15. Una noticia exclusiva
A la cuarta pregunta, el conserje se cansó de contestar nuestro cuestionario, que tan cuidadosamente habíamos preparado para la entrevista. «Que cuántos años llevo aquí, que si me gusta, que si son diferentes los niños de ahora, que si… tonterías, pero ¿quién os ha enseñado a vosotros a hacer entrevistas?».
Los siete contestamos a la vez:
—Nadie.
—Es que no tenéis ni idea. Pasan las noticias por vuestras narices y no os enteráis. Se acabó la entrevista. Seguidme.
Lo dijo todo con tanta seguridad y convicción, que le seguimos sin rechistar. Las clases habían terminado y el colegio estaba ya vacío. Cruzamos por los pasillos silenciosos y salimos al patio. Se plantó en el centro y, mirando a la izquierda y a la derecha, nos preguntó:
—¿Qué veis?
Unos vimos el patio; otros, casas por detrás del colegio; otros, árboles, y Shyam dijo «cielo».
El conserje José López Molina, que ese era su nombre, suspiró y, con una expresión en la cara que parecía decir «hay que ver lo que tiene uno que aguantar con estos tontos que no entienden nada», se armó de paciencia para ver si lográbamos entender lo que nos quería contar.
—Vamos a ver. ¿Qué veis a la derecha, detrás del colegio?
—Casas.
—¿Casas viejas o casas modernas?
—Modernas.
—Eso es, modernas y muy caras. Y a la izquierda, ¿qué veis?
—Casas viejas y baratas —contestamos adelantándonos a su lógica, lo que le sorprendió muy favorablemente.
—Sí, señor, estos son mis chavales periodistas, muy avispados. Y en medio, ¿qué es lo que hay?
—El colegio.
La respuesta era tan fácil que esta vez no nos felicitó.
—Justamente. ¿Y qué tipo de colegio es?
Aquí las contestaciones fueron muy variadas. A Shyam le parecía muy bonito, a Yolanda viejo, a Pablo aburrido, a Abdul…
—No, si lo tendré que decir todo yo —interrumpió el conserje. Un comentario injusto en mi opinión, porque no nos estaba diciendo nada y, sobre todo, nada que fuera noticia, porque evidentemente todo el colegio sabía que alrededor había casas modernas y casas viejas, que para eso vivíamos en ellas, que todos éramos del barrio.
Y entonces fue cuando empezó a hablar y hablar… y comprendimos que sí, que era una gran noticia.
No. Me equivoco.
No fue entonces.
Primero se empeñó en hacernos jurar que, como buenos periodistas, no debíamos nunca, ni bajo amenazas, desvelar nuestra fuente. O sea, que no debíamos de ninguna manera decirle a nadie quién nos había dado la noticia. Y luego, y esto sí que nos dolió, nos hizo borrar de la cámara digital todas las fotos que nos habíamos hecho con él y que pensábamos publicar con el siguiente pie de foto: «Los redactores de El Trueno Informativo con el entrevistado». Pero tuvimos que borrarlas. En fin, una buena noticia exclusiva requiere ciertos sacrificios.
Y entonces sí, entonces fue cuando empezó a hablar y hablar.
Con lo que nos contó decidimos escribir un artículo. Dada su importancia, yo como director, propuse que fuera en la portada de El Trueno Informativo. Y como mis redactores eran así, que a veces sí hacían caso al director y otras que de ninguna manera, esta vez dijeron que sí, que lo poníamos en portada.
Tras tres horas de intentos y sin que hubiera manera de que nos saliera bien la redacción del artículo, Abdul me dijo que por qué no le preguntábamos a mi padre cómo se escribe una noticia. Fui a buscarle y se presentó de inmediato en la redacción de El Trueno Informativo, o sea en mi habitación. Y como él es así, siempre sorprendente, nos dijo:
—Tomad nota. Uno: lo más importante se explica en el primer párrafo. Dos: se escriben datos y hechos. No se admiten opiniones. Tres: el titular resume el contenido. Cuatro: claridad y frases cortas, por favor. Para mí, lo más imperdonable es que el lector se aburra. Quinto: Alejandro, tu madre y yo salimos al cine. Volveremos para cenar. Yolanda, esto no hace falta que lo anotes —nos sonrió a todos y cerró la puerta, diciendo—: Ánimo, que el oficio se aprende ejerciendo.
Nos quedamos mirándonos en silencio y, entonces, volvió a abrir la puerta.
—Escribid el primer párrafo y luego, leyéndolo, comprobáis que habéis escrito las respuestas a estas preguntas: qué, cómo, cuándo, dónde, quién y por qué, ¿entendido?
Parecía un acertijo, pero fue sencillo:
Qué: El colegio está en peligro.
Quién: El Patronato lo quiere vender.
Por qué: Para hacer negocio con los terrenos.
Cuándo: Al finalizar el curso.
Cómo: Negocia con unos empresarios que quieren construir casas.
Dónde: En el terreno donde ahora se encuentra el colegio.
No hay nada como ordenarse la cabeza. A partir de aquí y haciendo más o menos caso a las normas de mi padre, salió todo de corrido:
NOTICIA EXCLUSIVA
DE «EL TRUENO INFORMATIVO»:
EL PATRONATO QUIERE CERRAR
NUESTRO COLEGIO
Desde principios de año, el Patronato de nuestro colegio, es decir los propietarios, mantiene conversaciones con un grupo de empresarios que quieren construir casas en los terrenos que hoy son del colegio. Esto significaría que al finalizar este curso se cerraría nuestro colegio y se echaría abajo.
Según fuentes muy bien informadas, pero que no podemos desvelar de ninguna manera, el Patronato del colegio ha informado al director de que sería muy conveniente la venta, argumentando que el colegio está muy viejo y será muy caro reparar los desperfectos, por lo tanto resulta más barato construir uno nuevo en las afueras.
Pero la verdad de lo que ocurre es que este colegio se encuentra situado en el centro de la ciudad, en una zona en la que las casas son cada día más caras y se tiran las viejas para levantar otras nuevas por las que cobran muchísimo dinero. Y como esto es un buen negocio, el grupo de empresarios ha prometido al Patronato pagarle a cada uno de sus miembros mucho dinero si aceptan vender el colegio.
Nuestro colegio tiene 2300 alumnos que se quedarían sin escuela en el barrio y tendrían que desplazarse en autobuses. Esto es malo para nosotros los alumnos por estas razones:
- Perderíamos mucho tiempo para estudiar y jugar metidos en un autobús.
- El transporte escolar puede ser peligroso.
- Perderíamos a nuestros amigos del barrio.
- Los profesores estarían cansados de ir en autobús y nos darían peor las clases.
- No nos podríamos quedar después de las clases a jugar en el patio con los amigos.
Todas estas razones son más importantes que los negocios de unos pocos.
Está bien. No habíamos seguido las normas de mi padre. Algunas frases eran largas y escribimos opiniones, pero ¿qué podíamos hacer cuando querían dejarnos sin colegio? Por lo menos mi padre tendría que reconocer que no habíamos cometido el delito «imperdonable» del periodismo: aburrir al lector.