19

Moira pasó con Glenna la mayor parte del día, fabricando y encantando las bolas de fuego. Aproximadamente cada hora, dos o tres hombres subían a la torre y se llevaban lo que ya estaba hecho para apilarlo fuera.

—Nunca pensé que diría esto —comentó Moira después de la cuarta hora de trabajo ininterrumpido—, pero la magia puede ser muy aburrida.

—Hoyt diría que lo que estamos haciendo aquí es casi tanto ciencia como magia. —Glenna se secó el sudor del rostro con el brazo—. Y sí, ambas cosas pueden ser jodidamente aburridas. Sin embargo, al ayudarme a hacer esto, se reduce el tiempo y se aumenta la carga explosiva. Hoyt lleva todo el día encerrado con Cian, estudiando mapas y decidiendo estrategias.

—Algo que probablemente es igual de aburrido.

—Apuesto a que más.

Glenna recorrió nuevamente la fila de bolas endurecidas que ambas habían fabricado, con las manos extendidas y los ojos fijos, al tiempo que recitaba el conjuro. Moira podía ver cómo el uso constante de poder se estaba cobrando su precio en su amiga.

Las sombras que había debajo de los ojos verdes de Glenna parecían hacerse más profundas a cada hora que pasaba. Y cada vez que desaparecía el rubor que el escaso calor llevaba a sus mejillas, su piel parecía más pálida, más agotada.

—Deberías dejarlo durante un rato —dijo Moira cuando Glenna terminó de encantar la última bola—. Tomar un poco el aire, comer un bocado.

—Quiero acabar este lote, pero primero me tomaré un minuto. Aquí apesta a azufre. —Fue hasta la ventana y se inclinó hacia afuera para respirar el aire fresco y puro—. Oh. Esto es un verdadero espectáculo. Moira, ven a ver a esto. Los dragones vuelan alrededor de las tiendas de campaña.

Moira se acercó a la ventana para contemplar el vuelo de los dragones, la mayoría de ellos montados por jinetes que los entrenaban para descender o girar cuando se lo ordenasen. Los dragones aprendían rápidamente, pensó ella, y constituían un brillante espectáculo contra el cielo plomizo.

—Seguro que estás deseando poder tomar una fotografía o, al menos, hacer un boceto.

—Me pasaré los próximos diez años haciendo bocetos e ilustraciones de todo lo que he visto en estos últimos meses —contestó Glenna.

—Te echaré terriblemente de menos cuando todo esto haya acabado y ya no estés aquí.

Glenna, comprensiva, rodeó los hombros de Moira y luego le besó el pelo.

—Sabes que si existe alguna forma de venir, lo haremos. Te visitaremos. Tenemos la llave, tenemos el portal, y si lo que hemos hecho aquí no merece la bendición de los dioses, no sé qué podría merecerla.

—Lo sé. A pesar de lo horribles que han sido estos últimos meses, en muchos sentidos, me han dado mucho. Tú y Hoyt, y Blair. Y…

—Cian.

Moira mantuvo la mirada fija en los dragones.

—Cian no volverá a visitarme, con o sin la bendición de los dioses.

—No lo sé.

—No lo hará, aunque fuese posible para él, no regresará a mí.

—Pequeñas muertes, pensó Moira, cada hora, cada día—. Siempre lo he sabido. Querer que sea diferente no cambia lo que es, o lo que no puede ser. Es una de las cosas que Morrigan me decía, acerca del tiempo de la certeza. Usar mi corazón y mi cabeza juntos. Tanto mi corazón como mi cabeza saben que no podemos estar juntos. Si lo intentásemos nos desgarraría hasta el punto de que ninguno de los dos sería capaz de sobrevivir. Yo he intentado negar eso, degradándome, lastimándolo.

—¿Cómo?

Antes de que Moira pudiese contestar, Blair irrumpió en la habitación.

—¿Qué ocurre? ¿Una pequeña pausa femenina? ¿Cuál es el tema? ¿Moda, comida u hombres? Oh-oh —añadió cuando ellas se volvieron y Blair vio sus rostros—, el tema deben de ser los hombres, y yo sin chocolate para repartir. Escuchadme, me iré dentro de un momento, sólo quería deciros que han sido avistadas las últimas tropas que salieron del castillo. Estarán aquí dentro de una hora.

—Es una buena noticia. No, quédate un momento, ¿quieres? —le pidió Moira—. Deberías saber lo que estaba a punto de confesar. Ambas habéis puesto el corazón y la sangre en todo esto. Habéis sido las mejores amigas que he tenido nunca, o que tendré.

—El tono de tu voz es muy serio, Moira. ¿Qué hiciste? ¿Decidiste pasarte al lado oscuro y salir de paseo con Lilith?

—No vas muy desencaminada. Le pedí a Cian que me transformase.

Blair asintió mientras se acercaba a ella.

—No veo ninguna mordedura en tu cuello.

—¿Por qué no estáis enfadadas o al menos sorprendidas? Ninguna de las dos.

—Yo creo —dijo Glenna lentamente— que en tu lugar yo habría hecho lo mismo. Sé que lo hubiera deseado. Si salimos con vida de esto, Blair y yo nos marcharemos con nuestros hombres. Tú no puedes hacer lo mismo. ¿Y crees que vamos a juzgarte por tratar de encontrar alguna manera de cambiar eso?

—No lo sé. Podría ser más fácil si lo hicierais. Utilicé sus sentimientos hacia mí como si fuesen armas. Le pedí… prácticamente le supliqué que me hiciera como él cuando estábamos en un momento muy íntimo.

—Debajo del cinturón —afirmó Blair—. Si yo fuese a hacer lo mismo, ése sería el método que habría elegido. Y él te rechazó, una actitud que me confirma que no hay ninguna duda sobre lo que tú significas para él. Volviendo a mí, me sentiría mejor sabiendo que él iba a estar tan solo y triste como lo estaría yo después de que él se marchase.

Moira dejó escapar una breve risa sorprendida.

—No hablas en serio.

—Lo he dicho para alegrar un poco el ambiente, pero ¿quieres que te diga la verdad? No lo sé. Tal vez sí. Lamento que seas tú quien se lleve la peor parte en esto. Sinceramente.

—Ah, bueno, quizá tenga un poco de suerte y muera en la batalla mañana por la noche. Después de todo, de ese modo no me quedaría triste y sola.

—Pensamiento positivo. Eso es lo que hace falta.

En lugar de chocolate, Blair le dio un abrazo. Y miró a Glenna por encima del hombro de Moira.

Era importante, y Moira lo sabía, que las últimas tropas que llegaban fuesen recibidas por su reina, y mostrarse ante la mayor cantidad de ellas en las últimas horas antes de la marcha final. Caminó entre las tiendas de campaña junto a otros miembros de la familia real mientras avanzaba el crepúsculo. Habló con todos los que pudo. Iba vestida como un guerrero, con la capa sujeta con un simple broche claddaugh y la espada de Geall a un costado.

Ya había caído la noche cuando regresó finalmente a la casa, y a lo que ella sabía que sería la última reunión con su círculo para planear la estrategia.

Ellos ya estaban reunidos alrededor de la gran mesa, y sólo Larkin estaba de pie, mirando el fuego con el cejo fruncido. Algo nuevo, pensó ella con un ligero temblor en el estómago. Algo más.

Se quitó la capa mientras estudiaba los rostros de aquellos a quienes había llegado a conocer tan bien.

—¿Qué planes estáis haciendo que tienen tan preocupado a Larkin?

—Siéntate —le dijo Glenna—. Hoyt y yo tenemos algo. Si funciona —continuó diciendo mientras Moira se acercaba a la mesa— podemos ganar esta batalla.

El ligero temblor de su estómago se convirtió en un nudo helado mientras Moira escuchaba. Tantos riesgos, pensó, tantas contingencias y tantas maneras de fracasar. Sobre todo para Cian.

Pero cuando lo miró a los ojos, comprendió que él ya había tomado su decisión.

—Depende sobre todo de ti —le dijo Glenna a Cian—. Escoger el momento oportuno… si falla por un segundo…

—Depende de todos nosotros. Todos sabíamos a lo que nos enfrentábamos cuando empezamos esto.

—Ninguno de nosotros debería arriesgarse más que los demás —interrumpió Larkin—. ¿Podemos sacrificar a uno de nosotros sin necesidad, sin…?

—¿Crees que planteo esta cuestión a la ligera? —Hoyt habló con voz calmada—. Ya perdí a mi hermano una vez, luego volví a encontrarle. Encontré más, creo, de lo que ambos teníamos antes. Y ahora, al hacer esto, al hacer lo que me encargaron los dioses, puedo volver a perderlo.

—No percibo una sensación de confianza en mis capacidades. —Encima de la mesa había una jarra, y Cian la cogió para servirse cerveza amarga—. Aparentemente, el hecho de haber conseguido sobrevivir durante novecientos años no se considera un punto fuerte en mi currículo.

—Yo te contrataría —dijo Blair, y levantó su copa—. Sí, es una empresa arriesgada, un montón de pasos, muchas variables, pero si funciona será fantástico. Estoy segura de que lo conseguirás. De modo que el plan cuenta con mi voto.

—No soy una estratega —comenzó a decir Moira—. Y mi magia es limitada. ¿Puedes hacerlo? —le preguntó a Hoyt.

—Creo que puede hacerse.

Buscó la mano de Glenna.

—De hecho, sacamos la idea de algo que dijiste cuando estábamos en el castillo —le explicó Glenna—. Y estaríamos utilizando los símbolos de Geall. Todos ellos. Sería una magia muy poderosa, y creo que pura, aunque necesita sangre para ligarla.

—Por otra parte, me parece que tenemos más verdadero poder que Midir. —Hoyt estudió los rostros de sus compañeros—. Juntos lo aplastaremos, a él y a los demás.

Moira se volvió hacia Cian.

—¿Si tú te quedabas atrás? Una señal dirigida a ti, a todos nosotros una vez que se hayan dado todos los pasos…

—La sangre de Lilith en el campo de batalla es esencial. Ella tiene que ser herida al menos por uno de nosotros seis. Y Lilith es mía —dijo Cian categóricamente—. Lo consiga o no, ella es mía. Por King.

Por King, pensó Moira, y también por él. En otro tiempo, él también había sido inocente. En otro tiempo, él había sido una víctima y le habían arrebatado la vida. Lilith había derramado su sangre, lo había alimentado con la suya. Ahora, lo que ambos compartían podía ser vital para la supervivencia de la humanidad.

Se levantó, con el peso de todo eso sobre sus hombros, y se acercó a Larkin.

Ya lo habéis decidido. —Volvió la vista hacia los cuatro que estaban sentados a la mesa—. Cuatro de seis, de modo que lo haremos como habéis planeado, no importa lo que Larkin y yo votemos. Pero es mejor si estamos juntos. Si el círculo está de acuerdo, sin divergencias, sin dudas. —Cogió la mano de Larkin—. Es lo mejor.

De acuerdo. De acuerdo. —Larkin asintió—. Entonces estamos juntos.

Repasémoslo una vez más. —Moira regresó a la mesa—. Los detalles y los movimientos, luego les comunicaremos el plan a los jefes de escuadrón.

Sería como un baile sangriento y brutal, pensó Moira. Espada, sacrificio y magia llevando el ritmo. Y la sangre, por supuesto.

Siempre tenía que haber sangre.

Los primeros preparativos durante la mañana, entonces.

Se había levantado para servir y repartir a todos pequeños vasos de whisky.

—Luego, cada uno de nosotros hará su parte y, si los dioses quieren, acabaremos esto. Y lo acabaremos, apropiadamente pienso, con los símbolos de Geall. Muy bien, por nosotros y al infierno con ellos.

Cuando todos hubieron bebido, Moira se acercó al instrumento que había traído con ella del castillo.

—¿Querrías tocar para nosotros? —le preguntó a Cian—. Deberíamos tener música. Toquemos música y hagamos que se oiga a través de la noche. Espero que Lilith pueda oírla y tiemble.

—Pero tú no tocabas ningún instrumento, Cian —comentó Hoyt.

—En una época, tampoco hablaba chino cantones. Las cosas cambian.

No obstante, Cian se sentía un tanto extraño, sentado allí con aquella especie de violín, probando las cuerdas para afinarlas.

—¿Qué es esa cosa? —preguntó Blair—. ¿Como un violín con gota?

—Bueno, sería su antecesor.

Cian comenzó a tocar, lentamente, sintiendo que retrocedía de la guerra a la música. La sensación de extrañeza se disipó con las notas apacibles y persistentes.

—Es hermoso —dijo Glenna—. Aunque un tanto desgarrador.

No pudo evitarlo, y fue en busca de papel y carboncillo para hacer un boceto de Cian mientras tocaba.

Desde fuera, comenzaron a sonar flautines y arpas, uniendo sus notas a las de Cian.

Cada nota como si fuese una lágrima, pensó Moira.

—Tienes talento para eso —le dijo Larkin cuando las notas se extinguieron—. Y mucho sentimiento para la música, ésa es la verdad. Pero ¿podrías tocar algo que fuese un poco más animado? Ya sabes, ¿con un poco de chispa?

Larkin se llevó la flauta a los labios y sopló unas cuantas notas rápidas y alegres, de modo que los ecos melancólicos de la música de Cian fueron barridos por la alegría. Desde el exterior, volvieron a unirse flautines y arpas, al tiempo que Cian acompañaba el ritmo y la melodía. Con una exclamación de aprobación, Larkin comenzó a zapatear, sus rodillas como goznes sueltos, mientras Moira seguía el ritmo con las palmas.

—Ven. —Larkin le lanzó la flauta a Blair y cogió las manos de Moira—. Vamos a enseñarles cómo se baila en Geall.

Moira se echó a reír y comenzó a girar con Larkin en lo que Cian consideró que era un baile cercano al step dance irlandés. Pies rápidos, hombros quietos, todo energía. Se inclinó sobre su instrumento, sonriendo ligeramente ante la persistencia del corazón humano, mientras las sombras y la luz del fuego jugaban sobre su rostro.

—No permitiremos que ellos nos ganen.

Hoyt cogió a Glenna, obligándola a levantarse.

—No puedo bailar eso —protestó ella.

—Por supuesto que puedes. Se lleva en la sangre.

Las tablas del suelo resonaron bajo las botas y el baile, la melodía y las risas fluyeron hacia la noche. Era tan propio de los humanos, pensó Cian; tomar la alegría. No sólo usarla, sino exprimirla hasta la última gota.

Allí estaba su hermano, el hechicero, que estimaba su dignidad tanto como su poder, girando por el salón con su bruja pelirroja y sensual que se reía como una niña mientras intentaba seguir los pasos.

La cazadora de vampiros te-pateo-la-cara-y-el-culo bailaba mezclando un poco de hip-hop del siglo XXI con la danza tradicional para hacer reír a su vaquero, el que cambiaba de forma.

Y la reina de Geall, fiel, devota y llevando el peso de su mundo sobre los hombros, con el rostro encendido y resplandeciente por el simple placer de la música.

Podían morir mañana, todos ellos, pero esa noche estaban bailando. Lilith jamás podría entenderlos a pesar de todos sus eones, todo su poder y su ambición. Y la magia de ellos, la luz de ellos, quizá pudiera triunfar.

Por primera vez creyó —sobreviviese él o no— que la humanidad triunfaría. No podía ser extinguida, ni siquiera por sí misma. Aunque él había visto, con demasiada frecuencia, que lo había intentado.

Había muchos otros como aquellos cinco, que lucharían y sudarían y sangrarían. Y bailarían.

Continuó tocando cuando Hoyt hizo una larga pausa para beber una jarra de cerveza.

—Envíasela a ella —musitó Cian.

—Mira a mi Glenna, bailando como si lo hubiera hecho toda la vida. —Hoyt frunció el cejo—. ¿Qué has dicho?

Cian alzó la vista y ya no sonreía, a pesar de que la música que estaba tocando era tan alegre como un globo rojo.

—Envíale la música a Lilith, envíala hacia la noche, como ha dicho Moira. Puedes hacerlo. Restreguémosle la música por la cara.

—Lo haremos. —Hoyt apoyó una mano en el hombro de Cian—. Puedes estar seguro de que lo haremos.

El poder se agitó calentando el hombro de Cian mientras tocaba y tocaba.

En la oscuridad, Lilith observaba a sus tropas mientras libraban otra batalla de entrenamiento. Hasta donde podía ver —y sus ojos eran muy agudos— vampiros, medio vampiros y criados humanos estaban repartidos en un ejército que ella había construido a lo largo de cientos de años.

Al día siguiente caería sobre los humanos como una plaga hasta que el valle se convirtiese en un lago de sangre.

Y en él ahogaría a esa puta que se llamaba a sí misma reina, por lo que le había hecho a Davey.

Cuando Lora se reunió con ella, se enlazaron la cintura con los brazos.

—Los exploradores ya han vuelto —dijo Lora—. Superamos en número al enemigo en una proporción de tres a uno. Midir está en camino, como ordenaste.

—Es una buena vista la que se disfruta desde aquí. Davey hubiera disfrutado viendo esto.

—Mañana, a esta hora o poco después, será vengado.

—Oh, sí. Pero no acabará ahí. —Sintió la presencia de Midir mientras subía hacia donde se encontraban Lora y ella—. Comienza lo antes posible —ordenó Lilith sin volverse—. Si me fallas, te cortaré personalmente la garganta.

—No fallaré.

—Mañana, cuando comience, estarás en tu posición. Quiero que te sitúes en las tierras altas que se alzan hacia el oeste, donde todos puedan verte.

—Majestad…

Lilith se volvió hacia él, con los ojos azules y helados.

—¿Pensabas acaso que permitiría que te quedaras aquí, encerrado y protegido por este escudo? Estarás donde yo digo, Midir. Y estarás en esas colinas para que nuestras tropas y las de ellos puedan ver tu poder. Un incentivo para ellos y para ti —añadió—. Asegúrate de que tu magia sea poderosa o pagarás el precio por ello durante la batalla o después de que haya terminado.

—Os he servido fielmente durante siglos y todavía no confiáis en mí.

—No hay confianza entre nosotros, Midir. Sólo ambición. Prefiero que vivas, por supuesto. —Lilith sonrió ahora, débilmente—. Tengo trabajo para ti incluso después de mi victoria. En el castillo de Geall hay niños. Cuando haya caído la noche, los quiero ver a todos. De entre ellos escogeré al próximo príncipe. Los otros servirán para un apetitoso banquete. Tú estarás en esa colina —añadió mientras se volvía otra vez—. Y proyectarás tu oscura sombra. No hay motivo para preocuparse. Después de todo, ya has visto el resultado de esta batalla en el humo. Y así me lo has explicado miles de veces.

—Os sería de mayor utilidad aquí, con mi…

—¡Silencio! —replicó Lilith con tono cortante, y alzó una mano—. ¿Qué es ese sonido? ¿Lo oís?

—Suena como si fuese… —Lora frunció el cejo mirando hacia la oscuridad—. ¿Música?

—Su hechicero la envía. —Midir levantó el rostro y las manos—. Puedo sentirle extendiendo su pequeño y pálido poder a través de la noche.

—¡Haz que pare! No quiero que se burlen de mí en vísperas de la batalla. No lo aceptaré. Música —dijo, escupiendo las palabras—. Basura humana.

Midir bajó los brazos y cruzó las manos.

—Puedo hacer todo lo que deseéis, mi reina, pero ellos están haciendo un intento pequeño y ridículo para enfureceros. Observad a vuestras propias tropas, entrenando, empuñando las armas, preparándose para la batalla. ¿Y qué hace vuestro enemigo en estas horas finales? —Hizo un gesto despectivo con los dedos, que chisporrotearon en el aire—. Juegan como niños imprudentes. Desperdiciando el poco tiempo que aún les queda, con música y bailes antes de la matanza. Pero si lo deseáis…

—Espera. —Volvió a alzar la mano—. Dejemos que disfruten de su música y que se dirijan bailando hacia la muerte. Regresa a tu humo y tu caldero. Y quiero que estés preparado para ocupar mañana tu lugar y mantenerlo. O brindaré por mi victoria con tu sangre.

—Como vos digáis, majestad.

—Me pregunto si Midir ha dicho la verdad —comentó Lora cuando estuvieron nuevamente a solas—. O si no se ha atrevido a enfrentar su poder con el de ellos.

—No tiene importancia. —Lilith no podía permitir que eso le preocupase, no cuando estaba tan cerca de la conclusión de todo lo que ella había deseado—. Cuando todo sea como quiero, cuando aplaste a esos humanos y beba la sangre de sus hijos, Midir habrá acabado su servicio.

Certainement. Y una vez tenga lo que quiere, su poder podría volverse contra ti. ¿Qué propones que hagamos con Midir?

—Prepararé una comida con él.

—¿La compartirás?

—Sólo contigo.

Lilith continuó junto a la ventana observando el entrenamiento de sus tropas. Pero la música, aquella maldita música, la había deprimido el ánimo.

Ya era tarde mientras Cian yacía junto a Moira. En aquellas últimas horas, el círculo se había dividido en tres partes. Él había visto avivarse el fuego y chisporrotear las velas, y supo que Hoyt y Glenna estaban fundidos el uno con el otro.

Como lo había estado él con Moira. Como imaginó que lo estaría Larkin con Blair.

—Desde siempre estaba destinado a ser de esta manera —comentó Moira con voz suave—. Nosotros seis formando el círculo, y cada uno de nosotros estableciendo un vínculo más fuerte con otro. Para estar juntos, para aprender. Para conocer el amor. Y esta noche, la casa resplandece de amor. Es una forma de magia, y tan poderosa como cualquier otra. Nosotros la tenemos, y no importa lo que suceda. —Moira alzó la cabeza para mirarlo—. Lo que te pedí que hicieras era una traición.

—No hay necesidad de hablar de eso.

—No, quiero decírtelo. Fue una traición hacia ti, hacia mí, hacia los demás y hacia todo lo que hemos hecho juntos. Tú fuiste más fuerte, ahora yo también lo soy. Te amo con todo mi ser. Eso es un regalo para los dos. Nada puede destruirlo o cambiarlo.

Ella levantó el relicario que Cian llevaba al cuello. Contenía algo más que un mechón de su pelo, pensó. Contenía su amor.

—No lo dejes atrás cuando te marches. Quiero saber que lo llevas contigo, siempre.

—Siempre irá a donde yo vaya. Tienes mi palabra. Te amo con todo lo que soy, y todo lo que puedo ser.

Ella volvió a dejar el relicario sobre el corazón de Cian y luego apoyó una mano sobre el silencio de su pecho. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero luchó para reprimirlas.

—¿Te arrepientes de algo?

—De nada.

—Por los dos. Hazme el amor otra vez. Hazme el amor por última vez antes de que amanezca.

Fue tierno y lento, saboreando cada caricia, cada gusto. Los besos largos y suaves eran una especie de droga contra cualquier dolor, las caricias un bálsamo sobre las heridas que deberían soportar. Ella se dijo que ahora su corazón latía con suficiente fuerza para los dos, esa última vez.

Sus ojos permanecieron abiertos y fijos en los de Cian de modo que, en el clímax, vio cómo él se deslizaba junto a ella.

—Dímelo otra vez —musitó ella—. Una vez más.

—Te amo. Eternamente.

Luego permanecieron acostados en medio del silencio. Todas las palabras habían sido dichas.

En la última hora antes del amanecer, los seis se levantaron a fin de prepararse para la marcha final hacia la batalla.

Viajaron a caballo, en dragón, a pie, en carros y carretones. Encima de ellos, las nubes se desplazaban por el cielo, pero no bloqueaban la luz. El sol brillaba a través de ellas con dedos que resplandecían débilmente y súbitos fogonazos que alumbraban el camino hacia el Valle del Silencio.

Los primeros llegaron allí para colocar trampas en medio de las sombras y en las cuevas, mientras los guardias volaban o cabalgaban sobre y alrededor del valle con sus ojos alerta para anticipar cualquier ataque.

Y también encontraron trampas que habían sido colocadas para ellos. Debajo de los pies de un hombre aparecía súbitamente una charca de sangre que se lo tragaba. El cieno, negro como la brea, burbujeaba hirviendo y quemaba la carne a través de las botas.

—Esto es obra de Midir —dijo Hoyt mientras otros corrían para tratar de salvar a los que pudiesen.

—Bloquea su poder —ordenó Cian—. O tendremos una oleada de pánico entre manos antes de empezar.

—Medio vampiros. —Blair gritó la advertencia desde el lomo de un dragón—. Alrededor de cincuenta. Primera línea, adelante.

Se lanzó con el dragón en picado para dirigir el ataque.

Las flechas atravesaron el aire y las espadas cruzaron sus aceros. En la primera hora, las fuerzas de Geall perdieron quince hombres, pero mantuvieron sus posiciones.

—Sólo querían que probásemos un poco. —Blair desmontó con el rostro salpicado de sangre—. Les hemos dado un poco de su propia medicina.

—Los muertos y los heridos también tienen que ser atendidos. —Endureciéndose, Moira miró a los caídos y luego apartó la vista—. Hoyt está rechazando el conjuro de Midir. ¿Cuánto le está costando hacerlo?

—Hoyt tendrá todo lo que necesite tener. Voy elevarme otra vez en el dragón y daré un par de vueltas. Veré si ella nos tiene preparadas más sorpresas. —Blair montó de un salto en el dragón—. Mantened la línea.

—No estábamos tan preparados para las trampas, para un ataque a la luz del día, como deberíamos. —Larkin envainó su espada manchada de sangre y se acercó a Moira—. Pero hemos hecho un buen trabajo. Y lo haremos mejor todavía.

Apoyó la mano sobre el brazo de su prima y la llevó aparte para que sólo ella pudiese oír lo que tenía que decirle.

—Glenna dice que algunos de ellos ya están aquí, bajo la tierra. Hoyt no puede trabajar con ella ahora, pero Glenna cree que entre Cian y ella podrían encontrar al menos a algunos de ellos y encargarse del problema.

—Bien. Aunque sólo sea un puñado, será una victoria. Necesito reforzar a los arqueros.

El sol ascendió hacia el mediodía, y luego continuó su viaje. En dos ocasiones, vio cómo la tierra se abría donde Glenna sostenía una azada. Luego, el resplandor de fuego cuando el demonio que se escondía bajo tierra recibía la luz del sol y ardía.

«¿Cuántos más? —se preguntó—. ¿Un centenar? ¿Quinientos?»

—Está bloqueado. —Hoyt se enjugó el sudor que perlaba su frente al reunirse con ella—. Las trampas de Midir están cerradas.

—Le has obligado a retroceder.

—No estoy seguro. Tal vez haya comenzado a trabajar en otra cosa. Pero por el momento está bloqueado. Esta tierra hace que se estremezca el alma de un hombre. Rezuma maldad y te ahoga. Iré a ayudar a Cian y Glenna.

—No, necesitas descansar un momento, reservar tus energías. Yo los ayudaré.

Hoyt asintió sabiendo que necesitaba reponerse. Pero su mirada era sombría mientras estudiaba el valle y se detenía donde Glenna y Cian estaban trabajando.

—No podrán encontrarlos a todos. No en este terreno.

—No. Pero cada uno es uno menos.

No obstante, cuando llegó donde estaba Glenna, Moira vio que el trabajo estaba dejando sus huellas. Glenna estaba pálida y tenía la piel húmeda y fría como la de Hoyt.

—Es hora de descansar —le dijo Moira—. Debes recuperar las fuerzas. Yo seguiré trabajando un rato.

—Esto está más allá de tu poder. Está en el límite del mío. —Glenna aceptó agradecida el pellejo con agua que le ofrecía Moira—. Sólo hemos conseguido desenterrar a una docena de ellos. Un par de horas más y…

—Ella necesita parar. Tú necesitas parar. —Cian cogió a Glenna del brazo—. Estás casi al borde de tus fuerzas y lo sabes. Si estás exhausta cuando se ponga el sol, ¿de qué habrá servido esto?

—Sé que hay más. Muchos más.

—Entonces estaremos preparados cuando esta tierra los escupa fuera de sus escondites. Ve. Hoyt te necesita. Está hecho polvo.

—Una buena estrategia —le dijo Cian a Moira cuando Glenna se alejó—. Usar a Hoyt.

—Sí, pero también es verdad. Los estamos agotando a los dos. Y a ti también —añadió—. Puedo oír en tu voz lo cansado que estás. De modo que te diré lo mismo que le he dicho a Glenna: si estás exhausto cuando se ponga el sol, ¿de qué habrá servido esto?

—La jodida capa me sofoca. Por otra parte, la alternativa no es muy agradable. Necesito alimentarme —admitió.

—Ve entonces a las tierra altas y ocúpate de ello. Ya hemos hecho casi todo lo que estaba en nuestro poder, todo lo que teníamos intención de hacer hasta ahora.

Moira vio que Blair y Larkin se habían reunido con Glenna y Hoyt. Los seis juntos, mientras el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, podrían volver a renovar sus fuerzas. Atravesaron el accidentado terreno, superaron un islote de roca agujereada e iniciaron el ascenso por la empinada ladera.

Todo en ella se estremeció cuando alcanzaron la cima. Incluso sin el conjuro de Midir, la tierra parecía tirar de ella hacia abajo.

Cian cogió un pellejo de agua que ella sabía que contenía sangre.

—Te esperan a ti —dijo Blair—. Muchos de tus soldados están muertos de miedo.

—Si quieres decir que no mantendrán sus posiciones y lucharán…

—No vuelques sobre mí todo el orgullo de Geall. —Blair alzó una mano en son de paz—. Lo que ellos necesitan es saber de ti, que los animen. Necesitan su discurso del Día de San Crispín.

—¿Qué es eso?

Blair miró a Cian y enarcó las cejas.

—Supongo que pasaste por alto Enrique V cuando segaste la biblioteca de Cian.

—Después de todo, había muchos libros.

—Se trata de levantarles el ánimo —le explicó Glenna—. De prepararlos para el combate, incluso para la muerte. De inspirarles y recordarles la razón de que estén aquí.

—¿Debo hacer todo eso?

—Nadie más tendría el mismo impacto. —Cian cerró el pellejo—. Tú eres la reina, y aunque el resto de nosotros podamos ser generales, por decirlo de algún modo, es a ti a quien buscan.

—Yo no sabría qué decirles.

—Ya se te ocurrirá algo. Mientras te encargas de ello, Larkin y yo reuniremos a tus tropas. Añadiremos un poco de Braveheart a Enrique V —le dijo a Blair—. Subidla a un caballo.

—Excelente idea.

Blair fue en busca del caballo de Cian.

—¿Qué fue lo que dijo ese Enrique? —preguntó Moira.

—Lo que sus hombres necesitaban oír. —Glenna apretó la mano de Moira—. Y tú también lo harás.