Lunes, 13.03

Janine fue sola al hospital. Sammi había sido trasladada por vía aérea al Royal Brisbane, así que era un corto trayecto en coche. Había insistido en ser la primera en hablar con Sammi y se negó a que Jake la acompañara.

Fue una de las pocas veces que había tirado de galones con él. Jake había probado con ella la sonrisa de los hoyuelos, pero la repetida exposición a la misma había vacunado a Janine. Luego, él había recurrido a la expresión dolida, pero Janine no había transigido.

Aunque Sammi no presentaba heridas graves —solo contusiones, arañazos y enfriamiento—, lo que le preocupaba a Janine era su estado mental. Por el momento, solo podían imaginarse por lo que había pasado en el bosque, así que no quería que Jake, con su sonrisa insolente y sus comentarios fuera de lugar, estuviera allí. Sammi se sentiría más cómoda hablando a solas con otra mujer; Janine estaba tan segura de esto como lo había estado de la capacidad de Sammi para sobrevivir.

Se detuvo delante de la habitación 27B. Era raro, pero la idea de conocer a Sammi la ponía un poco nerviosa. Aunque no hubiera oído hablar de la otra mujer hasta dos días antes y ella la sobrepasara holgadamente en el escalafón, por alguna razón Janine ansiaba que le diera su beneplácito.

¿Había tomado las decisiones correctas? ¿Había pasado por alto alguna pista esencial? Ojalá que estuviera satisfecha con la investigación llevada a cabo por Janine.

«La encontramos, está viva», se recordó cuando llamó suavemente a la puerta.

Abrió un hombre bien parecido, aunque con cierto aire tosco. Janine supo que se trataba de Gavin. Llevaba la placa en la mano preparada para confirmar su identidad, pero la estaban esperando.

—¿Inspectora Janine? —preguntó Gavin—. Muchísimas gracias.

Ella se dio cuenta de que no era un hombre dado a las efusiones emocionales; no obstante, le tendió la mano y la miró a los ojos cuando le cogió la mano entre las suyas y se la apretó con fuerza. Luego se hizo a un lado para dejarla pasar.

Sammi estaba incorporada, apoyada en la cama bajo varias mantas. Parecía pálida y cansada, pero su cara resplandeció cuando sonrió a Janine.

—Hola, Sammi —saludó esta. Se dirigió rápidamente hacia la cama, pero se detuvo a poca distancia, no sabiendo si ofrecer la mano o darle un abrazo—. Me alegro tanto de conocerte… En serio —añadió dulcemente, parpadeando dos veces con dificultad.

—No sé qué decir —admitió Sammi—. Darte las gracias me parece insuficiente.

Se miraron la una a la otra con embarazo. De pronto, Sammi abrió los brazos de par en par. Janine reaccionó, y se fundieron en un fuerte abrazo.

—Me parece como si te conociera de siempre —dijo Janine con un nudo en la garganta.

—Tú eres una de las causas de que esté viva —respondió Sammi en un susurro.

Cuando se soltaron, ambas tenían los ojos anegados en lágrimas. Sammi respiró temblorosamente y cogió un pañuelo de papel de una caja que tenía a su lado.

—Yo… no sé… no me puedo creer que esté aquí —dijo, secándose los ojos.

Janine asintió con la cabeza.

—Y yo no me puedo imaginar por lo que has pasado.

—No me creo que saliera de ese bosque. Pensé que iba… —Sammi no terminó la frase, cerrando los ojos con fuerza y sacudiendo la cabeza.

Gavin se acercó al otro lado de la cama y le cogió la mano.

—Pues estás aquí. Y eso es lo único que importa —dijo, acariciándole el brazo.

—Así es —convino Janine—. Todo lo demás son minucias.

Sammi se frotó los ojos para secarse las lágrimas y asintió con la cabeza, bajando la mirada.

—¿Has visto ya a tus padres? —preguntó Janine.

—Sí. —Sammi se llevó las manos al pecho—. Lo que hemos llorado… Supusieron que esta tarde estaría ocupada. Volverán luego.

—¿Te apetece hablar conmigo hoy? Podemos dejarlo para después —señaló Janine. Era evidente que aquella entrevista le iba a resultar difícil.

Sammi negó con la cabeza.

—No; tengo que contar esta historia. Por las otras chicas.

Sammi la miró a los ojos, y Janine vio en ellos la determinación y la fuerza que la habían mantenido con vida.

—Excelente. Hemos reconstruido la mayor parte de la historia, aunque seguimos necesitando aclarar algunas partes y averiguar cómo conseguiste escapar de ese psicópata.

Sammi sacudió la cabeza.

—La verdad es que todo se me antoja bastante irreal. Salvo por la sensación de que me ha pasado un camión por encima. Me duele todo el cuerpo.

—Te entiendo. Aunque la doctora dijo que no había nada grave, ¿no es así? —preguntó Janine.

—Creen que quizá me den hoy el alta.

—Estarás más a gusto en casa —aventuró Janine.

—Hay mucha gente esperando a verte —terció Gavin.

Sammi sonrió levemente.

—Bueno, tenemos a ese gusano en la cárcel, pero necesitamos acusarlo de más atrocidades para garantizar que no pueda salir bajo fianza. También queremos preguntarte si sabes algo de las otras chicas —le explicó Janine.

—Quiero contaros todo lo que sucedió. Es necesario que a las otras chicas se les haga justicia.

—Si se te hace demasiado pesado, dímelo. Lo voy a grabar todo, si no tienes inconveniente. De todas maneras, ya conoces el procedimiento.

Janine depositó la minigrabadora en la bandeja que Sammi tenía delante y se sentó al lado de la cama en una silla que Gavin le acercó.

—Antes de que empecéis —dijo este—, ¿debería quedarme? —La pregunta iba dirigida más a Sammi que a Janine.

—Sí. Por favor, quédate. Necesito que estés aquí. —Sammi le apretó la mano—. Además, quiero que oigas toda la historia. No creo que quiera repetirla en mucho tiempo. —Miró a Janine—. No te importa, ¿verdad?

—Por supuesto que no. Debes tener contigo a una persona que te apoye.

Gavin acercó otra silla al otro lado de la cama.

—Empecemos por la noche del viernes —indicó Janine.

—¿Qué día es hoy? ¿Lunes? —preguntó Sammi. Respiró hondo y soltó el aire con un estremecimiento—. Me cuesta creer que fuera hace solo tres días.

—Ha sido un largo fin de semana para todos —la consoló Janine.

Gavin asintió con la cabeza. Janine observó que él tenía los ojos enrojecidos y legañosos. Debía de haber pasado por una espera atroz.

—Se suponía que iba a ser una noche de juerga para chicas, solo un respiro de la rutina con una vieja amiga —empezó Sammi—. Las dos sabíamos que Candy aguantaría más que yo. Así que me enseñó dónde escondía la llave de repuesto, y además yo llevaba el número de teléfono de los taxis en el móvil. Me fui de la taberna sola. En ese momento estaba bastante sobria. Mi intención era ir a trabajar a mediodía. Iba a andar lo suficiente para alejarme del ruido del bar y llamar a un taxi. Entonces un tipo se arrimó a la acera y se ofreció a llevarme. Lo reconocí, era el camarero del bar. Recuerdo que se me había presentado como Don. Pensé que no pasaría nada por aceptar. No era un completo extraño; sabía dónde trabajaba.

—Don está en los calabozos a la espera de más acusaciones en función de lo que puedas decirnos. Así que ya sabes, tenemos al sujeto correcto, y ya no tienes que preocuparte más de él.

—Gracias. —Sammi se rodeó con los brazos, como si tuviera frío—. Me sigue costando aceptar que esté a salvo. No puedo evitar estar paranoica. Sigo teniendo el impulso de mirar bajo la cama y detrás de las cortinas. —Tuvo un instante de duda, mientras le echaba una mirada a Janine—. ¿Llevas tu arma encima?

Janine negó con la cabeza, no tanto para responder a la pregunta como para asegurarle que no la necesitaría.

—Estás completamente a salvo. Él está encerrado. Y no hay nada que sugiera que haya actuado en connivencia con nadie. A menos que tú sepas otra cosa.

—No; solo era él y su perro —confirmó Sammi.

—El perro está muerto. Trató de azuzarlo contra un oficial que le paró en la carretera —explicó Janine.

—Era un animal brutal. Aunque lo había adiestrado bien. Intentó hacerme creer que estaba utilizando al perro para seguirme el rastro.

—Creo que nos estamos adelantando. ¿Puedes volver al principio, cuando abandonaste el bar? Necesito todos los detalles.

Mientras Sammi contaba su historia, Janine iba tomando notas, señalando los puntos principales que ya habían sido establecidos por la policía. Sammi sabía perfectamente cuál era la información que Janine necesitaba y se ceñía a los hechos, manteniendo el orden cronológico.

Janine se percató de que su colega hacía todo lo posible para mantener las emociones al margen. Las lágrimas estaban ahí, a flor de piel, pero las mantenía controladas. Al menos así fue hasta que empezó a hablar de las otras chicas y las fotos que había visto.

Gavin le cogió la mano cuando ella empezó a llorar.

—Tenéis que encontrarlas para que puedan ser enterradas. Necesitan que se haga justicia. Y también por sus familias, para que puedan hacer el duelo —dijo Sammi entre sollozos.

—Haremos todo lo posible —le aseguró Janine—. Sabes la magnitud que ha adqurido este caso y la cantidad de gente que trabajará en él ahora. No quedará una sola piedra por remover. Lo acusaremos de todo lo que encontremos.

Gavin sirvió dos vasos de agua de una jarra que había en la mesita de noche. Le entregó uno a cada mujer.

Sammi se bebió la mitad de golpe, como si quisiera ahogar el pánico.

—Me dijo que había cuatro mujeres más. ¿Sabéis algo sobre ellas? —Se esforzaba en recuperar la serenidad.

—Sí, tal vez las hayamos identificado. Todavía nos queda un montón de trabajo por hacer, para reunir todas las pruebas. Por eso necesitamos tu historia lo antes posible. Él permanecerá en prisión provisional por tu caso, y eso nos dará tiempo para terminar de reconstruir las historias de las otras chicas.

—Haré todo lo que esté en mi mano para ayudar a encerrarlo —dijo Sammi y se cubrió la cara con las manos—. ¿Cómo es posible que una persona haga esta clase de cosas? —murmuró entre los dedos.

Janine lo sabía. Supuso que Sammi también llevaba suficiente tiempo en la policía para saber que había gente, por suerte muy poca, que no sabía lo que era la empatía ni los límites.

—Lo tenemos —dijo en voz baja. A una. Tenían a una de esas personas.

Sammi siguió con su relato con voz entrecortada. Mientras hablaba, Janine se sorprendió de su lucidez y estoicismo. Era evidente que aquel psicópata había escogido a la víctima equivocada. Sammi no había perdido la cabeza a pesar de todo el empeño de él por aterrorizarla.

Describió el momento en que el camarero la había alcanzado, solo para concederle otros quince minutos de ventaja para que huyera. Y también cuando descubrió el dispositivo de localización y tuvo la idea de lanzarlo flotando aguas abajo. A Janine no se le escapó la atención con que Gavin escuchaba el relato, horrorizado y admirado a partes iguales mientras Sammi desgranaba su calvario. Nunca volvería a ver a su novia de la misma manera.

—Sin duda hiciste lo correcto quedándote junto al arroyo —dijo Janine.

—Sí, me servía para orientarme. Si me mantenía cerca, sabía que me estaba dirigiendo a alguna parte, y no solo moviéndome en círculos por el bosque. Me di cuenta de que el arroyo se ensanchaba y se hacía más profundo. Me imaginaba que podía haber una casa o un merendero en el próximo recodo. Eso fue muy importante para mí entonces y me ayudó a seguir adelante. Me dio esperanzas.

—¿Volviste a oír la moto después de eso?

—No. Y tampoco lo esperaba. Con anterioridad, él había estado jugando a un juego sádico, del que la moto formaba parte; intentaba aterrorizarme con el ruido. Estoy segura de que para él era parte de la emoción: quería verme aterrorizada, controlarme absolutamente. Así que cuando escapé, las reglas cambiaron. A partir de ahí él tenía que encontrarme, en lugar de aterrorizarme, así que la moto ya no le servía para nada. Tendría que perseguirme a pie. Sin el localizador, un escondite como la copa de un árbol seguramente podría haber dado resultado.

—¿Hubo algún indicio de que te estuviera persiguiendo desde que huiste de él hasta que te encontramos?

—Sí. Apareció en la otra orilla del río en mitad de la noche. Le olí antes de verlo. Estaba fumando. Siempre pensé que seguiría buscándome después de perderme, pero volver a estar realmente tan cerca de él…

No terminó la frase.

—No sabía qué otros trucos podría guardarse en la manga. Me sentí muy agradecida por haber cruzado a la otra orilla del río antes de eso. El perro no tenía mucho de sabueso, pero hasta él me habría encontrado si hubiera estado en su misma orilla.

Encogió las rodillas hasta el pecho y se ciñó la manta alrededor. Janine se dio cuenta de que Sammi tenía la yema de los dedos enrojecidas y agrietadas, y sintió curiosidad por cómo les habría ido a los pies que mantenía bajo las mantas.

—Estaba agotada y hambrienta y tenía problemas para pensar con claridad. Al principio me concentré en seguir avanzando, en intentar poner distancia entre él y yo. Pero una vez que la noche hubo caído, se me hizo mucho más difícil. Ha sido la noche más larga de mi vida. Apenas llevaba algo de ropa, y una vez que el sol se puso empecé a percatarme de lo peligroso que podía ser el frío. Traté de seguir en movimiento para mantenerme caliente. Pero estaba tan agotada que cuando me senté a descansar un minuto, me quedé dormida apoyada en un árbol. La doctora ha dicho que sufro hipotermia. Menuda suerte habría sido huir de un asesino para morir congelada —dijo con aire pensativo.

—Después de perderte, seguramente contaba con eso —observó Janine—. Creo que estaba bastante seguro de que no saldrías del bosque. Te encontrabas casi en pleno corazón de 450 kilómetros cuadrados de maleza.

—No sé si hubiera podido seguir de haber sabido eso —reconoció Sammi—. Escalofríos me dan solo de pensar lo que me habría hecho si me llega a encontrar dormida o demasiado agotada para defenderme. ¿Sabéis cuándo desistió y abandonó el bosque?

—No lo sabemos con seguridad. No responde a nuestras preguntas.

—Debe de haber estado muy seguro de que yo no conseguiría salir. Tenía demasiado que perder. Yo conocía todos sus secretos.

—Lo encontraron el sábado, a eso del mediodía, a varias horas de la reserva natural donde te encontrabas. Y no se dirigía de vuelta a su casa en Brisbane. Según parece, iba camino de la frontera del Territorio del Norte. Ya estaba huyendo antes de que lo encontráramos. Bueno, ¿y cómo combatiste el frío?

—Pensé en encender una hoguera. Así habría tenido calor, además de una pequeña protección en caso de que hubiera perros salvajes o alimañas por los alrededores. Pero el resplandor del fuego le habría indicado exactamente dónde me encontraba. También sabía que debía mantenerme en movimiento, hacer que la sangre siguiera fluyendo por mi cuerpo. Así que volví a andar sin dejar de repetirme: «Un paso más, solo un paso más».

—Pobrecita, con razón has dormido hasta hoy a mediodía —terció Gavin, dándole un apretón en la mano.

—Al final solo quería rendirme. Pero cuando de hecho tuve que afrontarlo, me sorprendió hasta dónde era capaz de exigirme. Anhelaba vivir. Así que me concentré en dar un paso tras otro y seguir avanzando. —Un dejo de férrea determinación se fue apoderando de su voz cuando lo dijo. Hizo una pausa—. Pense que yo… —Miró a Gavin, y luego a Janine, que le hizo un gesto de aliento con la cabeza. Sammi sacudió ligeramente la suya—. El caso es que logré sobrevivir a la noche. No sé cómo, pero conseguí aguantar y seguir adelante. En cuanto amaneció, encontré una pequeña zona bañada por el sol y eché una cabezada. Me pareció que si él hubiera tenido otra manera de encontrarme, a esas alturas ya lo habría hecho. Y todo parecía menos aterrador a la luz del día. Me desperté unas dos horas más tarde. Había conseguido entrar un poco en calor, y en ese momento la sensación más agobiante era la del hambre.

»Sabía que si quería seguir, tenía que comer. Y además hacer planes para la noche siguiente. Seguía teniendo mi palo afilado. No creí que fuera a ser lo bastante rápida ni tener la suficiente puntería para cazar algún pájaro. Incluso intenté arponear a unos peces. La cosa acabó en fracaso. —Sammi soltó una breve risa—. Al final, estaba sentada en el suelo cuando una serpiente pasó por delante de mí. Y pensé: “Esto es comida, la gente come serpientes”. Así que la aticé con mi bastón, pero no conseguí matarla. Entonces se volvió hacia mí, se levantó y me mordió.

Apretó los dedos sobre el pequeño vendaje que le cubría la muñeca.

—Vi las marcas de la mordedura y supe que eran reales. Empecé a vomitar y pensé: «Se acabó. Esto es el fin». Me desplomé sobre el suelo y me preparé para morir.

—¿Y después de todo lo que habías pasado, sobreviviste también a la mordedura de un serpiente?

—Sí. Eso me desconcertó un poco. En cuanto la serpiente me alcanzó, pensé que era el fin. Se lo conté a la doctora, y me preguntó por el tipo de serpiente que era. La verdad es que no sabría decirlo; era marrón, así que supuse que era una rey marrón. La doctora fue de la opinión de que o bien se trataba de una serpiente no venenosa o bien que, siéndolo, solo me inyectó una cantidad ínfima de veneno, y mi cuerpo pudo resistirlo. Yo no sabía que las serpientes pueden controlar la cantidad de veneno que inoculan en un mordisco. Sea como fuere, la doctora dijo que no había necesidad de aplicarme un tratamiento para la mordedura.

Señaló el vendaje de su muñeca.

—Solo me la cubrieron para asegurarse de que no se infectara. Pero aparte tengo una retahíla de cortes y arañazos y el cuerpo lleno de antibióticos.

Gavin meneó la cabeza.

—¿Así que te ibas a comer una serpiente? —preguntó.

—Sí. Era lo más comestible que vi.

—Serpiente cruda, ¿no? —quiso aclarar él.

Sammi asintió con la cabeza.

—Joder —dijo Gavin—. ¿Te das cuenta de que no podrás volver a quejarte de mi cocina?

—Hasta la comida del hospital me sabe a gloria —repuso Sammi con una sonrisa triste—. Nunca más volveré a quejarme de nada. Me siento tan agradecida por estar viva…

—Bueno, te desplomaste después de que la serpiente te mordiera —recapituló Janine—. Pero ese no es el final de la historia, puesto que estás aquí.

—Después de la mordedura, pensé que estaba muerta. Así que tomé una última decisión, que supongo fue lo que me salvó. —Asintió con la cabeza—. Empecé a pensar en mi familia y en lo mucho que los quería a todos.

Al decir esto le dio un apretón en la mano a Gavin.

—Pensé que jamás me encontraría nadie metida bajo los árboles. Que jamás podrían darme sepultura. Esto me llevó a pensar en las otras chicas, y en sus familias, que nunca supieron qué les había sucedido. Así que decidí ponerme en algún lugar donde alguna vez mi cuerpo pudiera ser descubierto. Eso se me antojó importante, y me arrastré como pude para volver al arroyo. Encontré un peñasco en medio del agua y me dejé caer encima. Me pareció que aquel era el lugar donde más probabilidades tenía de ser vista si alguna vez pasaba alguien. Poco después perdí el conocimiento.

Se detuvo y tragó saliva con dificultad.

—Lo siguiente que recuerdo es a un hombre que me estaba sacudiendo y el sonido de un helicóptero. A partir de ahí, solo tengo recuerdos fugaces. Nada me pareció real hasta que desperté aquí esta mañana. Y qué mañana tan bonita. —De nuevo apretó la mano a Gavin.

Él tenía los ojos vidriosos y la abrazó sin decir nada. Janine miró al suelo, mordiéndose el labio por dentro cuando las lágrimas afloraron a sus ojos. Sammi apartó a Gavin y se secó los ojos con otro pañuelo de papel.

—Ahora me toca a mí preguntar —dijo—. ¿Cómo supisteis dónde estaba?

—Encontramos un mapa en la casa de Black —explicó Janine—. También hubo una llamada a Prevención del Crimen. Alguien había visto a Black en esa reserva natural antes, probablemente cuando tenía a una de las otras chicas. Creo que después de eso cambió de estrategia y se adentró aún más en el bosque. Sabíamos que estabas en alguna parte de la Reserva Natural de Captain’s Creek. Lo arreglamos para que el helicóptero despegara, y ellos hicieron el resto. No disponían de mucho tiempo antes de que anocheciera, pero les dijimos que siguieran el curso del arroyo.

—Fue un milagro —dijo Sammi—. Es como si alguien hubiera estado cuidando de mí. —Con la mirada perdida, se sumió en sus pensamientos.

De repente se volvió hacia Gavin.

—Gav, ¿te importaría traerme una taza de té caliente y unas galletas? Sigo teniendo mucho frío —añadió a modo de explicación.

—Pues claro. ¿Quieres algo? —ofreció a Janine.

—No, gracias, estoy bien.

Gavin se marchó. En cuanto la puerta se cerró, Sammi se volvió hacia Janine.

—Me siento un poco incómoda contándote esto —dijo—, pero forma parte de la historia. —Se quedó pensativa.

Janine la miró a los ojos y la alentó haciendo un gesto con la cabeza.

—Vi a unos ángeles en el bosque.

—¿A qué te refieres? —preguntó Janine con amabilidad, inclinándose un poco hacia ella.

—Fue en plena noche, y estaba tan agotada que apenas me tenía en pie. El amanecer parecía que no iba a llegar nunca, y tenía tanto frío que no sentía las manos ni los pies. Me desplomé y me pareció que aquello era la puntilla. Por primera vez desde que fuera secuestrada, empecé a llorar. No podía parar. Me hice un ovillo sobre el suelo y me sumí en la desesperación. Entonces oí que alguien me llamaba. No sé cómo, pero no me dio miedo. Levanté la vista y vi a Tahlia delante de mí. Relucía en la oscuridad con una especie de aura brillante.

—¿De verdad? ¿Era un fantasma? —Janine no quería incomodarla, pero el relato la sorprendió. Sammi había demostrado sensatez y pragmatismo, aquello no parecía propio de ella.

—Probablemente fue una alucinación, claro —añadió enseguida, pero Janine reparó en que aun así utilizó el adverbio «probablemente»—. Prefiero considerarla más un ángel que un fantasma. En ese momento me pareció tan real… Y no solo era Tahlia. También estaban las otras chicas. Las cuatro. No me dieron miedo. Supongo que una parte de mi mente sabía que me las estaba imaginando. Pero eso me hizo sentir que ya no estaba sola, que tenía ayuda. Tahlia alargó los brazos hacia mí. La cogí de la mano y me ayudó a levantarme. Realmente sentí que alguien me sujetaba de la mano. Te juro que pude sentir el calor de la suya.

—¿Y te dijo algo más?

—Sí, me dijo algo así como «tienes que seguir adelante, contamos contigo». Fue todo cuanto necesité oír. Así que volví a andar. Fue así como logré sobrevivir a la noche. La obligación es mayor si lo estás haciendo por otro; no quieres defraudar a ese otro.

—¿Y durante cuánto tiempo las viste? —inquirió Janine.

—No lo sé. El suficiente para ayudarme a superar la noche. Estuvieron caminando conmigo, y se desvanecieron con la salida del sol. No sé cuánta distancia recorrí, pero seguía cerca del arroyo y conservaba la vida; fue más de lo que había esperado. Después de eso, me quedé dormida. No me pareció que fuera a morir si cerraba los ojos. Aunque ya no podía ver a las chicas, tenía la sensación de que seguían allí, cuidando de mí. Y les prometí que lograría que se les hiciera justicia. —Pensó un momento—. Necesito que me ayudes a conseguirlo. Y que comprendas lo decidida que estoy a llevar esto hasta el final.

—Gracias —repuso Janine—. Gracias por confiar en mí al contarme esto.

—La verdad es que no quiero contárselo a Gav. Al menos no ahora. No quiero que se asuste y piense que he perdido la chaveta. Ya está bastante preocupado. Pero tenía que contárselo a alguien. —Respiró hondo con dificultad—. Y ahora tengo ganas de ponerme a llorar.

—Te agradezco el enorme esfuerzo que has hecho para contarme todo tan pronto, después de lo sucedido —dijo Janine—. Sabes muy bien lo importante que es conseguir la historia cuando todo está reciente. Pero es espantoso. Voy a hacer todo lo que pueda para asegurarme de que te dejen en paz y puedas recuperarte del todo. Por el momento, tenemos de sobra para tirar adelante. Tendremos que hacerte más preguntas, pero pueden esperar.

—Tenía que contarlo todo por las otras chicas. Tenéis que conseguir que se les haga justicia, más a ellas que a mí. Haré todo lo que me pidáis. Tenéis que encerrar para siempre a ese asesino —dijo Sammi. A pesar del temblor de su voz, su mirada era feroz.

Janine la abrazó con fuerza y sintió su temblor.

—Lo haremos. Te lo prometo —susurró.