10. Carné de prensa
A las dos semanas, la redacción del periódico El Trueno Informativo había conseguido reunir, entre ahorros, pagas y trabajos, la importante cantidad de 233 euros. Teníamos para varios números del periódico. Así que, resueltos por fin todos nuestros problemas económicos, había llegado el momento de estrenarse como reporteros ¡en busca de la noticia!
—¡Al servicio de la verdad! —dije yo, temiéndome que les diera por inventarse sucesos.
Abdul añadió:
—Y de la justicia.
Y Pablo:
—Y de la diversión.
Todos queríamos decir nuestra gran frase para nuestro gran periódico. Así que María propuso:
—¡Por la igualdad!
Ricardo, después de pensarlo un rato, dijo:
—Y por la mejora de nuestra escuela.
Shyam dijo una frase completa y ¡perfecta!:
—¡Estoy tan contento de haber venido a España y encontrarme con vosotros!
Nos emocionó a todos, tanto por el contenido como por la forma: ¡había aprendido a conjugar los verbos! Aunque ya se hizo un lío con lo que él proponía como lema del periódico. Al final descubrimos que lo que quería decir era: ¡Por la solidaridad!, pero no fue capaz de repetirlo bien y Pablo, muy generoso, le consoló diciéndole:
—No te preocupes, Shyam, que eso es difícil de decir para cualquier español que no haya cumplido por lo menos catorce.
Yolanda, muy concentrada, empezó a repetir en voz baja:
—Solidaridad, verdad, diversión, mejora del colegio, igualdad, justicia… falta algo, falta algo…
Y de repente lanzó un grito:
—Ya está… ¡por el amor!
Y todos aplaudimos, porque estábamos tan contentos que ya ni discutíamos entre nosotros y cualquier tontería de uno u otro nos parecía estupenda.
Bajo la cabecera del periódico donde ponía El Trueno Informativo escribimos en letra más pequeña todos nuestros lemas.
Después de tomar la que ya era tradicional merienda en mi casa, esta vez sin dulces de María, que había aportado el dinero de golosinas para el fondo común, pasamos a mi habitación y lo increíble fue que en esa ocasión Abdul dijo:
—¡Vaya habitación! Para ser la redacción de un periódico es pequeña y tiene pocas mesas.
Yo, que estaba en plan positivo, no quise entretenerme en contestar a las provocaciones. Así que hice oídos sordos y saqué la cámara digital. Habíamos decidido hacernos un carné de periodista para presentarnos en la primera línea de los sitios donde se producía la noticia, cumpliendo lo que en televisión habíamos oído definir como «misión informativa».
En realidad lo que pasaba es que nos encantaba tener un carné con nuestra foto, en el que pusiera nuestro nombre y en letras bien grandes:
PRENSA, REDACTOR
DE «EL TRUENO INFORMATIVO»
Uno a uno nos fuimos haciendo la foto.
Yolanda había venido con más coletas en la cabeza y más guapa que nunca. María estaba también muy guapa y muy simpática con sus coloretes. Pablo se había teñido el pelo de rubio oxigenado para esta ocasión y Ricardo había venido con el pelo bien engominado y repeinado. Shyam y yo, creo que los dos, estrenábamos camiseta, y Abdul trajo una camisa requeteplanchada de lo más elegante.
En la redacción reinaba un gran ambiente. Hicimos mucho el tonto mientras nos fotografiábamos, gritamos, gastamos bromas, nos reímos… y nos gustamos tanto en nuestras fotos que decidimos hacernos una foto de grupo para colocarla en un recuadro del periódico, en el que pusimos:
Periódico escrito por nuestros redactores,
los alumnos de 6.°,
Ricardo, Alejandro, Shyam, Yolanda…
Para estrenar nuestros carnés de prensa, yo propuse que nos fuéramos todos al cine gratis, que era lo que mi padre me había dicho que hacían los periodistas: entrar gratis en los cines, teatros, restaurantes… O sea, todo sin pagar, porque para eso luego hacían las críticas que convencían a la gente para ir a ver esas películas… No me estaba explicando muy bien, pero lo entendieron todos de maravilla.
Diez minutos más tarde estábamos los siete en la puerta del cine con nuestro nuevo y flamante carné de prensa, que previamente habíamos plastificado en la papelería.
El portero del cine los cogió todos, los miró por delante y por detrás y nos dijo:
—Redactores de El Trueno Informativo… los siete gratis…
Entendimos que ya podíamos pasar, pero nuestro paso al frente hizo que él se pusiera en medio de la puerta e iniciara una conversación con nosotros de lo más sosa, como si hubiera olvidado cómo se hacen las frases completas y solo fuera capaz de articular monosílabos. Algo así como:
—¡Alto!
Y Abdul insistió:
—Venimos a ver la película para escribir una crítica en nuestro periódico.
—¿Y?
—Pues que tenemos que pasar para ver si nos gusta y luego recomendarla.
—¿Para?
—¿Otra vez? Pues para que puedan venir a verla los compañeros del colegio.
—¿Cómo?
—Pues que vengan como quieran. El caso es que solo vamos a recomendar la película si nos gusta, ¿eh?
—¿Dónde?
—En El Trueno Informativo.
—Fuera.
Y por fin añadió una frase normal que hizo más coherente la conversación:
—Y que no os vea yo otra vez por aquí con ese carné de periodistillas, listillos, que sois unos listillos.
Me sonó muy mal lo de «periodistillas». Si era por nuestra edad y tamaño, podía habernos llamado «periodistitas», pero «periodistillas» nos dejó un gusto amargo en la boca, que arrastramos todos bastante desilusionados en nuestro camino de vuelta a casa. Aunque como dijo Shyam para consolarnos:
—Nunca pensar en crítica de cine, no importar.
Pero en realidad lo que nos animó fue la propuesta de María:
—Nada, pedimos a nuestros lectores dinero para el periódico y la próxima vez compramos las entradas y ya está.
Echamos a correr de nuevo hacia la redacción del periódico y rellenamos una página completa con un dibujo de Ricardo en el que se veía a un montón de niños y profesores haciendo cola con las manos llenas de euros, esperando para echarlos todos en una caja donde se leía: Aportaciones voluntarias a «El Trueno Informativo».
El entusiasmo y las risas volvieron de nuevo a la redacción cuando empezamos a inventar frases llamativas para este anuncio. La mía fue abucheada.
—El Trueno te necesita, contamos contigo.
Tenían razón, mi frase era muy sosa, pero tampoco estaba dispuesto a admitir las extravagancias de Pablo:
—Enróllate, tío, El Trueno se porta.
Por razones obvias, tampoco se aprobó la de Shyam:
—Trueno gustar, dinero poner.
Triunfó Abdul:
Con «El Trueno Informativo»
de risa explotarás.
Deja tu dinero
y lo comprobarás.
Y nosotros mismos explotamos a reír.
En fin, fue una tarde estupenda… Pensaba dedicarme al periodismo ya para el resto de mi vida.
Me acordaba de los resoplidos que con cara de cansancio daba mi padre todas las noches al volver del periódico. ¿Estaría agotado también de tanto reírse?