9. RELINCHOS A LA CARRERA

 

A los 45 minutos ya está por Suxxex. Es una zona campestre, bastante verde con algunas vacas lecheras. No hay mucho tráfico en la autopista a esas horas. En un momento dado puede ver a su derecha la Peña Cabilda. En su punta hay antenas y una estación de radiofrecuencia para que lleguen las emisiones que vienen a través de las montañas a la ciudad. También tiene un tótem especial, que permite que las comunicaciones mágicas sean más fáciles. Claro, que desde que la tecnología avanzó ya no se usa tanto la hechicería en las comunicaciones a larga distancia.

Un poco más adelante, deja la autopista y coge la salida que toma la dirección a las playas de Lordo. Pero su destino está bastante antes.

Sigue por la carretera comarcal un par de kilómetros más y se desvía en la señal hacia Lordo. Para un momento, comprueba por su móvil la localización exacta que le pasó Samantha. Está ya bastante cerca. Continua la marcha.

Krom disminuye su velocidad a 500 metros de su objetivo. Es una finca con una casa construida en el centro de un pequeño bosque. A lo lejos, puede ver por encima de los muros que la casa está en lo alto del terreno. Tiene aspecto del siglo XIX y que le hace falta una remodelación.

Aparca la Harley y la pega a una parte del muro que rodea la finca que no se puede ver desde el portalón de entrada.

Se sube encima del sillín y de un pequeño salto y sin apenas ruido se aúpa al muro y sin parar en el movimiento se deja caer al otro lado. Flexiona las piernas al caer y rueda un poco. Perfecto, la acción ha sido tan limpia y callada como era posible.

Agachado, zigzaguea entre los arboles del jardín de la mansión. Hay chopos, robles y pinos. Algunos de los robles son tan anchos que Krom se puede esconder detrás de ellos. Cuando llega a 30 metros de la casa se para detrás de uno y observa. Ve que hay un carruaje con caballos en la entrada y dos de los acólitos de la secta. Llevan pistolas en la mano y están en posición vigilante.

“Joder, carruajes. Menudo estilo tienen estos tíos”- piensa Krom.

Saca su pistola, se agacha y recoge una piña que tiene cerca. Cuando los acólitos no miran, lanza la piña en un amplio tiro parabólico. Cae al otro lado del carruaje haciendo ruido al golpear el suelo.

Los dos guardias oyen el ruido, se ponen en tensión y rodean cada uno por un lado el carruaje.

Krom aprovecha que le dan la espalda para salir rápidamente de su escondite y, como una pantera, se acerca a ellos en silencio. Mientras se mueve coge una piedra del suelo. Se pone detrás del más cercano a los árboles y que está mirando por debajo de los caballos. Con la mano que envuelve la piedra le da un golpe en la nuca. El acólito se derrumba como fulminado por un rayo.

Su compañero ve a Krom en ese momento desde el otro lado del carruaje por encima de los caballos. Krom ve como los ojos se le agrandan por la sorpresa y puede ver como la boca empieza a formular un grito. Krom le lanza la piedra y le da en plena frente. El grito no sale de la garganta. Cae redondo hacia atrás.

Sin perder más tiempo, Krom rodea la casa encorvado para no llamar demasiado la atención. Está buscando una puerta trasera o una entrada. Ve unos ventanales y se acerca a ellos a ver si puede distinguir algo pero todo está a oscuras. Mira hacia arriba y ve que las enredaderas cubren parte de la fachada. Se pregunta si aguantarían su peso. Podría intentar encaramarse hasta una ventana. Ummm, está complicado aunque lo puede probar si no ve otra entrada apartada. Decide continuar recorriendo el perímetro de la casa. Justo en el lado opuesto de la entrada principal ve una escalinata y otra puerta.

“Mi entrada al edificio”-piensa.

Justo en ese momento se oye: ¡¡Alto ahí!! ¡¡Intruso!!

Maldiciendo, Krom se da la vuelta. De entre los arboles surge una figura con una túnica. Otro acólito que debía estar vigilando esa parte del bosque. Krom ve que empuña un arma y apunta hacía él. Está a más de 100 metros. Krom hace unos rápidos cálculos mentales y decide que la probabilidad de que el acólito acierte el disparo está entre el 0,5 y el 1,5%. El problema es que también un perro corre hacia él enseñando los dientes y con unas declaraciones poco amistosas. Un perro bastante grande y con pinta lobuna.

Krom escucha que una bala le pasa rozando la cabeza.

Calcula que tiene unos 3 segundos antes de que el perro se le eche encima. Apunta con su pistola y dispara al acólito. En el momento de disparar Krom ya sabe que ha acertado. Girando hacia atrás se quita la gabardina y terminando el giro se la enrosca en el brazo.

Justo a tiempo.

El perro-lobo se le echa encima. Krom expone el brazo envuelto en la gabardina y el perro lo atrapa en sus fauces. Entonces se tira al suelo y con su brazo y la fuerza de su cuerpo coloca su otro antebrazo en la garganta del animal. Este intenta revolverse y lanza las patas traseras pero Krom lo tiene bien sujeto.

“Vamos perrito”-masculla–. “Solo quiero que pierdas el conocimiento”. Tras 5 segundos de forcejeo, el perro, poco a poco, se va moviendo menos. Krom mira a su alrededor buscando nuevos problemas que se le echen encima. De momento no sale nadie más pero oye ruido proveniente de la puerta principal. Se escuchan algunos gritos y oye relinchar a los caballos.

“¿Cómo?” -piensa Krom. “¡Pretenden escapar!” Aguanta un segundo más manteniendo la presión en el perro-lobo. Aun no está inconsciente pero cree que está lo suficientemente atontado como para que no sea un problema en los próximos minutos.

Suelta al perro y echa a correr rodeando la casa hacia la entrada. Cuando llega a la entrada principal, ve que hay dos acólitos subidos al cabestrante. Uno de ellos empieza a azuzar a los caballos. El otro pega un grito y le señala.

-¡Quietos bastardos!-grita Krom.

Entonces la fea cara del Sacerdote Oscuro asoma del carruaje.

-¡Joder, ahora tú! ¡A ver si te mueres de una vez!- y encañona a Krom con una pistola.

Krom no deja de correr pero se agacha un poco. Oye un disparo por encima de su cabeza.

-¡Mierda!-grita el Sacerdote Oscuro. Respira hondo y apunta lentamente de nuevo.

Krom está a 10 metros. No va a llegar a tiempo, y en su carga inconsciente se ha puesto en una situación de vulnerabilidad absoluta. ¡Maldita sea! La droga le hace creerse invencible y se ha descuidado.

Pero, como respondiendo a sus plegarias, Krom ve a una figura de dentro del carruaje que empuja al sacerdote justo antes de disparar. Krom siente el impacto de la bala a unos pocos palmos de sus pies.

-¡Puta vampira de los cojones! -se oye decir al sacerdote-. ¿Así que te haces la inconsciente? A ver si te gusta cuando te acerco el cáliz a tu linda cara.

-¡¡Arggg!!- se oye el grito de Irina.

Krom ya está a punto de llegar pero el carruaje se ha puesto en marcha y los caballos son azuzados a toda potencia. Tiene que girar en su carrera para ponerse a correr detrás de ellos. Ya están llegando al portalón de la finca cuando da un salto desesperado y consigue agarrarse a los bajos. Es arrastrado por el convoy que ya está aumentando la velocidad. El suelo le raspa la espalda pero pone los pies para que sean ellos los que más sufran. Espera que sus botas de militar aguanten. Decide tirar la pistola que aun sostenía y con esa mano se agarra también al bajo del carruaje.

Por el rabillo del ojo ve a un acólito que surge de la capota. Lleva una mirada de odio en la cara y un revolver en una mano. Apunta con la pistola hacia el cuerpo de Krom.

-¡Joder! -grita Krom y se suelta mientras gira sobre sí mismo. Oye un disparo pero está demasiado ocupado tratando de disminuir la inercia de la velocidad que tenía acumulada como para preocuparse de eso. Cuando termina de rodar sobre sí mismo, ve que salvo arañazos y desgarrones no tiene heridas. El carruaje sube por una pendiente y empieza a desaparecer de su vista.

“Ya estoy hasta los huevos de que me destrocen los trajes” piensa enfurecido. Da media vuelta y se pone a correr hacia su moto.