71
LA SUMA DE SUS PARTES

El droide médico no estaba por ninguna parte.

—Espera, —estaba diciendo Eogan. Había bajado su extremo de la caja y ahora estaba caminando rápidamente por la plataforma médica, buscando al GH-7, como si el droide hubiera ido a esconderse a alguna parte—. Dijiste que podría desactivar las cargas. ¿Dónde ha ido?

Maul no dijo nada. Había supuesto que Radique se encontraría con ellos aquí arriba para utilizar cualquier influencia interna que tuviera para desarmar los explosivos de su pecho, sabía por la expresión de Radique que quería la información de Maul sobre los sables láser. Lo que significaba que el traficante de armas necesitaba mantenerle con vida, al menos lo suficiente como para…

¡KRRRAACCK!

Las paredes se sacudieron lo suficientemente fuerte como para que Maul tuviera que apoyarse contra la escotilla. Ahora mismo toda la prisión estaba temblando continuamente a su alrededor, los temblores viniendo con tal violencia y frecuencia que nunca parecían detenerse realmente. Los huecos se estaban abriendo en las juntas sobre sus cabezas, donde los cables expuestos escupían y humeaban con chispas.

—Jagannath…

Maul se giró y miró hacia donde el chico ya se había detenido, mirando a la pila calcinada de procesadores y componentes esparcidos aleatoriamente por el suelo. Lo que quedaba se parecía muy poco al droide con el que habían tropezado antes. La cabeza del GH-7 y los brazos manipuladores habían sido reventados por completo, y el resto de sus circuitos parecían haber prendido fuego y haberse fundido en desechos.

—¿Qué le ha ocurrido? —Preguntó Eogan, su tono saltando casi con pánico—. ¡Tenemos que arreglarlo!

—Es imposible, —dijo la voz baja tras ellos.

Maul y Eogan se giraron para mirar a la escotilla a través de la que habían entrado. Radique estaba ahí en pie, la piel azul brillando, mirándoles fríamente. Maul observó mientras Radique extendía sus brazos ampliamente, permitiendo que sus pájaros zarpa aterrizaran sobre él, una docena o más anclados desde sus hombros hasta las muñecas a cada lado. Los cuerpos negros emplumados y los ojos desalmados perforantes eran un eco visual del suyo propio. Hacían sonidos bajos, insistentes, hambrientos.

—¿Qué le ha ocurrido al droide quirúrgico? —le preguntó Eogan.

—Reventado a pedazos por los reclusos hostiles diría yo, —dijo Radique—. No es que importe ahora. Tú eres el Recluso 100009, ¿no? —Alzando su cara para encontrar la expresión desesperada de Eogan, Radique agitó su cabeza—. Creo que le toca a tu número.

¡No! —gritó el chico, y balanceó su puño al traficante de armas, pero el puñetazo era salvaje, y Radique lo vio venir con multitud de tiempo como para agacharse. Los pájaros zarpa en sus brazos tomaron el aire de inmediato, graznando y chillando mientras barrían sobre Eogan, yendo a por sus ojos. El chico balanceó sus brazos furiosamente, tratando de apartárselos, pero había demasiados. Sobre su hombro Maul podía escuchar los ruidos hambrientos, ansiosos, que hacían mientras picoteaban la cara y manos del chico. A su alrededor, la plataforma médica se sacudió más fuerte, como si hubiera cobrado vida por el ataque.

El brazo de Maul se extendió, agarrando a Radique por su túnica negra y tirando de él más cerca.

—Llámalos.

Entonces lo sintió… el sable láser activándose en la mano de Radique. Radique lo alzó enfrente de él y lo balanceó hacia Maul. Maul se agachó, la hoja zumbando sobre su cabeza.

—Un último combate, —dijo Radique, caminando hacia delante—. Creo que la Guarda Blirr lo habría aprobado, ¿no lo crees? —Él se detuvo para admirar la espada en sus manos—. Haces un trabajo asombroso, Jagannath, ¿lo sabes? Debes decirme tu secreto.

—Acércate más, —dijo Maul—, y lo haré.

Los labios de Radique se movieron en una ligera sonrisa.

—Eso te gustaría, ¿no es así?

Maul simplemente le miró a los ojos rojos, midiendo la distancia entre ellos.

—Cuando se trata de armas, —continuó Radique—, soy un hombre orgulloso. Pero… —Él giró la espada de derecha a izquierda, inspeccionándola más de cerca desde todos los ángulos—. No tengo ningún problema en aceptar el trabajo de la mano maestra de un compañero cuando lo veo. Seguro que no es sólo una cuestión del compresor geológico. Así que dime, Jagannath. ¿Cómo es que sabías exactamente que necesitaban mis cristales sintéticos para volverse completamente funcionales?

Maul se movió todo de una vez. Agarrando la mesa de equipo de diagnóstico tras él, se inclinó hacia atrás y balanceó su pie derecho hacia arriba, llevándolo con fuerza contra el pecho de Radique.

Con un gruñido repentino, Radique voló hacia atrás, chocando contra la otra pared, el sable láser rodando fuera de su mano. Maul lo atrapó en el aire y lo balanceó mientras los pájaros zarpa venían a él desde todos lados, hundiéndose contra su cara y garganta, sus garras y picos asaltándole.

Él giró, la hoja roja convirtiéndose en un borrón, cortando a los pájaros a su alrededor mientras gritaban y graznaban y volaban. En segundos, el aire estaba lleno de hojas negras cayendo hacia abajo. Maul pateó los cuerpos y llevó la punta de la hoja hacia donde Radique estaba tirado en el suelo, cabeza a un lado, exponiendo la vena palpitante en su cuello.

—Jagannath, —logró decir otra voz, y desde alguna parte tras él, Maul escuchó un suave golpe seco.

Manteniendo su espada cerca de la garganta de Radique, Maul miró hacia donde Eogan había caído. La cara una vez suave del chico era una pesadilla entrecruzada de cortes y arañazos del ataque de los pájaros, pero no fue eso lo que lo había matado. Yacía inmóvil en el suelo, no muy lejos del droide desemparejado que podría haberle salvado.

Se había acabado para el chico, vio Maul. Los ojos de Eogan aún estaban abiertos, pero el blanco de sus ojos ya estaba empezando a helarse. Sus labios estaban ligeramente separados, como si aún estuviera tratando de decir algo, hacer un último pronunciamiento o súplica, cuando las cargas finalmente habían estallado en su corazón.

—Qué mal. —Radique agitó su cabeza—. No es que no lo mereciera. Su padre era un desperdicio inútil de piel, al igual que él. —Alzó su cabeza de nuevo hacia Maul—. ¿Debemos continuar nuestra lucha?

Maul miró al cuerpo de Eogan una última vez. Al final, no sentía ninguna obligación hacia el chico; la compasión y la lástima eran tan ajenas para él como siempre lo habían sido. Aun así, Eogan se había quedado con él hasta el final, y algo de su muerte necesitaba ser justificado.

Llevó el sable láser más cerca de la garganta de Radique.

—Esta pelea ha acabado.

Radique sonrió.

—Aún no.

Maul no vio el bláster hasta que disparó en la mano de Radique. Era un modelo de bolsillo, lo suficientemente pequeño como para que Radique fuera capaz de esconderlo bajo su manga. El disparo cogió a Maul a quemarropa en la carne de su hombro derecho, desgarrando el músculo y golpeándole hacia atrás en un salvaje patrón de su propia sangre.

—El sable láser, —dijo Radique—. Devuélvemelo. Ahora.

Maul trató de mover su brazo derecho, flexionando sus dedos. Con el daño del tejido y los nervios en su hombro, no estaba del todo seguro de poder sacar el sable láser y cortar a Radique antes de que disparara de nuevo. A esta distancia, un disparo era todo lo que necesitaba.

—Tú mismo. —Radique apuntó el bláster a su cara—. Entonces lo cogeré de tu cuerpo.

Maul vio su agarre afirmarse en el arma, los nudillos constriñéndose visiblemente tras el gatillo, y escuchó un gruñido repentino mientras el chico saltaba del suelo y se lanzaba a Radique. El traficante de armas no le había visto llevar desde ese ángulo, y Eogan fue lo suficientemente rápido como para lanzarle al suelo en plano, sosteniéndole contra el suelo mientras agarraba el bláster, retorciéndolo por su mano.

—¡No! —soltó Radique, tratando de apartárselo a codazos y empujones sin soltar el bláster—. ¡No! ¡No!

El chico no se molestó en desperdiciar su aliento, ni trató de quitarle el arma a Radique. La mandíbula encajada, los labios firmes, sus ojos ensangrentados fijos en la tarea entre manos, Eogan simplemente se mantuvo retorciendo el bláster hasta que Maul escuchó los huesos en las muñecas de Radique crujir, hasta que el cañón estaba apuntando directamente hacia su cara…

… y se disparó en un único flash cegador.

La cabeza de Radique se sacudió de lado y desapareció en una nube de sangre y materia craneal que se evacuó por la pared tras él. Su cuerpo cayó de lado en una pila temblorosa, el chico apartándose de él, entonces yendo hacia arriba para ponerse de pie, limpiándose las manos en sus pantalones. Cogió aliento lenta y temblorosamente.

—Así que ahora… —Él se giró hacia Maul—. Supongo que estamos en paz.

Maul miró al pecho del chico, y Eogan se encogió de hombros.

—En la plataforma médica la primera vez, cuando mi padre y yo tratamos de escapar, el droide puso una aguja en mi pecho. Debió haber sido suficiente para desactivar las cargas.

—¿Lo sabías? —preguntó Maul.

—Quería estar seguro. —Eogan extendió el brazo hacia abajo y cogió el bláster de los dedos rotos y tiesos de Radique—. ¿Cómo está tu hombro?

Maul no dijo nada, y el chico inclinó su mentón hacia arriba, mirando abruptamente tras él. Ahí fue cuando Maul se dio cuenta, de repente, de otra presencia en la puerta de la plataforma médica, observándoles. Su llegada le había eludido hasta este mismo segundo, pero ahora la reconoció por completo.

—Komari Vosa. —El nombre se retorció en sus labios como una maldición—. Has venido.