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Llegaron a Dongola dos días después, la rodearon y después hicieron lo mismo al llegar a Ed Debba tres días más tarde. Nunca les faltó comida para los camellos; los terrenos que rodeaban el Nilo eran verdes y frondosos en tres kilómetros a la redonda, y el río les proporcionaba toda el agua que necesitaban.

--Me sorprende que no te hayas puesto enferma todavía --comentó Omar cuando dejaban atrás Ed Debba.

--Estaba enferma cuando me encontrasteis --respondió Lara--. Ahora soy yo misma de nuevo.

--Quiero decir por el agua.

--He estado en tantos lugares asquerosos y bebido tanta agua sucia en mi vida, que mi estómago probablemente piense que el agua del Nilo es el agua destilada más buena y pura que le he dado.

--Siempre se me olvida --dijo Omar--. No eres una mujer inglesa normal. Eres Lara Croft.

--No subestimes a mis compatriotas inglesas --dijo ella--. La primera Isabel era una vieja pájara muy dura, Victoria gobernó el mundo y Maggie Thatcher podría haberlo conquistado si hubiera querido.

--No quería ofender --dijo Omar rápidamente.

--No me ofendo.

--¿Has pensado en el amuleto?

--Por supuesto. Francamente, entre tú y yo, desearía no haber oído hablar de él nunca.

--No me refería precisamente a ese tipo de pensamiento --dijo Omar.

--Ya lo sé --dijo Lara--. Todavía no sé lo bastante como para tener una idea seria sobre dónde buscar. He estado en Jartún un par de veces, pero es una ciudad muy grande y muy antigua. El Chino Gordon podría haberlo escondido en cualquier parte.

--¿Chino? --repitió Omar--. Te equivocas. El General Gordon no era chino, sino británico.

--Era un apodo --le explicó ella--. La prensa se lo puso después de que dirigiera con éxito una serie de campañas en China. De todas formas, él es la clave. Obviamente, el coronel Stewart estaba en Edfu por otras razones, así que el amuleto se quedó con Gordon. Tengo que aprender más sobre él, ver dónde vivía y dónde trabajaba, leer sus escritos, caminar por donde él caminaba. En resumen, tengo que convertirme en Gordon. Tengo que aprender a pensar como él... y una vez que lo haga sabré dónde yo escondería el amuleto, lo que significa que sabré dónde lo escondería él.

--Y saldrá a relucir toda tu formación y experiencia --dijo Omar.

--No estoy segura de que mi experiencia vaya a ser muy útil.

--No lo entiendo. Has encontrado muchos tesoros escondidos. Todo el mundo lo sabe.

--No es lo mismo --dijo ella--. Para encontrar artefactos antiguos hay que estudiar a las gentes antiguas... pero la mayor parte de las veces la razón por la que los artefactos se pierden no es porque los hayan escondido, sino porque esa sociedad ya no existe. Se estudia su historia, su cultura, para poder averiguar dónde excavar, dónde guardaban sus tesoros más valiosos --suspiró profundamente--. Pero no estamos hablando de eso. Hablamos de un hombre que vivió hace poco más de un siglo, que servía como oficial del ejército británico, que sabía que cientos, quizá miles de hombres buscarían el amuleto en cuanto Jartún cayera... y que no quería que lo encontraran. --Miró a Omar--. ¿Ves la diferencia? Nadie escondió aposta un artefacto como la Piedra Rosetta. Se perdió en las nieblas del tiempo. No es el caso del amuleto. Gordon se esforzó para esconderlo y yo tengo que imaginarme dónde; por eso tengo que saber cómo funcionaba su mente exactamente. No es mucho, pero es todo lo que tengo. Si tuviera que apostar, apostaría a que Kevin lo encuentra antes que yo. Él es el experto en Gordon.

--Si hubiera apostado por Kevin Mason en vez de por ti, los cuatro hubiéramos muerto hace cinco días --dijo Omar en referencia al incidente con los cinco jinetes armados--. Tenemos más fe en ti que tú misma.

--Nunca me ha atormentado la falta de confianza --dijo Lara--. Pero tienes que comprender que me pides que encuentre una aguja de un siglo de edad escondida en un pajar del tamaño de un tercio de Europa. Es un reto bastante desalentador.

--Si fuera fácil, no necesitaríamos tus habilidades --respondió Omar--. Así que te lo preguntaré de nuevo, ¿qué piensas sobre el amuleto?

--Sólo que está muy bien escondido.

--Vamos --dijo Omar--, sabías el apodo del General Gordon. No te es totalmente desconocido. Sin duda has oído hablar de sus campañas, quizá incluso hayas leído biografías suyas. Seguro que puedes arriesgar una suposición.

--La gente ha estado arriesgando suposiciones desde 1885 --respondió Lara-- y el amuleto sigue perdido. Sabes --sugirió--, siempre queda la posibilidad de que lo destruyera.

--No podía destruirlo.

--¿Qué te hace estar tan seguro?

--Es un amuleto mágico. Sólo puede destruirlo la magia --dijo Omar con convicción absoluta.

--¿Ese hechizo que mencionaste, el que Abdul tachaba de cuento de hadas?

--El General Gordon no poseía el hechizo --dijo Omar con una inclinación de cabeza.

--Entonces quizá lo tirara al Nilo.

--No --dijo Omar tajante--. El curso del Nilo ha cambiado muchas veces. Sequías, terremotos, acumulación de sedimentos... cualquier cosa podría haber alterado su curso y expuesto el amuleto en el lecho del río.

--Pero, ¿Gordon sabría eso? --preguntó Lara.

--Si no lo sabía, sobre todo si planeaba tirar el amuleto al Nilo, seguro que lo hubiera preguntado --dijo Omar--. No con esas palabras, por supuesto. No se acercaría a su ayudante para preguntarle si era seguro tirar el amuleto al río. Pero hubiera preguntado si el Nilo siempre se quedaba dentro de sus límites. Recuerda que desvió parte de su corriente para convertir Jartún en una isla defendible, así que hubiera sido una pregunta normal de un comandante que tenía que conocer todas las condiciones a las que podría tener que enfrentarse.

--De acuerdo --cedió Lara--. Eso tiene sentido. Así que no lo tiró al Nilo. Pero eso no nos aclara mejor dónde lo escondió.

Cabalgaron hasta el crepúsculo, después desmontaron y se prepararon para dormir a la sombra de una enorme roca que parecía surgir de la arena sin ninguna explicación lógica. Lara dio un buen trago de agua de su cantimplora, sacó sus pistolas y comenzó a limpiarlas y engrasarlas. Los tres hombres hicieron lo propio con sus rifles.

--He estado pensado --dijo Omar después de unos minutos--. Ya deben saber que vamos a Jartún y que viajamos en camello, y saben que también hemos viajado en faluca, así que estarán vigilando el río. ¿Por qué no soltamos los camellos cuando estemos a unos cincuenta kilómetros de la ciudad y utilizamos el transporte público para el resto del camino? Nunca se les ocurriría buscarnos en un autobús abarrotado.

--¿No nos delatarán vuestros rifles? --preguntó Lara.

--Es más probable que tu falta de rifle nos delate --dijo Hassam mientras los tres hombres reían.

--Supongo que llevaré túnica y me haré pasar por un chico de nuevo, ¿no? --dijo ella un poco abatida.

--Sólo hasta que lleguemos al Hotel Bortai e informemos a nuestra gente --respondió Omar--. Después podrás ser Lara Croft de nuevo.

--La túnica ha funcionado cuando los observadores estaban a unos cuantos metros de distancia --dijo Lara--. ¿Puedo hacerme pasar por un chico en un autobús abarrotado?

--Tu cara es demasiado suave --dijo Omar al fin tras observarla--. Ni siquiera las mujeres circasianas tienen una piel tan fina, no después de varios años en el desierto. Supongo que el remedio más sencillo es embadurnarte de barro y suciedad.

--Y que no hables --dijo Gaafar.

--Ya lo sé. Mi voz es demasiado aguda.

--Algunos chicos tienen la voz aguda --dijo él--. Pero tienes bastante acento y es fácilmente identificable como inglés.

--Vale, no hablaré.

--Y entierra la barbilla en la túnica --dijo Gaafar.

--No será por mucho tiempo --le aseguró Omar--. El autobús cubre la distancia en no más de una hora y nos bajaremos a poca distancia del Bortai.

--Todavía vamos por delante del Amenhotep, a no ser que nos pasara una noche mientras dormíamos --dijo Lara--. Y su motor es tan ruidoso que dudo que eso sea posible. ¿Cómo le daremos la información a Kevin?

--Tenemos aliados en Jartún --contestó Omar--. Alguien subirá a bordo (un marinero nuevo, un inspector, cualquiera) y le dará al Doctor Mason la información que necesita. Reservaremos una habitación para él en el Bortai, con un nombre falso, por supuesto, de forma que se pueda registrar inmediatamente. --Hizo una pausa--. Después los dos encontraréis el amuleto.

Siempre suponiendo que el amuleto desee que lo encuentre, pensó Lara.

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Los dos días siguientes transcurrieron sin novedades y, finalmente, llegaron a las poco transitadas vías del ferrocarril y a la carretera que las seguía en paralelo, claramente necesitada de reparaciones urgentes. Cuando llegaron a un lugar que Omar conocía (simplemente tres rocas a un lado del camino, sin ningún sentido para Lara, pero tan claras como una serial de carretera para él) desmontaron, les quitaron las bridas y las sillas a los camellos, las escondieron detrás de unos arbustos tupidos y luego espantaron a los animales.

Después de esperar dos horas a que apareciera un autobús, Lara se volvió a Omar.

--¿Estás seguro de que el autobús pasa por esta carretera? --le dijo--. Hasta ahora sólo he visto dos coches y un carro tirado por mulas.

--Esta es la ruta regular --le aseguró él.

--Entonces, ¿dónde está?

--Tiene muchas averías --dijo Omar encogiéndose de hombros.

Esperaron otros veinte minutos y, finalmente, un monovolumen oxidado y ruinoso se detuvo junto a ellos.

--¿Eso es el autobús? --preguntó Lara.

--Eso es el autobús.

--Entre los cuatro lo llenamos.

--Lo he visto llevar a quince hombres adultos.

Dicho esto, los cuatro subieron al monovolumen. Efectivamente, se paró dos veces más para recoger a tres hombres y Lara decidió que corría más peligro de morir aplastada que de que alguien la identificara. Cuando el monovolumen estaba a unos dieciséis kilómetros de Jartún, dio con un bache que le reventó la rueda delantera izquierda. El conductor hizo que todos se bajaran mientras él iba a la parte trasera para coger la de repuesto. Cuando llegó hasta ella, descubrió que también estaba pinchada.

Lara estuvo a punto de preguntarle a Omar qué iban a hacer ahora; después recordó que no podía hablar en voz alta y simplemente lo miró con aire interrogativo. Él le hizo un gesto para que lo siguiera, Hassam y Gaafar los imitaron y los cuatro comenzaron a andar hacia Jartún.

--Pronto vendrá otro autobús, quizá uno de verdad --dijo Omar cuando ya no podían oírlos.

--Eso sí que era un autobús --dijo Lara--. Me sentía más segura cuando nos disparaban en el desierto.

--Todavía estamos en el desierto --dijo Hassam--. Jartún está en el desierto.

--¡Silencio! --susurró Omar bruscamente antes de que Lara pudiese contestar. Se dio la vuelta y vio que los otros tres pasajeros se les acercaban. Omar comenzó a andar de nuevo y pronto los siete (los seis hombres y el falso chico) caminaban penosamente por el camino alquitranado lleno de agujeros que llevaba a Jartún.

Finalmente un autobús grande, tan sucio y oxidado como el monovolumen, tocó la bocina una vez y se detuvo para que los siete pudieran subir. Omar pagó por sus compañeros y pasaron por delante de algunos pasajeros sentados hasta llegar al fondo.

A los asientos les habían arrancado la piel, así que Lara optó por quedarse de pie, sujeta a una correa que colgaba del techo. Uno de los pasajeros del monovolumen fue hacia la parte trasera y se colocó junto a ella.

Estuvieron dando sacudidas por la horrible carretera durante un kilómetro, después otro y, de repente, el pasajero sacó un cuchillo e intentó clavarlo en la túnica de Lara. Lo único que la salvó fue la amplitud de la túnica, que ocultaba la localización exacta de su cuerpo. El cuchillo estuvo a punto de ensartarle las costillas y ella no estaba dispuesta a darle otra oportunidad a su asaltante. Lo agarró por la muñeca y se la retorció con fuerza. Se oyó un chasquido bien claro y la boca del hombre se abrió en un gemido, lo que le permitió a Lara ver el muñón de una lengua mutilada. El hombre cayó de rodillas justo a tiempo para que su cara diera de lleno contra la rápida rodilla de Lara. Cuando la cabeza se le fue hacia atrás, ella le golpeó en la garganta con el borde de la mano y él se derrumbó.

--¡Date la vuelta! --susurró Omar en voz tan baja que sólo ella pudo escucharlo--. ¡Estás humillado y no puedes mirar a nadie a los ojos! --Todos los pasajeros se volvieron para mirarla. Estaba preparada para sacar las pistolas y mantenerlos a raya hasta que llegaran a Jartún, pero Omar dio un paso adelante--. ¡Esta basura ha tenido el valor de intentar besar a mi hermano pequeño! --anunció en tono escandalizado. Entonces, todos a una, los pasajeros aplaudieron--. Te está bien merecido, ¡cerdo! --dijo Omar mientras le propinaba una fuerte patada en las costillas al asesino inconsciente.

Quince minutos después, el autobús se paró, el conductor anunció que habían llegado al final de la ruta y Lara, tras muchos días y muchas huidas por los pelos, bajó por las inestables escaleras y puso finalmente pie en Jartún. Miró a su alrededor, intentando recordar su anterior viaje a la ciudad para orientarse. Al menos parece que ya no tendremos más jinetes con rifles ni más navajeros en autobuses, pensó.

--Bienvenida a Jartún --le dijo Omar--. Espero que hayas disfrutado del viaje, porque ahora es cuando las cosas empiezan a ponerse peligrosas.

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