II
LA MUJER DE MARTINILLO
UNA noticia que nos produjo gran efecto a Lara y a mí al llegar a Hontoria fue la de que la mujer de Martinillo, al saber su viudedad, había muerto.
La Teodosia acababa de tener una niña. Debilitada por el puerperio y triste por estar separada de su marido, no se restablecía rápidamente.
Fermina la Navarra le había dicho que Martinillo estaba en la Vid.
La Teodosia se resignaba a no ver a su marido a su lado, cuando entraron una mañana a su cuarto unas comadres, y por sus reservas y la compasión que le manifestaron, comenzó la enferma a tener vehementes sospechas de una desgracia.
La Teodosia pidió a gritos que le dijeran lo que pasaba, y, al saber la muerte de su marido, le dio un síncope y quedó muerta.
Le avisaron a Fermina, y esta, furiosa, no se contentó con menos que con echar a latigazos de la casa a las dos viejas comadres que, por su estupidez, habían producido aquella desgracia. A los guerrilleros todos les pareció muy bien el arrebato de Fermina.
Fermina la Navarra, que era una buena mujer, a pesar de su barbarie y su crueldad con el enemigo, decidió adoptar a la niña, a quien se bautizó y se llamó Teodosia, como su madre.
Fermina decidió llevar a la niña a una nodriza de Huerta del Rey, y con frecuencia Lara y yo solíamos ir a ver a la chica, a quien considerábamos como hija adoptiva…
Estuvimos casi completamente en paz unos meses, sin tener grandes encuentros. La guerra de partidas se iba haciendo más regular a medida que los núcleos crecían y se uniformaban.