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POR alguna razón el vuelo nocturno a Boston no era tan popular como el de Los Ángeles. O quizá fuera simplemente la diferencia entre un 747 y un 707. Supongo que en algunos vuelos deben llenar esos gigantescos transportes, pero yo nunca lo vi.

En esta ocasión tenía una hilera de asientos a mi entera disposición, y decidí que cuando llegara el momento pediría una frazada y una almohada y dormiría hasta llegar al aeropuerto de Logan.

Sin embargo aún no tenía sueño. Eran sólo las diez y media y quería examinar las cartas y fotografías que Bunny me había dado. Estaban en un sobre de papel marrón que era demasiado grande para lo que contenía, atado con hilo además de pegado con cinta plástica. Adentro las fotografías estaban protegidas por uno de esos cartones que ponen en las tintorerías para mantener las camisas duras. Me pregunté de quién sería la camisa. Había dos fotos. Una era la instantánea que había visto sobre el escritorio del general Rollins. Estudié la cara con más atención y llegué a la conclusión de que me gustaba. Quizás fuera porque se parecía algo a la de Bunny, o quizás porque parecía más suave, menos artificial y más zalamera que la de su padre.

La segunda era una radiofoto que probablemente habría aparecido en algún periódico local de Los Ángeles, hasta pudo haber sido en el "Times" de Los Ángeles. Era una toma de un grupo de doce hombres, unos de pie, otros arrodillados, delante de las barracas, debajo de un cartel en el que se leía "Pleiku Hilton" pintado a mano por un letrista amateur. Rollo estaba arrodillado, el segundo a la derecha, y le sonreía a la cámara con la misma expresión amistosa y sorprendida que parecía adoptar como hábito cuando lo fotografiaban. Detrás, con los ojos parcialmente cerrados, como si la cámara lo hubiera sorprendido justo en el momento en que parpadeaba, estaba Tony Bruno; las rayas doradas de teniente segundo habían dado paso a las de plata. Tenía la misma actitud rígida que había lucido en su fotografía de graduación y era el único soldado que lucía cintas de campaña e insignias. Es extraño, pero la gente tiene compulsiones (o consistente indiferencia) hacia la máquina de fotos. Pareciera que reaccionan del mismo modo cada vez que una los enfoca. Quizás tenga algo que ver con la primitiva noción de que el alma queda capturada en el celuloide. En cierto modo, las ideas que Bruno tenía sobre cómo comportarse frente a una máquina fotográfica eran más parecidas a las del general Rollins que las del propio hijo de éste. Me acordé de ese parlamento en Enrique IV cuando el rey desea que Hal no sea su hijo, si no que fuera la broma de algún espíritu travieso que lo había privado de Hotspur. Muy literario. Las otras diez caras de la foto no tenían ningún significado para mí. Ninguna de ellas era negra así que sabía que no lo estaba mirando a Lewis Browne. En la parte inferior de la fotografía había un código de identificación que habían escrito en lápiz negro en el negativo y que había salido en blanco en la copia. La di vuelta y en la parte de atrás vi una firma ilegible (probablemente la anotación del editor) hecha en lápiz.

Había una breve nota unida a las cartas con un gancho:

"Por favor cuídelas mucho, Mark, porque tienen mucho valor para mí. Bunny."

Desdoblé la primera. Estaba escrita en papel de carta blanco cubierto de rasgos descuidados y confusos hechos con un bolígrafo que manchaba.

Soldado de Primara H. Rollins

Cuerpo 11, Segundo Batallón

12º Infantería (Compañía C), 4" División

Camp Enari, (Pleiku), VietNam,

Sudeste asiático, El Mundo.

Feb. 3, 1969

¡Tete a tete!

Querida Bunny:

Bueno, aquí estamos, adivina dónde, y ya hace una semana. Mañana avanzamos hacia un lado u otro y quizás no pueda escribir mucho desde allí, así que aprovecho ahora. Simplemente para ponerte al tanto de lo que pasó después de salir de Conway, te diré que seguimos viajando por TWA, paramos en Oklahoma, luego hasta Washington, luego hasta algún lugar de Alaska (¿Sitka?), creo. Yo dormía en ese momento. Y luego seguimos camino a Tokio donde cambiamos de avión y subimos a un transporte C-130 que pensé nunca lograría despegar. Desde Tokio volamos a Long Binh (al norte de Saigón) donde debimos esperar el transporte que nos llevará a Camp Enari durante dos días mientras caía una lluvia torrencial (es el comienzo de la estación del monzón, según tengo entendido, y podemos contar con siete semanas o más). Enari está a diez millas de la ciudad de Pleiku, en el corazón de las tierras altas del centro. (Enari fue el primer tipo que mataron aquí, creo.) Además de la lluvia y el barro, tengo que aguantarme la sopa de letras.

Todo está abreviado y debes aprender a leer tus instrucciones en una especie de jeringoza que lo haría chillar a Mr. Wesley.

Mi unidad estuvo "descansando" una semana en Enari, pero mañana debemos partir y ponernos en movimiento otra vez. Enari no es el peor lugar del mundo; sólo que es muy pequeño: barracas, zonas de aterrizaje para helicópteros, oficinas y clubes para los oficiales, los agregados y los hombres enlistados. Hablando de oficiales, puede interesarte saber que Tony comanda mi batallón (me pregunto quién habrá hecho esto, ja, ja) y ahora es teniente primero. Hasta ahora mantuvimos una respetable distancia. La mayoría de los tipos son patanes de Alabama u otros lugares cómicos parecidos y se pasan los días molestando y tratando de meterse en Pleiku de noche para conseguir tragos, mujeres y lo que sea. No dan la impresión de tener mucho dentro de la cabeza. En general me tienen por raro —ya— porque me pescaron dibujando y leyendo libros de tapas duras en mi catre. El viejo (de paso ¿cómo está?) estaría emocionado si conociera a mi único amigo verdadero. Es un personaje de Boston y todo el mundo aquí lo trata como si fuera basura, pero tiene raciocinio. Nos hicimos amigos un día que entró en las barracas mientras yo dibujaba. Empezamos a hablar de pintura, y pensé que era un ignorante (y lo es) pero ¡tienes que ver cómo dibuja! Ahora, por supuesto, todo el mundo piensa que somos maricones, porque nos sentamos cerca de las barracas para dibujar, al fin del día, en vez de ir al cine, y te puedo asegurar que es bastante malo que te tengan por maricón, pero cuando tu novia es de color, no puedes caer más bajo. Ja, ja. Se llama Lewis Browne y creo que te gustaría, aunque debo confesarte que Tony se sintió obligado a hablarme sobre el tema. Me dijo de todo excepto preguntarme si me gustaría que mi hermana se casara con alguien así. Bueno, veo que se me está terminando el pape y mañana es el gran día. Quizás trate de meterme en Pleiku un par de horas, después de todo, si no es demasiado tarde. (¡Una enfermedad venérea mejoraría mi status!) Te escribiré cuando pueda.

Cariños

Rollo

No era mala la carta, salvo por el exceso de paréntesis. La doblé y saqué la próxima.

En alguna parte al norte de Ban Me Thuot

Abril 1, 1969

Querida hermana:

Feliz día de los inocentes. Perdóname por el largo silencio pero hemos estado ocupados, y entre nosotros dos, esto es un eufemismo. Sin embargo, es el día de los inocentes y no pude aguantar la tentación, así que escribo desde el interior de mi tienda de campaña (un modelo de esos Hágalo-usted-mismo, que se arma con dos ponchos) en vez de irme a dormir que es lo que tengo ganas de hacer después de haber caminado todo el día. Está oscureciendo, pero no ha llovido mucho últimamente (¡Gracias a Dios! Me parece que me hubieran hecho de barro) y hay bastante luz proveniente de los cohetes, las luces de Bengala, los morteros, y toda esa basura de fuego que está cayendo sobre nuestra base en este momento. Es como estar asustado de los rayos cuando se sabe que vienen dirigidos a uno. Tuve suerte hasta ahora. (Toco madera). Lamento haber tardado tanto en escribir; pero muchas gracias por todas tus cartas, y agradécele al viejo la que me mandó él; las cartas pueden en verdad levantarte el ánimo aquí, y eso es importante. Desde que escribí la última vez, nos recogieron helicópteros llamados "Hueys" (o "mañosos", porque aterrizan sobre patines en vez de sobre ruedas) y nos llevaron a la base de la brigada de Ban Me Thuot y luego, otra vez en helicóptero, hasta nuestra posición de avanzada con el batallón, en el medio de la nada, hacia el norte. Enari era bastante llano, con campos, prados y todo lo demás, pero ésta es la selva, pero no como la de las películas de Tarzán. Más bien como un bosque denso. Más o menos todos los días salimos en misiones de patrulla. Hay de todos los tipos; algunas son de un día de duración más o menos; otras se extienden durante tres o cuatro días. Cuando más largo el paseo, menos tipos vuelven. Pero todas tienen algo en común. Más tarde o más temprano te atacan. O caes en una trampa. Antes de ayer dos tipos que iban con nosotros volaron en pedazos al pisar una mina terrestre mientras abrían camino. Lo que es para ponerle a uno los pelos de punta si sucede que estás sólo veinte pasos más atrás. Luego debimos recuperar los cuerpos, lo que fue complicado y doblemente peligroso, pero no creo haber matado a nadie aún. A Tony lo entusiasman mucho las patrullas y toma parte en ellas siempre que le es posible. Está detrás de la insignia de capitán y todo el mundo lo sabe. Qué payaso. Bueno, esto es todo. Realmente debo dormitar un poco. Dale mis saludos al viejo y a Ivonne, pero los mejores son para ti, farsante.

Cariños

Rollo

Sin dudar abrí la otra carta.

Aún al norte de Ban Me Thout, Dios nos ayude.

Julio 4, 1969.

Querida Bunny:

Ascendí a sargento. Así es, rayas absolutamente genuinas, aunque no se supone que debamos usarlas aquí. Bueno, basta de hablar, como dice Lew Browne (a él también lo ascendieron a sargento); cómo le va a gustar esto al viejo. Por supuesto que no soy más que un E-5, pero podría ascender. Aquí todo es posible. Esta guerra es tan estúpida e ilógica como lo pensé cuando estaba en los Estados Unidos, pero aquí estamos (porque estamos aquí, porque estamos aquí) y uno en verdad se puede enojar muchísimo con los Vietcong, sin qué importe que moralmente tengan razón, cuando insisten en matarte, y a veces tienen éxito. Tengo cuentos de horror que no me dejan dormir de miedo a la noche, y a veces me encuentro llorando por cualquier cosa sin importancia, de nervioso que estoy. En esas ocasiones me digo que ascendí a sargento. Nunca sabes si algún viejo campesino norvietnamita o algún chico de cinco años no lleva una granada lista. Las lluvias han recomenzado otra vez después de dos gloriosos meses libres de ellas y estoy hecho una torta de barro otra vez. Qué día de la independencia. Tony está muy alegre, lo van a nombrar capitán en cualquier momento ahora. Tengo que irme; lamento que ésta sea corta y/o desorganizada, pero hay una función especial de ratas comunistas y si no las atrapo ahora, desaparecerán.

Cariños

Rollo

Nota: ¡Ahora llevo la radio! Detalles luego.

Y otra.

Igual.

Agosto 1. 1969

Querida Bunny:

Bueno, finalmente pasó. Hirieron a alguien a quien realmente aprecio. ¿Te acuerdas de Lew Browne, el tipo del que te hablé, al que le gusta dibujar? Bueno, ayer había salido a hacer una recorrida y le dieron con un AK-47 o un mortero (no sé cuál de los dos con exactitud) y lo evacuaron de aquí a toda prisa. Ni siquiera pude verlo. Les tendieron una trampa y fueron rescatados por helicópteros (a uno lo bajaron); Lew probablemente esté en algún hospital de campaña en este momento, si no está en el cementerio. Y no sé cuándo sabré qué le pasó. No te puedo decir ni espero que entiendas qué disgustado estoy, pero ahora me gustaría matar algunos comunistas realmente. Era el único tipo medio decente que había encontrado aquí, y ahora ya no está. Sólo me resta desear que esté bien. Debo tratar de pensar en otra cosa, creo, o me volveré loco. Hablando de esto, Tony me puso a cargo de la radio (la que se conoce como NAPRC-25... ahí tienes más sopa de letras) cuando salimos de patrulla. Eso quiere decir que debo estar cerca de él cuando él va, y ésa es la intención, según me dijo. Es así que le puede informar al viejo que me tiene bajo su cuidado. (Más puntos a su favor aún si no logra que lo asciendan a capitán, cosa que aún no ocurrió). Creo que esto es todo. Estoy demasiado triste para seguir escribiendo. Cuídate y sigue mandando cartas. Y dale gracias a Ivonne por todas esas cosas ricas. Fueron espléndidas y también lo fue su carta. Dile que le escribiré pronto.

Con cariño y X X X X X

Rollo

Había otras dos cartas escritas en el mismo estilo. Se hablaba de un franco con Lew Browne en Bangkok, antes de su herida (aún sin especificar), y prevalecía el mismo tono irónico, aunque las cartas eran más breves y contenían más descripción. Se lo mencionaba a Tony Bruno una vez en cada una. Aún no había obtenido el ascenso a capitán y en ambas referencias se percibía entre líneas una alegre satisfacción. Eran cartas calmas, interesantes, si uno lograba penetrar la atroz caligrafía de Rollo. En el fondo del paquete había algunas instantáneas de chicos vietnamitas (uno de ellos con una remera de la Escuela Secundaria de Scarsdale) y de viejos arrugados. Las fotos estaban clasificadas con prolijas letras de imprenta sobre los blancos márgenes. Enari, Ban Me Thuot, etcétera.

Puse todo el material otra vez en el sobre marrón, cuidando de no doblar o arrugar nada, y me recosté en el asiento para meditar sobre el extraño caso de Harold Rollins Tercero, fracasado universitario, soldado, cómico, artista y suicida. El modelo no era totalmente desconocido, pero había puntos sobre el caso de Rollo que me daban que pensar. No era difícil ver por qué Bunny quería saber qué lo había impulsado a hacer lo que hizo. Aunque no entraba en el molde de la convencional historia del triunfador (estaba lejos de ello) había evidencia interna de que Rollo había estado saliendo del pozo. Y sin embargo no serviría adoptar muchos de los prejuicios y actitudes de Bunny; Rollo ciertamente tenía una historia inestable y ¿quién podía saber qué le había hecho el Pantano? Por empezar no era un ardiente defensor de la guerra, y los campos de prisioneros del Vietcong aparentemente habían doblegado a otros prisioneros, aunque estaba por verse cómo se habían arreglado para hacerlo en cada caso. Margot Koontz había visto las marcas que le habían quedado a Rollo en la espalda después de sus sesiones con los del Vietcong.

Miré a mi alrededor para asegurarme que nadie se había ubicado furtivamente en el asiento próximo al mío mientras yo estaba absorto en las cartas y fotos de Rollo. Y viendo que no había sido así, le pedí a la azafata una manta y una almohada, me quité los zapatos y dormí cómodamente el resto del viaje hasta Boston.