CAPÍTULO 35
La holoimagen a tamaño natural de Palpatine hablaba desde la mesa proyectora de una sala privada de comunicaciones a bordo de la MedStar. Mientras R2-D2 permanecía a un lado de la parrilla de transmisión, Anakin no se perdía ni una sola de las palabras del Canciller Supremo.
—Por supuesto, el Consejo no lo entiende —decía Palpatine—. Seguro que no te sorprende.
—Rechazan todas mis sugerencias… y estoy empezando a pensar que lo hacen por principio.
—Es obvio que estés disgustado, Anakin, pero debes tener paciencia. Ya llegará tu hora.
—¿Cuándo, señor?
Palpatine sonrió ligeramente.
—No puedo ver el futuro, muchacho.
—¿Y si le dijera que yo sí puedo?
—Te creería —dijo Palpatine sin dudarlo—. Dime lo que ves.
—Coruscant.
—¿Estamos en peligro?
—No estoy seguro. Sólo siento que tengo que estar allí.
Palpatine desvió la mirada de la holocámara.
—Supongo que podría inventarme algún pretexto, pero… ¿sería inteligente hacerlo?
—No soy el más indicado para responder. Pregúnteselo a cualquier otro.
—¿Qué dice el Maestro Kenobi?
—Él me sugirió que hablase con usted —respondió Anakin.
—¿De verdad? Pero ¿qué cree que deberías hacer?
Anakin soltó un bufido.
—Obi-Wan está convencido de que no puedo cambiar mi destino… haga lo que haga.
—Tu antiguo Maestro es más inteligente de lo que crees, Anakin.
—Sí, sí, ya lo sé. Y es el único Jedi que ha matado a un Sith desde hace mil años.
Palpatine hizo un gesto amplio con sus manos.
—Sólo eso ya cuenta para algo. Aunque no estoy seguro de para qué exactamente.
—Obi-Wan es inteligente, señor, pero no tiene corazón. Lo ve todo en términos de su relación con la Fuerza.
—Si quieres consejo sobre la Fuerza tendrás que dirigirte a él, porque en ese aspecto no puedo ayudarte.
—Eso es exactamente lo que no quiero hacer. Vivo en la Fuerza, pero también en el mundo real. Vengo de…, de un mundo real. Tal como usted dijo, tengo la ventaja de haber vivido una infancia normal. Bueno, algo parecido.
Palpatine esperó hasta que estuvo seguro de que Anakin había terminado.
—Muchacho, no sé si es saludable vivir entre mundos distintos. Puede que pronto tengas que elegir uno de los dos.
Anakin asintió con la cabeza.
—Estoy preparado para hacerlo.
Palpatine sonrió de nuevo.
—Pero volviendo al asunto que nos ocupa… Creo que si recuperamos Tythe habremos dado un paso muy importante para acabar con esta guerra. Y reconozco que no comprendo todas las implicaciones. El Consejo Jedi no me cuenta todos sus secretos.
Anakin luchó contra la tentación de contárselo todo acerca de la búsqueda de Darth Sidious. Miró a R2-D2, como buscando su complicidad, pero el astromecánico sólo hizo girar su cabeza con el indicador del procesador pasando del azul al rojo.
Finalmente, Anakin prefirió guardar silencio.
—No sé qué hacer, señor.
Palpatine adoptó una expresión de simpatía.
—Está decidido. Haré caso omiso del Consejo y te ordenaré que vuelvas al Núcleo. Nadie necesita más pruebas de tu valentía o de tu dedicación para derrotar a nuestros enemigos.
«A su debido tiempo aprenderás a confiar en tus sentimientos. Entonces, serás invencible», le había dicho Palpatine tres años antes.
—No —protestó Anakin impulsivamente—. No. Gracias, señor, pero… Me necesitan en Tythe. Dooku está allí.
Lo siento, Padmé, lo siento mucho. Te echo tanto de menos…
—Sí —estaba diciendo Palpatine—, ahora mismo Dooku es la clave de todo. Pese a todas nuestras victorias en los sistemas interiores… ¿Crees que el general Grievous y él pueden tener algún plan secreto?
—Aunque lo tengan, Obi-Wan y yo los derrotaremos antes de que puedan ponerlo en práctica.
—La República cuenta con ello.
—Proteja Coruscant, señor. Proteja a todos los que viven allí.
—Lo haré, muchacho. Y te aseguro que si te necesito, te llamaré.
* * *
Obi-Wan estaba en el hangar de la MedStar, esperando el trasbordador que iba a llevarlo al crucero Integridad. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, y su pequeña mochila estaba a su lado.
—¿Has llegado hasta él? —preguntó mientras Anakin y R2-D2 se acercaban.
—Bueno, hemos hablado.
—A eso me refería. ¿Y?
Anakin apartó la mirada.
—Hemos decidido que mi lugar es éste, Maestro. —Parecía a punto de llorar.
—Por un momento creí que ibas a dejar que recuperase Tythe yo solo. Anakin lo miró sin pestañear.
—Sí, claro, estoy seguro.
—¿No me crees capaz? —preguntó Obi-Wan, haciendo una mueca.
—Sé que te matarías intentándolo.
—Las cosas no se intentan…
—Sí, lo sé. Se hacen o no se hacen —cortó Anakin—. Y tú eres la prueba viviente de eso.
Obi-Wan sonrió antes de mirar por la transparente portilla del hangar.
—Ya llega el trasbordador.
Los ojos de Anakin buscaron el punto de luz que se aproximaba.
—Nunca podré estar más preparado que ahora —seguía sin sonreír. Obi-Wan dio una palmada amistosa a Anakin en el brazo.
—Vayamos a por Dooku y terminemos con esto de una vez.
Anakin tragó saliva y asintió con la cabeza.
—Ojalá sea verdad, Maestro.