15

VENZIA PASÓ LA NOCHE EN EL CHALET. Por la mañana se decidió que los tres nos marcharíamos de Graustark con rumbo a Lejano Londres.

Yo no sólo tenía mi trabajo que cumplir, sino que ahora que había vuelto a perder a la Dama Oscura, Venzia tenía la certeza de que tarde o temprano aparecería una nueva pintura de ella a la venta. Mientras tanto, regresaría con nosotros a Lejano Londres, donde podría mantener un contacto frecuente conmigo y monitorizar los probables héroes e intrépidos que aparecieran en el vídeo al tiempo que programaba su computadora para que revisara la inmensa cantidad de medios impresos y electrónicos disponibles a su alcance.

En lo que respecta a Heath, no creo que estuviera del todo convencido de que la Dama Oscura era lo que Venzia y yo declarábamos; sin embargo, no tuvo ningún inconveniente en acompañarnos a Lejano Londres, ya que era allí donde encontraría a Malcolm Abercrombie.

Venzia dejó el chalet una hora antes que nosotros, pues tenía que recoger el transporte de la nieve y devolverlo a la agencia de alquiler; quedamos en reunimos en la nave de Heath, ya que había venido a Graustark en una nave de pasajeros y carecía de una propia.

- Va a estar un poco atestada -comentó después de haber pasado su equipaje por la compuerta de entrada.

- No fue diseñada para transportar a tres personas -contestó Heath.

- Ya lo veo. -Venzia se volvió hacia mí-. Toma -dijo, pasándome una caja cuadrada de unos treinta centímetros por los lados y unos veinte de profundidad.

- ¿Qué es? -pregunté.

Se encogió de hombros.

- Ni la menor idea. Tai Chong me pidió que te la entregara.

- ¿Un regalo de Tai Chong? -musité contento, aceptando la caja.

- Me dio la impresión de que había llegado de Bjornn y que te la estaba guardando -respondió Venzia.

- De Benitarus II -le corregí con suavidad-. Bjornn es la raza; Benitarus el planeta.

- Lo que tú digas -aceptó, perdiendo interés. Se dirigió a Heath-. Tengo hambre. ¿Cómo consigo algo de comer?

Heath asintió.

- Ve a la cocina y pide lo que desees. Está sintonizada a las órdenes vocales.

- ¿Dónde encuentro el menú?

- Puede prepararte cualquier cosa que solicites, siempre que no te molesten los productos de soja.

- Gracias. -Venzia se marchó hacia la cocina y Heath se centró en mí.

- ¿Bien?-inquirió.

- ¿Bien qué, Amigo Valentine?

- ¿Qué hay en el paquete?

- No lo sé.

- ¿No vas a abrirlo?

- Pensé hacerlo en la intimidad de mi compartimento -dije.

- No tienes ninguna intimidad en tu compartimento -anunció Heath con una sonrisa-. Lo vas a compartir con Venzia.

- Entonces, lo abriré aquí y ahora.

- Una idea excelente.

Deposité el paquete sobre una superficie plana y lo contemplé sin moverme.

- ¿Cuál es el problema? -preguntó Heath.

- Tengo miedo -contesté.

- ¿Crees que alguien te puso una bomba? -Heath sonrió-. No te preocupes, Leonardo; los sensores de mi nave habrían identificado cualquier cosa peligrosa.

- No es una bomba.

- Entonces, ¿qué es?

Suspiré.

- Sé lo que debería ser. No sé lo que es.

- Tu respuesta es un poco incomprensible, Leonardo. -Hizo una pausa-. ¿Quieres que lo abra por ti?

- No -dije-. Lo haré yo.

- ¿Qué es eso? -preguntó Venzia, que salió de la cocina con una bandeja en la mano.

Heath se encogió de hombros.

- Pregúntaselo a él -respondió, señalándome con la cabeza.

- No pretendía molestaros a ninguno de los dos -me disculpé.

- Estupendo -dijo Venzia-. Entonces abre la maldita cosa y larguémonos de una vez del planeta.

Me volví hacia Heath.

- Quizá prefieras despegar primero -comenté-. El paquete puede esperar.

- Pero yo no puedo -respondió-. Lo has rodeado de tanto misterio que no pienso moverme hasta que lo abras.

Suspiré y comencé a quitarle el envoltorio. Tuve que solicitar un instrumento cortante de la cocina para finalizar la tarea; pero, finalmente, la tapa estuvo lista para levantarla.

- Adelante -urgió Heath.

- En seguida.

Me detuve, respiré hondo y, por último, abrí la caja… y un grito de alivio escapó de mis labios.

- ¿Te encuentras bien? -preguntó Heath.

- Sí, Amigo Valentine -contesté feliz-. Ahora me encuentro bien.

Miró el interior de la caja.

- ¿Qué pasa? -dijo-. Si sólo es tierra.

- Es de mi Madre de Patrón.

- ¿Por qué te ha enviado tierra? -insistió Heath.

- Procede de la tierra sagrada de la Casa de Crsthionn -declaré.

Venzia pareció perder interés y se llevó la comida al compartimento que compartía conmigo.

- Supongo que es algo bueno recibirla -comentó.

- Sí. Tenía miedo de que el paquete pudiera contener otra cosa.

- ¿Como qué?

- Cualquier cosa. -Callé un instante-. Cada Bjornn celebra dos días sagrados, Amigo Valentine: el día que su Casa fue creada, y el día que su propio Patrón fue aceptado por su Casa. El primero tuvo lugar mientras nos hallábamos en tránsito desde Aquerón; el segundo será, en mi caso, dentro de unos treinta y dos días. ¿Lo comprendes ahora?

- En realidad, no -respondió Heath-. Cuando nosotros celebramos un día festivo, intercambiamos regalos, no tierra.

- No es tierra -expliqué-. Es suelo consagrado que procede del lugar de nacimiento de la Primera Madre de la Casa de Crsthionn, de aquella cuyos hijos fueron los primeros en llevar el verdadero color del Patrón.

- Como el agua bendita para un católico -comentó Heath.

- El agua bendita sólo es un símbolo -respondí-. Esta es la tierra de verdad.

- ¿Qué piensas hacer con ella?

- Primero, debo pedirte prestado otra vez un instrumento cortante.

- ¿Para qué?

- Debo derramar mi sangre, de modo que mi carne se una con la tierra sagrada en señal de fidelidad a la Casa de Crsthionn.

- ¿Seguro que no estás hablando de suicidio? -preguntó con suspicacia.

- No, Amigo Valentine. Este es un ritual religioso.

- Creí que el suicidio era un ritual religioso.

- Éste es más importante.

- De acuerdo -dijo-. Luego, ¿qué?

- Luego debo cubrirme el cuerpo con la tierra.

- Supongo que existe una razón para ello -comentó con sequedad.

- Simboliza aún más mi unión con la Primera Madre -respondí-. También debo cantar tres plegarias: una para ella, una para la Casa, y una para la Madre de Todas las Cosas.

- ¿Y eso es todo?

- Después me quito la tierra y la atomizo.

- Si es sagrada, parece bastante contraproducente deshacerte de ella.

- Pero yo la habré contaminado -expliqué-. Por lo tanto ya no será sagrada, sino profana, y al eliminarla me habré purificado por otro año.

- ¿Qué hacía tu pueblo antes de disponer de atomizadores?-preguntó.

- Fue antes de que desarrolláramos el viaje espacial; devolvíamos la tierra al lugar del que había venido. Aún hoy en día, aquellos de nosotros que permanecen en Benitarus II, por lo general eligen realizar el ritual en el lugar de nacimiento de la Primera Madre.

- ¿Las mujeres de tu raza también lo llevan a cabo? -quiso saber Heath.

- No. ¿Por qué alguien que ya es puro y sagrado necesitará tal ritual?

- Te tienen yendo y viniendo, ¿eh?

- No entiendo.

- Olvídalo -calló un momento-. ¿Por qué estabas tan preocupado, Leonardo? ¿Qué habría pasado si la caja hubiera contenido, digamos, un par de guantes o caramelos?

- Habría significado que se me negaban para siempre los sacramentos de mi raza -dije.

- Creí que tu Madre de Patrón ya te había desterrado.

- He sido desterrado físicamente. Si no me hubiera enviado la tierra sagrada, también me habría desterrado espiritualmente. Mi alma habría estado condenada a vagar perdida y sola toda la eternidad.

- Bueno, por lo menos ahora entiendo tu grito de júbilo. ¿Tiene un nombre esta ceremonia en particular?

- La Celebración de la Primera Madre.

- ¿Y recibirás otra caja de polvo para tu cumpleaños? -preguntó.

- No es mi cumpleaños -indiqué-, sino mi Día de Aceptación. Es un tiempo de gozo.

- ¿En qué difiere de la Celebración de la Primera Madre?

- Cuando estoy en casa hay una fiesta muy grande.

- ¿Y eso es todo? -preguntó, sorprendido.

- Se repiten los Juramentos de la Casa y la Familia en una ceremonia compleja, y se reafirma mi fidelidad a la Casa.

- ¿Cómo va a mandarte eso en una caja? -preguntó riéndose.

- Cuando un macho Bjornn ya no se encuentra en Benitarus II, la fiesta se convierte en el único símbolo de reafirmación. Mi Madre de Patrón me enviará productos vegetales que han crecido en sus propios campos y mi acción de comerlos sellará el lazo entre nosotros.

- Debe ser algo decepcionante comparado con lo que experimentaste antes de dejar tu hogar.

- Lo es -acordé-. Pero la felicidad del individuo no significa nada. La Casa lo es todo.

- Si tú lo dices.

- ¿Y ahora puedo solicitarte el instrumento cortante, por favor? -pedí.

Asintió, se dirigió a la cocina y un momento después regresó con un cuchillo.

Sostuve la mano sobre la tierra de mi Primera Madre y, luego, me detuve antes de pincharme el dedo.

- ¿Te molestará la visión de sangre, Amigo Valentine?

- Sólo la de la mía -respondió con soltura.

Me corté la carne y dejé que la sangre chorreara sobre la tierra sagrada.

- ¿Púrpura?, -preguntó Heath, frunciendo el ceño.

- No toda las sangres son rojas.

- ¿Quieres una venda o algo así?

- Pronto dejará de fluir -le aseguré; así sucedió un momento después.

- Supongo que querrás realizar lo siguiente en la ducha-seca -sugirió Heath.

- Sí, si no te importa.

- De hecho, insisto -contestó-. Odio los desórdenes.

Le di las gracias, esperé que la nave dejara Graustark y emprendiera su viaje hacia Lejano Londres; luego completé la Celebración de la Primera Madre en la intimidad de la ducha-seca.

Había esperado que durante el trayecto Venzia nos contara más cosas sobre la Dama Oscura; sin embargo, resultó que ya nos había revelado todo lo que sabía. No obstante, no le impidió hablar de ella de manera incesante, pues se encontraba completamente obsesionado con verla y recibir la respuesta a su pregunta.

Heath seguía escéptico. Participaba en cada discusión, hacía observaciones pertinentes y hablaba de la Dama Oscura como si fuera, precisamente, lo que Venzia creía que era… sin embargo, entre la finalización de una conversación y el comienzo de otra, de algún modo volvía a quedar convencido de que era en realidad una alienígena o, como mucho, una mujer normal con el poder supernormal de la teleportación.

En lo que a mí respecta, estaba tan aliviado porque mi Madre de Patrón no hubiera condenado mi alma al exilio eterno, que incluso mi rango de proscrito, que jamás podría volver a su mundo natal, se hizo soportable. Para evitar que mi mente se concentrara en mi situación, me centré en nuestra búsqueda de la Dama Oscura, tratando de apartar de mi cabeza todos los pensamiento de la Casa y la Familia.

Cuando los otros dormían, de nuevo intentaba capturar su imagen, aunque de nuevo mis mediocres habilidades artísticas me fallaban. Un día incluso intenté dibujarla como una Bjornn, su piel pálida sin Patrón, sus arreos negros, las facciones perfectas, los ojos tristes, la Deidad en persona plasmada en tinta y papel… no obstante, cuando acabé no se parecía a la Madre de Todas Las Cosas, sino a una hembra Bjornn con una piel sin Patrón y rasgos perfectos. De algún modo, entonces supe que la Dama Oscura, fuera cual fuere su origen y su búsqueda, venía sólo para los Hombres y no para los Bjornn.

Escribí otra carta a mi Madre de Patrón, agradeciéndole el regalo y contándole lo que había averiguado; pero sabía que no iba a contestar. También le escribí a mi Pareja de Patrón, divorciándome formalmente de ella (aunque la separación era automática con mi destierro) y deseándole buena suerte con la próxima pareja que le sería asignada. A pesar de lo mal que me sentía por mí, no era nada comparado con el dolor que experimentaba por mi Pareja de Patrón, cuya vida, por ningún acto que ella hubiera cometido, difícilmente iba a ser arreglada en un momento tan avanzado. Podían pasar años antes de que la Casa encontrara y aprobara el perfecto Patrón complementario, y ella continuaría siendo infecunda hasta que tal día llegara. (O, peor aún, la Casa, en su sabiduría, podía decidir que ya había desperdiciado bastante de su juventud, emparejándola con un Patrón que no se complementara adecuadamente con el suyo. Si así sucedía, tarde o temprano podía producir un bebé con un Patrón que no fuera aceptable para la Casa y, por lo tanto, verse obligada a sufrir no sólo uno, sino dos proscritos en su inmaculada vida.)

Con tales pensamientos sombríos intenté de nuevo controlar mis emociones y centrarlas en la Dama Oscura. Heath dormía, pero Venzia, que había estado leyendo un libro de la biblioteca electrónica de la computadora, notó mi agitación y la disminución de color de mi tonalidad.

- ¿Te encuentras bien, Leonardo?

- Sí, Amigo Reuben.

- ¿Estás seguro? Pareces angustiado.

- Ahora me encuentro mejor.

- Si tú lo dices -respondió, encogiéndose de hombros. Calló un instante-. ¿Te importa si te hago una pregunta acerca de tu amigo, el señor Heath?

- No, Amigo Reuben.

- ¿De verdad planea robarle a Abercrombie?

- No me cabe la menor duda, Amigo Reuben.

- Una pena.

- Estoy de acuerdo. El robo es contrario a la ley moral y civil.

Venzia sonrió.

- Me refería a que nos hubiera sido útil en la búsqueda de la Dama Oscura; y si intenta robar a Abercrombie, lo más fácil es que termine en la cárcel. Tengo entendido que el sistema de seguridad que tiene en su mansión es de lo más sofisticado.

- Creo que el Amigo Valentine podría sorprenderte a ti y al señor Abercrombie -comenté.

- Quizá -dijo Venzia, descartando el tema-. Me pregunto por qué se mantiene tan escéptico.

- Posiblemente, porque no la vio bajo las mismas circunstancias que tú -sugerí.

- Tampoco tú -señaló-; sin embargo, pareces no tener problemas en aceptarla tal como es.

- Es verdad -acordé.

- Tiene a su disposición los mismos hechos que tú -dijo Venzia intrigado-. ¿Por qué es incapaz de llegar a la misma conclusión?

- Tal vez se deba a que siempre ha dependido de sus capacidades y no tiene la necesidad de creer en algo más grande que él.

- ¿Y tú sí?

- Fui educado para creer y depender de gente más grande que yo -contesté.

- Me pregunto… -musitó Venzia.

- ¿Qué, Amigo Reuben?

- Casi todos los hombres a los que se ha unido eran totalmente independientes. Me pregunto en qué creían ellos.

- Supongo que deberemos preguntárselo al próximo.

- Siempre que podamos llegar a él a tiempo -declaró Venzia con una mueca.

- Haces que parezca una asesina, y sin embargo los dos sabemos que no lo es.

- No me importa lo que sea. Sólo me interesa lo que sabe.

De nuevo pensé en su rostro.

- Creo que yo estoy más interesado en lo que quiere -respondí.

- ¿Lo que quiere? -repitió-. Demonios, lo que quiere es la muerte.

- No lo creo, Amigo Reuben.

- ¿Por qué no?

- Si lo que anhelara fuera la muerte de hombres heroicos, seguro que ya se habría saciado.

- Algunas personas jamás se sacian.

- No dejo de recordar sus ojos, la tristeza de su cara, la sensación de añoranza que irradia -contesté-. No puedo evitar sentir que busca algo y que todavía no lo ha encontrado.

- ¿Buscar? ¿Qué?

- No lo sé -respondí con sinceridad.

Hablamos unos minutos más de cosas vagas. Después Venzia se dirigió a nuestro compartimento para dormir, y, al quedarme solo en la cabina mirando a la Dama Oscura, me encontré esperando que algún día, por fin, hallara lo que buscaba, que ese pesar eterno se desvaneciera de una vez de su rostro.