7

Luke estaba guiando a una procesión de estudiantes Jedi por los niveles inferiores del templo massassi, iluminando su camino con una lamparilla. Todos vestían su túnica con capucha y ninguno había protestado ante la excursión nocturna decidida por Luke, pues llevaban el tiempo suficiente con él como para haberse acostumbrado a sus excéntricos métodos de adiestramiento.

Luke sintió el frío roce de las piedras pulimentadas en sus pies, pero enseguida eliminó la sensación. «Un Jedi debe ser consciente de cuanto le rodea, pero no debe permitir que le afecte de maneras que no desea» Luke se repitió la frase a sí mismo, y concentró su mente en el estado de control perfecto que había ido descubriendo y dominando poco a poco gracias a las enseñanzas de Obi-Wan Kenobi y Yoda y a sus propios ejercicios de autodescubrimiento.

Al principio había percibido el silencio del templo, pero no tardó en ampliar el alcance de sus percepciones y se riñó mientras lo hacía. El Gran Templo no se hallaba sumido en el silencio: los bloques de piedra crujían y temblaban mientras se iban enfriando a medida que transcurría la noche. Las corrientes de aire danzaban con débiles susurros, ríos que se movían lentamente a través de los corredores. Diminutos arácnidos cuyas patas terminaban en duras y afiladas puntas de queratina se deslizaban por los suelos y las paredes con un veloz repiqueteo. El polvo se iba aposentando lentamente.

Luke guió a su grupo en un lento descenso por el tramo de escalones hasta que se encontró con un muro de piedra, y esperó a que todos hubieran llegado.

Gantoris, el de los cabellos oscuros, fue el primero en darse cuenta de la hilacha casi imperceptible de neblina que se abría paso por una pequeña grieta de la roca.

—Veo vapor —dijo.

—Huelo a azufre —dijo Kam Solusar.

—Muy bien —dijo Luke.

Hizo funcionar el panel secreto que movía la puerta de piedra y revelaba un laberinto de pasadizos medio derrumbados. El túnel bajaba rápidamente de nivel, y los estudiantes le siguieron mientras Luke se agachaba para internarse en la negrura tenebrosa de las sombras. Su lámpara emitía un tembloroso charco de claridad que formaba un círculo a su alrededor. Su sombra hacía pensar en un monstruo encapuchado, una distorsión de la negra silueta de Darth Vader que se estuviera recortando sobre los muros.

El pasadizo subterráneo se desviaba hacia la izquierda, y Luke no tardó en poder captar el acre olor de los vapores sulfurosos. Las protuberancias rocosas lloraban humedad condensada. Un instante después pudo oír el gorgoteo del agua y el susurro del vapor, y los débiles suspiros que emitía la piedra al dejar escapar el calor acumulado en ella.

Luke entró en la gruta y se detuvo para tragar una honda bocanada de aquella atmósfera impregnada de olores acres y minerales. La piedra estaba caliente y húmeda bajo las plantas de sus pies, y la condensación la volvía un poco resbaladiza.

Los estudiantes se reunieron con él y bajaron la mirada para contemplar un manantial de aguas minerales que brotaba de un agujero circular. Cadenas de burbujas que parecían perlas formaban delicados encajes sobre la límpida superficie, y los gases volcánicos se filtraban por las pequeñas hendiduras de las rocas. El agua reflejaba la débil claridad que brotaba de su lámpara, y las algas que recubrían los lados del estanque le daban un color azulado tan hermoso como si brotara de una gema. Cornisas de piedra y depósitos minerales que se habían ido acumulando lentamente con el paso del tiempo formaban asideros y angostos asientos en las paredes del manantial de agua caliente.

—Éste es el final de nuestro viaje —dijo Luke, y apagó la lámpara.

La oscuridad del subsuelo cayó sobre ellos engulléndolos, pero sólo durante un momento. Luke oyó cómo dos estudiantes tragaban aire con un jadeo ahogado —eran Streen y Dorsk 81—, pero los demás consiguieron reprimir su sorpresa.

Luke clavó la mirada en la negrura y concentró su voluntad ordenándole que se apartara. La luz se fue filtrando poco a poco a través de la negrura, un destello lejano de resplandor estelar reflejado que procedía de una abertura en el techo que se encontraba muy por encima de sus cabezas.

—Este ejercicio os ayudará a concentraros y a establecer una sintonía más perfecta con la Fuerza —dijo Luke—. El agua está a la temperatura ideal. Flotaréis dentro de ella sin oponerle ninguna resistencia, y así podréis salir de vosotros mismos para entrar en contacto con el resto del universo.

Luke se quitó la túnica Jedi, fue hacia el manantial moviéndose ágilmente y sin vacilaciones por entre la penumbra, y entró en él sin producir el más leve chapoteo. Después oyó el roce de la tela cuando los estudiantes le imitaron, quitándose las túnicas y avanzando hacia la orilla.

El repentino calor del agua fue como un aguijonazo en su piel, y el espumear de burbujitas que brotó del manantial envolvió su cuerpo con un suave cosquilleo. Una sucesión de ondulaciones recorrió el estanque de un extremo a otro a medida que los estudiantes Jedi se iban introduciendo en él uno por uno. Luke sintió cómo empezaban a flotar y se relajaban poco a poco, permitiéndose dejar escapar un suspiro de placer y satisfacción.

Luke fue respirando despacio y muy profundamente, dejando que el agua le acunase mientras limpiaba su mente y su cuerpo. La sombra de olor a azufre que impregnaba la atmósfera se deslizó por su garganta frotándola hasta dejarla limpia, y el calor y las burbujas le abrieron los poros.

—No hay emoción, sino paz —dijo, repitiendo palabras del Código Jedi que le había enseñado Yoda—. No hay ignorancia, sino conocimiento. No hay pasión, sino serenidad. No hay muerte, sino la Fuerza.

Oyó el susurro de las voces mezclándose unas con otras mientras los doce estudiantes repetían sus palabras. Pero todo aquello le resultaba demasiado rígido y envarado, porque Luke quería que sus estudiantes le comprendieran y no se conformaba con que aprendieran unos cuantos mantras de memoria.

—Estáis flotando en el calor, envueltos en una oscuridad casi absoluta... —siguió diciendo—. Imaginad que estáis totalmente sumergidos, rodeados, libres... Dejad que vuestras mentes vagabundeen por donde les plazca, y permitid que viajen sobre las ondulaciones de la Fuerza.

Movió las manos acariciando delicadamente las aguas hacia adelante y hacia atrás para producir olas en el estanque. Los otros estudiantes se removieron. Luke pudo sentir su presencia a su alrededor, y se dio cuenta de que se estaban concentrando de una manera excesivamente consciente y forzada.

—Mirad hacia arriba —dijo—. Antes de poder viajar a otro sitio tenéis que descubrir en qué lugar estáis.

Una rebanada de estrellas parecía desparramarse a través de una grieta que atravesaba las rocas del techo muy por encima de él. Los puntitos luminosos parpadeaban y temblaban debido a las corrientes de la atmósfera de Yavin 4.

—Sentid la Fuerza —murmuró, y después repitió las palabras alzando la voz—. Sentid la Fuerza... Sois parte de ella. Podéis viajar con la Fuerza, descendiendo hasta el núcleo de esta luna y saliendo de ella para llegar a las estrellas... Cada criatura viviente hace que la Fuerza sea más grande, y todo obtiene su fortaleza de ella. Concentraos conmigo, y observad los panoramas ilimitados que os mostrarán vuestras capacidades.

Luke siguió flotando en el agua caliente sintiendo el siseo de las burbujas que rozaban su piel. Después alzó la mirada hacia aquel retazo de estrellas confinadas en el orificio del techo y volvió a bajarla hacia las oscuras aguas del estanque.

—¿Podéis verlo? —preguntó.

El fondo del estanque empezó a brillar con un tenue centelleo luminoso, y se abrió de repente revelando un umbral al universo. Luke vio el glorioso esplendor de las estrellas, los brazos de la galaxia y los soles que estallaban en titánicos paroxismos de muerte y a las nebulosas que se fundían en una deslumbrante oleada de nacimiento.

Oyó los jadeos de sorpresa que brotaron de las bocas de los estudiantes Jedi cuando contemplaron la misma visión. Cada uno de ellos parecía haberse convertido en una silueta inmensamente libre e independiente de todo cuanto la rodeaba que flotaba sobre el universo, allí donde podían obtener la perspectiva final e insuperable, un auténtico panorama desde las alturas.

Luke sintió cómo el asombro palpitaba en su interior cuando identificó Coruscant y los mundos del Núcleo del Emperador. Vio los sistemas azotados por las batallas donde los maltrechos restos del Imperio se enfrentaban unos a otros en una cruenta guerra civil, y vio los sistemas vacíos que en el pasado habían estado controlados por el Imperium Ssi Ruuk hasta que los alienígenas fueron derrotados por las fuerzas combinadas rebeldes y del Imperio en Bakura. Luke reconoció y nombró planetas cuya superficie había pisado: Tatooine, Bespin, Hoth, Endor, Dathomir y muchos otros, incluido el mundo secreto de Anoth, donde él y el almirante Ackbar habían escondido al tercer bebé de Han y Leia.

Pero de repente los nombres y las coordenadas de aquellos planetas parecieron llenar su mente de disgusto, y Luke se riñó a sí mismo por haber estado pensando como si fuera un estratega o un piloto de nave espacial. Los nombres y las situaciones no significaban absolutamente nada. Cada mundo y cada estrella formaban parte del todo de la galaxia, de la misma manera que Luke y sus estudiantes también formaban parte de ella en el praxeum Jedi. De la misma manera que las plantas y los animales de la jungla que se extendía sobre sus cabezas...

Y entonces sus sentidos agudizados captaron un cambio repentino en las profundidades de las cámaras subterráneas donde se encontraban las válvulas volcánicas dormidas que proporcionaban el calor geotérmico al manantial de aguas minerales. Una burbuja acababa de reventar en algún lugar de la corteza de Yavin 4 y había dejado escapar un chorro de gases calientes que estaba ascendiendo a gran velocidad, filtrándose a través de las grietas de las rocas en un continuo hervor que subía incesantemente en busca de una ruta de huida..., y viniendo hacia ellos al hacerlo.

Una brecha oscura apareció en la imagen de la galaxia que había debajo de ellos. Cuatro estudiantes Jedi se agitaron en una repentina ondulación llena de alarma y se debatieron en el agua caliente, chapoteando e intentando llegar a la orilla. Otros estudiantes empezaron a sucumbir al pánico y se rodearon con los brazos.

Luke se enfrentó a su miedo y luchó con él hasta dominarlo, y cuando habló hizo que su voz sonara potente y segura de sí misma, como había intentado que sonara en el pasado cuando estaba negociando con Jabba el Hutt. Las palabras brotaron rápidamente de sus labios, llenando los segundos que les quedaban.

—Un Jedi no siente el calor o el frío —dijo—. Un Jedi puede hacer que el dolor se extinga y desaparezca. ¡Utilizad la Fuerza para fortaleceros!

Luke recordó el momento en que había caminado sobre la lava durante una de las pruebas por las que le había obligado a pasar Gantoris. Después concentró toda su voluntad en el deseo de obtener una protección extra para su cuerpo, formando una envoltura imaginaria tan delgada como un pensamiento y tan fuerte como ese mismo pensamiento alrededor de su piel desnuda.

Luke recorrió los rostros llenos de preocupación de sus estudiantes con una rápida mirada. Vio cómo Kirana Ti cerraba sus verdes ojos y apretaba los dientes hasta hacerlos rechinar: cómo Kam Solusar clavaba la vista en la nada, pero se las arreglaba para parecer seguro de sí mismo a pesar de todo: y que Streen, el ermitaño de las nubes de Bespin, no parecía entender nada y sin embargo reaccionaba instintivamente aumentando su protección.

Las burbujas terminaron su agitado viaje llegando a la superficie del estanque, y en ese mismo instante Dorsk 81, el clon de piel amarilla llegado del planeta burocrático, se debatió frenéticamente y empezó a ir hacia la orilla. Luke enseguida se dio cuenta de que no disponía del tiempo necesario para ponerse a salvo. Si Dorsk 81 no alzaba sus defensas personales durante los próximos segundos, se cocería vivo cuando el gas recalentado se mezclara con la atmósfera de la gruta.

Gantoris agarró a Dorsk 81 antes de que Luke pudiera moverse, aferrando el hombro desnudo del alienígena con su mano encallecida.

—¡Ven conmigo! —exclamó Gantoris, alzando su voz para hacerse oír por encima del estridente siseo.

La superficie del manantial caliente ya se estaba llenando de burbujas de gases volcánicos. Luke vio cómo un muro de protección increíblemente sólido y potente rodeaba a Gantoris y Dorsk 81... y un instante después los gases surgidos de las entrañas de la luna de Yavin 4 hicieron erupción a su alrededor y agitaron las aguas convirtiéndolas en un furioso hervidero espumeante.

Luke sintió la punzada del intensísimo calor, pero la rechazó con un esfuerzo de voluntad. Después pudo sentir cómo la potencia iba creciendo poco a poco a medida que los estudiantes comprendían lo que debían hacer y se reforzaban unos a otros. La oleada de calor abrasador sólo duró unos segundos, y la hirviente superficie del estanque no tardó mucho en ir recobrando la inmovilidad.

La ventana al universo se había esfumado.

—Ya es suficiente por esta noche —dijo Luke, dejando escapar un suspiro de satisfacción. Trepó por la orilla del manantial de aguas minerales y se puso en pie, rociando el suelo con las gotitas que se desprendían de su cuerpo desnudo. Pudo oler las nubes de vapor sulfuroso que brotaban de su piel mientras buscaba a tientas hasta encontrar los ásperos pliegues de la túnica Jedi que había dejado en el suelo—. Pensad en lo que habéis aprendido.

Los estudiantes empezaron a reír y a intercambiar felicitaciones, y fueron saliendo uno a uno del estanque. Gantoris ayudó a Dorsk 81, y el alienígena le dio las gracias antes de ponerse la túnica.

—La próxima vez seré más fuerte —dijo Dorsk 81 en la penumbra.

—Sé que lo serás.

Luke fue hacia Gantoris mientras su estudiante empezaba a pasarse la túnica por encima de su oscura cabellera.

—Te has portado muy bien, Gantoris —dijo.

—No era más que calor —replicó Gantoris, y su rostro se puso muy serio—. Hay cosas mucho peores que el calor... —Hizo una breve pausa, y después habló en el tono de quien revela un gran secreto—. Maestro Skywalker... No eres el hombre oscuro que aparecía en las pesadillas que tuve en Eol Sha. Ahora lo sé.

La confesión cogió desprevenido a Luke y le sorprendió bastante. La penumbra le impedía ver la expresión de Gantoris. Sabía que Gantoris había padecido premoniciones terribles cuando estaba en Eol Sha, pero no había vuelto a hablar de sus pesadillas desde que llegaron a Yavin 4. Luke abrió la boca disponiéndose a preguntarle por qué había decidido hablarle de ellas precisamente en aquel momento, pero Gantoris giró sobre sí mismo y se deslizó en silencio junto a los otros estudiantes, dejándolos atrás mientras iniciaban el regreso por los túneles sumidos en la oscuridad.

Los estudiantes se habían reunido en la pista de descenso para seguir con sus ejercicios. La mañana de Yavin 4 era tan húmeda como de costumbre, y las nieblas subían lentamente hasta llegar a la cima del Gran Templo. Los sonidos que brotaban de la jungla eran como un zumbido continuo que se agitaba alrededor de los estudiantes mientras practicaban las extrañas y a veces incluso un poco ridículas lecciones que les permitirían mejorar su equilibrio sobrenatural y llevar a cabo sus primeras y más simples hazañas de levitación.

Luke iba y venía por entre ellos mientras los estudiantes trataban de hacer las cosas que Yoda le había enseñado en los neblinosos pantanos de Dagobah. Sonrió al ver cómo Kirana Ti y Tionne, la joven trovadora e historiadora, unían sus fuerzas. Las dos mujeres se concentraron, y acabaron consiguiendo alzar por los aires a Erredós en un gran esfuerzo de concentración. El androide había estado recorriendo la pista para arrancar la maleza y los hierbajos que siempre estaban amenazando con invadirla, y lanzó un indignado chorro de pitidos y silbidos electrónicos apenas descubrió que sus orugas tractoras estaban girando en el aire.

Gantoris surgió repentinamente de las sombras que llenaban la entrada del templo y entró en la luz caliginosa de la mañana. Luke se volvió hacia él.

—¡Vaya, Gantoris, me alegra mucho ver que podemos contar con tu compañía! —exclamó, combinando el buen humor con una leve sombra de reproche mientras alzaba significativamente la mirada hacia el gigante gaseoso, cuya masa anaranjada ya había subido lo suficiente para llenar una gran parte del cielo.

Gantoris tenía el rostro tan enrojecido como si se hubiera quemado, pero en la parte de su frente donde tendrían que haber estado sus cejas sólo había piel lisa y dura. Había recogido su abundante melena negra en una larga trenza que le colgaba por debajo de los hombros.

—Me he estado preparando para una nueva prueba —digo Gantoris, y después deslizó una mano por entre los pliegues de su túnica y extrajo un cilindro negro.

Luke parpadeó con expresión asombrada al ver una espada de luz recién construida.

Erredós cayó estrepitosamente al suelo con un chillido de terror cuando la sorpresa hizo que Kirana Ti y Tionne fueran incapaces de seguir manteniendo su estado de concentración. Los otros estudiantes interrumpieron sus ejercicios y se volvieron hacia Luke y Gantoris para observarles con los ojos llenos de asombro.

—Lucha conmigo, Maestro Skywalker —dijo Gantoris, y se quitó la túnica para revelar el uniforme acolchado de capitán que llevaba cuando era líder de sus gentes en Eol Sha.

—¿Dónde has conseguido una espada de luz? —preguntó cautelosamente Luke mientras su mente funcionaba a toda velocidad.

Ninguno de sus estudiantes tendría que haber progresado lo suficiente como para poder dominar la tecnología implícita en aquel aspecto de la disciplina Jedi.

Gantoris acarició los controles de la empuñadura y la hoja resplandeciente surgió de ella con un siseo estridente, un núcleo incandescente de energía ribeteado por franjas de un color violeta oscuro. Movió la muñeca agitando la hoja de un lado a otro para probarla, y un zumbido que hacía vibrar los huesos hendió el aire.

—¿Acaso la verdadera prueba del Jedi no es construir su propia espada de luz?

Luke decidió que debía actuar con la máxima prudencia posible.

—La espada de luz puede parecer la más sencilla de las armas, pero aprender a emplearla correctamente exige mucho tiempo —le explicó—. Quien no esté acostumbrado a manejarla tiene tantas probabilidades de hacerse daño a sí mismo como de hacérselo a su oponente. No estás preparado para esto, Gantoris.

Pero Gantoris permaneció tan inmóvil ante él como si fuera un coloso massassi desgastado por las inclemencias del tiempo, sosteniendo la hoja reluciente de su espada de luz en posición vertical delante de su cara.

—Si no activas tu espada de luz y luchas conmigo, te partiré por la mitad ahora mismo. —Hizo una pausa y sonrió sarcásticamente—. Supongo que eso sería un destino bastante indigno de un Maestro Jedi, ¿verdad?

Luke se quitó de mala gana la túnica con un encogimiento de hombros. Después descolgó su espada de luz del cinturón de su mono de vuelo gris y lo activó, haciendo surgir la hoja verde amarillenta mientras sentía cómo la Fuerza palpitaba a través de su cuerpo.

Los otros estudiantes seguían observándoles en silencio y con los ojos llenos de asombro. Luke se preguntó cómo podía haber llegado a cometer un error de cálculo tan grande, y cómo se las había arreglado Gantoris para obtener acceso a una información que sólo habría tenido que estar al alcance de un estudiante avanzado.

Dio un paso hacia adelante mientras alzaba su hoja. Gantoris le contempló sin parpadear. Luke vio que sus ojos ribeteados de rojo ardían con una intensidad insondable, y sintió una punzada de temor.

Cruzaron sus hojas con un chisporroteo de energía que se disipó en el aire en una primera finta para evaluarse el uno al otro. Luke sintió la resistencia de las hojas de energía y el flujo de la Fuerza. Su espada de luz volvió a chocar con la de Gantoris, esta vez con más ímpetu que la primera, y un diluvio de chispas voló por los aires.

De repente Gantoris abandonó toda pretensión de estar haciendo una mera prueba, y se lanzó sobre Luke repartiendo feroces tajos y mandobles con su sable blanco violeta. Luke detuvo cada golpe, pero se limitó a luchar a la defensiva para no provocar a su estudiante y enfurecerlo todavía más de lo que ya estaba.

Gantoris no dejaba escapar ningún sonido mientras lanzaba un golpe detrás de otro. Las espadas de luz entrechocaban con un deslumbrante destello de resplandores multicolores. La furia que se había adueñado de Gantoris asombró a Luke, y fue retrocediendo poco a poco hasta el comienzo de la jungla, sintiéndose cada vez más preocupado ante aquella terrible violencia.

Gantoris siguió atacando. Luke se concentró en olvidar la presencia de los otros estudiantes que les estaban observando.

—¿Ya soy un Jedi? —preguntó Gantoris con voz enronquecida.

Luke paró su golpe y bloqueó el siguiente, inmovilizando las dos hojas en un siseante choque de energías repentinamente liberadas.

—El adiestramiento exige diligencia y compromiso... y control —murmuró entre dientes—. Un Jedi debe saber algo más que cómo construir una espada de luz. ¡También debe aprender cómo y cuándo hay que utilizarla!

Luke se lanzó hacia adelante tomando repentinamente la ofensiva. Lanzó un golpe detrás de otro, evitando cuidadosamente hacer ningún daño a Gantoris, pero atacando con una inconmovible confianza en sí mismo y mostrando todo su dominio del arma de energía a cada momento.

—La espada de luz es el arma de un Caballero Jedi, pero un verdadero Jedi rara vez la utiliza para resolver una disputa —dijo—. Siempre es preferible pensar más deprisa que tu oponente y adelantarte a él con tus maniobras, pero cuando se ve obligado a hacerlo... ¡Entonces un Jedi golpea con la velocidad del rayo y con una potencia irresistible! —añadió mientras hacía bajar su espada de luz en un mandoble impulsado por todas sus fuerzas.

Gantoris se defendió torpemente y fue retrocediendo poco a poco hasta el comienzo de la jungla. Nubes de rocío brotaron de la maleza cuando pisotearon los macizos de helechos gigantes, y su combate asustó a una bandada de criaturas aladas que se alejaron volando entre chillidos estridentes. Gantoris lanzó un desesperado diluvio de golpes contra la espada de luz de Luke, utilizando la fuerza bruta pero sin ninguna sutileza. De repente tropezó con el enorme tronco de un árbol massassi, y las escamas de corteza purpúrea cayeron al suelo con un repiqueteo desigual.

Luke se alzó sobre él con la intención de poner fin al duelo, pero entonces los ojos de Gantoris se iluminaron con un resplandor todavía más intenso que el de antes. Presionó un botón de la empuñadura de su espada de luz con la misma expresión que si estuviera haciendo funcionar una trampa... y la hoja de bordes violetas se extendió repentinamente como si fuese una lanza, saliendo disparada hacia adelante hasta casi doblar su longitud inicial.

Los reflejos de Luke reaccionaron con una velocidad increíble haciéndole saltar a un lado, y la punta de la hoja de energía de Gantoris atravesó la manga de su mono de vuelo gris, dejando un orificio humeante en la tela.

Luke contempló con incredulidad a Gantoris durante una fracción de segundo preciosa. Su estudiante no sólo había construido su propia espada de luz, sino que además la había dotado de un sistema alimentador de gemas múltiples que le permitía alterar la longitud de su hoja a voluntad. Un arma semejante resultaba como mínimo dos veces más difícil de manejar que una espada de luz tradicional, ¡y Gantoris había hecho todo aquello sin ayuda!

Gantoris siguió explotando su ventaja momentánea sin perder ni un instante, y lanzó una nueva estocada con su hoja de longitud superior a la normal, sabiendo que Luke no podía aproximarse lo suficiente para tocarle.

—¡Gantoris! —gritó la frágil y estridente voz de Streen.

Ni Luke ni Gantoris le hicieron ningún caso. Los otros estudiantes se apresuraron a avanzar hacia el comienzo de la jungla, pero la batalla era únicamente entre Gantoris y Luke.

Luke se sintió consternado al ver la temeridad de que estaba dando muestra Gantoris, sobre todo porque le recordó la última batalla que había librado con Darth Vader mientras el Emperador les contemplaba con satisfacción, animando a Luke a permitir que la ira fluyese a través de él. Luke había estado a punto de caer en la trampa. Y había faltado muy poco para que se dejara controlar por su ira e iniciase el viaje que habría acabado llevándole al lado oscuro. Pero al final había demostrado ser lo suficientemente fuerte para resistir la tentación.

Gantoris parecía encontrarse peligrosamente cerca del borde de aquel abismo.

Luke tensó los músculos, hizo acopio de energías y saltó hacia arriba. Se impulsó con su capacidad levitatoria y salió disparado hasta una altura suficiente para alcanzar una gruesa rama inferior del árbol massassi. Después se posó suavemente sobre ella, manteniendo el equilibrio sin ninguna dificultad mientras bajaba la mirada hacia Gantoris, que parecía estar más enfurecido que nunca.

—¿Cómo has aprendido todo esto? —gritó Luke para hacerse oír por encima del zumbido de las espadas de luz, tratando de que su voz se abriera paso a través de la obsesiva decisión de Gantoris.

Gantoris alzó el rostro hacia él y le contempló con sus ojos ribeteados de rojo en los que ardía toda la apasionada hoguera de sus emociones.

—¡No eres el único que puede enseñar a seguir el camino Jedi! —replicó.

Después Gantoris dejó escapar un grito ahogado, levantó su espada de luz empuñándola con las dos manos y lanzó un potente mandoble lateral que se abrió paso a través del enorme tronco del árbol con un agudo chisporroteo. Las chispas, el humo y el olor a canela húmeda de la savia derramada impregnaron el aire. El viejo árbol se inclinó a un lado, y después fue desplomándose con un estrépito ensordecedor a través de las ramas más altas de otros árboles para irse derrumbando poco a poco.

Luke saltó de él y se posó sobre un montón de musgo y ramas caídas. Tenía que poner fin a todo aquello lo más pronto posible. Gantoris parecía estar poseído por una ira que era totalmente incapaz de controlar, y las técnicas Jedi para producir un efecto calmante más sencillas no tenían ningún efecto sobre él.

Gantoris acortó su hoja de energía hasta dejarla en una longitud que resultaba más fácil de manejar, igualándola a la de Luke mientras se preparaba para el ataque. Luke permitió que su estudiante le obligase a retroceder paso a paso por entre los helechos y las masas resplandecientes de las orquídeas nebulosa. Desplegó sus percepciones a través de la Fuerza sintiendo la presencia de jungla que les rodeaba, y buscó una diversión útil.

Y la encontró.

Fingió que tropezaba con una roca medio desmenuzada cubierta de hongos e inclinó el cuerpo a un lado, tambaleándose como si fuera a caer sobre un matorral. Gantoris se lanzó sobre él apartando las lianas con feroces mandobles de su espada de luz que las convertían en nubecillas de vapor grisáceo. Gantoris estaba haciendo tanto ruido que no podría oír los gruñidos y burbujeos que brotaban del matorral.

Luke saltó a un lado justo cuando Gantoris descargaba su espada de luz sobre él. La hoja blanca y violeta se abrió paso a través de la maraña de tallos y espinos... y un animal tan sorprendido como asustado emergió de la espesura lanzando un trompeteo tan espectacular que no habría desentonado en una representación de ópera.

El runyip volvió frenéticamente su corpachón de un lado y a otro mientras les dejaba atrás en una desesperada huida. Era una criatura enorme y torpe cubierta de un pelaje aceitoso, y las pellas de tierra pegadas a su nariz flexible indicaban que la había estado utilizando para hurgar entre la vegetación medio podrida.

La repentina aparición del animal sólo distrajo a Gantoris un segundo, pero Luke utilizó ese momento para desplegar la Fuerza hacia él. Manos invisibles arrancaron la empuñadura de la espada de luz de Gantoris de entre sus dedos, y después Luke utilizó sus capacidades Jedi para presionar el botón que desactivaba la hoja.

Luke tomó el arma de Gantoris con su mano izquierda en pleno vuelo, y después desactivó su espada de luz. La repentina desaparición del rugido sibilante de las dos hojas enfrentadas en combate hizo que la jungla pareciera quedar inquietantemente silenciosa.

Gantoris le miró fijamente sin moverse. Los dos hombres jadeaban y temblaban a causa del agotamiento. Se encontraban tan cerca el uno del otro que les habría bastado con alargar un brazo para poder tocarse. Sus frentes estaban perladas de sudor.

Luke acabó tomando una decisión y rompió aquel momento de inmovilidad que parecía estar haciéndose eterno. Hizo girar la empuñadura de la espada de luz de Gantoris, dirigiendo el orificio por el que brotaba la hoja de energía hacia la pechera de su mono gris, y se la ofreció a su oponente. Gantoris aceptó el arma después de una breve vacilación, la contempló en silencio durante unos instantes y volvió a alzar la cabeza. Sus ojos se encontraron con la mirada de Luke.

—Ha sido un ejercicio excelente, Gantoris —dijo Luke—, pero debes aprender a controlar tu ira. Podría acabar siendo tu perdición.