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Kyp Durron estaba contemplando el gigantesco espino que era el Triturador de Soles a través de la calina iridiscente de un campo energético de seguridad erigido en los laberintos de acerocreto de Coruscant.
Entrecerró los ojos intentando verlo mejor, y se inclinó hacia adelante hasta que tres centinelas de la Nueva República fuertemente armados aparecieron de repente para obstruirle el paso. Kyp recorrió el hangar con la mirada y pudo ver otro grupo de centinelas montando guardia alrededor del Triturador de Soles. Al otro lado del campo electrostático de seguridad había una gigantesca puerta blindada que podía cerrarse en un instante apenas se diera la orden.
Kyp era bajito y delgado, con una sonrisa jovial y una revuelta cabellera oscura, y pensó que con ese aspecto no podía haber nadie capaz de considerarle como una amenaza, pero los tres centinelas alzaron sus rifles desintegradores y los apuntaron hacia su pecho.
—Se encuentra en una zona de acceso restringido —dijo el sargento—. Márchese inmediatamente o dispararemos.
—¡Eh, tranquilo! —exclamó Kyp alzando las manos—. Si quisiera robar ese trasto, lo primero que hubiese hecho habría sido no traerlo aquí.
El sargento le contempló con escepticismo. Estaba claro que no sabía de qué le estaba hablando.
—Soy Kyp Durron. Piloté el Triturador de Soles con Han Solo desde la Instalación de las Fauces hasta aquí. Sólo quería echarle otro vistazo, ¿sabe?
La pétrea impasibilidad del sargento no se alteró en lo más mínimo.
—No conozco personalmente al general Solo —dijo—, pero tengo orden de impedir el acceso a todo el mundo..., sin excepciones.
Kyp se inclinó hacia un lado para poder echar un vistazo por entre los centinelas. Hizo caso omiso de su presencia, y volvió a contemplar la silueta llena de ángulos de la superarma que había sido desarrollada por Qwi Xux, la investigadora cautiva en la Instalación de las Fauces.
La doctora Xux había diseñado un arma que podía hacer estallar una estrella, barriendo la vida de todo un sistema estelar. Qwi había actuado de una manera totalmente inocente, ya que para ella crear el Triturador de Soles era un mero ejercicio, una manera de averiguar los límites de sus capacidades científicas: pero Han había logrado abrirse paso a través del lavado de cerebro al que había sido sometida, y había conseguido hacerle entender qué había creado en realidad. Después Qwi les había ayudado a robar la superarma y a huir de la almirante Daala y la Instalación de las Fauces.
Kyp se alegraba de que el Triturador de Soles estuviera en manos de la Nueva República, pero le preocupaba un poco que el Senado pareciese ser incapaz de decidir qué hacer con él. La existencia de un arma tan poderosa parecía alterar las actitudes de todo el mundo, incluso de personas básicamente buenas que ocupaban cargos gubernamentales.
Kyp contempló cómo los mecánicos e ingenieros intentaban comprender el funcionamiento del Triturador de Soles. Estaban utilizando sopletes láser para tratar de abrirse paso a través de la armadura cuántica ultra densa, pero no había nada que fuese capaz de arañar el casco de aquella nave indestructible.
Dos mecánicos salieron por la escotilla superior transportando un cilindro metálico de un metro y medio de longitud y medio metro de anchura. Tres ingenieros que estaban trabajando en el fondo del hangar alzaron la cabeza para contemplar el cilindro y dejaron caer sus llaves hidráulicas al suelo mientras ponían cara de horror. Otro ingeniero soltó su calibrador de precisión y empezó a retroceder moviéndose muy despacio.
—¡Es un torpedo supernova! —gritó uno de los ingenieros.
Los dos mecánicos que cargaban con el cilindro parecieron quedar paralizados de repente. Los centinelas que montaban guardia al otro lado del campo de seguridad corrieron de un lado a otro buscando blancos a los que disparar. Los ingenieros y mecánicos atrapados dentro del perímetro energético empezaron a pedir a gritos que se desconectara el mortífero campo de seguridad para que pudiesen evacuar el hangar. Los tres centinelas que se encontraban fuera giraron sobre sí mismos y alzaron sus rifles desintegradores para apuntar a Kyp, como si el joven se hubiera convertido repentinamente en una amenaza después de todo.
Kyp se echó a reír.
—No es más que un cilindro de mensajes —dijo—. Ábranlo y lo verán... Sirve para guardar los sistemas de grabación, y eso permite lanzar al espacio los datos de más importancia poniéndolos a salvo si el Triturador de Soles es destruido.
Pero las alarmas seguían atronando y los hombres dominados por el pánico corrían de un lado a otro del hangar de acceso restringido y los centinelas no demostraron sentir el más mínimo interés por las explicaciones de Kyp.
—Será mejor que te vayas, chico —dijo el sargento—. ¡Inmediatamente!
Kyp meneó la cabeza en un gesto mitad de diversión y mitad de disgusto, y se alejó por el laberinto de largos pasillos circulares que iban subiendo poco a poco de nivel mientras se preguntaba cuánto tiempo necesitarían aquellos tipos que se suponía eran unos expertos para darse cuenta de su error.
Wedge Antilles estaba contemplando con admiración a la hermosa y etérea investigadora alienígena llamada Qwi Xux, que acababa de dar un paso hacia adelante y se preparaba para dirigirse a la Asamblea de la Nueva República.
A Qwi no le gustaba nada hablar en público, y había pasado varios días muy nerviosa después de haber preparado su discurso. Siempre había llevado una existencia muy, solitaria, pero por fin había empezado a confiar en Wedge después de que éste hubiera sido nombrado guardaespaldas y enlace oficial de la investigadora y tuviera que pasar la mayor parte de su tiempo al lado de ella. Wedge la había animado en todo lo posible, intentando tranquilizarla e insistiendo en que estaba haciendo un trabajo magnífico. También la había apoyado en su convicción de que ya no podía seguir ignorando la existencia del Triturador de Soles por más tiempo.
Qwi le había contemplado con expresión agradecida. Sus enormes ojos color índigo creaban un contraste asombroso con su piel de un azul pálido y la capa de plumas perlinas parecida a un bonete de gemas que cubría toda la parte superior de su cabeza y bajaba hasta sus hombros.
Qwi estaba mirando a Mon Mothma y los ministros. La investigadora irguió la espalda y permitió que sus delgados brazos colgaran inmóviles a los lados, y después empezó a hablar con una voz levemente aflautada que recordaba el canto de los pájaros.
—Mon Mothma, estimados representantes del gobierno de la Nueva República... —empezó diciendo Qwi—. Cuando me presenté por primera vez ante vosotros solicitando un refugio y trayendo conmigo el Triturador de Soles, me invitasteis a hablar siempre que sintiera la necesidad de hacerlo. Ahora debo comunicaros mis graves preocupaciones. Intentaré ser breve, ya que debéis tomar una decisión.
La enorme silueta de Chewbacca dejó escapar un gruñido ahogado de disgusto al lado de Wedge, pero aun así Wedge estaba impresionado ante lo inmóvil y callado que había conseguido permanecer el wookie hasta aquel momento. Chewbacca nunca había sido muy capaz de permanecer sentado en silencio.
—Cálmate, Chewbacca —dijo Cetrespeó en voz baja y suave—. Pronto tendrás una oportunidad de hablar. ¿Estás totalmente seguro de que no deseas que retoque un poco tus palabras para que resulten más adecuadas a las circunstancias? Ya sabes que soy un androide de protocolo, y estoy muy familiarizado con las exigencias de esta clase de situaciones.
Chewie resopló una negativa no muy ruidosa pero tajante. Wedge les hizo callar con un siseo para poder oír hablar a Qwi. Su voz musical no tembló ni vaciló, y Wedge empezó a sentir cómo el calor del orgullo se iba extendiendo por su pecho.
—El Triturador de Soles es el arma más formidable jamás concebida —estaba diciendo Qwi—. Yo lo sé mejor que nadie, pues la he diseñado. Pertenece a un orden de magnitud todavía más peligroso que la mismísima Estrella de la Muerte. Ya no se encuentra a disposición de los poderes imperiales..., pero me preocupa cuáles puedan ser las intenciones de la Nueva República. Me he negado a revelar cómo funciona por una razón, pero habéis mantenido oculto al Triturador de Soles en vuestros hangares de investigación durante semanas. Habéis hurgado en él, lo habéis estudiado y habéis intentado descifrar sus secretos. Vuestros esfuerzos no os servirán de nada.
Hizo una pausa para respirar hondo, y Wedge se preocupó al pensar que quizá le estaba fallando el valor. Pero Qwi enseguida irguió su esbelta silueta y volvió a hablar.
—Os apremio a que destruyáis el Triturador de Soles —dijo—. Un arma tan poderosa no debería ser confiada a las manos de ningún gobierno.
Mon Mothma, que parecía estar muy cansada y pálida, bajó la mirada hacia Qwi Xux. El anciano general Jan Dodonna estaba sentado debajo de ella y a su izquierda, y fue el primero en hablar.
—Según los informes que nos han proporcionado nuestros ingenieros, el arma no puede ser destruida —dijo—. La armadura cuántica hace imposible incluso el intentar desmantelarla, doctora Xux.
—Entonces deben encontrar otra manera de hacer desaparecer el Triturador de Soles —dijo Qwi.
El senador Garm Bel-Iblis se puso en pie. El antiguo enemigo de Mon Mothma parecía estar bastante irritado.
—No podemos permitirnos el lujo de perder un arma tan poderosa —dijo—. El Triturador de Soles nos proporciona una ventaja táctica que no se encuentra al alcance de ninguno de nuestros enemigos imperiales.
—Basta —dijo Mon Mothma con voz temblorosa. El rubor que cubría sus mejillas hacía resaltar todavía más la palidez de su piel—. Hemos discutido este asunto en muchas ocasiones, y mis opiniones no han cambiado —siguió diciendo—. Un arma que posee un poder destructivo tan horripilante es un artefacto brutal e inhumano. El Emperador quizá fuese lo suficientemente monstruoso como para tomar en consideración la posibilidad de utilizarla, pero la Nueva República jamás se rebajará a semejante barbarie sean cuales sean las circunstancias. No necesitamos tal arma, y su presencia sólo sirve para dividirnos. Vetaré cualquier intento de seguir estudiando el Triturador de Soles, y me opondré hasta mi último aliento a quien sugiera utilizarlo contra cualquier enemigo, ya sea imperial o de otra clase.
Contempló en silencio a sus jefes militares, y Wedge se sintió un poco intimidado por la ira y la convicción que habían impregnado su voz. El asiento sin ocupar del almirante Ackbar, que siempre había defendido la cordura y la moderación, era como el terrible vacío de una profunda herida. Wedge apremió en silencio a Qwi a que volviese a hablar y expusiera su idea.
—Disculpadme, pero me estaba preguntando si se me permitiría hacer una sugerencia —dijo Qwi en aquel mismo instante, como si hubiera leído los pensamientos de Wedge—. El Triturador de Soles no puede ser destruido mediante los métodos normales, por lo que deberíamos utilizar el piloto automático para enviarlo al corazón de una estrella o por lo menos, al núcleo de un gigante gaseoso, donde resultaría totalmente imposible recuperarlo.
—Bastaría con un gigante gaseoso —dijo el general Crix Madine—. Las presiones existentes en el núcleo son tremendamente superiores a las que pueden soportar incluso nuestras naves más sofisticadas. El Triturador de Soles nunca podría ser sacado de allí.
Bel-Iblis miró a su alrededor, y sus oscuros ojos lanzaron destellos de ira.
—Muy bien —dijo, como si estuviera presintiendo la derrota y comprendiera que un gigante gaseoso era un poco más aceptable que la furia cegadora de una estrella—. Enviadlo al núcleo de un gigante gaseoso, y olvidémonos del Triturador de Soles ya que no puede servirnos de nada.
Mon Mothma alzó una mano como si fuera a emitir una directiva oficial, pero Bel-Iblis se le adelantó.
—Y hablando de un tema estrechamente relacionado con éste, espero que no hayan olvidado que la Instalación de las Fauces continúa siendo una amenaza —dijo—. La almirante imperial puede haberse marchado con sus Destructores Estelares, pero los científicos siguen dentro del cúmulo de agujeros negros. Según el informe del general Solo, cuentan con un prototipo de Estrella de la Muerte plenamente capaz de operar.
Chewbacca se puso en pie y lanzó un rugido ensordecedor. El sonido creó ecos en toda la cámara, y detuvo todas las conversaciones. Cetrespeó agitó sus brazos de metal dorado.
—¡Todavía no, Chewbacca, todavía no! Aún no es nuestro turno de hablar.
Pero Mon Mothma miró al cada vez más nervioso wookie e inclinó la cabeza.
—¿Tienes algo que decirnos, Chewbacca? Bien, entonces te ruego que lo hagas.
Chewbacca pronunció una larga frase retumbante en su lengua. Cetrespeó permaneció inmóvil junto al wookie mientras hablaba, y fue traduciendo rápidamente lo que decía con su atiplada voz sintética.
—Chewbacca desea recordar a esta augusta asamblea que la Instalación de las Fauces no sólo acoge a un gran número de científicos imperiales altamente inteligentes, sino que también sirve como prisión a muchos cautivos wookies que llevan casi una década allí. Chewbacca desea sugerir respetuosamente que...
Cetrespeó alzó una mano metálica delante de la boca del wookie.
—¡No corras tanto, Chewbacca! Lo estoy haciendo lo mejor posible... —El androide giró sobre sí mismo y volvió a encararse con la Jefe de Estado y los altos cargos de la Nueva República—. Discúlpenme. Chewbacca desea solicitar con el máximo respeto que el Consejo de la Nueva República tome en consideración la posibilidad de enviar una expedición a la Instalación de las Fauces, y que ésta sea organizada de tal manera que cumpla la doble función de grupo de rescate y fuerza de ocupación de la Instalación de las Fauces.
Chewbacca lanzó un rugido, pero Cetrespeó no se inmutó.
—Ya sé que no es lo que dijiste, Chewbacca, pero es lo que querías decir..., así que calla y deja que acabe.
»Ejem... Con una fuerza de ocupación semejante, la Nueva República podría garantizar la seguridad y el paradero de cualquier terrible superarma que haya sido desarrollada en la Instalación de las Fauces. Chewbacca les agradece el tiempo y la consideración que le han dedicado, y les desea que tengan un buen día.
El wookie le lanzó un puñetazo y Cetrespeó perdió el equilibrio y cayó, agitando sus brazos y piernas doradas con su habitual torpeza envarada hasta quedar sentado en el suelo.
—Oh, cállate —dijo el androide—. Todos los cambios que he introducido han sido mejoras.
Mon Mothma contempló a los miembros del Consejo. Todos ellos parecían muy complacidos con la sugerencia de enviar una expedición a la Instalación de las Fauces. Qwi Xux fue retrocediendo poco a poco hacia Wedge sintiéndose tan nerviosa como aliviada, y Wedge le dio un suave apretón en el hombro felicitándola por su actuación. Qwi le sonrió, y Wedge le devolvió la sonrisa.
—Creo que todos estamos de acuerdo..., por una vez —dijo Mon Mothma, y logró curvar los labios en la sombra de una sonrisa—. Organizaremos una fuerza de ocupación y rescate que partirá hacia la Instalación de las Fauces. Debemos actuar con decisión y lo más pronto posible, pero no tan deprisa como para cometer errores.
Mon Mothma miró a su alrededor, y la expresión de su rostro parecía indicar que lo único que deseaba en aquellos momentos era salir de la cámara y volver a sus aposentos, donde podría descansar. Wedge frunció el ceño, sintiéndose cada vez más preocupado por ella.
—Si no hay ningún otro asunto que tratar, queda levantada la sesión —dijo Mon Mothma.