Dieciocho meses más tarde

Sammi cogió el móvil al primer timbrazo cuando la pantalla le confirmó que era Janine quien llamaba.

—Se acabó, Sammi —informó esta—. Ha sido declarado culpable. Va camino de la cárcel.

Muy a su pesar, Sammi rompió a llorar. El alivio era inmenso, más de lo que había imaginado.

—Todo irá mejor a partir de ahora, cariño —añadió Janine.

Peor ya no podía ir, pensó Sammi. Habían sido diecisiete meses difíciles, en los que había necesitado mucha medicación y horas de terapia psicológica para poder superar su paranoia. Solo recientemente se había reintegrado al trabajo, aunque no estaba segura de que alguna vez volviera a ser una buena policía. Tendía a exagerar las cosas, y sabía que eso hacía que muchos de sus colegas recelaran y se sintieran incómodos.

Gavin la abrazó mientras ella trataba de tranquilizarse para seguir hablando con Janine. Él había pasado la mañana a su lado, los dos sin hacer gran cosa salvo matar el tiempo a la espera de esa llamada.

También había sido una época difícil para Gavin. Había cambiado, y conseguido mostrarse fuerte cuando ella había estado frágil. La había apoyado con serenidad y paciencia, y la había sorprendido con sus permanentes atenciones.

Cuando la besó en la frente, una lágrima goteó de su cara y se unió a las de ella.

—Tengo que decirte que solo le han caído cinco años, de los que deberá cumplir un mínimo de tres. Eso solo es en…

Sammi se quedó paralizada, y una súbita ira le secó las lágrimas.

—¡Pero si ya ha cumplido año y medio esperando el juicio! Podría estar libre dentro de otro año y medio. ¡Después de lo que me hizo!

—No pasa nada, cariño —dijo Janine—. Ahí no va a acabar la cosa.

—¿Cómo es posible que intentar matar a alguien solo valga tres años de cárcel? Es una vergüenza. —La voz de Sammi iba en aumento, tanto en volumen como en tono.

—El abogado argumentó que no había pruebas de que realmente tuviera intención de matarte. Lo sé, es una mierda, pero tú sabes que así suelen funcionar estas cosas —razonó Janine.

—Tenéis que recurrir. No soporto la idea de que salga libre.

—Es inútil. La condena ha sido solo por tu caso. Aún está pendiente el juicio por el asesinato de Tahlia, y además seguimos investigando a las otras tres chicas. Cuando hayamos terminado, no volverá a ver la luz del día.

—No le pueden dejar libre nunca más —puntualizó Sammi.

—No lo harán. Te lo prometo. Pero seguiremos necesitando que nos ayudes. Todavía eres nuestra testigo estrella. ¿Podrás hacerlo?

Sammi respiró hondo.

—Sí. Claro que sí.