2. UN NUEVO DÍA
Dos días después Krom se despierta en su apartamento de Nueva Briatacán. Aún no está recuperado del todo pero sí que se siente mucho mejor. Además, el día anterior fue día de cobro y eso siempre ayuda a mejorar el ánimo. Entregó la gema robada a su legítimo dueño, el nigromante Tánitos, y recibió la paga acordada.
Y poco mas había hecho salvo tirarse en la cama a recuperarse de los golpes y magulladuras. Sabe que es posible que vuelva a encontrarse con los hermanos orco pero la ciudad es muy grande, hay mas bárbaros en camisa y corbata de los que Pierce daba a entender y los orcos no le conocen. No tiene la sensación de que deba preocuparse por ellos de momento. Desde luego no piensa ir a la policía. Su empleador le dejó bien claro que no se podía involucrar a las fuerzas armadas y arcanas de ninguna manera. Por Krom bien, no sentía especial cariño por sus antiguos compañeros de profesión. Panda de civilizados corruptos.
Oye un ronroneo y una bola de pelos naranja se sube a la cama y avanza hacia él.
-Hola Tigre-dice Krom al gato, mientras le acaricia la cabeza. El gato ronronea con placer-. Ahora te pongo el desayuno, felino mimoso.
Se levanta de la cama. Por el reloj de mesa observa que son poco más de las 10 de la mañana. Va a la cocina y llena el plato de comida de Tigre. Luego estruja medio limón en un vaso de agua y se lo bebe de golpe.
Se cuelga de la barra que tiene debajo de una puerta y hace unas cuantas dominadas. Se le escapa algún gruñido por el esfuerzo y el dolor. Continúa con unas cuantas abdominales y luego se sube en la cinta de correr. Hoy no está de humor como para salir a la polucionada atmósfera de Nueva Briatacán. Después de unos 20 minutos decide que ya está bien y vuelve a la cocina.
Deja unos huevos revueltos haciéndose en la sartén mientras en la batidora prepara un batido con leche, plátano y cereales.
Desayuda todo eso mientras en la tablet lee las últimas noticias y revisa su mail. No ve nada que le llame la atención. Su tía Margareta le escribe preguntándole si quiere cordero o salmón para comer el viernes. El viernes es el día de la semana que se reúne para comer con su única familiar viva. Krom no se pierde nunca estas comidas. Para él es cómo visitar un mundo extraño y ajeno al suyo, donde no pasa el tiempo ni hay estrés ni peligros mortales.
Su tía Margareta no es su tía de verdad. Es su madre adoptiva que lo recogió y lo crio como si fuera su hijo, cuando fue abandonado en el muelle de Nueva Briatacán. El era poco más que un recién nacido y solo su tía ha formado parte de su familia. Margareta nunca se casó y Krom fue su principal ocupación. Pero nunca le dejó que le llamara madre, por algún motivo siempre quiso dejarle claro que no era su madre de verdad. Con ser una tía bastaría.
Estuvo claro que Krom era un bárbaro norteño ya desde el principio. Era un bebe robusto y serio, poco dado a las risas. Ya tenía el duro pelo de la cabeza bastante crecido cuando le encontraron. De adulto Krom investigó sobre sus orígenes pero dejaremos esa historia para otro momento.
Krom está pensando todo esto y en que le apetece bastante un poco del remanso que encuentra en casa de su tía mientras se mete en la ducha.
Son ya las 11:30 cuando se termina de abotonar su camisa blanca y se anuda la negra corbata. Se va al estudio que hace las veces de oficina y que tiene su propia puerta al exterior. Hoy no tiene citas ni casos pendientes. Por él bien, le apetece tomárselo con calma.
Coge un libro de la biblioteca que tiene en su despacho. Estudio en escarlata. Nunca se cansa de leer las viejas novelas de Sherlock Holmes. Se ha leído todos los pastiches posteriores y ha disfrutado con ellos un montón pero las novelas originales son sus preferidas. Le gusta pensar que puede usar en su trabajo algo de las dotes detectivescas del mítico personaje, aunque su día a día no tiene mucho que ver con grandes deducciones. Solo buscar, esperar y actuar. Muy pocas veces tiene que usar sus células grises.
Abre el libro y se pone a leerlo. Le encanta el principio cuando Watson conoce a Sherlock y le describe desde la óptica de alguien al que aún no conoce. Solo existe una primera impresión.
Lleva ya más de media hora leyendo cuando alguien llama al timbre de su despacho. Krom enarca una ceja y, un poco molesto, cierra el libro mientras se levanta y grita: “¡Está abierta!”