15
LIMERGE
—Levántate, mi aprendiz.
Ante el sonido de esa voz, el pulso de Maul se aceleró. Se alzó en pie y miró a la imagen holográfica de su Maestro.
El llamado Cero había sido tan bueno como su palabra. Menos de dos horas después de que Maul tratara con las bandas, había recibido un mensaje codificado para venir aquí, a una esquina remota de la morgue de la prisión, a una de las cámaras vacías diseñadas para contener los cuerpos de los reclusos para deshacerse de ellos.
Había estado esperándole aquí.
El transmisor, completamente reunido y funcional.
Y ahora…
La imagen de Sidious se alzaba ante él, los ojos amarillos del Lord Sith brillando profundamente en la capucha de su capa. Sus túnicas de tela zeyd barrían a su alrededor, la tela áspera crujiendo audiblemente mientras Sidious alzaba su mano. En el fondo, pequeños detalles del interior de la cima de la Torre LiMerge eran claramente visibles, y Maul fue abatido momentáneamente por la vívida resolución de la imagen. De desechos o no, la tecnología de Cero era de una impresionante alta calidad.
—Maestro, —dijo en voz alta, o lo intentó, pero las palabras se atascaron en su garganta.
—Te ves bien, mi aprendiz, —dijo Sidious—. He estado monitorizando tu progreso entre los habitantes de Sub Colmena Siete con un gran interés.
—Sí, Maestro.
—Observo que pese a las circunstancias, —continuó Sidious—, a través de esos combates con otros reclusos, has tenido un gran cuidado de no revelar tus auténticos poderes como un Sith. —¿Había un punto de sarcasmo en su voz?— Eso es bastante evidente.
—Se refiere a mi combate más reciente. —Maul vaciló—. El wampa…
—Demostró ser algo desafiante, sí, eso vi. —Entonó Sidious—. ¿Quizás te encontraste deseando que se te permitiera atraer sin reservas el poder del Lado Oscuro? ¿O que se te permitiera utilizar su bastón de sable?
Percibiendo una trampa, Maul objetó.
—Mi fuerza viene de dentro.
—¿Lo hace? —Sidious le dio una larga mirada, ilegible—. Me pregunto si es así.
—Maestro…
—El orgullo y el egoísmo no son elogios que se ganan sólo una vez. El poder de los Sith debe demostrar ser más fuerte con cada prueba. Descansar en tus logros ahora sólo inhibirá tu habilidad de explotar por completo los recursos de la rabia y la disciplina que yacen en tu interior.
—Sí, Maestro.
—Proteger tu identidad y el verdadero propósito de tu misión no tendrá sentido si mueres antes de que lo logres. —Sidious se detuvo, perforándole con la mirada—. ¿Te hieren mis palabras? ¿Quizás encuentras mi valoración injusta?
—No.
El Lord Sith retrocedió.
—Espero mucho de ti, Darth Maul, sólo porque capto tu auténtico potencial para la grandeza en el lado oscuro.
—Gracias, Maestro. Mi único deseo…
—Suficiente. —La cara de Sidious se volvió abruptamente fría—. Tu contención, entrenamiento, y disciplina solo te llevarán lejos. ¿Qué progresos has hecho en localizar a Iram Radique?
—He intensificado mi búsqueda. He hecho caer de rodillas a las bandas de la prisión y he hecho progresos en descubrir los métodos de sus servicios a Radique. —Maul encontró la mirada de su Maestro—. No llevará mucho. —Él se detuvo, entonces presionó—. Quizás si fuera capaz de confiarme el auténtico propósito de nuestros planes…
Sidious alzó una mano, cortando sus palabras.
—Se te ha proveído de toda la información que requieres para completar tu misión. Por ahora, todo lo que necesitas saber es que estamos continuando con nuestro trabajo para desestabilizar el Borde Exterior, alimentando la insurgencia y el separatismo.
El Lord Sith cogió aliento y lo liberó, sosteniendo la mirada de Maul con lo que podía haber sido simpatía.
—Tu reputación de lealtad hacia nuestra causa ha sido establecida firmemente. No ignoro el hecho de que has sido decepcionado por tu rol en nuestros planes hasta ahora… que puede que hubieras ansiado un rol más crucial en la operación de Eriadu, por ejemplo.
Maul trató de suprimir su sensación de sorpresa y fracasó. ¿Cómo había sabido eso Sidious? Después de que su Maestro hubiera utilizado droides de seguridad para orquestar encubierto el asesinato de seis miembros del Directorado en la Cumbre de Comercio de Eriadu e intentara matar al Canciller Valorum, Maul había sido incapaz de entender por qué Sidious no le había involucrado en persona en la operación. Suponía que había ocultado bien su decepción, enterrada profundamente dentro de él donde incluso él había sido capaz de pasarla por alto. Aun así, su Maestro había visto a través de él.
—Basta decir que lo que estás logrando ahora con Iram Radique superará de lejos cualquier recado más pequeño que pudiera haberte dado.
—Sí, Maestro.
—Bien, entonces. Levántate y sigue adelante. Toma lo que es nuestro por derecho. El lado oscuro está contigo.
Maul trató de responder, pero la visión enfrente de él, de su Maestro y el suelo cubierto de escombros del edificio LiMerge, ya estaba empezando a desvanecerse.
Alejándose de la unidad de holovídeo, Darth Sidious abrió sus ojos y cruzó la planta de la Torre LiMerge hasta el turboascensor, su mente ya pululante con una colisión de pensamientos.
Como en cualquier misión que involucrara a Maul, la situación que Sidious estaba creando en Sub Colmena Siete no era del todo estable. El Lord Sith no albergaba ilusiones sobre la ambición o el orgullo de su aprendiz, o de cómo de cerca estaban enlazados esos elementos a la rabia que estaba abrasando constantemente en el interior de su aprendiz, fermentando mientras el poder de Maul continuaba intensificándose. Encerrada en una lealtad inquebrantable a su causa, el corazón del zabrak era un reactor de pura ira, destilada.
Y esa ira le serviría bien.
Sí. Cuando Sidious recordaba los años de entrenamiento que Maul había resistido, probándose repetidas veces contra lo peor que la galaxia tenía que ofrecer, sentía un orgullo inconfundible en la fuerza y fortaleza de su aprendiz. Por definición, Sub Colmena Siete era un ambiente en el que nadie sobrevivía, aun así Maul ya se había establecido como una presencia dominante sin confiar en la fuerza. Pese a lo que le hubiera dicho a Maul, Sidious sentía un respeto en aumento por lo que su aprendiz continuaba logrando. Con el tiempo, tales habilidades continuarían sirviéndole mejor de lo que posiblemente podría imaginar.
Para cuando dejó el edificio y caminó fuera para parar a un taxi aéreo hasta el Distrito del Senado, las preocupaciones del Lord Sith se habían abatido. Aún era pronto, y su programa para el día, como Palpatine, ya estaba completo.
El taxi aéreo corrió hacia él, zumbando al detenerse, y mientras la puerta se abría, se dio cuenta sorprendido que el taxi no estaba vacío. Hego Damask estaba esperándole dentro.
—Darth Sidious, —dijo Damask, haciendo un gesto hacia el asiento vacío junto a él—. ¿Te unirás a mí?
Palpatine movió sus ojos hacia la cabina de mandos del taxi aéreo, pero Damask le dio un asentimiento reafirmante.
—He dejado el equipo de vigilancia inoperativo, —dijo el muun—, así que podemos hablar libremente. Como iguales.
—Por supuesto. —Sin vacilar, Darth Sidious se deslizó dentro junto al muun, su expresión revelando justo la sombra correcta de sorpresa placentera—. Siempre es bueno verle bajo cualquier circunstancia.
—Sí. —Tras la máscara transpiradora, Darth Plagueis ofreció lo que podía haber sido una leve sonrisa—. Sé que teníamos planes de encontrarnos luego en la Plaza del Monumento para nuestro paseo habitual, pero ha surgido algo y he tenido que alterar mi programa en el último minuto. Pensé que era mejor que nos encontráramos ahora. —Él se giró hacia Sidious y dio una mirada de paso hacia el Edificio de LiMerge—. ¿Supongo que has estado en contacto con el zabrak?
—De hecho, acabo…
—¿Te recuerdo mencionando que lo habías despachado a Sub Colmena Siete para encontrar a ese esquivo traficante de armas?
—Iram Radique, sí. —Sidious tuvo cuidado de sonar tan casual como fuera posible, aunque por dentro estaba ya confuso. Darth Plagueis sólo conocía las generalidades más amplias del trabajo en marcha de Darth Sidious para desestabilizar los planetas del Borde Exterior y orquestar la Guerra Civil Galáctica. Rara vez hacía preguntas específicas sobre de dónde venían las armas, o cómo exactamente pretendía Sidious utilizarlas para facilitar el Gran Plan.
—Este Radique, —continuó Plagueis en el mismo tono conversacional mientras miraba fuera de la ventana a la Avenida de los Fundadores del Núcleo aproximándose—, ¿se rumorea que es uno de los traficantes de armas más poderosos en la galaxia?
—Radique es tan peligroso como impredecible. —Sidious estaba al tanto de un calor involuntario empezando a trepar hacia arriba a través de la parte trasera de su cuello, envolviendo sus mejillas y su frente—. Es por lo que mandé a Maul para asesinarle.
—Ya veo.
Sidious se inclinó ligeramente hacia delante en un intento de captar los ojos de Plagueis.
—He querido informarle. Mi misión allí…
—Es algo en lo que tengo absoluta confianza en tus habilidades para que lo ejecutes. —Plagueis puso una mano en el hombro de Sidious—. Debo elogiarte por tu visión y tu compromiso hacia nuestro propósito definitivo, Darth Sidious. Como ya habrás imaginado, con las demandas en aumento de mis propios… asuntos privados en Sojourn, encuentro profundamente liberador que no necesite monitorizar los medios particulares por los que defiendes nuestra meta unida.
—Sí, por supuesto. —Sidious le miró especulativamente. ¿Qué le estaba diciendo exactamente Plagueis? ¿Tenía el muun sus propias sospechas oscuras sobre lo que Sidious esperaba lograr al mandar a Maul a Sub Colmena Siete? ¿O simplemente Plagueis estaba probándole para que le diera más detalles?
—Bien. —Plagueis ya se había acomodado con un suspiro casi inaudible—. Supongo que esto es un adiós por ahora.
El taxi aéreo amarró, y Sidious se dio cuenta de que había llegado a la Rotonda del senado. La escotilla del taxi se liberó con un leve suspiro, y mientras empezaba a caminar hacia fuera, sintió la mano de Plagueis agarrando su muñeca.
—Hay otra cosa, —dijo él, con ese mismo tono de desapego cordial—. Pensé que deberías saber que toda tu charla sobre Sub Colmena Siete ha suscitado mi interés.
—¿En serio? —Sidious sintió algo tensarse en su garganta—. ¿Cómo es eso?
—He hablado con un contacto en el CBI y le he pedido que despache a un consultante financiero allí bajo los auspicios de una auditoría trimestral rutinaria… un tal Vesto Slipher. Me informará directamente a mí. —Tras la máscara, la sonrisa de Plagueis era una pura gracia diplomática—. Quizás pueda ayudarte a fisgonear sobre ese traficante de armas esquivo después de todo.
Sidious sintió un leve nudo estrechándose en su garganta.
—Eso es… extremadamente considerado de su parte.
—Sé que estamos juntos en esto, —dijo Plagueis—, como iguales.
Plagueis retiró su mano. Estaba aún mirando fuera a Sidious cuando la escotilla del taxi aéreo se cerró entre ellos y se alejó de la Plaza del Senado, dejando a Sidious ahí solo.