—Pareces un muñeco de nieve, solo te falta la zanahoria en la nariz —comenta Sara muerta de risa.

El primer tiempo, muy equilibrado, acaba con empate a cero.

En el segundo tiempo, la mejor ocasión es para los Cebolletas.

Tomi se escapa por la izquierda, peloteando durante veinte metros sin dejar que el balón caiga al suelo. ¡Todo un espectáculo!

Al llegar al borde del área, se detiene con el balón en equilibrio sobre el empeine. Con un toquecito sutil lo hace llegar al Niño, que está en el centro del área.

El italiano se tumba hacia atrás y con una espectacular chilena envía la pelota a la escuadra. El guardameta apenas si logra rozar el balón, que parece haber entrado en la portería, pero la nieve pisoteada ha formado un charco sucio que frena la pelota justo en la línea de meta. El número 2 de los Balones lo despeja.

El Niño, que ya se había llevado el pulgar a la boca para celebrarlo, se desespera…

En los compases finales, atacar resulta cada vez más difícil, porque la nieve pisoteada se ha derretido un poco por todas partes y ha transformado el campo en un lodazal que frena las carreras de los jugadores, que a estas alturas ya están agotados.

Tomi y Rafa se desmarcan y desplazan con una gran compenetración, pero a sus compañeros les cuesta hacerles llegar pases precisos. Quizá sea ese el único defecto de un partido que los Cebolletas han disputado por todo lo alto.

El encuentro acaba en empate a cero.

Tino anota en su bloc: «Cuando no ha entrado ningún balón se dice que el partido ha acabado con las porterías en blanco. Con tanta nieve no podía ser de otro modo, ¿no es cierto?».

En el vestuario de los Cebolletas se respira cierta decepción por una victoria que se les ha escapado de las manos.

—No estamos acostumbrados a los empates a cero, porque en los campos para siete jugadores siempre se marca —explica Champignon—, pero en este nuevo mundo que estamos descubriendo los cero a cero son frecuentes. Empezad a acostumbraros y no os lo toméis demasiado a pecho. Todo va bien. Hemos disputado un buen partido y hemos hecho nuevos progresos.

—Pero hemos creado pocas ocasiones —se lamenta Aquiles.

—Tienes razón —coincide el cocinero-entrenador—. Nos ha fallado el último pase, el que deja solos a los extremos para disparar. Trabajaremos este problema durante la pausa invernal, antes de que comience la fase de vuelta. Y es posible que ya sepa cuál es la solución.

—¿Cuál es? —pregunta João lleno de curiosidad.

—Lograr que vuelva al campo un Cebolleta que se ha puesto a jugar al ajedrez… —contesta Champignon—. Podría ser el eslabón que enlazara un gran centro del campo con una gran delantera.

—¡Pero Nico no quiere volver a jugar! —salta Dani.

—Con la ayuda de Ronaldinho creo que lograré convencerle… —zanja el cocinero-entrenador con una sonrisa enigmática.

—¿Ronaldinho? —repiten a coro los Cebolletas.