RUMANÍA, DERROTADA

Los más beneficiados de la ofensiva rusa fueron sus aliados occidentales. Los alemanes se vieron forzados a retirar siete divisiones del frente occidental, en un momento en el que se estaba dilucidando el resultado de las batallas de Verdún y el Somme. Pero también trajo consigo otra consecuencia; la entrada de Rumanía en la contienda.

Sin tener en cuenta el atraso militar de su país, el gobierno rumano de Ionel Bratianu declaró la guerra a Austria-Hungría el 27 de Agosto de 1916. Pese a que la familia real rumana estaba emparentada con el káiser y a que Bratianu había declarado su simpatía por Alemania, llegado el momento de escoger bando tuvo más peso la expectativa de ensanchar las fronteras del país. Espoleados por los Aliados, los rumanos esperaban obtener nuevos territorios a costa de los austrohúngaros —Transilvania, Bucovina y el Banato—, que supuestamente iban a estar más preocupados por otros frentes. Por su parte, los Aliados se comprometieron a atacar a los austrohúngaros en Salónica, para favorecer así la ofensiva rumana.

El Ejército rumano, pese a contar con 700.000 efectivos, no era un rival temible; no contaba con la artillería adecuada, carecía de vehículos de transporte y sus oficiales permanecían anclados en el pasado, pues ellos mismos castigaban con latigazos a sus subordinados, una práctica impensable en los ejércitos occidentales. Aun así, las tropas rumanas iniciaron un avance a través de Transilvania, consiguiendo adentrarse 80 kilómetros en territorio enemigo y controlando buena parte de la región. Al principio encontraron una débil resistencia, pero la respuesta de las Potencias Centrales no se hizo esperar.

Alemania, Turquía y Bulgaria declararon la guerra a Rumanía.

El general Erich von Falkenhayn, que acababa de ser destituido como jefe del Estado Mayor, acudió a poner orden en el frente transilvano, mientras que August Von Mackensen, un veterano de la lucha contra los rusos, se disponía a atacar desde la frontera búlgara al mando de una fuerza integrada por soldados alemanes, búlgaros y turcos.

Durante un mes, los rumanos soportaron las embestidas de las divisiones de Falkenhayn atrincherados en los puertos de montaña, pero los alemanes lograron abrirse paso en dirección a Bucarest antes de que la llegada del invierno los hiciera impracticables. A las puertas de la capital rumana convergieron con las fuerzas de Mackensen procedentes del sur, y juntos tomaron la ciudad el 6 de diciembre.

Los restos del Ejército rumano retrocedieron hacia Moldavia, cobijándose bajo el paraguas de las tropas rusas. Rumanía había perdido a más de 300.000 hombres entre muertos, heridos y prisioneros. Los alemanes eran ahora dueños de los campos de trigo y los pozos de petróleo rumanos. Hasta el final de la guerra, los nuevos amos de Rumanía se apoderaron de dos millones de toneladas de grano y un millón de toneladas de petróleo.

De manera paradójica, la entrada en guerra de Rumanía, alentada imprudentemente por los Aliados, había supuesto finalmente un balón de oxígeno para los Imperios Centrales, que se veían ahora mejor aprovisionados de trigo y combustible en un momento en el que el bloqueo marítimo amenazaba con provocar su asfixia.