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LOS DESPIEZADORES

Con los sables láser con vida y oscilando enfrente de ella, Vosa aterrizó a horcajadas de la cosa, sus pies encontrando el equilibrio con una facilidad preternatural, cortando hacia abajo a través de la parte superior de su cabeza.

Abajo, Maul tiró de sí mismo fuera de la boca del gusano, gateando de vuelta para recomponerse. Escuchó un gritó, y miró por encima de su hombro para ver que la cosa, en todo su enorme peso y apetito, se había girado, retorciéndose de lado para anclar a Vosa bajo ella.

El gusano gira, y siempre hay más huesos.

Estaba retorciendo toda la extensión de su horrendo cuerpo en un intento de sostenerla y devorarla simultáneamente. Al otro lado de la plataforma médica, Eogan estaba luchando por disparar con el bláster que había cogido de las manos de Radique, pero nada de eso iba a tener ningún efecto en lo que le estaba ocurriendo a Komari Vosa.

El gusano iba a comérsela viva.

Maul encontró los ojos de Vosa. Aún incluso ahora, vio él, en lo que seguramente era su último momento de vida, no había rendición en su respuesta, ninguna sombra de miedo en la forma en la que luchaba. Al mirarla, Maul sintió una revelación alzándose bajo la ira a la que se había entregado, una sensación poco familiar de conexión, primitiva e innegable.

No era una Jedi.

No era una Sith.

Era algo completamente diferente, y la idea de darle a este gusano el privilegio de acabar con su vida ahora no era tolerable, no para Maul, no hoy.

Cargó hacia ella, el sable láser artesanal balanceándose de lado en ambas manos mientras él lo lanzaba directamente en las fauces abiertas de la cosa, entonces plantó sus pies y giró la hoja en un arco de 360 grados. Su brazo derecho parecía estar en llamas. Su hombro derecho estaba gritándole. Él lo ignoró, balanceando el sable de nuevo, perforando los mismos dientes de su boca, cortando las mandíbulas desde el interior, entonces girándolo hacia el otro lado hasta que taló las piezas bucales en tiras.

El efecto fue inmediato. Con un grito perforador que Maul escuchó tanto en su mente y en sus oídos, el gusano empezó a tener espasmos y sacudió su cola, rodando de lado, como desconcertado por el hecho de que —después de todo lo que había ocurrido— de algún modo había sido superado.

Al final cayó quieto.

Maul se tambaleó hacia atrás, arrastrándose desde las mandíbulas de la cosa, y vio a Komari Vosa mirándole, con los ojos vacíos, desde el otro lado de la plataforma médica. Ella parecía exhausta pero triunfante.

—Tú hiciste eso. —Extendiendo el brazo hacia arriba, ella se limpió el pelo empapado de sangre de su frente y le dio una sonrisa retorcida—. Tú lo mataste.

Maul no dijo nada. Su mirada viajaba desde el gran montón muerto del gusano hasta donde Eogan Truax estaba en pie, y recordó lo que había olvidado.

—No importa.

Ella le frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Hay cargas electrostáticas implantadas en mis dos corazones, —le dijo Maul—. Van a detonar en cualquier segundo.

—Pero…

—Voy a morir en este sitio. —Él miró a la caja al otro lado de la plataforma médica—. El material para el arma está ahí dentro. Cógelo.

Algo se estrechó en la boca de su estómago, y él se giró hacia ella, caminando hacia la escotilla.

—Al dártelo, habré cumplido la voluntad de mi Maestro.

—Espera, —dijo ella, moviéndose hacia él cautelosamente, las manos alzadas—. ¿Qué quieres decir, una carga electrostática?

—No hay nada que puedas hacer.

—Maul, para.

Algo en su voz le hizo quedarse helado en la entrada.

—Ahora veo que me equivoqué al atacarte. Cuando afirmaste que querías entregar un arma en nuestras manos, anticipé una emboscada… algún tipo de trampa. —Su voz flaqueó ligeramente—. No estoy acostumbrada a conceder tal confianza.

Maul no dijo nada.

—Soy una usuaria de la Fuerza, ya lo sabes, —dijo la voz de Vosa, y él podía decir por el sonido de su voz que estaba acercándose a él—. Quizás hay algo que pueda hacer después de todo.