Capítulo VII Entreacto

La noche se había extendido sobre el desierto, y el calor de la tierra luchaba contra la frescura de la noche. En la casa del doctor Cibrián, Forrestal, Reader y Thayer fumaban y charlaban de vez en cuando, aunque estaban más atentos a los ruidos exteriores que a sus palabras. Permanecían a oscuras, para evitar que la situación de la casa pudiera descubrirse desde el campamento de los viajeros de María Jesús. El fuego que éstos habían encendido se veía fácilmente desde la casa.

- Empiezo a no poder resistir esta inactividad -dijo Reader.

- Será por los buenos resultados que te da el hacer cosas que no debes -contestó Forrestal.

- ¡Callaos! -ordenó Thayer-. Se acerca alguien.

Estaban en la terraza y, al callar, oyeron claramente el resonar de unos cascos sobre la tierra. Alguien se acercaba a caballo, aunque no al galope.

Los tres hombres bajaron de la terraza y situáronse, en semicírculo, frente al que llegaba.

Los cascos del animal sonaban más claros contra las piedras y la dura tierra. Por fin, de la oscuridad surgió una figura, que se recortó contra el estrellado fondo del cielo. Dejaron que se acercase más y, al fin, Forrestal ordenó:

- ¡Quieto! Levante las manos. ¿Qué busca por aquí, forastero?

- Soy yo, señor Forrestal -contestó la voz del que llegaba-. Kyle Porter.

- Acércate -invitó Forrestal, musitando a sus compañeros-: Empiezo a ver una solución al problema.

Porter llegó hasta donde se encontraban los tres hombres y, desmontando, comentó:

- No estaba muy seguro de llegar vivo. Sospecharon en seguida de mí.

- ¿Qué ocurrió? -preguntó Reader-. ¿Cómo se dieron cuenta de que no eras el guía?

- Les extrañó que consultara la brújula. No les pareció lógico que un hombre acostumbrado al desierto necesitara orientarse como un marino en alta mar. Creo que han llegado a creer que había dado muerte al legítimo guía. Luego temí que llegásemos antes de mañana, como se había convenido. Hace un rato me quisieron obligar a seguir el viaje de noche, porque el herido tiene la fiebre muy alta y temen que muera. Escapé, dejándolos en el campamento. No sé si me han seguido. Cuando les aconsejé que no llevaran demasiada agua no me hicieron caso y creo que sus sospechas se hicieron mayores.

- Lo importante es que no tienen más remedio que venir a esta casa -dijo Fo-rrestal-. Como a mí me conocen, no puedo quedarme a esperarlos. Tú y yo, Porter, saldremos hacia el oasis. Vosotros -agregó, dirigiéndose a sus amigos- os quedaréis haciendo compañía al doctor. -De nuevo se volvió hacia Porter-: Aguarda aquí mientras voy en busca de mi caballo. No te preocupes por el agua. Yo traeré la necesaria. Vamos.

Los tres regresaron hacia la terraza. Forrestal expuso rápidamente su plan de batalla.

- Kyle Porter confirmará nuestra declaración. Diremos que huyó, que El Cuervo le siguió los pasos hasta la casa y que exigió al doctor que le acompañara al campamento para curar al herido. Contaremos que Cibrián se negó y que entonces El Cuervo le amenazó con un revólver. El doctor quiso huir y el chico le mató a traición.

- Eso no soluciona más que una parte del problema -objetó Reader.

- Lo resuelve todo. Tú y Thayer os quedáis aquí. Ellos no os conocen. Recibidles bien y, si os hablan del guía y preguntan dónde está, contestad que no ha vuelto. Y si os describen a Kyle, decid que os engañó y que el verdadero guía era otro. Describid al criado de Cibrián que fue al oasis.

- ¿Y Morales? -insistió Reader-. Si vive, puede descubrir cuanto ocurrió con el senador.

- Si tú representas el papel de doctor Cibrián, puedes entretenerte extrayéndole la bala -sonrió Forrestal-. Y para que los otros calmen sus nervios, servidles cualquier bebida que contenga alguno de los venenos del doctor.

- ¿A todos? -preguntó, alarmado, Thayer.

- Se puede dejar vivas a las mujeres. Los hombres están de más. En último caso, dormidlos.

Forrestal dirigió una nueva mirada de ira a Reader, gruñendo, antes de llenar sus cantimploras y partir hacia el oasis:

- Aún no sé cómo pagaremos todos tu estupidez; pero te aseguro que si por tu culpa peligran nuestras vidas, Dea conocerá la verdad.

Al cabo de un rato, Forrestal y Kyle Porter se adentraban en la parte más peligrosa y oficialmente inexplorada del desierto.