14. «Así es… Así nos gustaría»

¿POR qué dicen que los niños de ahora no tenemos imaginación? Hágannos las preguntas adecuadas y comprobarán la falsedad de esa afirmación. En mi colegio, por ejemplo, preguntamos «¿Qué harías tú con el arroz con leche que nos dan todos los jueves?» y, entre casi cien respuestas, no hubo ni una repetida. Así que no pudimos escribir todas en nuestro periódico y pusimos solo una selección de las que nos parecieron más constructivas:

Lo utilizaría como masa para hacer figuras del Belén de Navidad.

Se podría guardar para rellenar los socavones que el camión de la basura ha hecho en mi calle.

Lo utilizaría de alimento para envenenar a los animales asquerosos, como ratas de alcantarilla y cucarachas.

Lo curioso fue que nadie contestó lo que parecía más natural: «Me lo comería». Como mi padre me había contado que es siempre noticia lo extraordinario, no lo normal, ateniéndonos a las normas del periodismo titulamos:

RESULTADOS DE LA ENCUESTA

SOBRE LA COMIDA COLEGIAL:

NADIE SE COME EL ARROZ

CON LECHE POR GUSTO

Y debajo, pusimos lo más genial: una serie de fotos que durante una semana estuvimos haciendo a los platos. Bajo ellas escribimos: «Así son». Y a su lado colocamos otras fotografías de recetas que habíamos recortado de revistas, con la frase «Así nos gustaría». Si comparabas las fotos de un lado y otro, te estremecías viendo la diferencia. A la izquierda, una pasta descolorida y pegajosa; a la derecha, un estupendo arroz con leche con su canelita; a la izquierda, unas patatas aguadas con unos restos de pimiento verde; a la derecha, un guiso espesito en su punto; a la izquierda, un trozo de pescado desconocido y deforme… En fin, a la izquierda, siempre formas descoloridas y pegajosas, y a la derecha, sencillamente, comida.

Fuimos anotando las respuestas de las encuestas y, como dice mi abuelo, «hay gustos para todos», porque a la pregunta número uno, hubo tres que contestaron: «Sí».

También es cierto que uno lo había aclarado añadiendo: «A mí es que la pasta me gusta tanto, que hasta esos tallarines pegajosos me los como muy a gusto». El caso es que salvo estas excepciones la opinión de los alumnos no podía ser peor y, mientras leíamos las respuestas, nos íbamos indignando. ¡Era cierto que el pescado parecía carne de sapo! O como decía otro: «¡No puede ser que ese pescado pertenezca a ningún animal del mar, que son todos muy bonitos!». Y lo peor fue cuando empezamos a anotar los adjetivos con que se describían las croquetas: «asquerosas, repugnantes, recontrasquerosas…».

—¡No hay derecho! —dijo Yolanda y propuso que escribiéramos un artículo muy serio reclamando que se tomaran medidas para acabar con ese abuso.

Utilizando una de las palabras que Pablo tenía apuntadas para nuestro periódico, titulamos Los alumnos detestan la comida. Es decir, que la odian.

¡Por favor, que alguien le compre ya un libro de cocina al cocinero!, fue la frase con la que terminamos nuestro artículo.

En este punto tuvimos que suspender el trabajo de la redacción.

Teníamos el estómago revuelto.