LA BALADA DE NICK CASI DECAPITADO

POR J. K. ROWLING

Un desliz de mago aprendiz.

Cansado y despistado,

cometí un pequeño error y ahora, ¡qué terror!

Condenado a ser ejecutado.

Maldigo la velada que vi a la señora Desafortunada,

paseando al anochecer junto a un arbolillo.

Deseaba que el diente le enderezara,

pero al momento, le ha brotado un colmillo.

Toda la noche le prometo: Yo lo arreglo, me comprometo.

Pero la justicia prosiguió su marcha.

Encontraron hasta una horca, pero se olvidaron

de la roca con la que el verdugo afilaba el hacha.

Al alba, a mi lado, con rostro desolado,

el sacerdote vio cómo lloraba.

«Caballero, no necesitáis sombrero».

Y entonces supe que mi final ya llegaba.

El hombre encapuchado que las órdenes había

acatado, la cabeza separaría del cuello.

«Nick, os lo ruego, las rodillas sobre el suelo».

Yo me arrodillé sin esperanza ni resuello.

«Quizás duela un poco», dijo este torpe loco,

y clavó el hacha con fuerza.

¡Ay! ¡Qué filo más romo! Dolió, ¡no sabéis cómo!

Mas ahí seguía mi cabeza.

El verdugo golpeó, atizó y apaleó.

«Falta poco», intentó tranquilizarme.

Pero el pazguato tardó un buen rato.

Cuarenta y cinco hachazos dio hasta derribarme.

Llegó mi muerte, pero tuve suerte,

mi fiel cabeza nunca me ha abandonado.

A mí sigue pegada con tesón, y así acaba mi canción.

Ahora aplaudid, o me habréis apenado.