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El sol de mediodía pegaba con fuerza sobre los cuatro viajeros.

Lara casi podía sentir cómo el opresivo calor subía desde el suelo. Se había puesto la túnica unos minutos después de la salida del sol, pero eso no consiguió refrescarla.

Su camello estaba empapado de sudor y gastaba tanta energía en caminar que no le quedaba ninguna ni para balar ni para oponerse a sus órdenes. El único aspecto positivo era que avanzaban a lo largo del Nilo, así que no tenían que conservar el agua. Lara ya había vaciado su cantimplora dos veces desde el amanecer.

--¿No deberíamos viajar de noche y dormir durante el calor del día? --le preguntó a Omar.

--Desde este momento viajaremos de día y de noche --respondió él--. Cuanto antes lleguemos a Jartún, mejor podremos protegerte de los mahdistas y de los Silenciosos. --Hizo una pausa y después le preguntó con preocupación:-- Se me olvidaba que no estás acostumbrada al calor. ¿Estarás bien?

--Si vosotros podéis hacerlo, yo también.

--Pero nosotros llevamos toda la vida en el desierto --señaló Hassam.

--Veamos quién se rinde primero --dijo Lara. Se volvió a Omar--. ¿Estaremos seguros cuando nos acerquemos a los próximos pueblos?

--La mayoría no tienen electricidad y los teléfonos móviles todavía no han hecho su aparición en el desierto. No sabrán que hemos escapado del último pueblo.

--Alguien puede habernos adelantado para decírselo --sugirió Lara--. Un caballo puede ir más deprisa que un camello, al menos unas cuantas horas.

--No vi ningún caballo en el pueblo --respondió Omar--. Además, el terreno está totalmente plano y cubierto de arena. Si un jinete hubiera intentado pasarnos y alertar a los pueblos vecinos, tendría que haber estado a muchos kilómetros tierra adentro para que no viéramos la arena que levanta. Y ni quiera un caballo puede sacarnos tanta ventaja, ni tampoco puede estar tan lejos del agua --sacudió la cabeza--. No, el principal peligro que presentan los demás pueblos es que lleguen a la misma conclusión que en el último: que no quieren que nadie encuentre el amuleto.

--O que quizá sean mahdistas --añadió Gaafar.

--Bueno, al menos no me identificarán como inglesa directamente --dijo Lara con un gesto hacia su túnica--. Vuelvo a ser un chico adolescente de nuevo.

--De lejos, el disfraz es bueno --dijo Omar--. Pero de cerca no funcionará tan bien.

--Tengo una idea --dijo Lara.

--La mayoría de tus ideas han sido buenas --dijo Omar--. Oigamos esta.

--Cuando la gente del siguiente pueblo se acerque a saludarnos, sugiero que los tres expliquéis que soy un poco lento, que no hablo y que prácticamente no entiendo nada. Decid que mi trabajo es cuidar de los camellos. Les daré de beber, los llevaré al extremo del pueblo y os esperaré allí. Si se acerca algún crío, pondré una sonrisa tonta y no reaccionaré a nada que diga.

--¡Sabía que eras una persona excepcional desde el primer momento en que te vi! --dijo Omar entusiasmado--. ¡Funcionará!

El camello de Lara baló como dándole la razón y todos rieron.

--Me alegro de que Secretariat lo apruebe --dijo Lara.

--¿Secretariat? --preguntó Gaafar--. ¿Otro caballo de carreras americano?

--Uno de los mejores --dijo Omar--. Pero debemos darle a tu camello un buen nombre árabe.

--No le puedo llamar El Khobar --dijo ella--. Ya lo hemos usado.

--Déjame pensar --murmuró Omar mientras se acariciaba la barbilla pensativo. De repente, se le iluminó la cara--. ¡Lo tengo! Pasamos por delante de uno de los palacios del Aga Khan justo antes de llegar a Asuán. Llamaremos al camello Nasrullah, como el mejor caballo del Aga Khan.

--Conozco ese nombre --dijo Lara--. ¿No lo importaron a Estados Unidos?

--Sí --dijo Hassam--. Fue padre de muchos campeones, incluidos Bold Ruler y Nashua. Incluso formaba parte del pedigrí de tus queridos Seattle Slew y Secretariat.

--Bold Ruler y Nashua --repitió ella--. He leído sobre ellos. Está claro que sabes de caballos de carreras.

--Todos los árabes saben de caballos --respondió Omar--. No hay posesión más valiosa que un buen caballo... a excepción del Amuleto de Mareish.

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