5. EN EL AVISPERO

 

Krom sale del piso y se dirige a una ferretería que recuerda que hay por la zona. Después de comprar un par  de cosas se mete en una estación de metro y busca en un panel cual es la conexión para llegar a su destino, la cuarta avenida.

Alrededor suyo, la gente se arremolina de camino al trabajo o a donde quiera que vayan en esa mañana de lunes. Muchos tienen cara de asco y de tristeza en su rostro.

Krom se sienta en el tren y mientras espera llegar a su destino no deja de pensar en lo mucho que se alegra de tener su vida y no vivir la de esos otros zombis que ve en el metro. Y menos mal que no son zombis de verdad. Quizás la humanidad ya sabe que ese es el destino que le espera y se entretiene practicando hasta el momento de la gran y auténtica epidemia zombi.

Por lo menos en Pangea ya ha empezado esta epidemia. En las noticias salen historias de zombis asustando a la población y de que se preparan para aislar la isla. Pero Pangea está muy lejos y Krom tiene problemas más urgentes entre manos.

Después de media hora de trayecto llega a la cuarta avenida. Se baja del metro y se queda en un rincón del andén, esperando a que haya menos gente. A pesar de ser tan alto como un elfo y el doble de grueso y sacarles una cabeza a la mayoría de humanos y no digamos a los enanos y gnomos, Krom no llama la atención entre la marabunta de seres de Nueva Briatacán. “Ah, la maravilla de las grandes ciudades”, piensa Krom.

Después de un par de minutos el andén está algo más despejado. Revisa la linterna que acaba de comprar y se la vuelve a meter al bolsillo de la gabardina.

Se acerca a las vías y de un salto se deja caer. Flexiona las rodillas para amortiguar el pequeño impacto. Bien, sus costillas parecen que han aguantado esta acción. Coge la linterna, la enciende y se mete en la oscura boca del túnel. No mira atrás para comprobar si alguien le ha visto y está causando sensación en el andén. Sabe que si uno no entabla contacto visual en la gran ciudad es como si fuera un fantasma.

Según el mapa que Samantha le dibujó, la ramificación a la estación de metro está a casi dos kilómetros de distancia.

A los 3 minutos se encuentra con el primer tren. Pero Krom ya está preparado. Se ha metido en un hueco en la pared que ha encontrado y que hay colocados espaciadamente a lo largo de las vías del metro. El remolino que crean los vagones cuando pasan le golpea, pero está bien protegido en su hueco.

Una vez que el tren se ha marchado, continúa a paso rápido. La linterna ilumina pero con un cono demasiado estrecho en opinión de Krom. Busca siempre la intersección de la pared con el suelo para no perderse. Tampoco quiere que se la pase por alto ninguna entrada que pudiera haber.

Dos trenes después Krom calcula que ya debe estar cerca de su destino. Ralentiza el paso y hace que el haz de la linterna recorra más parte del suelo y de la pared.

De repente se para. Está oyendo algo. ¿Es una especie de murmullo? No, es como un cántico. Se le eriza la piel por un momento cuando un recuerdo le viene a la mente. ¿Por qué todas las sectas de locos hacen cánticos? Ya tuvo bastante con la secta de Seth el año pasado.

Se pega a la pared y avanza con más cuidado. El cántico se escucha lejano pero cada vez más claro.

Doscientos metros más adelante llega hasta una entrada en el túnel. Ilumina el suelo y ve que los raíles se dividían ahí aunque en la parte de la desviación están roñosos e incompletos. La entrada tiene una barrera. Pero una vez que llega a ella Krom se para. Un momento…

Lentamente vuelve sobre sus pasos y unos 10 metros más atrás ilumina algo que había visto de refilón. Sí, exacto. Hay una puerta tapiada con ladrillos.

Piensa un poco y llega a la conclusión de que es probable que esta puerta esté unida al trozo de túnel al que se dirige y de donde vienen los cánticos. Y que preferiría entrar por ahí que por la que parece ser la entrada principal. Rebusca en su gabardina y se hace con la segunda herramienta que compró en la ferretería. Un buen martillo. No es que sea especialmente grande pero con un brazo fuerte, Krom no cree que unos ladrillos puedan oponer mucha resistencia.

Apaga la luz de la linterna, toca con la palma de los dedos la puerta de ladrillos y decide en donde empezar a golpear. Tiene el martillo en la mano derecha colgando y se queda en esta postura unos 30 segundos.

Cuando el tren se acerca empieza a golpear contra la pared, rabioso. El rugido de la locomotora hace que apenas pueda escuchar sus propios golpes. Con rapidez y fuerza bruta golpea y golpea y siente como hace hueco.

Para cuando el tren ha pasado Krom ya ha abierto un pequeño hueco aunque suficiente como para introducirse por él. Tendrá que valer, no quiere arriesgarse a golpear demasiado fuerte y que le oigan.

Ilumina con la linterna el agujero que ha abierto. El aire que le llega está ligeramente caliente. Ve una habitación con algunos muebles viejos y polvorientos y algunos armarios. Al otro lado del cuarto hay otra puerta. Krom sonríe y se introduce como puede y con cuidado por el agujero que ha abierto. Preferiría no rasgarse la gabardina.

Despacio para no hacer mucho ruido se acerca a la puerta, que tiene bastantes telas de araña en las bisagras, y escucha a través de ella. Los cánticos se oyen pero aún se sienten lejanos. Intenta abrir la puerta pero está cerrada o atascada. Coge el pomo con las dos manos, flexiona los brazos e, intentado que el ruido se oiga amortiguado, tira hacia sí. La puerta hace un crujido y cede.

Detrás solo hay oscuridad. Ilumina con su linterna y ve un pasillo que viene del túnel del metro y que avanza paralelo a él. Se pone a recorrerlo con cuidado de que sus pisadas no se escuchen demasiado. Poco a poco se van oyendo mejor los cánticos. Un poco más adelante se encuentra con una bifurcación. Hay unas escaleras que suben hacia arriba mientras el pasillo continua de frente. Decide subir por las escaleras. Sabe que la altura es siempre una ventaja estratégica así que decide ver que hay ahí.

Sube bastante antes de llegar a una gran sala. En ella hay muchos mandos, botones y palancas. Una cristalera recorre la mayor parte de la habitación. El cántico se oye muy cerca desde ahí. A través de los ventanales ve un resplandor. Apaga la linterna.

Se acerca al ventanal. Este tiene 3 orientaciones. En la parte de la izquierda vislumbra las vías del metro que debían venir de la barrera que encontró antes. Por el ventanal de enfrente ve que casi debajo pasan las vías y hay una grúa que sobresale de debajo de la habitación. Echa un vistazo a los controles que tiene enfrente y se da cuenta que sirven para moverla. Ese debía ser un punto de reparación de trenes o algo por el estilo. Por la parte derecha del ventanal es de donde viene el resplandor y donde se oyen claramente los cánticos. Se acerca con cuidado y mira hacia abajo.

Allí están. Una puñetera secta del Cthulhu al completo.

Unas antorchas colgadas alrededor de lo que parece una gran excavación en una de las paredes del metro iluminan la escena. Las sombras bailotean al son de las llamas.

Son unos 30, todos embozados en túnicas negras. Están girados mirando hacia el lado de la pared donde el que Krom supone que debe ser el Sacerdote Oscuro recita algo detrás de un púlpito. Parece que está leyendo un libro grande. A su lado tiene un pedestal y algo brillante reposa en él. Krom no alcanza a ver los detalles del objeto pero parece entrever que tiene la forma de una copa o cáliz. Y detrás del sacerdote y de frente a toda la marabunta está Irina.

Está atada de pies y manos en una especie de rueda gigante de carromato. Le han puesto una túnica negra como la del resto del personal. Tiene la cabeza mirando hacia abajo y el pelo negro le cubre el rostro. Krom no sabe si está consciente o no pero imagina que siga viva. Si es usada en un ritual se consigue más poder de los vivos que de los muertos. Por lo menos Krom tiene esa sensación.

Evalúa la escena durante unos pocos segundos más, se aparta de la ventana y se sienta en el suelo. ¿Qué debería hacer?

Son muchos para él. Y tal vez haya magia metida en el asunto. A Krom no le asusta pero sabe que está en clara desventaja a poco buenos que sean sus oponentes con sus hechizos.

Pero tiene que actuar rápido. Sea lo que sea que están metidos ya llevan un tiempo por la cantidad de cera consumida de las velas colocadas en el altar. Krom no reconoce lo que dicen pero suena probable que están intentado un hechizo de invocación y utilizando a la vampira como alguna manera de canalizar la energía entre mundos para atraer a su dios Cthulhu. O algo así. Krom no sabe si será todo una ilusión de unos locos o si la invocación funcionaría, pero no le apetece esperar a comprobarlo.

¿Y si se lo juega todo a la sorpresa?

Se acerca a los mandos de la grúa. Si funcionaran podría girarla y soltarla en medio de la marabunta. Él se escondería en la parte de debajo de las escaleras y cuando fueran a buscarle a la sala de control, dejaría noqueado a algún rezagado, se pondría su túnica e intentaría ir dejando noqueados a tantos como pudiera…

“Ummm”, piensa Krom, “pero tendría que acabar con todos. ¿Y cómo escapo con Irina? ¿Me la cargo encima sin más y echo a correr? No,no,no… Necesito ayuda para toda esta gente.”

Decide que lo mejor es darse prisa y avisar a Samantha para que llame refuerzos. No tiene cobertura ahí pero seguro que cerca de la estación de metro…

Está meditando todo esto cuando oye un crujido detrás suyo.