V
LA PARTICIÓN
DE PALESTINA
Entre 1945 y 1952 se extiende una nueva fase en la historia del Próximo Oriente, en la que al término de la Segunda Guerra Mundial se consolidan las independencias de los países árabes de la región, aunque en unas condiciones y circunstancias muy determinadas. Estas independencias son la fórmula política que representan los deseos de las respectivas oligarquías árabes nacionales, vinculadas con los intereses económicos occidentales y que se combinan en la expresión de un nacionalismo conservador aliado con Occidente: en 1945, Egipto e Irak son ya independientes, y en 1946 lo son Siria y Líbano, y también Transjordania, que en 1949 se transforma en el reino de Jordania. El ideal de la unidad árabe se ha materializado —si bien de forma limitada y con la protección británica— en la constitución de la Liga de Estados Árabes que nació en El Cairo en marzo de 1945.
Al término del conflicto mundial el nacionalismo árabe ha alcanzado así algunos de sus objetivos, aunque de manera parcial y limitada; en estos años, si por un lado los países árabes van a lograr su plena independencia, que constituía una de sus viejas aspiraciones, por otro el constante ideal de la unidad árabe parece inalcanzable al consolidarse los nuevos nacionalismos, a veces no sólo no solidarios sino incluso enfrentados entre sí, en el marco de las naciones árabes ya existentes, y manteniéndose sólo por encima de ellas el sueño de la unidad que sólo ha logrado concretarse, de manera insuficiente, en la Liga Árabe.
Después de la Segunda Guerra Mundial, en opinión de M. Cherif, la conciencia nacional árabe se extiende y se abre a nuevas dimensiones, como son los problemas sociales, bajo la influencia de cuadros nuevos, de organizaciones democráticas populares y de los ejemplos exteriores. En razón de los progresos de la economía, de los medios de transporte y de comunicaciones, de la opinión y del pensamiento, las clases populares amplían su participación en los movimientos nacionales y extienden su influencia; los cuadros se diferenciaron y a menudo llegaron a tener un carácter más popular. Las formas de acción se diversificaron igualmente: formas de acción organizadas sobre una escala más vasta, pacíficas pero también violentas; y asimismo se integraron en una especie de frente nacional dirigido contra el colonialismo y sus secuelas que desembocan en la descolonización de todo el mundo árabe-islámico.
Un nuevo e importante factor de movilidad en el Próximo Oriente lo constituyó el plan de partición de Palestina acordado por la O. N.U. en noviembre de 1947, al final del Mandato británico sobre el país, y el nacimiento del Estado de Israel en mayo de 1948, como consecuencia de los compromisos internacionales contraídos por Occidente con el movimiento sionista en auge, y que dio origen a una inmediata guerra entre Israel y los Estados árabes en 1948-1949, continuada con otras posteriores, terminadas en sendas victorias israelíes, lo que tendrá inevitables consecuencias en la situación de los países árabes.
La formación del Estado de Israel
Desde 1936, como señala Derriennic, el problema árabe-judío en Palestina aparece cada vez más como el conflicto más grave que se plantea en la región, que no será esencialmente transformado por la guerra. En 1939 todos los factores que hacen este conflicto inevitable se encuentran ya activos.
La relación de fuerzas evoluciona durante la guerra en favor de los judíos, cuya determinación política se ha incrementado, han mejorado su preparación militar y adquirido nuevos apoyos exteriores. La principal novedad introducida por la guerra mundial concierne a la situación de Gran Bretaña, oscilante entre los árabes y los sionistas. La presencia inglesa en Palestina, resultado de la Primera Guerra Mundial, ha sido la condición necesaria para el desarrollo del hogar nacional judío. La retirada inglesa, resultante de la segunda, será la condición imprescindible para su transformación en un Estado judío. La creación de este Estado constituye uno de los elementos fundamentales que ejercen una influencia decisiva en la situación y la historia del Próximo Oriente en la segunda mitad del siglo XX.
El final del Mandato británico
De 1945 a 1948 son los últimos años del Mandato británico sobre Palestina. La situación en el territorio se fue agravando desde el mismo final de la Segunda Guerra Mundial: en mayo y junio de 1945 los dirigentes sionistas piden al gobierno inglés la constitución de un Estado judío y la apertura de la inmigración —a lo que no accedieron los británicos— que continuó siendo clandestina (caso del Exodus en julio de 1947).
Desde octubre de 1945 la Haganah inició una ofensiva general de lucha armada contra objetivos británicos, principalmente sobre las comunicaciones y las instalaciones militares; ofensiva que culminó en el hecho más grave del atentado en julio de 1946 contra un ala del hotel Rey David en Jerusalén, sede del Cuartel General inglés, que provocó un gran número de víctimas y una repulsa general. En febrero de 1947 los ingleses proclaman el estado de sitio, mientras que el incrementado ejército británico en el país reprimía a los considerados terroristas.
Internacionalmente los sionistas consiguen el decisivo apoyo de EE. UU., cuyos presidentes Roosevelt y Truman se mostraron favorables a sus demandas. Una Comisión de encuesta anglo-americana elaboró en abril de 1946 un informe propicio a las aspiraciones sionistas, que fue rechazado por el gobierno británico, así como por los países árabes. Una nueva tentativa está representada por el Plan Morrison que proponía la partición de Palestina, e Inglaterra aceptó en julio de 1946 la división del territorio en dos regiones autónomas, árabe y judía, pero federadas, lo que tampoco fue aceptado. La Organización Sionista Mundial aprobó por su parte en agosto de 1946 el reparto de Palestina en dos Estados, que fue bien visto por el presidente de EE. UU.
En los primeros meses de 1947, por iniciativa del gobierno británico, se celebró en Londres una Conferencia con asistencia de representantes árabes y judíos que se reúnen por separado con los ingleses, siendo rechazadas todas las soluciones de compromiso basadas en el anterior proyecto de federación. En febrero se expuso el Plan Bevin anunciando que el conjunto del problema sería sometido a la decisión de N. U., lo que también fue rechazado tanto por los árabes como por los judíos, pero que parece es la única solución que interesa a Gran Bretaña.
La cuestión palestina en Naciones Unidas
Desde febrero de 1947, como indica A. Chouraqui, el centro de gravedad del problema palestino se desplazó de Londres a Naciones Unidas. Se entablan entonces negociaciones entre los Cinco Grandes y el Secretario General de N. U. que llevan a la convocatoria de una sesión especial de la Asamblea General que se reunió entre abril y mayo de 1947, y que designó una Comisión de once miembros para estudiar el problema de Palestina y hacer recomendaciones sobre la solución del mismo.
Esta Comisión comenzó sus trabajos en el mismo mes de mayo, realizando una tarea de información tanto en Palestina como entre los campos de refugiados en Europa, y elaborando un informe, en cinco volúmenes, que presentó a N. U. en agosto. Las dos tesis que se enfrentaban estaban suficientemente resumidas y razonadas: los judíos basaban sus derechos en los lazos históricos de Israel con Tierra Santa, derechos confirmados por la Declaración Balfour y el Mandato acordado por la Sociedad de Naciones a Gran Bretaña para la reconstrucción del hogar nacional judío, y con la colonización del territorio; los árabes oponían a los derechos judíos los derechos incuestionables del Islam sobre un país en el que se habían establecido en el año 637, teniendo un carácter musulmán, y en el que la población árabe era mayoritaria, sobre los que también habían recibido promesas por parte de Gran Bretaña, y considerando ilegal el Mandato.
La Comisión excluía en su informe una solución extrema y presentaba once recomendaciones votadas por unanimidad de sus miembros, acompañadas de dos planes distintos: uno, votado por mayoría —siete miembros— que proponía la partición de Palestina para la creación de dos Estados independientes, uno árabe y otro judío, mientras que Jerusalén quedaría bajo control internacional, con una unión económica; el otro plan, votado por minoría —tres miembros, mientras el undécimo país se abstuvo— proponía la creación de un Estado binacional con una estructura federal. Este segundo plan era rechazado tanto por árabes como por judíos, mientras que el primero, aunque también era rechazado por los árabes, en cambio era aceptado por los judíos.
Una nueva Asamblea General de N. U. se reunió en septiembre de 1947, encargándose una Comisión especial del problema palestino. Tanto EE. UU. como la U. R.S. S. se mostraban ya favorables al plan de partición, influyendo en este sentido entre sus países aliados, mientras que Gran Bretaña, que reiteró su decisión de poner fin a su administración, mostró los recelos e inconvenientes ante este plan. La Comisión concluyó por rechazar el plan de creación de un Estado federal, y aprobó el otro plan de instauración de dos Estados independientes. Para la realización de este plan el Mandato debía finalizar antes de agosto de 1948, y las medidas preparatorias de la independencia debían ser tomadas por una Comisión especial formada por cinco miembros de Naciones Unidas.
El plan de partición fue presentado a la Asamblea General y sometido a votación; después de un debate apasionado fue aprobado por la mayoría requerida de dos tercios, el 29 de noviembre de 1947, con el resultado de 33 votos a favor, entre ellos EE. UU. y la U. R.S. S. más los países de Europa, América y Oceanía, 13 votos en contra, los países del Próximo Oriente y Asia, y 10 abstenciones, entre ellos Gran Bretaña.
La proclamación del Estado de Israel
El resultado de la votación suscitó muy diferentes reacciones entre los dos adversarios implicados en la cuestión: mientras entre los judíos provocó un gran entusiasmo, no exento de preocupación, los árabes se mostraron totalmente contrarios a la decisión y estaban decididos a oponerse con todos sus recursos a la creación del Estado de Israel. Tres fuerzas actúan en el país en esta coyuntura y el resultado de su acción enfrentada será el estallido de la guerra árabe-israelí.
En primer lugar, Gran Bretaña es la fuerza en retirada. El gobierno inglés anunció que pondría fin a la administración del Mandato y abandonaría definitivamente Palestina el 15 de mayo de 1948. También declaró que mantendría una estricta neutralidad, lo que implicaba que no intervendría para nada en el proceso de transición, manteniendo una actitud de total pasividad. Incluso se negó a colaborar con la Comisión de N. U. que en ningún momento encontró un ambiente favorable para realizar su tarea, al tener no sólo el rechazo inglés sino también el árabe.
Por su parte, los árabes del movimiento nacional palestino procedieron a su reorganización en el marco de la Liga Árabe. Por su iniciativa se creó en 1945 un Alto Comité árabe que tenía como finalidad reagrupar a las diferentes organizaciones políticas palestinas, aunque algunas de ellas quedaron fuera. En 1947 la Liga creó un Comité militar con sede en Damasco que organizó un ejército de voluntarios árabes; sin embargo estos organismos no tenían una gran unidad y coherencia internas, y existían diferencias entre los dirigentes palestinos y los gobernantes árabes. En Palestina, los árabes comenzaron a atacar a los judíos, lo que representó el comienzo de la guerra civil, que se iría generalizando.
Los judíos sionistas fueron los que mejor se organizaron y los mejor preparados. En enero de 1948 el Consejo Nacional de los judíos de Palestina proclamó su resolución de proceder inmediatamente al establecimiento de un Estado judío, de acuerdo con el plan aprobado por N. U. El Consejo Nacional y la Agencia Judía designaron un Comité encargado de preparar los planes del futuro gobierno. Los judíos disponían de una superioridad en equipamiento y en efectivos, y tenían la ventaja de contar con una mejor organización y un mando único. Ante la guerra civil que había estallado en Palestina, N. U., con el apoyo de EE. UU. y Gran Bretaña, proyectaron en abril de 1948 abandonar el plan de reparto del territorio en dos Estados, pero los judíos estaban decididos a fundar su Estado apoyados por la Comisión especial, y aceleraron la solución que acabó por imponerse.
En el mismo abril de 1948 el Comité provisional de gobierno designó en Tel Aviv un Comité Ejecutivo presidido por Ben-Gurión. El 13 de mayo, el gobierno británico publicó una declaración anunciando que el Mandato británico sobre Palestina finalizaría a las 0 horas del próximo día 15. Pocas horas antes de ese momento Ben-Gurión, jefe del gobierno provisional, ante los delegados del Consejo Nacional judío proclamó en Tel Aviv, como precisa A. Chouraqui, el establecimiento en Palestina del Estado de Israel. Se lanzó un llamamiento a los judíos del mundo entero para que se unieran a Israel y para que les ayudasen en la tarea de la inmigración y del desarrollo del nuevo país. Y en la noche del 14 al 15 de mayo, el Alto Comisario británico abandonó Palestina poniendo así fin oficialmente al Mandato británico.
Tanto EE. UU. como la U. R.S. S., seguidos de otras muchas naciones, reconocieron inmediatamente al nuevo Estado israelí, mientras que los Estados árabes se unieron a la guerra civil, en favor de los palestinos contra los judíos, generalizando el conflicto.
La primera guerra árabe-israelí en 1948-1949
Desde noviembre de 1947 a mayo de 1948 se prolongó en Palestina la guerra civil. Desde el 15 de mayo el conflicto se extiende en una guerra general entre los países árabes e Israel.
La confrontación militar
La Liga Árabe había estado preparando la «guerra santa» contra los judíos por todo el mundo árabe, decidiendo que los Estados árabes debían intervenir militarmente en Palestina. Así, el 15 de mayo de 1948 los ejércitos árabes invadieron el país; este asalto general sobre todas las fronteras encontró una fuerte resistencia judía.
La base del ejército árabe que luchaba contra Israel estaba formada por los propios palestinos, que tenían dos organizaciones paramilitares, la Níyada y la Fútuwa; también la mayoría de los aldeanos árabes portaban armas y podían ser movilizados. Además contaban con las fuerzas guerrilleras del Muftí de Jerusalén conocidas como el «Ejército de salvación». Detrás de estos efectivos árabes se encontraba el potencial militar de los países árabes. De entre ellos, Transjordania era el Estado que parecía llevar la iniciativa política, ocupando la posición geográfica más favorable para intervenir en Palestina, y el que poseía el mayor ejército constituido por la Legión Árabe bajo mando británico. El objetivo de Abdullah era anexionar a su reino la ciudad de Jerusalén y la zona occidental del Jordán, y crear un reino jordano-palestino. Egipto apoyaba a los nacionalistas palestinos y disponía de un ejército que era el más poderoso de los países árabes. Irak sostenía la política jordana y su ejército colaboró en Palestina con la Legión Árabe. Siria se encontraba en posiciones próximas a la de Egipto, aportando un buen ejército, así como Líbano, cuya colaboración militar fue menor. Los países árabes crearon también un Ejército de Liberación Árabe, que operó en Palestina desde antes de la evacuación británica. En definitiva, las fuerzas armadas árabes que intervienen en Palestina, como enumera J. Herzog, son la Legión Árabe de Transjordania, el Ejército de Liberación Árabe, el Ejército de Salvación del Muftí y los de Egipto, Irak, Siria y Líbano, a los que se unieron aportaciones simbólicas de Arabia Saudí y Yemen, sumando un total de cerca de 40 000 hombres.
La Haganah fue el núcleo básico a partir del cual se organizó el ejército israelí, tomando el nombre oficial de Fuerzas de Defensa de Israel, y preparándose para la inminente guerra: creó distritos o comandancias militares coincidentes con las posibles rutas de invasión de los ejércitos árabes, estableció brigadas a nivel territorial y sentó las pautas para la compra de armas y el entrenamiento de las tropas. Se impone la creación de estructuras militares regulares y la adquisición de un armamento pesado, transformando lo que sólo era una milicia de autodefensa en un auténtico ejército capaz de librar una guerra internacional. El ejército judío pudo movilizar, al comienzo del conflicto, algo más de 30 000 hombres. Además de la Haganah, existían en Palestina dos organizaciones judías disidentes que no aceptaban la autoridad del comando judío: el Irgún y el Stern.
Los aspectos más vulnerables de la posición judía se encontraban en la distribución geográfica y en el equipamiento. En cuanto al primer aspecto, el ejército israelí debía combatir en muchos frentes y las líneas de comunicación entre sus asentamientos eran débiles, con zonas donde no existía una clara línea divisoria entre las poblaciones árabe y judía. Y respecto al segundo, el ejército israelí no disponía al comienzo de la guerra ni de armamento pesado ni de aviones. Los árabes mantuvieron durante todo el conflicto su superioridad en material, pero los israelíes disponían de un personal más cualificado y de mejor organización, con un mando unificado, así como una superior capacidad de movilización frente a la coalición árabe dividida por rivalidades en su seno, todo lo cual hacía que los judíos compensaran sobradamente su inferioridad en material.
La confrontación militar se inició unos meses antes de mayo de 1948, cuando comenzaron los primeros combates entre árabes y judíos en lo que constituye la guerra civil en Palestina. Esta guerra estalló en forma de sangrientos desórdenes y enfrentamientos urbanos, ataques contra el sistema de transporte judío e intentos de cortar las comunicaciones entre los distintos centros judíos, con lo que se consiguió aislar algunos asentamientos sionistas alejados. En enero de 1948 tienen lugar los primeros ataques árabes importantes para capturar asentamientos judíos. Paralelamente a los asaltos contra las aldeas, los árabes intensificaron sus ataques contra las áreas pobladas por judíos.
El principal esfuerzo bélico árabe en el mes de abril se dirigió a interrumpir las líneas de comunicación judías, y así quedaron totalmente cerradas al tráfico judío varias carreteras centrales del país. La ofensiva más importante de los árabes se encaminó a cortar la conexión terrestre entre Jerusalén y la costa. Simultáneamente se libraron batallas en todas las vías de aprovisionamiento que conectaban a los asentamientos judíos alejados. Por su parte la Haganah también desplegó ataques y ofensivas contra los árabes. La estrategia árabe durante abril y mayo consistió en hostigar a los judíos: mantener las posiciones, como las situadas sobre la carretera de Jerusalén, pero sin entrar en enfrentamientos militares importantes.
Mientras tanto, la Haganah procedió a su reorganización militar con el establecimiento de comandancias regionales y brigadas móviles. Debían asegurar todas las áreas que la resolución de partición de N. U. otorgaba al Estado judío, y además las zonas de asentamiento judío situadas fuera de las fronteras proyectadas, completadas con las conquistas de territorios efectuadas por los ataques de la Haganah sobre zonas árabes. Como señala J. Herzog, «los territorios evacuados por los británicos se convirtieron automáticamente en regiones autónomas judías o árabes». La lucha entre judíos y árabes había comenzado por ser muy cruenta y sin cuartel.
Al tiempo que el Mandato británico llegaba a su fin en Jerusalén estallaban sangrientos combates. En abril de 1948 se inició una dura batalla entre árabes y judíos por el control de la ciudad, y en mayo se lanzó una ofensiva judía para romper el bloqueo de la carretera entre Jerusalén y Tel Aviv. En esta situación se produjo el final del Mandato británico, la proclamación del Estado de Israel y el ataque sobre Palestina de los ejércitos de los países árabes. El 14 de mayo, al ser abandonado Jerusalén por los británicos, las fuerzas árabes y judías se apresuraron a llenar el vacío dejado, y la ciudad quedó dividida, siendo atacada por la Legión Árabe de Transjordania, cuyo Emir había mantenido meses antes negociaciones secretas con Golda Meir para asegurarse, en caso de conflicto, la ocupación de Cisjordania, para lo que parece contaba con la aprobación del gobierno británico. Esta batalla se transformó en una más de las que estallaron en Palestina desde el 15 de mayo, cuando con las invasiones árabes se generalizó la guerra en el país entre el naciente Estado de Israel y los ejércitos aliados de todos los países árabes.
El desarrollo del conflicto
La llamada por Herzog «guerra de la independencia» se prolongó del 15 de mayo de 1948 al 6 de enero de 1949, y los combates fueron interrumpidos en varias ocasiones por las treguas y ceses del fuego acordados por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La guerra se libró simultáneamente en varios frentes: en el norte, contra los ejércitos sirio, libanés y el Ejército de Liberación Árabe; en el centro, contra la Legión Árabe de Transjordania y fuerzas de Irak y del Ejército de Liberación Árabe; y en el sur, contra Egipto y otras fuerzas árabes. Al mismo tiempo, Jerusalén se encontraba sitiada y continuaba la batalla por esta ciudad. Afortunadamente para los israelíes, que iniciaron la guerra desde una posición difícil, no existía mucha coordinación entre las fuerzas árabes de los distintos frentes.
a) La primera fase de la guerra se extendió del 15 de mayo al 11 de junio de 1948, cuando N. U. acordó la primera tregua. En el frente norte, la ofensiva siria se dirigió contra los asentamientos judíos situados en tomo al mar de Galilea, a la que los israelíes opusieron una dura y difícil resistencia, venciendo en la batalla por el valle del Jordán. Al mismo tiempo, el ejército libanés también atacó en la zona de Galilea, siendo rechazado por los israelíes. En junio los árabes cambiaron su estrategia, montando un ataque combinado contra Galilea coordinado sobre tres ejes encargados a los ejércitos sirio, libanés y de Liberación Árabe que fueron rechazados hasta el establecimiento de la tregua. Así finalizó la primera fase de lucha en Galilea, donde los israelíes habían conseguido su objetivo estratégico de detener la invasión árabe, aunque éstos habían mantenido la iniciativa frente a la que hubieron de organizarse los israelíes.
En el frente central, el ejército iraquí atacó por Samaria siendo detenidos cuando se encontraban ya cerca del Mediterráneo. En esta zona se continuaba desarrollando la batalla por Jerusalén donde actuaba la Legión Árabe, luchándose en el mismo centro de la ciudad, que quedó dividida, y además bloqueada por el asedio árabe al cortar la carretera principal de comunicación con Tel Aviv. Tras varias tentativas fracasadas para romper el cerco los israelíes tuvieron que abrir y construir una nueva carretera —la «carretera de Birmania»— que comunicó a Jerusalén con Tel Aviv por primera vez el 10 de junio, un día antes de la entrada en vigor de la tregua. La Legión Árabe no consiguió quebrar la resistencia de la Jerusalén judía y las tropas israelíes consiguieron, en cambio, romper el sitio de la ciudad.
En el frente sur la invasión egipcia se dirigió por dos rutas clásicas: la del norte del Sinaí paralela a la costa y en dirección a Gaza, y la ruta oriental por el Néguev, avanzando hacia Tel Aviv y Jerusalén, enfrentándose con las resistencias israelíes de las aldeas y los asentamientos atacados. El Néguev quedó aislado del resto del país y los egipcios se detuvieron cerca de sus objetivos cuando entró en vigor la tregua.
A lo largo de estos meses la Asamblea General de N. U. siguió tratando el problema de Palestina, y antes de separarse el 16 de mayo decidió el envío de un mediador de Naciones Unidas para Palestina, siendo designado el conde sueco Folke Bernadotte. También ante la gravedad de la situación militar el Consejo de Seguridad ordenó una tregua que debía ser efectiva el 11 de junio y debía durar cuatro semanas. La tregua dio un respiro a los beligerantes y sirvió para reorganizarse y completar sus armamentos, lo que benefició menos a los árabes que a los israelíes, permitiéndoles incrementar considerablemente sus efectivos y hacer entrar en servicio el nuevo material.
El conde Bernadotte inició su mediación proponiendo un plan de paz con un nuevo reparto de las regiones palestinas en disputa: Galilea para los israelíes y el Néguev para los árabes, que fue rechazado por ambos bandos. El 9 de julio los árabes no aceptaron la prolongación de la tregua y los combates se reanudaron en todos los frentes.
b) Del 9 al 18 de julio se registra la segunda fase de la guerra, terminada con una nueva tregua. En el frente norte el ejército israelí contuvo y forzó la retirada en algunos puntos de las fuerzas sirias y libanesas. En el frente central, la lucha continuó entre los israelíes y la Legión Árabe que sitiaba Jerusalén y ponía en peligro su comunicación con Tel Aviv. En el frente sur, donde los egipcios se habían reforzado, se libraron varias batallas y escaramuzas en las líneas de combate, donde los israelíes lograron abrir un estrecho corredor hacia el Néguev mientras los egipcios mantenían sus posiciones. Al término de esta fase se puede apreciar, en conjunto, un marcado avance del ejército israelí, que había aumentado su fuerza aérea. Una nueva tregua entró en vigor el 18 de julio, y desde entonces el mediador de N. U., conde Bernadotte, trabajó activamente mediante negociaciones para que su plan fuera aceptado. El 17 de septiembre el conde fue asesinado en Jerusalén por terroristas judíos, que nunca fueron detenidos, lo que provocó una gran conmoción internacional.
c) El 15 de octubre se reanudaron los combates entre los israelíes y los egipcios en el Néguev, mientras los otros frentes permanecían inactivos. El ejército israelí llevó la iniciativa desplegando una ofensiva contra los egipcios que quedaron cercados en Faluya, y consiguiendo el restablecimiento de las comunicaciones con el Néguev, retirándose los egipcios a la franja de Gaza. Por una nueva decisión del Consejo de Seguridad el 23 de octubre entró en vigor un nuevo cese del fuego entre los dos bandos combatientes. No obstante, en el frente norte, del 28 al 31 de octubre, los israelíes lanzaron una ofensiva contra los libaneses que les permitió ocupar la totalidad de Galilea. De esta forma la guerra en las fronteras septentrionales de Israel llegaba prácticamente a su fin.
d) La ofensiva final contra los egipcios tuvo lugar entre el 22 de diciembre y el 6 de enero de 1949, cuando el gobierno de Israel decidió montar una operación militar en el Néguev para destruir al ejército egipcio y debilitar la posición política de El Cairo en unas futuras negociaciones. Los israelíes penetraron en el Sinaí y llegaron hasta las proximidades de El Arish, amenazando con cercar al conjunto de las fuerzas egipcias que ocupaban la región de Gaza. La situación se reguló cuando el 1 de enero el embajador de EE. UU. en Israel entregó un ultimátum del gobierno británico al israelí en el que se decía que los británicos, en virtud del tratado anglo-egipcio de 1936, estarían obligados a intervenir si los israelíes no se retiraban del Sinaí. El gobierno israelí ordenó detener el ataque contra El Arish y evacuar todas las tropas israelíes de la península. Estas dirigieron su ofensiva contra otras zonas del Néguev, hasta el establecimiento de la tregua definitiva el 6 de enero de 1949.
e) Por fin, cuando se estaban firmando los acuerdos de armisticio, hay una última acción militar israelí en esta guerra. El Néguev, con su vértice en el extremo septentrional del golfo de Akaba, había sido adjudicado por el plan de partición de N. U. al Estado de Israel, aunque todavía no había quedado incorporado al Estado judío. Los jordanos mantenían cierto control militar en el sur del Néguev, y los israelíes consideraron entonces, como señala J. Herzog, que era el momento adecuado para establecer su control sobre la zona, cuando ya se había firmado el tratado de armisticio con Egipto y se estaba negociando el armisticio con Transjordania. En consecuencia, en marzo de 1949, los israelíes iniciaron una ofensiva hacia el sur del Néguev con estrictas instrucciones para que no se entablaran combates con las tropas jordanas en la región. Dos columnas israelíes avanzaron prácticamente sin encontrar resistencia hacia el sur, una por el Néguev central, y otra paralela a la frontera jordana. Así el 10 de marzo las tropas israelíes ocuparon el puerto de Eilat en el norte del golfo de Akaba, que quedó bajo la soberanía de Israel.
Los acuerdos de armisticio
Tras la evacuación del Sinaí egipcio por las tropas israelíes, en enero de 1949, el gobierno egipcio aceptó entablar negociaciones de paz con Israel, como indica J. P. Derriennic, que se iniciaron en Rodas bajo la presidencia del americano Ralph Bunche que había sucedido al conde Bernadotte como mediador de Naciones Unidas. Después de Egipto, los otros países árabes aceptaron igualmente establecer negociaciones para llegar a acuerdos de paz con Israel. Estos acuerdos de armisticio se consideraban provisionales hasta la firma de los tratados de paz definitivos, y no delimitaron las fronteras internacionales sino sólo las líneas de demarcación de los frentes militares.
El acuerdo de armisticio entre Egipto e Israel fue firmado el 24 de febrero de 1949 en la isla de Rodas. Al fijarse las líneas del frente militar como las fronteras del armisticio, la franja de Gaza quedó bajo administración egipcia, concentrándose en esta zona más de 100 000 refugiados palestinos. La sitiada brigada egipcia en Faluya fue repatriada a Egipto. El Néguev quedó bajo control de Israel, y la frontera entre esta región y el Sinaí fue la línea de demarcación militar.
A este acuerdo siguieron la firma de los armisticios con el resto de los países árabes: el 23 de marzo de 1949 se hizo con Líbano, debiendo retirarse las tropas israelíes de las zonas del territorio libanés que ocupaban. El 3 de abril se firmó el acuerdo de armisticio con Transjordania tras unas difíciles negociaciones; Irak rechazó participar en estas negociaciones y retiró sus tropas de las zonas palestinas que ocupaban; y Jerusalén quedó dividida en dos zonas, una israelí y otra jordana, con la frontera en la línea militar que separaba a los dos ejércitos. Por último, el 20 de julio se firmó el acuerdo con Siria, debiendo evacuar sus tropas una zona que ocupaban en Palestina, que quedó desmilitarizada. De esta manera, como afirma J. Herzog, «la guerra de la independencia había finalizado».
Naciones Unidas nombró observadores para supervisar la aplicación de los acuerdos de armisticio. Los tratados de paz previstos para esos acuerdos no llegaron a firmarse y el statu quo territorial establecido en 1949 quedó en vigor prolongándose esta situación en los años sucesivos. Como resultado del conflicto se crearon de inmediato dos graves problemas de refugiados: un problema de refugiados árabes palestinos que fueron acogidos en campos repartidos entre los países árabes, y un problema de refugiados judíos, procedentes de los territorios árabes, que fueron instalados en el nuevo Israel.
La situación de posguerra
La derrota en Palestina ante Israel conmovió a todos los países árabes implicados en el conflicto, provocando tensiones de todo tipo en el seno de sus sociedades, que se reflejan en la creciente agitación que las sacude desde entonces y que desemboca en revoluciones y golpes de Estado diversos. Por otro lado, la victoria en la guerra confirmó la existencia del recientemente proclamado nuevo Estado de Israel.
El nuevo Estado de Israel
La guerra de 1948-1949, como apunta J. P. Derriennic, hizo aparecer en el Próximo Oriente un nuevo Estado con estructuras internas y en una situación internacional de características singulares. El Estado de Israel quedó establecido dentro de las fronteras constituidas por las líneas acordadas en los tratados de armisticio, pero con una extensión mayor a lo previsto en el plan de reparto de Naciones Unidas. Según este plan, a los israelíes se les atribuía el 55 por ciento del territorio de Palestina, pero tras la guerra ocupaban el 78 por ciento. De la proyectada Palestina árabe sólo quedaban Gaza, administrada por Egipto, y la Cisjordania, que fue anexionada por Jordania.
La nación israelí se había forjado al calor de una sangrienta guerra, indica J. Herzog, y la victoria israelí fue resultado del autosacrificio y la determinación de un pueblo de luchar por su existencia. El Estado de Israel, nacido en 1948 en el caos voluntariamente creado por la potencia mandataria, como recoge A. Chouraqui, ha tenido que organizarse con urgencia durante el transcurso de una invasión y una guerra. La marcha de los británicos rompió con brusquedad todo lazo entre Palestina y el gobierno británico. Hubo que organizarlo todo, en ocasiones improvisando, basándose en las resoluciones de N. U. sobre las tradiciones espirituales y cívicas de Israel y sobre las organizaciones sionistas que existían antes de la creación del Estado israelí. Desde el 15 de mayo de 1948 se consideró que la soberanía pertenecía en Palestina al pueblo judío representado por un Consejo Nacional provisional y por el gobierno provisional que acababa de proclamar el nuevo Estado.
Desde el 19 de mayo de 1948 el Consejo Nacional votó las leyes fundamentales que permitieron la institucionalización y el funcionamiento del Estado, así como la definición de su sistema político. En enero de 1949 el pueblo judío eligió una Asamblea constituyente y legislativa, la Knéset, que se reunió el 14 de febrero en Jerusalén, proclamada unilateral y oficialmente capital del Estado en diciembre de 1949, y ante la que juró el primer presidente de la República, Chaim Weizmann, quien designó como jefe de gobierno a David Ben-Gurión. Siguiendo el ejemplo británico se adoptaron las Leyes Fundamentales del Estado como una Constitución de la República. El dualismo original del Estado se expresa por la coexistencia entre el gobierno israelí, emanado de la nación, y la Agencia Judía, órgano del Movimiento Sionista Mundial, como escribe A Chouraqui. Una ley del 26 de julio de 1954, adoptada por el Estado de Israel, ha definido la nueva Carta de la Organización Sionista Mundial.
El 15 de mayo de 1949 fueron abolidas todas las restricciones a la libre inmigración de los judíos al país, invitándose a los judíos de todo el mundo a establecerse en Israel, sin ninguna limitación. De 1948 a 1951 cerca de 650 000 nuevos inmigrantes se establecieron en Israel, doblando la cifra de la población judía del país, como señala Derriennic. Estos inmigrantes se dividían en dos grupos: el de los judíos europeos a los que el final del Mandato inglés abrió las puertas de Palestina, y el de los judíos procedentes de los países árabes, donde eran objeto de persecuciones desde 1948. En la década de los años 50, con las independencias de los países del Magreb, prosiguió esta inmigración procedente principalmente de Marruecos. La integración de los judíos provenientes de los países árabes será el problema social más grave del nuevo Estado. La sociedad israelí estaba dividida en tres grupos claramente diferenciados: el de los fundadores del Estado que vivían en Palestina con anterioridad a 1948 que controlaban el poder político, económico y militar; el de los judíos europeos inmigrados desde 1948, con menor influencia política; y el de los judíos inmigrados de los países árabes, más desfavorecidos tanto política como económicamente.
El sistema de partidos políticos quedó casi idéntico a como era con anterioridad a la independencia, y las luchas políticas se daban entre algunos grandes partidos. El partido laborista Avoda, apoyado sobre la central sindical obrera, detentaba el poder desde el final del Mandato británico dando estabilidad al gobierno hasta 1977 con los sucesivos primeros ministros: D. Ben-Gurión (1948-1953 y 1955-1963), M. Sharett (1953-1955), L. Eshkol (1963-1969), Golda Meir (1969-1974), e I. Rabin (1974-1977). Los otros partidos representaban diversas tendencias: la derecha, la extrema izquierda, el revisionista, los liberales, el comunismo y los partidos religiosos. La economía israelí se organizó y expandió desde 1948 atendiendo a actividades diversas, alcanzando una alta tasa de crecimiento.
Una de las principales preocupaciones de los dirigentes judíos desde 1948 fue la de crear un ejército nacional, cuya base fue la Haganah. Este ejército, como describe A. Chouraqui, se componía de una estructura de oficiales y suboficiales de carrera y del contingente de soldados que hacen el servicio militar. Además se disponía de los reservistas, que ponían de relieve el carácter popular de un ejército que no estaba separado del pueblo. Aunque el ejército permanente era relativamente poco numeroso, en situación de crisis se reclutaría a los reservistas: con ocasión de las guerras todo Israel participa en la defensa. El país se encontraba dividido en tres regiones militares, constituyendo cada una de ellas una formación autónoma. Las mujeres son empleadas en los servicios auxiliares. El ejército, además, juega un papel educativo importante, así como de integración social de sus miembros y en la colonización agrícola de las regiones fronterizas. Esta organización original, como señala Derriennic, ha permitido al ejército israelí conservar las cualidades que le dieron la victoria en 1948-1949.
Los países árabes entre 1949 y 1952
Al término del conflicto árabe-israelí, la población árabe de Palestina, que en 1948 era de 1.500 000 habitantes, quedó reducida prácticamente a la mitad, llegando el número de refugiados a más de 700 000 personas. Los palestinos se distribuían en 1949, según cita J. P. Derriennic, de la siguiente manera: 170 000 vivían en Israel, 570 000 en Cisjordania y 70 000 en Gaza; la mitad aproximadamente de los refugiados se encontraba en Transjordania, y los demás en Gaza, Líbano y Siria.
Los refugiados fueron reagrupados en campos donde recibían una ayuda material administrada por un organismo creado para este fin por N. U. en 1950. Pero sus condiciones de vida eran difíciles en todos los aspectos, tanto entre los que habitaban los campos de refugiados instalados en los países árabes como entre los árabes que vivían en Israel. Estas difíciles condiciones y la conciencia colectiva de la injusticia que se había cometido con ellos fueron el caldo de cultivo en el que se generó y desarrolló el descontento y la protesta que les llevará a rebelarse y enfrentarse de manera cada vez más organizada con los israelíes.
Entre los países árabes, el más afectado por la guerra fue Transjordania. En el aspecto militar, la Legión Árabe, mandada por oficiales británicos, surgió como el ejército más destacado y eficaz. En otro orden de cosas, su territorio se agrandó con la anexión oficial de Cisjordania, incluida una parte de Jerusalén, en 1949, y su población aumentó con la presencia de los palestinos en el Reino hachemita, con el que estaban unidos por una serie de lazos. La política seguida por Abdullah tendía a lograr un mínimo de integración nacional del país, y Cisjordania quedó sometida a un estricto control militar. Al ser unificados los territorios de ambas orillas del Jordán, el gobierno de Transjordania declaró en junio de 1949 que había de ponerse fin a la ambigüedad y la confusión en el nombre oficial del Estado, y que de acuerdo con la decisión del Parlamento en su reunión de mayo de 1946 y confirmada por la Constitución posterior, desde entonces tal nombre oficial sería el de Reino hachemita de Jordania.
En este sentido, el Parlamento del país, en su sesión del 24 de abril de 1950, aprobó la unión de las dos zonas del Jordán en un solo Estado: el reino hachemita de Jordania bajo la soberanía del rey Abdullah, como señala P. Rondot. No obstante, subsistían las diferencias entre palestinos y jordanos.
El rey Abdullah decidió poner fin a su monarquía autoritaria, transformó los clanes en partidos políticos, e intentó instaurar un régimen parlamentario, convocando elecciones para agosto de 1951. Pero el 20 de julio de este año el rey fue asesinado por instigación de una organización palestina, al considerarlo responsable de seguir una política ambigua hacia Israel.
El hijo de Abdullah, Talal, fue proclamado rey el 5 de septiembre de 1951, tras un breve periodo de regencia. Talal prosiguió el programa de reformas previstas por su padre, y el 8 de enero de 1952 promulgó una nueva Constitución, cuyas principales novedades consistían en ampliar el poder del control parlamentario sobre el poder ejecutivo, y en el reconocimiento del derecho a formar partidos políticos.
«La agonía de la monarquía» titula N. Tomiche el periodo que se extiende en Egipto entre 1948 y 1952, en el que se suceden una serie de hechos importantes: tras la guerra en Palestina contra Israel, la guerrilla que hace frente a las fuerzas inglesas en la zona del Canal (1951-1952), los incendios y desórdenes en El Cairo en enero de 1952, y el golpe de Estado de julio del mismo año que dio paso a la revolución y a la proclamación de la República, son los principales de ellos.
La derrota en la guerra contra Israel fue sentida en Egipto como una humillación. La opinión pública y el ejército vencido hacían responsables del desastre a la monarquía y al gobierno por los fallos en los suministros y por el armamento defectuoso adquirido a bajo precio. La corrupción y la incompetencia de la clase política dirigente aparecían como principales responsables de la derrota. El armisticio firmado en febrero de 1949 fue asumido por los egipcios como una interrupción momentánea de las hostilidades y no como el establecimiento de la paz. Por ello, Egipto consideraba que continuaba en guerra contra Israel, y consiguientemente prohibió el paso por el Canal a los buques israelíes.
Desde 1949, además, Egipto aparece directamente implicado en la cuestión de Palestina por su presencia en Gaza, territorio que quedó bajo la administración militar egipcia. El propio Egipto vivió momentos de agitación con huelgas y desórdenes públicos, y en diciembre de 1948 fue asesinado el primer ministro Nokrachi por un integrante de los Hermanos Musulmanes. En las elecciones generales de enero de 1950 el partido Wafd obtuvo una holgada victoria y Nahas fue nombrado primer ministro.
Uno de los problemas políticos más urgentes de Egipto en estos momentos de tensión fue el de sus relaciones con Gran Bretaña. Con el fin de calmar el descontento existente en el país el gobierno denunció unilateralmente en octubre de 1951 el tratado anglo-egipcio de 1936 y exigió la evacuación completa del territorio egipcio por las tropas británicas. Pero Gran Bretaña protestó oficialmente y adoptó medidas de seguridad en la zona del Canal que provocaron numerosos incidentes.
En respuesta a la actitud inglesa desde diciembre de 1951 se organiza la guerrilla egipcia que atacó las instalaciones militares británicas, produciéndose enfrentamientos que van agravando la situación y que alcanzó su punto culminante el 26 de enero de 1952, cuando se produjo el llamado «incendio de El Cairo», ardiendo en llamas los símbolos de la presencia occidental. El gobierno wafdista cayó por su «incapacidad para mantener el orden», y el rey instauró un gobierno presidido por Alí Maher, que fue sucedido en marzo por un nuevo gobierno, esta vez dirigido por Al Hilali, produciéndose divisiones en el seno del Wafd y entrando el país entre junio y julio en una prolongada crisis ministerial. En esta conflictiva situación va a actuar el grupo de los Oficiales Libres, organización de militares jóvenes que en el seno del ejército actuó como una sociedad secreta nacionalista que con el golpe de Estado del 23 de julio de 1952 puso en marcha el proceso revolucionario egipcio.
En Siria, como señala J. P. Derriennic, la derrota militar provocó el desmoronamiento del frágil régimen civil nacido con la independencia, que se vio alterado por una serie de golpes militares sucesivos que no lograron instaurar un régimen estable. En 1949 tuvieron lugar tres golpes de Estado: en marzo de 1948 se había enmendado la Constitución de 1930 para permitir la reelección del presidente Al-Kuatli y dar continuidad así a su mandato y a la oligarquía dominante; esta situación suscitó un malestar que desembocó en el golpe de marzo de 1949 que llevó a la presidencia al general Husni Zaim. En agosto se produjo un segundo golpe dirigido por Al-Hinnavi, y apoyado por Irak. En diciembre del mismo año se registró un tercer golpe protagonizado por Adib Al-Chichakli, iniciándose una fase de más estabilidad que llevó a la promulgación en septiembre de 1950 de una nueva Constitución, resultado de los compromisos políticos entre los distintos sectores. Paulatinamente, el régimen se fue convirtiendo en una dictadura personal en la que Chichakli concentraba todos los poderes. En julio de 1953 se promulgó otra Constitución de carácter presidencialista, y Chichakli se mantuvo en la presidencia hasta el nuevo golpe de febrero de 1954.
En Líbano, la derrota militar no afectó gravemente a la situación interior. El país conoció una breve fase de calma y de estabilidad del sistema político basado en el Pacto Nacional, bajo la doble dirección del presidente de la República Bechara el Khury (1943-1952) y del presidente del Consejo Riad bey Solh, cuyo éxito, como indica J. P. Alem, fue asegurar al Líbano un lugar en la comunidad árabe, preservando su carácter peculiar. Hicieron posible una armónica colaboración entre los distintos elementos que formaban la estructura político-social del país, y en esta fase se asentaron los grupos dominantes.
Consecuencia de la guerra fue el establecimiento en Líbano de unos 120 000 refugiados palestinos, que fueron acogidos por la sociedad libanesa en razón de la solidaridad árabe. Y en 1950 Siria rompió la unión económica y aduanera con Líbano, hasta la firma de un tratado en febrero de 1952. La fase de estabilidad quedó alterada cuando fue asesinado el jefe de gobierno Riad Solh en julio de 1951, y se fue manifestando una creciente oposición, organizada por el Frente Socialista Nacional, contra el presidente El Khury, que se vio obligado a dimitir en septiembre de 1952, dando paso a una nueva fase en la historia libanesa.
Tampoco en Irak tuvo serias repercusiones la derrota ante Israel. Durante estos años y hasta 1958 la monarquía hache-mita ofreció una cierta estabilidad, aunque hubo de hacer frente a algunas crisis. El rey Feysal II, proclamado mayor de edad en mayo de 1953, y el jefe de gobierno y hombre fuerte Nuri Said, siguieron una política autoritaria, como en la represión de la insurrección kurda en 1945-1946, y una posición internacional prooccidental, representada en la organización del Pacto de Bagdad por iniciativa de EE. UU., en 1955, que llevó, entre otros factores, a la revolución de 1958, poniendo fin a la monarquía y dando paso a la proclamación de la República.