Isabel

Descendemos durante un buen rato y caemos en una sala de la Ciudadela, la misma sala a la que fui a parar cuando huía tras el secuestro de Arkarian. Miro alrededor y parece que todo el mundo está aquí, incluido Dillon, Sera y John, esparcidos por el suelo.

Me levanto y noto que hay alguien más. Gente de aspecto extraño y distintas formas, tamaños, colores y especies, aunque todos parecen seres humanos.

Arkarian se acerca a mí, y cada lento paso hace que mi corazón bata contra las costillas.

Cuando alzamos la vista nuestras miradas se cruzan y se me queda la boca seca. Él se queda delante de mí, tan cerca que bastaría un leve movimiento de su mano para rozarme la mejilla.

—¿Estás bien?

«¿Cómo voy a estarlo? —grito por dentro—. ¡Si no me quieres!...» Aunque me aseguro de ocultarle esta última parte.

Nos miramos fijamente a los ojos, pero a él le cuesta un gran esfuerzo.

—Isabel... —susurra en tono arrepentido. El efecto es apabullante y me doy la vuelta.

Cerca de mí, Matt gruñe, pero parece estar bien. Ayuda a Dillon a ponerse en pie. Sera también se levanta, al igual que John, que está junto a ella. Pero cuando miramos al carrizo, advertimos que está ocurriendo algo extraño. Parece que se está haciendo más alto, su cuerpo se está alargando ante nuestros ojos. Sera también se fija y retrocede.

—¿Qué pasa, Ethan?

Su hermano se encoge de hombros y lanza una mirada de preocupación a Arkarian. Hemos traído a John con nosotros, ¿pues acaso teníamos otra opción?

El carrizo sigue cambiando de forma. La transformación sólo dura unos instantes, pero una vez completada nos deja a todos boquiabiertos. Incluso la gente que nos rodea suspira aliviada.

John ya no es una bestia extraña, en parte pájaro y en parte humano, sino uno hombre de unos treinta años, con ojos de color azul claro, pelo castaño oscuro y una piel que resplandece levemente. Como la de Sera. De hecho, posee el mismo aspecto etéreo que ella.

Entonces se mira a sí mismo y dice:

—Creo..., creo que soy libre. —Hace una pausa ya que tiene los ojos bañados en lágrimas, pero no se avergüenza—. No sé cómo agradecéroslo.

Sera se tapa la boca con una mano y sacude la cabeza.

—¿Significa esto que nos vamos a ir juntos?

—Creo que sí, señorita.

Sera asiente con un leve gesto de la cabeza y sus ojos refulgen.

—Entonces supongo que es mejor que nos despidamos antes de que ocurra lo que tenga que ocurrir.

Arkarian y yo nos volvemos hacia donde está Ethan. Él nos mira primero a nosotros y luego a su hermana con incertidumbre.

—No puedo creer que después de todos estos años sólo vayamos a poder pasar unos minutos juntos. Hay tantas cosas que quiero decirte... —Sera empieza a desvanecerse ante nuestros ojos, al igual que John y Ethan es presa del pánico—. ¡No! ¡Aún no puedes irte!

Arkarian se acerca a John y le estrecha la mano, y luego le da un abrazo a Sera que ella le devuelve con fuerza. Le hace un gesto con la cabeza a Ethan para que se apresure a despedirse de su hermana.

—Sólo vas a tener unos momentos, Ethan. Dile todo que lo que alberga tu corazón.

Sera se desvanece un poco más y su hermano se acerca corriendo a ella para estrecharla entre sus brazos.

—Lo siento muchísimo. Debería haberte protegido de Marduke. Debería haber recordado su nombre. Debería haber clamado justicia por tu muerte. Y debería haberte escuchado en mis sueños. Así no habrías sufrido durante todos estos años.

Ella se aparta un poco para mirarlo con incredulidad. Salta a la vista que quiere decirle que nada de lo ocurrido fue culpa suya, que no debe sentirse culpable por nada. Pero está claro que una simple negación no bastará, sobre todo cuando le queda tan poco tiempo. Así que ella le acaricia la cara con una pequeña mano y le dice:

—Te perdono.

Tras pronunciar esas dos palabras, Sera y John desaparecen por completo.

Tardamos varios segundos en recobrar la calma y asimilar lo que acaba de suceder, pero un zumbido detrás de nosotros atrae rápidamente nuestra atención. Nos volvemos y encontramos a lord Penbarin y lady Arabella.

Lord Penbarin es el primero en hablar.

—Debéis acompañarnos directamente a Atenas. Vuestra vista ya está fijada.

Aunque todos tenemos muchas preguntas que hacer, la preocupación de Ethan por su madre lo impulsa a apartarnos a todos y ponerse al frente del grupo.

—Antes tengo que ir a casa. Llevadme a casa, lord Penbarin. Llevadme a casa ahora.

Lady Arabella levanta las manos.

—Me temo que es imposible, Ethan.

—No lo entendéis.

—Eres tú quien no lo entiende. Recibiréis todas las explicaciones necesarias en la vista.

Ethan no puede creérselo. Inclina la cabeza hacia atrás y mira los paneles de colores vivos que tiene encima. ¿Durante cuánto tiempo ha cargado con el peso de la depresión de su madre sobre sus hombros? Y ahora aún tiene que esperar más.

—Bueno, decidme sólo esto, ¿qué día es hoy?

Lady Arabella parece confundida.

—¿Según vuestro tiempo?

La frustración y la angustia hacen que Ethan replique muy bruscamente.

—¡Claro que sí, en mi tiempo!

—Bueno, creo que es jueves diez.

Ethan me mira, pero yo ya he calculado. Hemos estado diez días enteros en el inframundo. Antes de irnos aún faltaban cinco días para que su madre fuera al sanatorio. Debía quedarse allí cinco más, lo que significa...

—He llegado tarde. A lo mejor ya se ha... —Mira a Ara-bella y luego a Penbarin—. Mi madre... ¿Sabéis algo...?

Lady Arabella esboza una sonrisa.

—Está perfectamente, Ethan.

—¿Qué?

—Se ha pasado los últimos diez días pegada al teléfono esperando alguna noticia sobre tu desaparición. No podía hacer otra cosa que pensar en ti y en que regresaras sano y salvo a casa.

¿Desaparición? Cuando planeé este rescate nunca pensé que nuestros cuerpos mortales desaparecerían.

—¿Y mi madre? —pregunto mirando fugazmente a mi hermano.

—La angustia casi la consume. Shaun y Jimmy dijeron que habíais desaparecido mientras ibais de excursión por el bosque. Han intentado mantener a todo el mundo en calma y convencer a vuestras madres de que regresaríais sin ningún problema. —Mira a Ethan y le dice—: Tu madre no ha pensado en ella ni un segundo durante estos diez días.

—¿Así que no ha ido al sanatorio?

—No.

—¿Y no ha intentado... hacer... nada estúpido?

—No.

Ethan se vuelve hacia mí con una sonrisa de oreja a oreja y los ojos relucientes ahora que se ha quitado de encima su mayor miedo.

—Y puesto que el alma de Sera ya ha quedado libre... —dice Arkarian—, Laura saldrá de su depresión.

Arkarian tiene razón. Intento no pensar en el trauma que debo de haberle causado a mi propia madre durante estos diez días. Ya tendré tiempo para ello después de la vista en Atenas.

Arkarian agarra a Ethan por los hombros y lo estrecha entre sus brazos, pero hay más cosas que lo preocupan. Se vuelve hacia lady Arabella y le pregunta:

—No pensaréis llevar nuestros cuerpos mortales a Atenas, ¿no?

Ha mencionado una cuestión muy importante. Todo el mundo sabe que sacar nuestro cuerpo y nuestra alma de nuestro tiempo es peligroso y podría tener consecuencias funestas.

Lady Arabella responde con esa voz suya que siempre inspira confianza.

—Han cambiado muchas cosas durante vuestra ausencia. Ahora todo corre mucha prisa. La vista de Isabel será muy breve, no durará tanto como para que vuestros cuerpos sufran daño.

—¿La vista de Isabel? —repite Arkarian con voz tensa.

Lady Arabella asiente como si pidiera disculpas.

—Lorian considera a Isabel responsable de haber desobedecido una orden superior.

Ethan intenta quejarse, pero lord Penbarin lo hace callar de inmediato.

—Guárdate los argumentos para el juicio, Ethan, aunque debo advertirte que Lorian no está de humor para escuchar a nadie.

Arkarian se sitúa delante de lord Penbarin.

—Lorian me escuchará a mí. —Nunca lo había oído utilizar un tono tan desafiante—. Iremos con vosotros —prosigue—, pero quiero mantener una reunión en privado con Lorian antes de la vista de Isabel. Y quiero que preparéis una cámara segura de inmediato.

Luego se aparta y presenta a Dillon:

—Estoy seguro de que la información que trae este muchacho será de gran utilidad para la Guardia.

Lord Penbarin y lady Arabella acceden a preparar una cámara segura para Dillon y para la Guardia. Cambiar de bando es un asunto muy serio. Pocas personas lo hacen. Existen muchos riesgos. Dillon será investigado a conciencia y durante una buena temporada estará bajo vigilancia constante.

—En cuanto a tu reunión con Lorian —dice lady Arabella—, haremos lo que podamos.

Arkarian asiente, aceptando su respuesta, y lord Penbarin le pone un brazo sobre un hombro.

—Me alegro de que hayas vuelto.

Lady Arabella sonríe y un reguero de lágrimas le surca las mejillas.

La multitud que hay a nuestro alrededor, más de cien personas ya, empieza a aplaudir y a aclamarnos, así que no puedo evitar preguntarlo:

—¿Quién es esta gente?

Lady Arabella mira a lord Penbarin, que se encoge de hombros, y entonces ella contesta:

—Son los supervivientes a quienes se les encargó la protección de los vivos.