16. «El Trueno» se subasta

EL número uno de El Trueno Informativo se distribuyó entre los alumnos del colegio a primera hora de la mañana del jueves de la primera semana de junio.

Se agotaron los cien ejemplares.

A la hora del recreo ya se cotizaban a «te regalo el boli superguay si me das El Trueno Informativo».

A la salida del colegio, Pablo mantenía el orden en una cola de alumnos que daban su nombre a Ricardo y Yolanda.

—Son nuestros suscriptores y quieren un ejemplar —me explicó Shyam.

Me acerqué a un corro de alumnos en el que un compañero de clase leía en voz alta:

… y para no aburrirte en clase de una manera mortal, lo que hay que hacer es utilizar la cabeza, que es una parte del cuerpo que yo creo que da mucho de sí. Puedes, por ejemplo, jugar con tu cabeza a juegos que tú mismo te inventas… que si pensar en si eres capaz de decir diez nombres de actores de cine que empiecen por «A»… O puedes imaginarte a quién elegir «mocoverde» de la semana, o también se puede utilizar la cabeza para pensar en…

En el siguiente corro encontré a María, que decía que «Shyam, el de la historia tan bonita, es ese de allí y también es periodista».

Algunos padres que habían ido a recoger a sus hijos se preguntaban si sería verdad lo de la venta del colegio o se trataría simplemente de cosas de críos. Otros lo daban por hecho y decían que había que pedir explicaciones e intentar impedirlo.

En el siguiente corro se subastaba un ejemplar de El Trueno Informativo. Las apuestas estaban altas, un chico estaba ofreciendo un cuento que ya había leído y otro levantó la mano:

—Yo subo, te lo cambio por dos de la misma colección.

Y entonces, al ver que El Trueno Informativo había tenido tanto éxito, yo que con el periodismo soy así, en lugar de reírme y pasármelo bien, empecé a pensar en el siguiente número.

¿Conseguiríamos dinero? ¿Tendríamos noticias que contar? ¿Gustaría tanto como el primer número? ¿Merecía la pena seguir con tanta preocupación o lo dejábamos ya de una vez? Y entonces se me acercó Shyam muy contento a decirme:

—Ahora tengo muchos nuevos amigos. ¿Y sabes lo que me ha dicho Paola?

—No, ¿qué te ha dicho?

—Que no es verdad, que no soy tan bajito. ¡Gustar, gustar, gustar!

Y salió corriendo.

¿Qué era lo que le gustaba, Paola o lo que le había dicho Paola?

Y a mí, ¿qué esperaba Beatriz para felicitarme?