3. Todo por aprender

CONSULTÉ a mi padre sobre las posibilidades que tenía de hacer un periódico con esos redactores. Él se rió y me dijo que un periódico necesitaba en primer lugar un buen director y, en segundo lugar, redactores con muchas ganas de sacarlo adelante.

Estaba claro que mis redactores tenían ganas, porque si no, ¿para qué se habían apuntado? Y en cuanto a que el director fuera bueno, pues ese era yo y la verdad es que muy bueno no podía ser, porque no tenía ni idea de cómo se hacía un periódico.

—Estupendo —dijo mi padre—, así sois todos iguales, no tenéis ni idea ninguno. Os queda todo por aprender.

A mi padre le encantan ese tipo de frases que a mí me dan como vértigo. «¡Todo por aprender!». Me animé pensando que no era «todo» lo que nos faltaba por aprender. Al fin y al cabo sabíamos hablar, leer y escribir. El primer paso ya estaba dado… Me acordé de Shyam, de las faltas de ortografía de Ricardo… Bueno, el primer paso estaba casi dado.

A la mañana siguiente entregué a los redactores un sobre con su nombre, en el que había metido una nota para cada uno. Les informaba de que el sábado siguiente, a las cinco de la tarde, se iba a celebrar en mi casa una reunión de la redacción del periódico. Se pedía que asistieran con un cuaderno, bolígrafo, ideas sobre cómo hacerlo y «muchas ganas de sacar el periódico adelante», como me había dicho mi padre.

La suerte estaba echada.

Me pasé los dos días que faltaban pensando sólo en el periódico: qué nombre ponerle, qué noticias escribir, cómo repartir el trabajo. Nada podía fallar. Lo tenía todo planeado.

Por lo visto, los redactores también estuvieron dándole vueltas porque se acercaron en diferentes momentos a adelantarme alguna de sus ideas.

María había pensado llevar el doble de dulces para repartir entre todos, incluso había decidido traerme un dulce especial a mí. Ricardo había pensado que era mejor que el periódico fuera mudo, solo con dibujos. Abdul me dijo que tenía una sorpresa y Shyam insistió en que «periodista gustar, guay».

No me parecieron grandes aportaciones. Para ser sincero, la verdad es que lo único que me gustaba de esa redacción era que me trataban como si yo fuera importante. Todos querían agradarme. Me gustaba sentirme el director de un periódico.

Se lo conté a mi padre y me dijo:

—A ver si además de ignorantes van a ser unos pelotas.

¿Lo veis como siempre inventa frases que lo estropean todo?