XX

Juan estaba en su despacho, acababa de colgar el teléfono después de hablar con Carlos, su hermano, el cual estaba aún convaleciente de la paliza que había recibido en Lanzarote, de manos de Javier Holmes. La llamada que este le había hecho desde el pueblo de Cantabria, donde se encontraba finalizando su recuperación, había sido para comunicarle que daba por finalizada la colaboración en las tareas de detective que venía desarrollando desde hacía unos años. Abandonaba.

Se sentía apenado; recordaba la conversación que mantuvo con Holmes hacía un par de días, en la que este se había mostrado amable y le ofreció dejar el rencor aparcado. Demostró valentía y honradez con lo que dijo, pero para él no fue suficiente. Seguía dolido, y la noticia que le acababa de dar su hermano diciéndole que dejaba de colaborar con él, en nada ayudaba. Habían crecido juntos, lo había protegido en innumerables ocasiones y era el único hermano que le quedaba cerca. Del otro apenas sabía algo.

Sonó de nuevo su teléfono móvil:

Hola Juan, soy Rose, tengo malas noticias. ¿Tienes un minuto?

—Por supuesto. ¿Qué tal está yendo todo, Rose? —preguntó Juan.

Mal, muy mal. Esta mañana han celebrado, en la Ciudad Financiera, una reunión en la que tengo entendido que han acordado la devolución del dinero robado y que Marisol sale indemne de su fechoría. Nos hemos quedado sin el dinero, lo han devuelto todo —dijo Rose.

—Vaya, lo siento —le contestó Juan.

Es mi dinero, Juan, y ahora lo tiene el banco. No basta con sentirlo —continuaba compungida.

—Lo mejor es que te olvides de ello —trató de consolarla.

Ahí no acaba todo. Holmes ha dado todos los detalles de lo que sucedió en las horas siguientes al robo de la directora de la sucursal. Me han llamado hace apenas una hora los de Recursos Humanos para entregarme una carta que me han obligado a firmar y en la que se recoge mi despido voluntario. Aún no sé si van a denunciarme e iniciar un proceso legal. Supongo que no, porque eso supondría sacar a la luz el acuerdo que han suscrito con quién les robó. Y eso no les interesa.

¿Saben algo de nuestra relación?, no me refiero solo a la profesional.

Ambos se habían conocido seis meses antes de aquel viernes, en el que Rose entró en la sucursal del barrio Salamanca con intención de apropiarse de los seis millones de euros. Habían mantenido una tortuosa relación en la que más que el amor, primó el deseo y de la que aún perduraba solo el sexo ocasional. Rose no le contó nada a Juan del intento de robo que había hecho hasta unos meses después, cuando precisó de su ayuda para encontrar lo que era suyo y estaba en manos de otro.

El silencio duró más de un minuto y fue roto por Rose:

Según me ha dicho alguien que estuvo presente en la reunión y que me es afín, tu nombre ha aparecido. Así que ándate con cuidado.

—Maldita sea, no me gusta tener por enemigo a un banco tan potente —se lamentó Juan.

Rose sentenció la conversación:

Esto no va a quedar así, no sé cuánto tardaré en hacerlo, pero juro que en algún momento me vengaré. ¿Me ayudarás, Juan?