19

MI ANHELO DE COMIDA ERA MAYOR QUE NUNCA ANTES EN MI VIDA.

Poco a poco la consciencia regresó a mí y recordé que me hallaba en el interior de la cámara de Sueño Profundo. Abrí los ojos, hice una mueca cuando la luz los golpeó, volví a hacer una mueca de dolor por el movimiento, me quedé perfectamente inmóvil y en silencio conté hasta trescientos. Luego, rígido aunque sin sentir agonía, me senté. Con torpeza saqué los pies por el costado del módulo y me incorporé con cuidado.

Heath se encontraba sentado en el borde del otro módulo. El pelo usualmente bien peinado, ahora se veía revuelto, y tenía una expresión desorientada en la cara. Flexionó los brazos y apoyó con suavidad los pies en el suelo.

- Buenos días, Leonardo -dijo, viéndome por primera vez-. ¿Cómo te sientes?

- Hambriento -respondí.

- Y no sin motivos. No has comido en treinta días.

- ¿Y cómo estás tú, Amigo Valentine?

- ¡Famélico!

Heath se dirigió a la cocina, gimiendo cuando sus músculos no respondían como él quería, y yo le seguí, tratando de ignorar los punzantes dolores de mis extremidades.

- ¡Qué rígido estoy! -se quejó.

Llegamos a la cocina y ordenamos nuestra comida. Después nos sentamos a la mesa diminuta y comimos con voracidad y en silencio durante los siguientes minutos. Por último se reclinó contra la silla y suspiró satisfecho.

- ¡Dios, eso sí que estaba bueno! -exclamó con devoción-. Me encuentro tan lleno que podría volver al Sueño Profundo y echar una pequeña siesta mientras lo digiero todo.

- No es necesario, Amigo Valentine -comenté-. El cuerpo humano digiere su comida en…

- Era una broma, Leonardo -interrumpió.

- Oh -dije. Entonces, como no quería herir sus sentimientos, añadí-: Fue muy graciosa.

- Gracias -contestó con ironía.

- De nada, Amigo Valentine.

- ¿Sabes? -comenzó-. Solía preguntarme por qué alguien no depositaba sólo cien créditos en un banco, al ocho o al nueve por ciento, incluso al dos por ciento, y se metía en el Sueño Profundo durante unos siglos. Despertaría siendo el hombre vivo más rico. -Hizo una mueca-. Entonces, pasé uno o dos meses en la cámara y me di cuenta de que te podías morir de hambre en menos de un año. Hay una gran diferencia entre apagar por completo tus sistemas o frenarlos al mínimo. Además, la Oligarquía ha decretado que ninguna inversión devengará intereses mientras el inversor se encuentre en Sueño Profundo.

- Esa es la razón por la que el proceso del Sueño Profundo es un monopolio del gobierno -señalé-. De modo que cada cámara pueda ser programada para informarle a la computadora del Tesoro, en Deluros, de la duración de la experiencia de cada ser.

- Pero es una ley relativamente reciente -respondió-. No existía durante la República o la Democracia, y el Sueño Profundo lleva usándose casi dos mil quinientos años. No, estoy convencido de que más de un hombre debió intentarlo para morir de inanición antes de salir del Sueño Profundo.

Reinó un momentáneo silencio.

- ¿Dónde nos encontramos ahora, Amigo Valentine? -pregunté por fin.

Se encogió de hombros.

- Deberíamos haber llegado al Cúmulo Albión hace unos dos días. Comprobaré nuestra situación exacta con la computadora. -La activó con una orden vocal-. Computadora, por favor, danos nuestra posición actual.

- Estamos en el Cúmulo Albión y pasaremos por el sistema Maximus a una distancia de tres años luz aproximadamente en setenta y nueve minutos.

- Vamos según lo planeado -dijo Heath con una sonrisa presuntuosa-. Debemos estar un par de días por delante de Venzia.

- Pero él se marchó casi treinta y seis horas antes que nosotros -indiqué.

Sonrió confiado.

- No hay muchas naves que sean tan rápidas como ésta… y no me parece que Venzia sea la clase de hombre que poseería una. -Ordenó una copa de vino de la cocina; luego le preguntó a la computadora si había grabado algún mensaje mientras nos encontrábamos en el Sueño Profundo.

- Sí -respondió-. He almacenado en mis bancos de memoria tres mensajes.

- Dámelos según el orden de recepción.

- El primero es de Louis Nittermeier -anunció la computadora.

- Mi abogado -explicó Heath.

- ¿Valentine? ¿Valentine? -dijo la voz aguda de un hombre-. ¡Maldición! ¿Por qué siempre estás en Sueño Profundo cuando quiero hablar contigo? -Se hizo una pausa momentánea-. De acuerdo… veamos lo que tengo. Se han retirado todos los cargos contra ti; eres libre de regresar a Carlomagno. Confiscaron la mitad de tus obras de arte: todo lo que no estaba registrado con tu compañía de seguros. Sin embargo, estamos negociando su devolución. Creo que medio millón de créditos bastarán; hay un tipo más al que tengo que ver en el cuartel de la policía, pero una autoridad razonablemente buena me ha dicho que no es reacio a establecer un trato. ¿Qué más? -Otra pausa-. Oh, sí… perdiste tu apartamento del lado oeste de la ciudad, el que alquilas bajo uno de tus seudónimos. Evidentemente, has descuidado pagar el alquiler durante los últimos cuatro meses. He conseguido inmovilizarlo en el tribunal, de modo que nadie más pueda ocuparlo; si lo quieres recuperar, envíame cuarenta mil créditos para los meses atrasados y unos diez mil para un depósito de seguridad. Y no te olvides de pagarle a tu abnegado abogado. Fin del mensaje.

- De todas formas, no era un gran apartamento -dijo Heath con un elocuente encogimiento de hombros-. Computadora, por favor, pasa el siguiente mensaje.

- Valentine -dijo Louis Nittermeier, sonando muy agitado-, ¿qué demonios has hecho en Lejano Londres? La policía hoy se ha puesto en contacto conmigo tres veces. -Una pausa-. Un tipo llamado Abercrombie no para de gritar pidiendo tu sangre, y por lo poco que he podido averiguar de él, no parece la clase de hombre al que se pueda comprar. Estoy convencido de que eres inocente como un recién nacido… pero, por las dudas, será mejor que no te acerques a quinientos años luz de Lejano Londres hasta que contrates a un buen abogado allí… y enfatizo la palabra bueno. No tengo licencia para ejercer en ese lugar, y aunque me autorizaran, tampoco sabría de qué cuerdas tirar. -Otra pausa-. Entre viejos amigos, ¿nunca te cansas de esto? Quiero decir, ¿es que cada palillo de dientes que tengas ha de ser de oro… y de veinticuatro quilates? Uno de estos días vas a morder más de lo que puedas masticar, y caerán con tanta fuerza sobre ti que te será imposible levantarte. Por lo que sé, ya te ha sucedido con este tal Abercrombie. -Un suspiro cansado-. Bien, buena suerte, y no te olvides de pagarle a tu leal abogado. Corto.

- ¿Cómo pudo saber que fui yo? -preguntó Heath, frunciendo el ceño-. Si no le he visto jamás.

- Sabe que fuiste el vendedor de la pintura de Mallachi y que volviste a Lejano Londres conmigo -le informé.

Sacudió la cabeza.

- Un montón de personas llegan a Lejano Londres cada día. ¿Por qué yo? En lo que a él respecta, soy un legítimo tratante que le vendió una obra que deseaba. -Pareció perder interés en el tema-. Computadora, pasa el último mensaje.

- Tai Chong al habla -dijo una voz familiar-. Da la impresión de que tenemos un problema importante aquí. Calló un momento, y continuó con un tono cuidadosamente neutral-. Parece que alguien robó cuatro pinturas valiosas de la casa de Malcolm Abercrombie hace tres noches. Desconozco quién cometió ese delito espantoso; pero, por alguna razón, el señor Abercrombie tiene la idea, obviamente errónea, de que tú eres el responsable, Valentine. Ha conseguido que la policía emitiera una orden de arresto y, así como no tengo ni idea de dónde te encuentras, si este mensaje llegara hasta tus oídos, pensé que sería mejor informarte de tu situación y urgirte a entregarte a las autoridades con el fin de poder limpiar tu buen nombre.

Heath sonrió ante la sugerencia.

- Si estás con él, Leonardo, lamento informarte que el señor Abercrombie te ha acusado de complicidad en el delito, y que ahora eres un fugitivo de la justicia.

Hizo otra pausa y Heath se volvió hacia mí.

- Habrás notado que no te ha pedido que te entregaras a las autoridades -comentó con tono divertido.

- ¿Por qué no? -pregunté, sinceramente intrigado.

- Porque sabe que lo harías.

- Estoy segura de que puedo tranquilizar las cosas y conseguir que retiren los cargos contra ti, Leonardo -continuó la voz de Tai Chong-, pero, mientras tanto, aunque encuentro este curso de acción repugnante, no me queda otra elección que suspenderte de trabajo y sueldo. Tengo las manos atadas en este asunto; es la política de la compañía disociarnos de cualquiera que sea acusado de cometer una felonía… y así como tú no has sido declarado culpable de nada y no lo serás, el hecho es que se trata de la segunda orden emitida contra ti en los dos últimos meses.

Me quedé atontado mientras ella seguía hablando.

- Tu Madre de Patrón se puso en contacto conmigo cuando tu salario semanal no fue depositado en la cuenta de la Casa de Crsthionn, y no me quedó otra alternativa que explicarle la situación. Lamento informarte que sabe que la policía te está buscando en relación con el robo. No descansaré hasta convencerla de que no fuiste responsable de este incidente desafortunado. -Entonces se apresuró a añadir-: Me siento muy mal por esto, Leonardo, y te doy mi palabra de que haré todo lo que esté en mi poder para que no sufras inmerecidamente. Siempre me has sido leal, y yo te seré leal. Aunque la situación se alargue interminablemente, como ahora parece que sucederá, existe la posibilidad de que te pueda emplear como consultor autónomo.

- ¿Mi Madre de Patrón lo sabe? -repetí, horrorizado.

- No tengo idea de dónde os encontráis los dos y, por supuesto, no puedo saber cuál es vuestro destino… pero si este mensaje llega a tus oídos, Valentine, cuento con que te entregues a las autoridades más próximas y también de que convenzas a Leonardo para que haga lo que es correcto para él. Buena suerte y que Dios os dé velocidad.

- Ésa es una dama con clase -comentó con admiración Heath-. Apuesto a que tenía seis policías en su despacho cuando mandó el mensaje.

- Pero yo pensé que estaba haciendo lo que ella quería -dije, completamente devastado.

- Y así es-respondió Heath-. Ella jamás creyó que Abercrombie sospecharía que un Bjornn iba a colaborar con alguien para quebrantar la ley. -Sacudió la cabeza-. O es más inteligente de lo que pensé o muy paranoide.

- ¿Qué será de mí?

- No prestaste mucha atención, ¿verdad? -comentó Heath con desenfado.

- No sé a lo que te refieres.

- Te prometió que cuidaría de ti. Mantendrá su palabra.

- ¿Cómo? -pregunté sin comprenderle.

- Del mismo modo en que cuida de mí. -Sonrió-. «Consultor autónomo» es un eufemismo de suministrador de obras de arte robadas. Te garantizo que así ganarás más de lo que podrías obtener como asalariado, o incluso como tratante de arte en Bjornn.

- Benitarus II -le corregí automáticamente.

- Lo que sea.

- ¡Pero no puedo convertirme en un ladrón! -protesté.

- ¿Qué otra cosa podrías ser? -dijo Heath con seriedad-. Tu Madre de Patrón no te hablará y Clairborne te ha suspendido.

- Puedo realizar el rito del suicidio.

Sacudió la cabeza.

- Clairborne no te despidió. Si Tai Chong consigue que la policía retire los cargos, aún tienes que cumplir lo que queda de tu contrato.

- No le debo nada a una mujer que me manipuló para ayudar a cometer un delito y que ahora quiere que me convierta en un ladrón.

- Tienes un concepto interesante del honor, Leonardo.

- No entiendo lo que quieres decir.

- ¿Estás sujeto al honor sólo para cumplir aquellos compromisos que le haces a la gente que se encuentra al nivel de tus altos parámetros morales? -preguntó-. Lo que afirmas es que dejarás que su moralidad determine la tuya. -Hizo una pausa-. Yo he estado viviendo con ese código particular durante años… sin embargo, jamás pretendí ser un hombre de honor.

- Pero, ¿cómo voy a respetar un contrato cuando resulta obvio que Tai Chong prefiere que robe pinturas para ella? -pregunté con impotencia.

- No lo sé -respondió-. Tendrás que averiguarlo por tu cuenta.

- ¡No puedo! -protesté-. Debo buscar guía ética.

- ¿De mí? -inquirió con una risa divertida.

- No, no de ti.

- Tu Madre de Patrón no te ayudará y no deseas el consejo de Tai Chong; entonces, ¿a quién puedes solicitársela?

- No lo sé -respondí-. Encontraré a alguien.

- Mientras tanto, dependes de ti, y hemos de ganarnos la vida.

- No robaré obras de arte -contesté con obstinación.

- ¿Te lo he sugerido? -inquirió con inocencia.

- Sí.

- Bueno, olvídalo… por lo menos, de momento. Creo que hay una forma mucho más fácil de obtener beneficios. -Adelantó el torso con vehemencia-. Vamos a llegar antes que Venzia a Saltmarsh, lo cual significa que encontraremos a la Dama Oscura antes que él. Deduzco que pagará una considerable cantidad de dinero por cinco minutos de su tiempo.

- Si tú eres capaz de encontrarla en Saltmarsh, también él.

Sonrió confiado.

- Le esperaremos en el espaciopuerto y le contaremos que la hemos secuestrado.

- ¿Por qué te creería?

- Porque tiene sentido -declaró Heath-. ¿Por qué iba a mentirle?

- Porque eres Valentine Heath.

- Pero el no conoce a Valentine Heath tan bien como tú.

- Sabe que la Dama Oscura desaparecería antes que dejar que tú la forzaras a hacer algo en contra de su voluntad -señalé.

- Pero, por todo lo que Venzia y tú me habéis contado, jamás lo ha hecho delante de alguien que no conociera su verdadera naturaleza. La mantendremos en una multitud.

- ¿Mantenerla en una multitud? -repetí.

- Así es. Cuanta más gente haya, es menos probable que ella realice su número de desaparición.

- Creí que le ibas a mentir al Amigo Reuben.

- Si me veo obligado. Tiene más sentido entregar la mercancía… sin embargo, en caso de no poder, debemos contar con un plan alternativo.

- ¿Y lo único que pretendes es detenerla hasta que llegue Venzia? -pregunté.

- Así es.

- ¿Tú no quieres preguntarle nada? -continué.

- ¿Como qué?

- La respuesta a la pregunta de Venzia.

Heath sacudió la cabeza.

- Definitivamente no. ¿Qué diversión habría en la vida sin un poco de misterio?

- Pero, si hay una vida posterior, ¿no quieres saberlo?

- Lo sabré pronto -contestó.

- Pero…

- Mira -interrumpió-. Jamás he sido la clase de persona que lo primero que hace es leer el último capítulo de una novela de misterio. Es trampa. Bueno, pues esto es lo mismo.

- ¿Desde cuándo te molesta hacer trampas?

Touché -aceptó.

Hubo un breve silencio.

- No has contestado mi pregunta -comenté por fin.

- Leonardo -comenzó con un suspiro-, una de las razones por las que prefiero pensar que al morir todo lo que somos muere con nosotros, es porque si existe alguna regla básica para entrar en el cielo, cualquiera, entonces yo estoy condenado a la maldición eterna. La Dama Oscura puede decirme dos cosas: que hay una vida posterior, o que no la hay. Si no la hay, nada en lo que yo creo habrá cambiado; y si la hay, preferiría no saberlo. ¿Responde eso a tu pregunta?

- Sí, Amigo Valentine.

- ¿Y piensas preguntarle algo?

- Posiblemente -respondí.

- ¿Qué?

- Aún no estoy seguro.

- Bueno, será mejor que te decidas pronto; aterrizaremos en Saltmarsh dentro de unas cinco horas. -Calló pensativo-. Saltmarsh sólo se encuentra a unos cuatro días de Benitarus II. Quizá, cuando terminemos, te lleve a casa para que intentes solucionar tus problemas con tu Madre de Patrón.

- Te agradezco la idea, Amigo Valentine; sin embargo, se me ha prohibido poner pie en Benitarus II.

- Tal vez cambie de parecer si sabe que casi nos hallamos ante su puerta.

- No lo hará.

- Nunca se sabe.

- Yo lo sé. Mi Día de Aceptación pasó mientras nos encontrábamos en Sueño Profundo; no obstante, no me dejó ningún mensaje ni me envió ningún regalo de comida.

Se rió.

- ¡Somos fugitivos de la ley, Leonardo! Nadie, a excepción de Tai Chong, sabe adonde vamos, y no hemos roto el silencio de radio durante casi treinta días. ¿Cómo podría tu Madre de Patrón saber dónde mandarte un mensaje?

- Es verdad -respondí.

- Y en lo que se refiere al regalo, hemos estado viajando a la velocidad de la luz durante un mes. Aunque supiera la manera de encontrarnos, ¿cómo crees que sería capaz de entregarlo?

- Gracias por tus observaciones, Amigo Valentine -dije con sinceridad-. Me resultan muy reconfortantes.

- Entonces, ¿quieres visitarla cuando hayamos terminado? -volvió a preguntar.

- Nunca se me permitirá verla de nuevo -expliqué con paciencia-. Más aún, probablemente realice el ritual del suicidio en los próximos días.

- ¿Otra vez? -exclamó-. ¿Es que no tienes otro tema de conversación?

- Sí, pero no tan importante. Puede que moralmente me vea obligado a…

- Ahórrame tus obligaciones -interrumpió-. Quiero que me des tu palabra de que no te quitarás la vida, o hablarás de quitarte la vida, hasta que Tai Chong disponga de una posibilidad de hacer que la policía nos exculpe.

- Te doy mi palabra de que no hablaré de quitarme la vida hasta que Tai Chong tenga la posibilidad de que nos exculpen -prometí con precaución.

Levantó las manos exasperado.

- Eres una persona con la que es muy difícil hablar, ¿lo sabías?

- Así lo has dicho con anterioridad.

- ¡Bueno, pues lo repito!

- Lo siento si te he ofendido, Amigo Valentine -dije.

- ¡Y deja de disculparte por todo! -exclamó irritado-. Si vas a ser un criminal de éxito, ¡es lo primero que debes cambiar!

- No voy a ser un criminal de éxito.

- Entonces, vas a ser uno muy hambriento.

Se marchó a su cabina; yo me quedé en la cocina, masticando distraído unos productos de soja y preguntándome qué consejo podría darme mi Madre de Patrón que me ayudara a prepararme para una vida delictiva.