El barrendero, asustado, la deja inmediatamente y se aleja, como si fuera una bomba a punto de estallar.
Fidu sale corriendo de la Cafetera y la recupera. Vuelve, la mete en el coche y da un abrazo a Tomi.
—¡Capitán, me has salvado la vida!
Mientras tanto, Clementina ha explicado la situación al guardia, que a pesar de todo se encoge de hombros.
—Lo siento, pero tengo que ponerles una multa. Con el agravante del robo de silbato y paleta.
—Adelante —replica Fidu con la sonrisa de un devorador de merengues—, ahora nos lo podemos permitir…