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HAY UN FANTASMA

¿Qué en nombre de…? —Desde detrás de su escritorio, Sadiki Blirr estaba observando las holopantallas que mostraban los eventos abajo en la bodega de carga, el carga y descarga CLL pivotando sobre sus giroscopios e irrumpiendo contra la pared—. Informe de estado. ¿Qué está pasando ahí abajo?

Junto a ella, TresDé no respondió. El droide había estado tratando en vano de comunicarse con la unidad CLL durante los últimos cinco minutos, y su silencio no era reconfortante.

—Mis disculpas, Guarda. —TresDé retiró su adaptador de la consola de la pared—. Me temo que el motivador del carga y descarga ha sido comprometido manualmente de algún modo. No puedo acceder a él desde aquí.

—¿Qué quieres decir, comprometido manualmente?

—Alguien lo recableó allí mismo.

—Eso es absurdo. —Maldiciendo en voz alta, Sadiki miró a la pantalla. Los restos aplastados del Vesto Slipher decapitado y pisoteado estaban esparcidos por el suelo, casi irreconocibles. No tenía ni idea de lo que había estado haciendo el muun allí abajo, ni le importaba particularmente. La vista de su cuerpo no le suscitaba nada más profundo que un dolor de cabeza. Pero era un dolor de cabeza más con el que iba a tener que tratar, en el peor momento posible. Ella miró al monitor de crono.

—¿Cuál es el TLE[4] de esa barcaza de prisión en camino?

—El Purga debe llegar en treinta minutos, —le dijo TresDé.

—¿Has confirmado eso?

—El capitán Styrene hizo contacto cuando el navío salió al principio del hiperespacio. No he oído de ellos desde entonces.

Treinta minutos. Sadiki se quedó con sus manos agarrando cada lado del escritorio y se quedó ahí, perfectamente inmóvil de momento, permitiéndose asimilar la situación. Por sí mismos, un droide estropeado y la muerte inoportuna de un representante del CBI no eran catastróficos, pero dado que estaba en el punto de mira, percibía la mano de algo aún más peligroso tras ello.

¿Y por qué había desaparecido Dakarai? ¿Dónde estaba su hermano cuando ella más necesitaba su consejo?

—Guarda, —dijo TresDé—, tengo al Comisionado de Juego Chlorus en línea. ¿Debo hacer que deje un mensaje?

—Sí. —Ella se detuvo y lo reconsideró—. No. Espera. Pásamelo.

La cara de Chlorus apareció en la pantalla directamente enfrente de ella. Él no esperó su saludo.

—Sadiki, ¿qué está pasando allí?

—Comisionado. —Ella sonrió, encontrándolo sorprendentemente fácil de hacer—. Se le ve bien.

Chlorus alzó su mano para detenerla.

—Estás operando en una violación directa de las órdenes de la comisión de apagar tu operación de juego. Ahora estoy recibiendo informes de hostilidades en marcha entre reclusos y guardias.

—No estaba al tanto de que la reforma penal cayera bajo la tutela de la Comisión de Juego, —dijo ella.

—No hagas esto, Sadiki. No me pongas en esta posición.

—Al contrario, Comisionado. —La voz de Sadiki cambió, oscureciéndose ligeramente, sus ojos sin dejar nunca su imagen en la pantalla—. Es usted quien me puso en esta posición. Hace tiempo.

—No logro ver…

—No quería sacar esto a la luz, pero no me deja opción. —Ella tecleó una serie de comandos en la holo consola, y una nueva serie de imágenes se sobrepusieron sobre el despliegue del monitor—. ¿Reconoce este lugar?

Por un momento Chlorus no respondió.

—Por supuesto. Es el Casino y Resort Forajido en Coruscant.

—Donde nos conocimos, —dijo Sadiki mientras la siguiente serie de imágenes salían—. ¿Recuerda esto?

Ahora toda la cara de Chlorus se puso blanca de aturdimiento mientras miraba a las fotos de vigilancia.

—¿De dónde has sacado estas…?

—No importa. Lo que importa es lo que los miembros de a bordo tendrían que decir sobre un respetado comisionado encontrándose con una joven gerente de casino, altamente impresionable en lo que tendrá que admitir es una posición muy comprometedora. —Ella se inclinó hacia delante ligeramente—. ¿Puede ver las imágenes claramente? Puedo aumentar el ancho de banda si lo prefiere. Hay algunas imágenes muy buenas de…

—¡Esas fotos no demuestran nada!

—Tiene razón, —dijo Sadiki—. Quizás simplemente debería enviarlas a la comisión y dejar que ellos sacaran sus propias conclusiones. —Ella esperó un momento—. ¿A no ser que tenga otra sugerencia?

—Suficiente. —Los hombros de Chlorus se sacudieron—. ¿Qué es lo que quieres?

—Ah. —Sadiki asintió—. Ahora estamos progresando. Aquí está el cómo va a funcionar. Tan pronto acabemos esta conversación, va a invertir su mandato contra mi operación, reinstaurando los derechos y privilegios de Sub Colmena Siete como una instalación de juego bajo las regulaciones de la comisión, haciéndola completamente operacional, a efectos inmediatos.

—No es posible que yo pueda…

—Y, —cortó ella—, quiero que usted contacte con su amigo Lars Winnick en el CBI y llegue con una explicación plausible para la desaparición inesperada de uno de sus agentes de campo.

—¿Qué?

—Su nombre es Vesto Slipher. Mandaré las especificaciones directamente. Cómo lo logre no me concierne, mientras no sea sometida a ninguna más de esas inspecciones degradantes.

—Sadiki… —Chlorus alzó el brazo para agarrarse el cuello de su túnica, luchando por aflojarlo—. Sobrevalora demasiado el alcance de mi influencia en esos asuntos.

—Y usted, Dragomir, subestima en gran medida la cantidad de daño que esas fotos de vigilancia pueden infligir en su carrera, —dijo ella—. Ha hecho grandes cosas para la comisión y las relaciones entre las comunidades de juego. Ha llevado los ingresos galácticos a nuevas alturas. Un hombre como usted podría ser senador algún día… y después de eso, ¿quién sabe? —Ella dejó que las palabras calaran, sabiendo que saturaría su ego colosal—. ¿De verdad quiere tirar todo eso por una cita barata con una gerente de casino?

Chlorus la miró. Un mostacho levemente brillante de sudor se había formado sobre su labio superior, y sus ojos parecían crudos, bordeados de rojo. Finalmente agitó su cabeza.

—Olvidé lo obstinada que te vuelves cuando quieres algo.

—No vuelva a olvidarlo, —le dijo Sadiki, y antes de que pudiera responder, presionó el botón para cortar la transmisión. Ella escuchó a TresDé aproximarse a ella con el rellenar de su café.

—Bien hecho, —observó el droide—. Si se me permite decirlo.

—Es un juego de niños. —Ella alzó la taza, permitiéndole llenarla—. ¿Dónde está el Recluso 11240?

TresDé se giró hacia ella, sin entenderlo.

—¿Disculpe?

—Despeja los monitores. Muéstrame todos los túneles y ascensores que salen de la plataforma de carga. Rebobina cinco minutos. Hazlo ahora.

Las holopantallas parpadearon y cambiaron, mostrando una docena de pasadizos diferentes, todos posibles salidas de la plataforma de carga.

Sadiki se tomó su tiempo, examinando cada pantalla individualmente, utilizando el tiempo para considerar lo que acababa de ocurrir. No había querido enfrentarse a Chlorus con las fotos de vigilancia, no porque no quisiera humillarle —la reputación del hombre, como su enorme vanidad y sus ambiciones políticas no demasiado secretas, no podían haberle importado menos— sino porque las fotos representaban la última y más potente forma de ventaja que ella tenía sobre la Comisión de Juego. Cada instinto depredador en su interior había querido conservar las imágenes hasta que pudieran ser explotadas por su valor máximo. Ahora estaban ahí fuera, y…

Ella se quedó helada, sus pensamientos cortándose mientras captaba la visión de algo en una de las pantallas, un extraño borrón azulón en la esquina de uno de los turboascensores. Desde aquí no parecía nada más que una aberración visual, como una oleada de calor ligeramente descolorida de un conducto de ventilación exhausto. Excepto que no había tales conductos en el ascensor, y…

La oleada se movía señaladamente.

Sadiki se inclinó más cerca, mirando a la imagen.

Había algo dentro del ascensor.

Algo que no quería ser visto.

Ella golpeó la alarma.