Isabel
En cuanto entro en la sala del Tribunal se hace el silencio. Me quedo de pie en la puerta, paralizada, incapaz de seguir adelante. Noto que me sudan las manos y me las restriego en la túnica blanca que me han puesto. La sala está igual que la última vez que fue utilizada para celebrar un juicio, pero ahora es a mí a quien juzgan, no a Ethan, y mi infracción es mucho más grave.
Como en la anterior ocasión, los nueve miembros del Tribunal han tomado asiento en el círculo. Y, para mi sorpresa, aunque aún no tiene buen aspecto, el rey Ricardo II está sentado a la derecha de lord Penbarin. Me pregunto por qué lo habrán traído si no está completamente restablecido. Va a ser el representante de Verdemar en el Tribunal, y completará todos los sectores de la Tierra. El rey Ricardo no estaría aquí de no ser por Ethan, que el año pasado se arriesgó para salvarlo. Lorian debe de considerar que se encuentra lo bastante bien para presenciar el juicio.
Lorian me hace un gesto para que entre y me siente en el taburete. Respiro hondo y, a pesar de que me tiemblan las piernas, me dirijo al centro del círculo y me siento. En cuanto lo hago, una cálida sensación de calma se apodera de mí y me doy cuenta de que estoy sentada en uno de los taburetes antiguos de Arkarian, tallados a mano. Debe de haberlo traído él mismo. Echo un vistazo a la sala en su busca. Lo veo de inmediato, sus ojos violeta fijos en mí, y me encuentro más fuerte, más calmada, preparada para hacer frente a la sentencia, sea cual sea.
Llevada por esta calma interior, me arriesgo y miro un breve instante al Inmortal, con cuidado de que nuestras miradas no se crucen. En mi experiencia anterior me resultó difícil de hacer. Pero lo que veo me sorprende, pues Lorian ha adoptado un semblante reflexivo, con la frente arrugada y la mirada baja. Por un segundo me gustaría ser un Vidente de la Verdad para leerle el pensamiento. Entonces el Inmortal se pone en pie, levanta ambas manos y dice:
—El castigo por desobedecer una orden directa es la muerte.
La habitación estalla al oír a Lorian. Arkarian, Ethan y Matt tienen que ser retenidos, y aunque yo he oído la sentencia, una parte de mí se distancia de la escena, como si nada de esto estuviera ocurriendo. Es como si estuviera observándolo desde detrás de una pantalla.
Lorian se vuelve hacia un lado y aparece ante mí una imagen, un holograma tridimensional de mi escuela. La imagen se amplía y ahora veo la clase y los estudiantes, que están haciendo el tonto dentro. La imagen se amplía una vez más y ahora es como si estuviéramos dentro del aula con ellos y con el señor Carter de pie, delante de la pizarra.
Lo primero que me llama la atención es que nadie lleva el uniforme. Los estudiantes visten como quieren: minifaldas, vestidos, camisetas escotadas, hay gente que va vestida de negro de pies a cabeza, algunos llevan cadenas y pier-cings en todos los lugares imaginables, y otros llevan la cabeza rapada o un peinado por el que hace meses que no ha pasado un peine. Un par de estudiantes llevan los vaqueros rotos en las rodillas, los muslos y otras partes.
La segunda cosa que me sorprende es el ruido. Craig Johnson se pone en pie y lanza algo. Me agacho porque me da la sensación de que ese proyectil iba dirigido hacia mí, pero golpea en la parte de atrás de la cabeza a Zoé Fielders, que profiere una sarta de insultos y tacos mientras se sube a su mesa. El señor Cárter da un golpe en la pizarra con una regla y le grita a la clase para que se calme. Entonces lo insultan y alguien le lanza un libro, el libro de Historia con el que estamos estudiando este año. Él lo agarra al vuelo y lo deja con un golpe sobre el pupitre que hay delante de él. Tiene una mirada de verdadera desazón.
—¿Qué está ocurriendo? —pregunto en voz alta.
Lorian mueve la cabeza levemente y la imagen cambia al centro comercial. Un hombre está atracando el Falls Café.
y aterroriza a los clientes con el arma. El propietario, el señor McGowan, echa el dinero de la caja dentro de una bolsa gris y se la entrega con manos temblorosas. El atracador le da un golpe con la culata de la pistola antes de salir corriendo y meterse en un coche que está esperándolo. Pero lo peor de todo es que reconozco al ladrón. Vive en mi barrio y era alguien a quien consideraba un padre cariñoso, que se desvivía para sacar a su joven familia adelante.
De nuevo, pregunto:
—¿Qué está ocurriendo? ¿Cómo es posible? Conozco a toda esta gente.
—A.sí es tu mundo ahora.
—¿Qué? Pero ¿cómo ha podido cambiar tan rápido? Sólo hemos estado fuera diez días.
—La guerra se ha acentuado. La situación es grave. La Profecía ha cambiado y ahora predice un resultado desastroso. Estamos a punto de perder por completo el control y la posibilidad de lograr la paz para todos los mundos.
La imagen de mi ciudad desaparece y Lorian se sitúa ante mí. No puedo evitar pensar que todo eso es culpa mía. Al dejar Verdemar en una posición vulnerable durante diez días enteros, la Diosa se ha aprovechado y ha intensificado su campaña. Y, obviamente, está ganando. No puedo hacer nada para evitar que se me llenen los ojos de lágrimas y empiecen a correr por mis mejillas.
Coi unos dedos más largos de lo normal, Lorian me acaricia la barbilla para que levante la vista. Me resisto, ya que el poder que mana del simple roce de esos dedos me invita a salir corriendo, pero la presión de la mano del Inmortal incrementa y comprendo que no se trata de una petición, sino de una orden. Y, como ya he infringido una, respiro hondo y levanto la cabeza.
Unos ojos violeta muy intensos me miran fijamente. La mirada de Lorian es dura y me cuesta mucho aguantarla.
—¿Crees que tomo decisiones a la ligera, Isabel?
Niego con la cabeza, me humedezco los labios y respondo:
—No, por supuesto que no.
—¿Deseas decir alguna cosa?
—Sí, sí lo deseo. Lo siento mucho. Cuando fui a rescatar a Arkarian no tenía intención de causar tantos estragos —Intento explicarme de algún modo—. Pero...
—¿Pero?
Respiro hondo.
—Lo haría de nuevo y asumiría más riesgos, si fuera necesario, para traer a Arkarian de vuelta.
Un silencio sepulcral cae sobre la sala. Luego Lorian dice:
—Isabel, ¿quién crees que abrió la brecha?
¿A qué se refiere Lorian? Por lo que yo sé, la brecha fue abierta por... Pero no quiero pensar en esos nombres para no incriminar a ninguno de los tres.
Aunque de nada sirve intentar ocultar mis pensamientos, ya que Lorian sabe todo lo que pienso.
—Sólo un Inmortal puede abrir la brecha, Isabel, o un descendiente con poderes inmortales.
—¡Arkarian! —susurro, y me doy cuenta de inmediato de que Arkarian tiene que ser hijo de Lorian. Pero ¿significa eso que Lorian quería que rescatara a Arkarian?
El Inmortal responde sin que yo tenga que formular la pregunta en voz alta.
—Isabel, debes entender que Arkarian es de vital importancia para nuestra supervivencia y nuestro éxito contra las fuerzas del caos. Jamás dudé acerca de organizar una misión de rescate. Lo tenía decidido desde el principio. Sólo me faltaba descubrir quién era lo bastante fuerte para superar los retos del inframundo. Así que concebí una prueba, que tú superaste fantásticamente. Y me reconfortó saber que Ethan decidía ir contigo. Sin embargo, lo que me sorprendió —ahora Lorian mira a Matt— fue la intención de tu hermano de unirse a vosotros. Ése fue el único problema del plan; afortunadamente, lady Arabella lo advirtió en el último momento, pero sólo pudo darle calor.
Las palabras del Inmortal me dejan de una pieza. ¡No era cierto que Lorian no quisiera rescatar a Arkarian! Todo fue una prueba para encontrar a la persona más fuerte... Alguien con la determinación suficiente para superar todos los retos y dificultades que Lorian sabía que habría que vencer en ese lugar.
Me agarro al taburete para no caerme de espaldas.
—Por lo tanto —prosigue el Inmortal, que retrocede un poco y me da el respiro que tanto necesitaba—, quedas ab-suelta de desobedecer mi orden. De hecho, te elogio por tu éxito y tu valor constante.
Entonces la sala estalla en aplausos. Busco a Arkarian con la mirada, presa de una alegría un poco amarga. Voy a ser libre, pero ¿de qué me sirve la libertad si Arkarian no quiere formar parte de mi vida? Poder verlo solamente cuando tenga que explicarnos una misión será una tortura.
—Hay un tema más que me gustaría solucionar hoy, antes de que regreséis a casa —dice Lorian, y mira a su hijo—. Ven y sitúate dentro del círculo, Arkarian.
Cuando éste obedece, el Inmortal alza la vista y se dirige a toda la sala:
—Arkarian ha venido a verme antes con dos peticiones. La primera, que me he negado a discutir con él, era pedir la libertad de Isabel. Pero la segunda..., la segunda no sólo me ha sorprendido, sino que me ha dejado estupefacto. Tanto que me veo obligado a tomar una decisión al respecto. —Los murmullos recorren toda la sala. A mi lado, Arkarian pone su mano sobre la mía, pero se mantiene inmóvil ante su padre. Lorian dice—: Para poder vivir en el mismo mundo que la joven a la que ama, Arkarian me ha pedido que lo despoje de su poder para dejar de envejecer.
Los murmullos se convierten en algarabía, pero yo no lo noto. Tras oír a Lorian, mi cuerpo entero tiembla de pies a cabeza. Arkarian quiere renunciar a su poder para no envejecer... Y lo quiere hacer para poder estar conmigo... Incapaz de dejar de temblar, alzo la vista y lo miro.
—¿Harías eso por mí?
—Y más —responde sencillamente.
Ahora me doy cuenta de que Arkarian ha querido guardar las distancias conmigo. Su poder para dejar de envejecer nos sitúa en mundos distintos. Y aunque respeto que Arkarian tome sus propias decisiones, ésta es demasiado importante para que la tome solo.
—Arkarian, no puedo permitir que lo hagas. No estaría bien.
Lorian alza ambas manos y el Tribunal y el público se callan. El Inmortal nos contempla a los dos.
—Isabel, estoy de acuerdo contigo.
—Pero...
Lorian rechaza la queja de Arkarian antes siquiera de que tenga tiempo de empezar a hablar.
—Por lo que he decidido concederle a Isabel el mismo don.
—¡¿Qué?! —exclamo, incapaz de reprimir un grito de sorpresa.
—¿Es eso lo que deseas, Isabel? —me pregunta Lorian—. Medítalo detenidamente.
Lanzo una mirada a la sala. ¿Eternamente joven? ¡Eso sería un sueño! Pero ¿cómo soportaría ver crecer y morir a mis amigos y a mi familia? Miro a Arkarian: sus ojos violeta resplandecen y reflejan su amor y sé que podría soportarlo todo mientras estemos juntos. Busco a Ethan y Matt. Ethan tiene el entrecejo fruncido y mi hermano está boquiabierto.
Lorian alza una mano hacia ellos.
—Ve y consúltaselo.
Dejo a Arkarian en el círculo y me acerco a ellos. Permanecemos callados durante un minuto y al final Ethan asiente con la cabeza y dice:
—Creo que deberías hacerlo. Es una oportunidad demasiado increíble para dejarla escapar.
—Pero os echaré muchísimo de menos...
—Aun así creo que es lo adecuado. Si yo estuviera en tu lugar, lo haría.
Las palabras de Ethan son alentadoras. Me vuelvo lentamente hacia Matt, a quien le cuesta mirarme a los ojos. Finalmente me pregunta:
—¿Lo quieres?
—Sí.
Asiente con la cabeza.
—Entonces deberías hacerlo.
—¿Estás seguro?
Vacila un momento, pero su respuesta es firme:
—Estoy seguro.
Les doy un abrazo a los dos y regreso al centro del círculo. Arkarian me toma de la mano y yo se la aprieto con fuerza y luego miro a Lorian.
—Mi señor, acepto vuestro generoso ofrecimiento.
Y con estas palabras Lorian pone ambas manos sobre mi cabeza. De ellas mana una luz que me cubre como si fuera una capa de un fluido cálido. Durante unos instantes no veo nada y mi cuerpo se estremece y sacude cuando la fuerza del don del Inmortal penetra en él. Al acabar, Lorian retira la mano y caigo sobre el taburete.
—¿Te encuentras bien? —me pregunta Arkarian.
—Perfectamente —respondo. No siento ninguna diferencia.
—Lleva su tiempo —me explica—. Tienes dos años para acostumbrarte a la idea. No empezará a surtir efecto hasta que cumplas los dieciocho.
Lorian aprovecha la referencia de Arkarian al tiempo. Extiende los brazos y, rompiendo el silencio que inunda la sala, el Inmortal les dice a todas las personas reunidas:
—Ahora idos y cumplid con vuestros deberes. El tiempo es de fundamental importancia. Nuestros retos más difíciles están a punto de desvelarse. No olvidéis que hay un traidor entre nosotros. Y no permitáis que la desesperación se apodere de vosotros cuando mi hermana cometa atrocidades indescriptibles en nuestro mundo terrenal.