19

`

Lara se despertó poco después del amanecer, se lavó las manos y la cara en el hilo de agua que salía del grifo del cuarto de baño, se puso sus pantalones cortos y su camiseta, se colocó la túnica de Omar encima y bajó a recepción, donde encontró a sus tres compañeros esperándola.

--Sé que dijimos que el disfraz ya no era necesario --dijo ella con un gesto hacia la túnica-- pero, por alguna razón, no creo que mi vestimenta normal funcionara muy bien aquí. Además, así puedo seguir llevando mis pistolas.

--Siempre piensas en todo --dijo Hassam con admiración.

--Ahora mismo sólo pienso en el desayuno. ¿Dónde está el restaurante?

--Está cerrado --dijo Omar.

--¿A qué hora abre? ¡Estoy muerta de hambre!

--Dentro de tres semanas --dijo Hassam con una sonrisa triste.

--Vale --dijo Lara--. ¿Dónde podemos encontrar comida?

--Estamos a pocas manzanas del Club Sudán --dijo Omar.

--¿El Club Sudán? --repitió ella--. ¿Qué es eso?

--Un club privado para tus compatriotas --dijo él--. Tenía más de mil doscientos miembros cuando obtuvimos la independencia, allá por 1956. Ahora tiene menos de ciento cincuenta y el edificio necesita reparaciones urgentes, pero sigue sirviendo desayunos ingleses.

--¡Mataría por un desayuno inglés! --dijo Lara con entusiasmo--. Vamos.

--Te llevaremos hasta allí y te esperaremos --dijo Omar--. Pero no se nos permite entrar.

--Pero este es vuestro país --protestó ella.

--Cierto. Pero es el club privado de vuestro país --hizo una pausa--. Tiene la única pista de squash y la mejor piscina de la ciudad.

--¿Trabaja allí alguno de tus parientes? --le preguntó Lara.

--Unos cuantos --contestó Omar--. Y seguro que también lo hacen algunos mahdistas. Ninguno de ellos sabe con certeza quién está en qué bando, así que creo que estarás segura allí mientras permanezcas en las salas públicas.

--De acuerdo --dijo Lara--. Iremos allí, tomaré algo para desayunar, me reuniré con vosotros mientras coméis y después iremos a recibir al Amenhotep.

--Ya hemos comido --dijo Gaafar.

--Ya --dijo Lara--. Se me olvidaba que este lugar está a rebosar de vuestros familiares. --Bajó la voz--. ¿Qué dijo la policía cuando encontró al hombre que mataste anoche?

--No lo encontrarán --respondió Gaafar.

--No tenemos aire acondicionado. Aunque lo escondieras, mañana no olerá muy bien.

--No está en el hotel --dijo Gaafar con una sonrisa.

--¿Dónde está?

--Cuando te quedaste dormida dejé a Hassam vigilando tu puerta y me lo llevé a nadar.

--Los muertos no pueden nadar --dijo Lara.

--Lo sé.

--¿La piscina del hotel o el Nilo?

--Estamos en medio de otra sequía --respondió Gaafar--. La piscina del Arak no ha tenido agua en todo el año.

--¿Y nadie te vio echarlo al Nilo?

--Probablemente alguien lo hiciera --intervino Omar.

--¿Y no informaron sobre ello?

--Ni te imaginas la de cosas que echan al Nilo por la noche --dijo Omar--. Nadie informa sobre la mayoría. ¿Nos vamos?

Fue hacia la puerta y los cuatro recorrieron a pie un kilómetro escaso hasta llegar a un edificio blanco que había conocido tiempos mejores. Una gran placa de bronce junto a la puerta proclamaba que era el Club Sudán. Después, bajo el nombre, en letras más pequeñas, estaba la inscripción «Sólo para miembros».

Un sudanés alto y delgado abrió la puerta.

--Bienvenida al Club Sudán, Lara Croft --dijo--. Espero que disfrute de su comida aquí.

A Lara le sorprendió oír su nombre y se volvió curiosa a Omar.

--¿Otro primo? --le preguntó.

--Casi --contestó Omar--. Es mi medio hermano Mustafá. Te llevará a tu mesa y te vigilará hasta que estés lista para marcharte.

Lara siguió a Mustafá a través de una gran entrada, después torció a la izquierda y se encontró en un patio rodeado por una tapia. Unos quince comensales, todos hombres menos dos, probablemente todos británicos, se sentaban en varias mesas con sombrillas. Casi todos la miraron con desaprobación al entrar; en un primer momento pensó que era por ir sin acompañante, pero después se dio cuenta que era porque vestía ropa sudanesa.

Le entregaron una sola hoja de papel, con el menú del día mimeografiado en ella. Lo estudió y se lo devolvió al camarero.

--Tomaré gachas de avena, huevos revueltos con salchichas y té.

--No hay salchichas --dijo el camarero.

--¿No os quedan? --dijo ella--. ¿Qué más tenéis? ¿Bacon, quizá?

--No hay bacon --dijo el hombre con severidad.

--Déjame que lo piense --dijo Lara--. Vuelve dentro de un momento.

El camarero se marchó y el caballero de cabello blanco que se sentaba en la mesa de al lado se inclinó hacia ella.

--Perdóneme que me entrometa, querida --dijo--. No pude evitar escuchar la conversación. Es usted inglesa, ¿verdad?

--Sí.

--Ni siquiera le preguntaré por qué lleva semejante ropaje --siguió el hombre--. Permítame que le dé un consejo: si pide salchicha o cualquier otro derivado del cerdo, se lo negarán y dirán que no tienen.

--¿Cuál es el secreto? --le preguntó Lara--. He observado que usted sí tiene salchichas en su plato.

--Sólo tiene que hablar un poquito de inglés británico --dijo con una sonrisa--. Pida bangers. Ellos no saben que es nuestra forma coloquial de llamar a las salchichas. Así que abren el paquete de bangers y las fríen. Probablemente piensen que se trata de ternera o cordero.

--Gracias --dijo Lara--. Lo intentaré.

Pidió bangers con huevos y las consiguió. Cuando llegó la comida, cerró los ojos y disfrutó de su olor durante un minuto antes de empezar a comer. Puede que hubiera tomado una comida mejor antes de quedar atrapada en la tumba de Edfu, pero no podía recordarla. Con la excepción del hombre que le había dado la pista, ningún otro miembro del club se molestó en presentarse o en iniciar una conversación, y la verdad es que era mejor así. No le apetecía mentir, y no tenía intención de revelar a nadie la verdadera razón por la que estaba en Sudán. Notó que Mustafá rondaba cerca de la entrada de la cocina, intentando pasar lo más desapercibido posible, pero sin perderla de vista. Una vez hubo terminado la comida, dejó unas cuantas libras egipcias en la mesa y se puso de pie. Mustafá se acercó, recogió el dinero y se lo devolvió explicándole que era una invitada del club (afirmación que nadie puso en duda y que a nadie pareció importarle), y la condujo de vuelta a la puerta del club, donde Omar y Gaafar la esperaban.

--¿Dónde está Hassam? --les preguntó.

--Se ha adelantado, por si el Amenhotep ha llegado ya --dijo Omar--. No queríamos que Kevin Mason vagara en la dirección errónea.

Los tres llegaron al río, donde Hassam los esperaba.

--Pronto --dijo. Después se encogió de hombros--. Seguro que es exactamente lo mismo que dijeron las cuatro últimas mañanas.

--Casi todas las cosas necesitan arreglo en este país --se quejó Omar con amargura--. La única cosa que no necesitamos en absoluto es un líder carismático que se empeñe en destruir lo que sí funciona. Mason y tú tenéis que encontrar el amuleto antes de que lo hagan los mahdistas.

--Haremos lo que podamos --dijo Lara--. Ya sabes --añadió mirando a los edificios que se amontonaban junto al río--, no es ni Londres, ni París ni Nueva York, pero es mucho mayor y está más urbanizado que cuando el General Gordon estuvo aquí. Ha cambiado mucho en más de un siglo. Siempre es posible que el amuleto esté cubierto de cemento, enterrado bajo la piedra angular de un edificio de cinco plantas.

--Gordon era un hombre cuidadoso --dijo Omar negando con la cabeza-- y sabía lo que tenía en sus manos. No lo dejaría simplemente enterrado en las calles vacías de Jartún esperando que algún día alguien construyera un edificio sobre él.

--Probablemente no --coincidió Lara--. Pero espero que te equivoques.

--¿Porqué?

--Porque si es parte de un edificio o está bajo un cimiento nunca lo encontrarán, lo que supongo que te alegraría tanto como que lo encontrara yo.

--Sí y no --respondió él--. Si supiera que está en un sitio así, inaccesible para la eternidad, creo que estaría satisfecho... Pero siempre existe la posibilidad de que, si no lo encuentras tú sola, el amuleto te dirija o te llame (o a otra persona) a donde está escondido.

--Veo el barco --dijo Gaafar de repente dándole un golpecito en el hombro.

Lara y Omar miraron al río y, efectivamente, el oxidado y decrépito Amenhotep estaba finalmente a la vista.

--Estará aquí en diez minutos --anunció Omar.

Su predicción fue demasiado optimista. El Amenhotep tardó más de media hora en llegar y otros cinco minutos en colocar la plancha.

El primero en salir del barco fue el capitán. Le siguió media docena de hombres que parecían recién escapados de prisión o camino de acabar en una en poco tiempo. Después apareció Mason y bajó por la plancha hasta llegar a la orilla.

Lara iba a acercarse a él cuando Omar la agarró del brazo y la retuvo.

--¿Cuál es el problema? --dijo ella.

--Espera.

--¿Por qué?

--He visto a tres mahdistas. Veamos si están aquí por Mason o si tienen alguna otra razón para esperar el barco.

Lara pasó los dos minutos siguientes examinando las caras de la multitud, intentando descubrir a los mahdistas. Mientras lo hacía, Mason salió poco a poco de entre la masa de gente, obviamente intentando encontrarla. Al fin se rindió y comenzó a andar hacia el Hotel Bortai, tal y como ella le había pedido en la nota que le dejó.

--De acuerdo, no están aquí por él --dijo Omar.

Lara apretó la marcha y alcanzó a Mason antes de que avanzara treinta metros más. Levantó un brazo y le tocó el hombro.

Él se dio la vuelta y la miró, con los ojos muy abiertos de sorpresa y alegría.

--¡Lara!

--¿Has tenido un viaje agradable? --le preguntó ella devolviéndole la sonrisa, sorprendida de lo mucho que se alegraba de verlo.

--Te busqué por todo el maldito bote varias horas hasta que encontré tu nota y me di cuenta de que estabas bien --respondió él--. El viaje ha sido bastante pesado. No había nada para leer, así que pasaba casi todo el tiempo en cubierta. Conseguí refrescar un par de dialectos locales que hacía tiempo que no practicaba. --Miró a su alrededor--. ¿Estás sola?

--No, vengo con algunos amigos. Pensé que sería mejor hablar primero contigo a solas, para que supieses que puedes confiar en ellos. Están conmigo desde que dejé el barco. --Se volvió y le hizo un gesto con la cabeza a Omar y los otros, que se les acercaron--. Este es Omar, este es Gaafar y este es Hassam. No sé sus apellidos y, francamente, creo que será más seguro para todos que ni tú ni yo los lleguemos a conocer.

--Reconozco a dos de vosotros del barco --dijo Mason.

--¿Sólo a dos? --dijo Omar con una mueca divertida.

--¡Joder! --exclamó Mason después de volver a estudiar su cara--. ¡Tú eras el camarero!

--A su servicio, Doctor Mason --dijo Omar con una reverencia.

--Encantado de conoceros a todos --dijo Mason--. Y si Lara responde por vosotros, eso me basta. Espero que vuestro viaje haya sido tan tranquilo como el mío.

--Hemos tenido nuestros incidentes --dijo Lara--. Te lo contaré después.

--¿Después? --repitió él--. ¿Qué vamos a hacer ahora?

--¿Has desayunado? --le preguntó ella.

--Bueno, he comido algo --contestó Mason torciendo el gesto--. No sé si llamarlo desayuno.

--No tienes equipaje, ¿verdad?

--Como supongo que recordarás, dejamos El Cairo con un poco de prisa.

--Entonces no hace falta ni alimentarte ni llevarte a tu hotel ahora mismo --dijo Lara--. Así que podemos ponernos a trabajar.

--Dentro de una hora bastará --dijo Omar.

--¿Cómo? --dijo Lara--. ¿Qué sugieres que hagamos primero?

--Perder a los hombres que nos siguen.

`

`

`