SALA COMÚN DE HUFFLEPUFF

POR J. K. ROWLING

A la sala común de Hufflepuff se accede desde el mismo corredor que a las cocinas de Hogwarts. Tras pasar por delante del bodegón que forma la entrada a estas, se encontrará una gran pila de barriles en un recoveco oscuro de piedra a la derecha del corredor. El segundo barril empezando por abajo, en medio de la segunda fila, se abrirá si se golpea suavemente al ritmo de Helga Hufflepuff[1]. Como método de seguridad para disuadir a los estudiantes que no son de Hufflepuff, si se golpea el barril incorrecto o no se sigue el ritmo, la tapa de uno de los otros barriles se abre y ducha a la persona con vinagre.

Dentro del barril se encuentra un pasadizo terroso e inclinado que va subiendo durante un rato hasta llegar a una habitación redonda y acogedora con techo bajo, que recuerda a la madriguera de un tejón. La habitación está decorada con los colores alegres de las abejas, negro y amarillo. Estos resaltan más por el uso de maderas pulidas del color de la miel para las mesas y las puertas redondas que llevan a los dormitorios de los chicos y las chicas, dotados de cómodas camas cubiertas con edredones de retales.

La profusión de colores de las plantas y flores hace de la sala común de Hufflepuff un lugar agradable: hay varios cactus encima de estanterías con forma circular (para adaptarse a la forma de las paredes), muchos de ellos bailan para los estudiantes que pasan delante, mientras que de las macetas de cobre suspendidas del techo cuelgan las hojillas de los helechos y la hiedra que te acarician el pelo al pasar.

Sobre la repisa de la chimenea, decorada con tejones danzarines, está el retrato de Helga Hufflepuff, uno de los cuatro fundadores de Hogwarts, brindando por sus estudiantes con una minúscula copa dorada de dos asas. A través de las pequeñas ventanas redondas situadas a ras de suelo del muro exterior del castillo se puede disfrutar de una agradable vista con la ondeante hierba y los dientes de león y, ocasionalmente, los pies de quien pasa cerca. A pesar de tener ventanas tan bajas, la sala parece estar siempre bañada por un sol permanente.