar involucrada? Para los que todavía no la conocen, es la secretaria social, la que nos ayudó a localizar a Laura.
De nuevo fue Bob el primero en responder.
—Sinceramente, no. Estuve presente el sábado cuando le comunicaron la muerte de Hugo, y por su reacción diría que es poco probable. La localizamos en Harvey Nichols unas tres horas después del asesinato. Según la amiga con la que estaba, llevaban allí al menos dos horas. Hay que ser muy frío para irse de compras una hora después de haber cometido un asesinato.
Por lo que había visto, y por lo que había contado Becky, Rosie no encajaba en esa categoría ni de lejos.
—Veamos —resumió Tom—, las primeras clasificadas son las chicas rescatadas o una amante que todavía nos es desconocida. Alice está siguiendo los movimientos de Imogen Kennedy en los dos últimos años, por si la cazamos en una mentira respecto a Hugo. Jessica es una de las competidoras, así que tenemos que investigarla desde todos los ángulos: dinero, novios, vida social, lo que tenga en el ordenador, etcétera. También necesitamos preguntarle si sabía algo de las visitas que Danika Bojin le hizo a Hugo hace un par de años, y según Peter Gregson, de nuevo la semana pasada. Después está la entrada misteriosa en su agenda, que no figuraba en la agenda de casa. ¿Cómo era?
—LMF, jefe —dijo Ajay—. Todavía no sabemos qué significa. Hemos revisado todos los nombres y direcciones una y otra vez en el ordenador para ver si se relaciona con alguna persona o algún lugar, pero no encontramos nada. Los técnicos tienen el ordenador, pero de momento no han hallado nada importante.
—Bien. Seguid buscando. Preguntad a todas las personas que entrevistéis, a ver si alguien está inspirado. ¿Alguien ha averiguado algo acerca de la nicotina líquida?
Bob levantó otra vez la mano.
—Sí. La historia de siempre, me temo. Si buscas en Internet, con un poco de paciencia encuentras explicaciones sobre cómo prepararla. Además, es bastante fácil. Existen otras posibilidades, como conseguirla a través de alguien que trabaje en alguna de las empresas que fabrican parches de nicotina, pero lo más probable y más seguro es fabricarla uno mismo.
—Gracias, Bob. ¿Hoy día no hay nada sagrado? De acuerdo, chicos, pongámonos a trabajar con lo que tenemos y nos reuniremos de nuevo esta noche para ver qué frutos ha dado nuestro esfuerzo. Dentro de un rato vuelvo a Oxfordshire para ver qué más descubro de la vida de Hugo. Llamadme para ponerme al día sobre las chicas desaparecidas, por favor. Por mi parte, preguntaré a lady Fletcher sobre el día en que Danika fue a visitarla.
E intentaría descubrir por qué no había mencionado que la conocía, pensó para sus adentros.