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LISTA DE DESEOS
—Chico. Despierta.
Maul observó mientras Eogan abría sus ojos y miraba directamente arriba a la cara roja y tatuada que le miraba. Cuando Eogan trató de sentarse, Maul sostuvo abajo sus hombros, anclándolo en su catre, inclinándose hacia abajo para hablarle al oído.
—¿Dónde está tu padre?
—Aún está en la plataforma médica, —dijo el chico—. Su pierna…
Maul agitó su cabeza.
—Lo acabo de comprobar. No está ahí. ¿Dónde se lo han llevado?
—¿Llevado? —El desconcierto en la cara de Eogan estalló en pánico. Su cara parecía demacrada y aterrorizada, su mejilla aún magullada e hinchada donde el codo de Voystock le había golpeado, y entonces la certeza empezó a colarse por sus rasgos—. ¿Por qué…?
—Tu padre conocía a Radique, —dijo Maul.
—¿A quién?
—Iram Radique. Tu padre le salvó la vida y le siguió aquí a Sub Colmena Siete. Es por lo que te trajo aquí. En la plataforma médica me dijo que tenías información sobre dónde podría encontrarle. Dijo que tú sabías todo lo que él sabía.
—Eso no es… —Eogan agitó su cabeza—. No sé nada sobre eso, lo juro.
Maul resistió la urgencia de sacudirle sólo para ver qué saldría. No había sido una buena noche. Desde que dejara la planta de fabricación y su altamente insatisfactorio encuentro con Cero y Coyle, había caminado por las celdas de contención sin descanso, abriéndose paso hasta la plataforma médica, sólo para encontrarla desierta. La celda del viejo estaba vacía también. Maul había preguntado a los miembros de las bandas, pero nadie sabía nada de los asuntos de Artagan Truax. Al haber dicho el nombre de Radique en voz alta, el viejo parecía haberse desvanecido por completo, tragado por completo por el sistema que le aprisionaba.
—Mira, tienes que creerme, —dijo Eogan—. Si supiera algo, te lo diría. —Él miró arriba a Maul suplicante—. Nunca he oído el nombre de ese tío Radique.
Maul le miró. Enloquecido como estaba, todo lo que el chico decía sonaba cierto. Su ignorancia sobre el tema de Radique y la conexión de su padre con el traficante de armas sonaba absolutamente auténtica.
Sólo había una parte de la historia que no tenía sentido.
—Si no tienes ninguna conexión con Radique, —dijo Maul—, ¿entonces por qué estás aún vivo? ¿Por qué los guardias no acabaron contigo y con tu padre después de que tratarais de escapar?
Para esto, el chico no tenía respuesta.
Maul le dejó ahí en su catre y volvió al pasillo, por el largo camino al silencio que había más allá.
—¿Jagannath? —Susurró la voz de Izhsmash—. Soy yo.
Maul se detuvo y miró hacia donde el otro recluso estaba agachado contra la pared de fuera de las instalaciones de lavandería de la prisión. Incluso aquí en medio del hedor residual a detergente, había olido al nelvaaniano antes de verlo, el olor húmedo, feral del pelaje del recluso ya familiar para sus fosas nasales.
—Te traje algo, —dijo Izhsmash, escarbando en el bolsillo de su uniforme y deslizando un rectángulo firmemente plegado de plastifino en la palma de Maul—. Acabo de descargarlo de un servidor utilitario. No es la cosa más fácil de conseguir, tampoco, ya que…
—¿Está completo?
—Ajá. —No había error en el rastro de orgullo en la voz del nelvaaniano—. Esos son todos, hasta donde puedo decir.
Maul escaneó la lista de reclusos: doscientos dieciocho nombres en total, con números, asignaciones de celdas, e historiales criminales en orden cronológico inverso, algunos de ellos remontándose a varios años. Su propio nombre era la adición más reciente: un único nombre, Jagannath, y una lista de cargos mercenarios inventados y crímenes de los que Sidious le había provisto antes de despachar a Maul a su misión.
Por la esquina del ojo, estaba al tanto de que Izhsmash empezaba a alejarse en las sombras.
—Espera.
El nelvaaniano se detuvo.
—¿Quién es este? —Maul señaló a un nombre en medio de la lista, uno que le había suscitado curiosidad al instante, haciendo eco en la última palabra que había oído de Cero, abajo en la planta de fabricación.
—¿Rook? —Izhsmash le miró, con los ojos abriéndose ligeramente.
—¿Quién es él?
El nelvaaniano agitó su cabeza.
—No lo sé. Nunca oí de él antes.
—Él está aquí en Sub Colmena Siete. ¿De qué especie es?
—No tengo ni idea. —Izhsmash se encogió de hombros—. Mira, hay montones de reclusos en esta lista que nunca he conocido, —dijo él. Ya estaba empezando a retroceder de nuevo, dando largas miradas al pasillo—. Ahora, si no hay nada más que necesites…
—Lo hay. —La mano de Maul cayó sobre el hombro del otro recluso, deteniéndole—. Necesito que vuelvas a hackear el sistema… que obtengas el propio algoritmo. Prepara el siguiente emparejamiento para que luche contra Rook.
—¿Qué? —Izhsmash le dio una mirada de pura incredulidad—. ¿Tienes alguna idea de lo difícil que va a ser eso? ¿Especialmente después de haberlo hackeado ya una vez? —Él agitó su cabeza—. Después de lo que ocurrió en la plataforma médica, los guardias estarán buscando cualquier cosa fuera de lo normal.
—Lo has hecho bien, —dijo Maul, señalando con la cabeza a la lista de reclusos—. Ya has demostrado ser de más valor a mi causa que el que estaba liderándote. Strabo aprenderá cuál es su lugar por debajo de ti, —dijo Maul—. Si no lo ha hecho ya.
—Necesitaré tiempo.
—Tendrás hasta el siguiente enfrentamiento. Por lo que sé eso te da tres horas.
—Pero…
—Yo crearé una distracción, —dijo Maul—. Sugiero que aproveches la ventaja.
—¿Cómo sabré que es el momento?
—Estaré en contacto contigo.
Él cogió la lista y se alejó caminando.