LECTURAS COMPLEMENTARIAS

 

Estas sugerencias de algunas referencias seleccionadas son para quienes estén interesados en leer más. En lugar de enumerar unas bibliografías extensas, he preferido citar publicaciones recientes que sí incluyen bibliografías amplias sobre textos anteriores. Asimismo, cito algunos libros y artículos que creo que pueden resultar de especial interés para los lectores o que menciono específicamente en mi texto. El título de una revista (en cursiva) va seguido del número de volumen, después dos puntos y el primer y el último número de página, seguidos del año de publicación entre paréntesis. Puesto que este libro va dirigido a un público muy amplio, no he incluido notas al pie para declaraciones individuales del texto y las referencias están concebidas para complementar temas concretos y capítulos enteros. Para reducir el coste de este libro, solo incluyo aquí las referencias de mayor relevancia general: las del libro completo y las del prólogo. El resto de las referencias a los capítulos 1 a 11 y el epílogo están publicadas en la Red y disponibles gratuitamente en una página web (http://www.jareddiamondbooks.com).

 

REFERENCIAS APLICABLES A TODO ESTE LIBRO

 

Incluyo tres series de referencias o comentarios: referencias a unos pocos libros especialmente útiles para los propósitos de este volumen, ya que aportan información explícitamente comparativa sobre muchas sociedades; explicación de referencias a los nombres de individuos a los que he conocido; y referencias a 39 sociedades tradicionales de todo el mundo de las que con frecuencia he extraído ejemplos en mi libro.

 

Referencias comparativas generales

 

Un estudio comparativo excelente sobre las sociedades humanas de todo el mundo que resulta especialmente apropiado para los lectores de mi libro es Allen Johnson y Timothy Earle, The Evolution of Human Societies: From Foraging Group to Agrarian State, 2.ª ed., Stanford, Stanford University Press, 2000) (hay trad. cast.: La evolución de las sociedades, Barcelona, Ariel, 2003). Este volumen compara numerosos aspectos de las sociedades humanas a diferentes niveles de organización, resume estudios de casos de 19 sociedades concretas, ofrece numerosas referencias a la bibliografía sobre cada una de esas sociedades y utiliza una clasificación más precisa que la mía, dividida en bandas, tribus, jefaturas y estados. Otro estudio comparativo también excelente sobre las sociedades aborígenes australianas es Ian Keen, Aboriginal Economy and Society: Australia at the Threshold of Colonisation, South Melbourne, Oxford University Press, 2004. Como hacen Johnson y Earle en el ámbito internacional, Keen ofrece siete estudios de casos que abarcan la geografía, el entorno y la organización social de los australianos nativos. Tres libros que estudian a las sociedades de cazadores-recolectores de todo el mundo son Richard Lee e Irven DeVore, eds., Man the Hunter, Chicago, Aldine, 1968; Frances Dahlberg, ed., Woman the Gatherer, New Haven, Yale University Press, 1981; y Richard Lee y Richard Daly, eds., The Cambridge Encyclopedia of Hunters and Gatherers, Cambridge, Cambridge University Press, 1999. Un valioso estudio intercultural consultado a menudo por los antropólogos culturales es un proyecto del Cross-Cultural Cumulative Coding Center, creado en la Universidad de Pittsburgh bajo la dirección de George Murdock. Para cientos de sociedades preindustriales de todo el mundo, codificó más de 1000 variables culturales. Las tabulaciones de sus datos incluyen George Murdock, Ethnographic Atlas, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1967; Herbert Barry III y Alice Schlegel, Cross-Cultural Samples and Codes, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1980; y las páginas web http://www.yale.edu/hraf, http://ehrafworldcultures.yale.edu y http://ehrafarchaeology.yale.edu.

 

Nombres de papúes

 

Mi texto incluye numerosas anécdotas de conversaciones o acontecimientos que se produjeron mientras observaba pájaros o charlaba con amigos papúes. Aunque una anécdota no determina nada, puede ser una manera útil de ilustrar y poner rostro humano a un argumento general. Es una práctica habitual entre los periodistas ofrecer el nombre real, identificar los detalles y las localidades de los individuos mencionados para que otros puedan contactar y entrevistarlos y de ese modo adquirir nuevos conocimientos. En su día, esa era también la práctica entre los antropólogos y la mía en el pasado.

Sin embargo, los antropólogos en la actualidad son conscientes de que sus informadores pueden ser vulnerables y sufrir perjuicios si su comportamiento y opiniones se dan a conocer. Pueden darse fácilmente malentendidos culturales, por ejemplo, cuando un aldeano papú es contactado de repente por un desconocido con el que no mantiene una relación continuada, y cuyos motivos y explicaciones no están claros y puede engañar o explotar al papú. Por ello, ahora la práctica antropológica y sociológica es cambiar (novelar) u ocultar el nombre de las localizaciones y los informadores del estudio. En cualquier investigación etnográfica hay que evitar revelar detalles que posibilitarían encontrar una fuente concreta de datos sociales. Como me explicaba un amigo antropólogo: «La idea que se oculta tras esta práctica es proteger a los informadores de otros que quizá quieran buscarlos o hacerles daño por varias razones». El código ético de la Asociación Antropológica de Estados Unidos afirma: «Los investigadores antropológicos tienen unas obligaciones éticas primordiales con la gente… con la que trabajan. Esas obligaciones pueden imperar sobre el objetivo de buscar nuevos conocimientos». Por estas razones, en todo este libro he seguido la práctica antropológica actual y he eliminado o modificado sistemáticamente nombres y detalles identificadores cuando relato historias o hechos de la vida de mis amigos papúes.

 

Estudios citados con frecuencia

 

Por las razones expuestas en el prólogo, he citado repetidamente varios estudios de una muestra de 39 sociedades tradicionales de todo el mundo para que los lectores puedan comprender cómo encajan diferentes aspectos de una sociedad en particular. Agrupo aquí algunas referencias sobre relatos de esas sociedades, en lugar de incluir referencias una a una en el capítulo en el que menciono por primera vez a esa sociedad en concreto. Las 39 sociedades incluyen 10 de Nueva New Guinea e islas vecinas, 7 de Australia, 5 de Eurasia, África y Sudamérica y 7 de Norteamérica.

 

Nueva Guinea

 

Dani: libros de Johan Broekhuijse, Karl Heider, Robert Gardner y Peter Matthiessen, con detalles incluidos en «Lecturas complementarias» para el capítulo 3. Daribi: Roy Wagner, The Curse of Souw: Principles of Daribi Clan Definition and Alliance in New Guinea, Chicago, University of Chicago Press, 1967, y Habu: The Innovation of Meaning in Daribi Religion, Chicago, University of Chicago Press, 1972. Enga: Polly Wiessner y Akii Tumu, Historical Vines: Enga Networks of Ex-change, Ritual, and Warfare in Papua New Guinea, Washington, DC, Smithsonian Institution Press, 1998; además de referencias en Johnson y Earle (2000, véase supra), especialmente a los libros y artículos de Mervyn Meggitt. Fayu: Sabine Kuegler, Dschungelkind, Munich, Droemer, 2005 (hay trad. cast.: La niña de la jungla, Barcelona, Styria, 2006). Mis citas de ese libro están extraídas de esa edición alemana; su tradición inglesa, ligeramente abreviada, apareció como Sabine Kuegler, Child of the Jungle, Nueva York , Warner Books, 2005. Otros dos libros de Kuegler que hablan de los fayu son Sabine Kuegler, Ruf des Dschungels, Munich, Droemer, 2006, y Sabine Kuegler, Jägerin und Gejagte, Munich, Droemer, 2009. Fore: Ronald Berndt, Excess and Restraint: Social Control Among a New Guinea Mountain People, Chicago, University of Chicago Press, 1962. Hinihon: Angella Meinerzag, Being Mande: Personhood, Land, and Naming System Among the Hinihon in the Adelbert Range/Papua New Guinea, tesis doctoral, Universidad de Heidelberg, 2007. Kaulong: Jane Goodale (no confundir con la primatóloga Jane Goodall), To Sing with Pigs Is Human: the Concept of Person in Papua New Guinea, Seattle, University of Washington Press, 1995. Isla Mailu: Bronisław Malinowski, Natives of Mailu, Adelaide, Royal Society of South Australia, 1915. Islas Trobriand: véase la bibliografía de Johnson y Earle (2000, supra). Tsembaga Maring: Roy Rappaport, Pigs for the Ancestors: Ritual in the Ecology of a New Guinea People, 2.ª ed., Long Grove, IL, Waveland Press, 1984 (hay trad. cast.: Cerdos para los antepasados, Madrid, Siglo XXI, 1987); además de la bibliografía de Johnson y Earle (2000, supra).

 

Australia

 

Ian Keen (2004, supra) ofrece bibliografías para siete sociedades: los ngarinyin del noroeste, los yolngu de la Tierra de Arnhem, los sandbeach de cabo York, los yuwaaliyaay del interior de Nueva Gales del Sur, los kunai del sudeste, los piitjantjatjara del desierto occidental y los wiil y minong del sudoeste.

 

Eurasia

 

Agta de Filipinas: Thomas Headland, Why Foragers Do Not Become Farmers: A Historical Study of a Changing Ecosystem and Its Effect on a Negrito Hunter-Gatherer Group in the Philippines, tesis doctoral, Universidad de Hawai, 1986; John Early y Thomas Headland, Population Dynamics of a Philippine Rain Forest People: The San Ildefonso Agta, Gainesville, University Press of Florida, 1998. Ainu de Japón: Hitoshi Watanabe, The Ainu Ecosystem: Environment and Group Structure, Seattle, University of Washington Press, 1973. Isleños andamán de la bahía de Bengala: A. R. Radcliffe-Brown, The Andaman Islanders, Glencoe, IL, Free Press, 1948; Lidio Cipriani, The Andaman Islanders, Nueva York, Praeger, 1966. Kirguís de Afganistán y nganasan de Siberia: véase la bibliografía de John son y Earle (2000, supra).

 

África

 

Hadza de Tanzania: Frank Marlowe, The Hadza: Hunter-Gatherers of Tanzania, Berkeley, University of California Press, 2010; Kristen Hawkes, James O’Connell y Nicholas Blurton Jones, «Hadza children’s foraging: juvenile dependency, social arrangements and mobility among hunter-gatherers», Current Anthropology 36: 688-700 (1995), «Hadza women’s time allocation, offspring provisioning and the evolution of post-menopausal lifespans», Current Anthropology 38: 551-577 (1997), y «Hunting and nuclear families: some lessons from the Hadza about men’s work», Current Anthropology 42: 681-709 (2001). !Kung del sudoeste de África: Nancy Howell, Demography of the Dobe !Kung, 2.ª ed., Nueva York , Aldine de Gruiter, 2000, y Life Histories of the !Kung: Food, Fatness, and Well-being over the Life-span, Berkeley, University of California Press, 2010; Richard Lee, The !Kung San: Men, Women, and Work in a Foraging Society, Cambridge, Cambridge University Press, 1979; Lorna Marshall, The !Kung of Nyae Nyae, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1976; Marjorie Shostak, Nisa: The Life and Words of a !Kung Woman, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1981; Elizabeth Marshall Thomas, The Harmless People, ed. rev., Nueva York , Vintage Books, 1989. Nuer de Sudán: E. E. Evans-Pritchard, The Nuer of the Sudan: A Description of the Modes of Livelihood and Political Institutions of a Nilotic People, Oxford, Oxford University Press, 1940 (hay trad. cast.: Los nuer, Barcelona, Anagrama, 1992). Pigmeos de África central (que en realidad consisten al menos en 15 grupos etnolinguísticos de forrajeadores de los bosques africanos): Colin Turnbull, The Forest People, Nueva York, Touchstone, 1962 (hay trad. cast.: La gente de la selva, Santander, Milrazones, 2011), para el grupo mbuti; Luigi Luca Cavalli-Sforza, ed., African Pygmies, Orlando, Academic Press, 1986; Barry Hewlett, Intimate Fathers: The Nature and Context of Aka Pygmy Paternal Infant Care, Ann Arbor, University of Michigan Press, 1991, y Bonnie Hewlett, Listen, Here Is a Story: Ethnographic Life Narratives from Aka and Ngandu Women of the Congo Basin, Nueva York , Oxford University Press, 2012, para el grupo aka; y Barry Hewlett y Jason Fancher, «Central Africa huntergatherer research traditions», en Vicki Cummings et al., eds., Oxford Handbook of the Archaeology and Anthropology of Hunter-Gatherers, Oxford, Oxford University Press, impreso, para una bibliografía anotada. Turkana de Kenia: véase la bibliografía de Johnson y Earle (2000, supra).

 

Norteamérica

 

Calusa de Florida: Randolph Widmer, The Evolution of the Calusa: A Nonagricultural Chiefdom on the Southwest Florida Coast, Tuscaloosa, University of Alabama Press, 1988. Chumash de la California continental, Lynn Gamble, The Chumash World at European Contact: Power, Trade, and Feasting among Complex Hunter-Gatherers, Berkeley, University of California Press, 2008. Isleños chumash de California, Douglas Kennett, The Island Chumash: Behavioral Ecology of a Maritime Society, Berkeley, University of California Press, 2005. Iñupiat del noroeste de Alaska, Ernest Burch Jr., The World System of the Iñupiaq Eskimos: Alliance and Conflict, Lincoln, University of Nebraska Press, 2005. Inuit de la vertiente norte de Alaska, shoshones de la Gran Cuenca e indios de la costa noroeste: véanse las bibliografías de Johnson y Earle (2000, supra).

 

Sudamérica

 

Aché de Paraguay: Kim Hill y A. Magdalena Hurtado, Ache Life History: The Ecology and Demography of a Foraging People, Nueva York, Aldine de Gruyter, 1996. Machiguenga de Perú: véase la bibliografía de Johnson y Earle (2000, supra). Piraha de Brasil: Daniel Everett, Don’t Sleep, There Are Snakes: Life and Language in the Amazonian Jungle, Nueva York , Pantagon, 2008. Sirionó de Bolivia: Allan Holmberg, Nomads of the Long Bow: The Siriono of Eastern Bolivia, Garden City, NY, Natural History Press, 1969 (hay trad. cast.: Nómandas del arco largo, México, Instituto Indigenista Interamericano, 1978). Yanomami de Brasil y Venezuela: Napoleon Chagnon, Yanomamo, 5.ª ed., Nueva York, Wadsworth, 1997 (hay trad. cast.: Yanomamö, Barcelona, Alba, 2006); y la bibliografía de Johnson y Earle (2000, supra).

 

REFERENCIAS APLICABLES AL PRÓLOGO: «EN EL AEROPUERTO»

 

Gavin Souter, New Guinea: The Last Unknown, Sidney: Angus and Robertson, 1964, ofrece una buena crónica de las primeras exploraciones de Nueva Guinea, en un libro que finaliza unos 12 años antes de que Papúa Nueva Guinea fuese independiente. Mis referencias online al capítulo 1 ofrecen citas de libros que describen e ilustran los primeros contactos entre australianos y habitantes de las Tierras Altas de Nueva Guinea.

En cuanto al motivo por el que las sociedades occidentales, cultas, industrializadas, ricas y democráticas son WEIRD [raras] respecto de los criterios de sociedades más tradicionales en el resto del mundo, Joseph Henrich, Steven Heine y Ara Norenzayan explican sucintamente las razones en «Most people are not WEIRD», Nature 466: 29 (2010), y de forma más extensa en «The Weirdest people in the world?», Behavioral and Brain Sciences 33: 61-135 (2010).

El capítulo 14 de mi libro Guns, Germs, and Steel, Nueva York, Norton, 1997 (hay trad. cast.: Armas, gérmenes y acero, Madrid, Debate, 2004) comenta la evolución de las sociedades que pasaron de ser bandas a estados de acuerdo con la clasificación utilizada en mi libro actual, mientras que Johnson y Earle (2000, citados supra) abordan esas transiciones con más detalle y con una clasificación más exhaustiva de las sociedades. Las crónicas clásicas de la clasificación de las sociedades humanas incluyen dos libros de Elman Service: Primitive Social Organization, Nueva York, Random House, 1962, y Origins of the State and Civilization, Nueva York , Norton, 1975.

Algunos libros clásicos de antropología que incluyen ejemplos de las diferentes perspectivas mencionadas en mi texto para explicar las diferencias entre las sociedades humanas son los siguientes: John Bodley, The Power of Scale: A Global History Approach, Londres, Sharpe, 2003;Timothy Earle, Bronze Age Economics: The Beginnings of Political Economies, Boulder, CO, Westview, 2002; Timothy Earle, ed., Chiefdoms: Power, Economy, and Ideology, Cambridge: Cambridge University Press, 1991; Marvin Harris, Cultural Materialism: The Struggle for a Science of Culture, Nueva York, Random House, 1979 (hay trad. cast.: El materialismo cultural, Madrid, Alianza, 1982); Marshall Sahlins, Culture and Practical Reason, Chicago, University of Chicago Press, 1976 (hay trad. cast.: Cultura y razón práctica, Barcelona, Gedisa, 1988); Clifford Geertz, The Interpretation of Cultures, Nueva York , Basic Books, 1973 (hay trad. cast.: La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1998); Michel Foucault, The Archaeology of Knowledge, Nueva York, Pantheon Books, 1972 (hay trad. cast.: La arqueología del saber, Madrid, Siglo XXI, 2009); Marshall Sahlins, Stone Age Economics, Chicago, Aldine, 1972 (hay trad. cast.: Economía de la Edad de Piedra, Madrid, Akal, 1983); Marvin Harris, The Rise of Anthropological Theory: A History of Theories of Culture, Nueva York , Crowell, 1968 (hay trad. cast.: El desarrollo de la teoría antropológica, Madrid, Siglo XXI, 1981); Claude Levi-Strauss, Structural Anthropology, Nueva York, Doubleday, 1963; Julian Steward, Theory of Culture Change, Urbana, University of Illinois Press, 1955; Alfred Kroeber, The Nature of Culture, Chicago, University of Chicago Press, 1952 (hay trad. cast.: Antropología estructural, Barcelona, Paidós, 1987).

Kim Hill et al., «Co-residence patterns in hunter-gatherer societies show unique human social structure», Science 331: 1286-1289 (2011) analiza los patrones sobre quién está relacionado con quién en 32 bandas de forrajeadores de la actualidad.

La cita del apartado "Fuentes de conocimiento sobre las sociedades tradicionales" de este capítulo, relativa a las dificultades a la hora de interpretar observaciones de campo de las sociedades tradicionales modernas, proviene de la página 15 del libro de Ian Keen de 2004 citado con anterioridad.

Los estudios pioneros de una historia oral metodológicamente rigurosa incluyen dos libros de Jan Vansina: Oral Tradition: a Study in Historical Methodology, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1965, y Oral Tradition as History, Londres, James Currey, 1985. Para los lectores interesados en explorar algunos aspectos fascinantes de la variación social que yo no comento, ganándome así la gratitud de los lectores por reducir la extensión de este libro ya de por sí largo, una sugerencia es Richard Nisbett, The Geography of Thought: How Asians and Westerners Think Differently… and Why, Nueva York , Free Press, 2003. En la página 43, Nisbett comenta las diferencias cognitivas entre los cazadores-recolectores, los pueblos agrícolas tradicionales y los pueblos industriales. Joseph Henrich et al., eds., Foundations of Human Sociality: Economic Experiments and Ethnographic Evidence from Fifteen Small-Scale Societies, Oxford, Oxford University Press, 2004, abordan las diferencias entre las sociedades tradicionales e industriales según su sentido de la justicia, la reciprocidad y la búsqueda del interés propio.

Para un estudio de casos detallado que ilustra las dificultades de transferir las prácticas y lecciones de una sociedad a otra, véase Elizabeth Watson, Living Terraces in Ethiopia: Konso Landscape, Culture, and Development, Woodbridge, Reino Unido, James Currey, 2009.

 

FUENTES DE CONOCIMIENTO SOBRE LAS SOCIEDADES TRADICIONALES

 

En el prólogo resumía brevemente nuestras cuatro fuentes de información sobre las sociedades tradicionales, que se solapan unas con otras y ofrecen cada una de ellas sus ventajas y desventajas. Para los lectores (en especial los estudiosos) que estén interesados en aprender más sobre esas diversas fuentes, incluiré ahora un comentario más extenso.

El método más obvio, y la fuente de gran parte de la información de este libro, es enviar a sociólogos o biólogos preparados a visitar o vivir entre un pueblo tradicional y llevar a cabo un estudio consagrado a un tema en particular. Los científicos se citan como practicantes de diferentes disciplinas, entre ellas antropólogos, biólogos, economistas, etnógrafos, genetistas, historiadores, lingüistas, médicos, politólogos, psicólogos y sociólogos. Los autores publican sus resultados en forma de artículos científicos o libros, a menudo contextualizan sus estudios a partir de una pregunta o hipótesis a comprobar y con frecuencia (especialmente en la actualidad) recaban datos cuantitativos que presentan en tablas numéricas. En cuanto a las sociedades humanas tradicionales, este es el método científico que ha evolucionado a lo largo de los siglos como el mejor planteamiento para obtener conocimientos fiables del mundo real, ya sea el de las sociedades humanas o el de las bacterias, moléculas, rocas o galaxias.

Al aplicar este método al estudio de las sociedades tradicionales humanas han surgido dos tipos de dificultades principales. Por supuesto, esas dificultades no invalidan dichos estudios; simplemente hay que tenerlas en cuenta a la hora de interpretar las conclusiones, y explicar por qué recurrimos también a otras fuentes de información. El antropólogo australiano Ian Keen presentaba su libro sobre las sociedades australianas aborígenes resumiendo esas dificultades de este modo: «Los principales problemas de interpretación derivados del trabajo de antropólogos profesionales es que llegan tarde en las trayectorias coloniales y poscoloniales, y que unos paradigmas concretos modelan fuertemente (y limitan) sus interpretaciones. Sin embargo, dentro de su campo de interés, esos trabajos suelen ser los más exhaustivos y sistemáticos».

La advertencia de Keen sobre los estudios tardíos en las trayectorias coloniales y poscoloniales se refiere a un dilema inherente a la antropología cultural, análogo al principio de incertidumbre de Heisenberg en el campo de la física. Ese principio afirma, en la práctica, que cualquier cálculo físico perturba inevitablemente el sistema estudiado y de ese modo infunde incertidumbre al valor real que hubiéramos obtenido si dicho sistema no hubiese sido perturbado (concretamente, en la física de partículas, el principio afirma que es imposible medir de manera simultánea los valores exactos de la posición y velocidad de una partícula). Para comprender el dilema correspondiente en la antropología cultural, recordemos que los estudios antropológicos modernos de la Australia aborigen comenzaron en el siglo XX, y las crónicas etnográficas empezaron en el siglo XIX, antes del nacimiento de la antropología profesional moderna. Sin embargo, los europeos ya habían desembarcado en Australia en 1616 y fundado su primera colonia en 1788, mientras que los macasanos (pescadores indonesios) habían visitado periódicamente el norte de Australia durante muchos siglos antes de la llegada europea, y pueblos austronesios no identificados provenientes de Indonesia habían introducido los perros (dingos) y probablemente otras formas de vida y tecnologías en Australia hace varios miles de años.

Los estudios modernos sobre los aborígenes australianos han estado dedicados a sociedades radicalmente transformadas con respecto a su condición preeuropea o premacasana, ya que gran parte de la población ya había sido aniquilada por enfermedades introducidas por los europeos y quizá también por los macasanos, y conquistada y sometida al control del gobierno de Estado euro-australiano; asimismo, se les impidió ejercer la gestión tradicional del fuego (es decir, la quema) en su entorno, fueron expulsados de sus principales tierras, que eran objetivo de la colonización europea, y se vieron privados de parte de su base de subsistencia por el impacto que tuvieron en los animales y las plantas nativos los gatos, zorros, ovejas y ganado europeo y los dingos austronesios. De manera similar, aunque los !kung del desierto del Kalahari a menudo son tomados como modelos de cazadores-recolectores, los estudios detallados sobre ellos que se iniciaron en los años sesenta y que cito con frecuencia en este libro han estado dedicados a personas que ya habían abandonado sus puntas de flecha de hueso tradicionales por puntas de metal, que habían dejado de atacarse unas a otras, que recientemente habían comerciado con pastores bantúes o habían sido invadidos por ellos y que debieron de verse influidos por estos últimos, que llegaron al sur de África hace casi 2000 años.

De manera más general, todos los estudios sobre cazadores-recolectores efectuados en el siglo XX han estado dedicados a sociedades con un contacto real o potencial con productores de alimentos (agricultores o pastores). Hasta hace unos 11 000 años, no obstante, todas las sociedades humanas eran cazadoras-recolectoras, de modo que solo mantenían contacto con otros cazadores-recolectores. Solo en algunas regiones del mundo, como Australia, el Ártico y el oeste de Norteamérica encontraron los primeros exploradores occidentales no científicos a cazadores-recolectores que todavía vivían en un mundo de cazadores-recolectores. Esos hechos han provocado discusiones acaloradas sobre la relevancia de los estudios modernos para las sociedades del pasado: ¿distan demasiado los cazadores modernos de los del pasado para que tenga alguna relevancia el hecho entenderlos? Desde luego, esa opinión es demasiado extrema: tal como lo ha expresado el antropólogo Melvin Konner, si hoy pudiéramos coger a un grupo de occidentales y abandonarlos desnudos y sin herramientas en algún lugar de la sabana africana, en dos generaciones estarían todos muertos o habrían reinventado de forma independiente muchos rasgos observados en las sociedades de cazadores-recolectores. Pero, como mínimo, debemos reconocer que los pueblos tradicionales no son modelos estáticos del pasado distante.

En cuanto a la otra advertencia de Ian Keen, en cualquier ciencia y en cualquier momento existen áreas preferidas de investigación con estudios y financiación sistemáticos, y otras que caen en el olvido. Por ejemplo, hasta hace poco, apenas ningún antropólogo realizaba estudios dedicados a la infancia y la vejez entre los pueblos tradicionales. Se aconseja a los observadores de campo que no emprendan «viajes de pesca» y registren todo lo que ven; se espera que escriban libros y artículos sobre un tema concreto. En cualquier momento se dan también ciertas interpretaciones y fenómenos que suelen tener prioridad y otros que se consideran indigeribles. Por ejemplo, ha imperado una fuerte controversia sobre si la famosa antropóloga Margaret Mead sesgó sus descripciones sobre la conducta sexual de los isleños del Pacífico para que encajaran en las concepciones de una escuela antropológica por aquel entonces candente; y todavía hay quienes sostienen con vehemencia que los pueblos tradicionales no son belicosos, o que si lo son, obedece al contacto europeo; según ellos, si en efecto son belicosos, no debemos describir sus guerras porque es políticamente perjudicial.

Una segunda fuente de conocimiento sobre las sociedades tradicionales es desvelar algunos cambios recientes entrevistando a personas analfabetas acerca de sus historias transmitidas oralmente y reconstruyendo de ese modo su historia a lo largo de varias generaciones. Naturalmente, este método plantea problemas y sus practicantes han ganado mucha experiencia sobre técnicas (de las que sobre todo fue pionero Jan Vansina) para verificar y garantizar la fiabilidad de la información recabada.

Por ejemplo, la antropóloga Polly Wiessner y el artista enga Akii Tumu colaboraron en el estudio de la historia oral del pueblo enga, el mayor grupo lingüístico de las Tierras Altas de Papúa Nueva Guinea. Aunque la historia escrita no comenzó para los enga hasta la llegada de europeos cultos en los años treinta, los enga son excepcionales entre los papúes porque han llevado un registro de acontecimientos históricos a través de una serie de tradiciones históricas (denominadas atone pii) que reconocen como algo distinto de los mitos (llamados tindi pii), y que se remontan a hace 8 o 10 generaciones (entre 250 y 400 años). De 1985 a 1998, Wiessner y Tumu entrevistaron a ancianos pertenecientes a 110 tribus enga. Verificaron si las respuestas a la entrevista eran correctas buscando la consistencia entre los relatos ofrecidos por diferentes clanes, valorando si los relatos sobre guerras y migraciones por parte de los descendientes de participantes de ambos bandos y por grupos vecinos coincidían, y comprobando si la información ofrecida sobre una esfera de la vida (por ejemplo, los intercambios ceremoniales de cerdos) se correspondían con la información aportada sobre diferentes ámbitos de la vida (por ejemplo, el uso de la tierra y la producción agrícola). También comprobaron las crónicas orales con respecto a dos acontecimientos fechables de forma independiente y que afectaban a todos los grupos de las Tierras Altas de Papúa Nueva Guinea, incluidos los enga: una gran erupción volcánica acontecida en la cercana isla Long en el siglo XVII, que depositó una capa de ceniza químicamente identificable (tefra) por todas las Tierras Altas orientales y sobre la cual los enga y otros habitantes de la región tienen una tradición oral de una «época de oscuridad» en la que la ceniza ensombreció el sol durante varios días; y la llegada del boniato, que transformó la agricultura y las sociedades de las Tierras Altas hace entre 250 y 400 años. Mediante estas comprobaciones y métodos para verificar fechas, Wiessner y Tumu pudieron reconstruir historias detalladas sobre dispersiones de tribus, crecimiento de poblaciones, envergadura de la población, condiciones medioambientales, subsistencia agrícola, cosechas cultivadas, comercio, liderazgo, organización social, guerras, migraciones y el desarrollo de ceremonias y cultos durante las últimas ocho generaciones enga, mucho antes de la llegada de los europeos a las Tierras Altas de Nueva Guinea.

Este método de reconstrucción oral solo es aplicable a algunos pueblos tradicionales, puede que solo a una minoría de ellos, porque muchos o el grueso de los mismos no conservan un conocimiento oral detallado que se remonte a más de unas generaciones. Eso depende de factores como su organización social, su grado de insistencia en la experiencia de primera mano, quién cuente las historias y el nivel de participación de los oyentes en la narración. Por ejemplo, el lingüista misionero Daniel Everett descubrió que los indios piraha de Brasil se negaban a hablar de nada que no hubiesen visto con sus propios ojos, y por tanto desdeñaban los esfuerzos de Everett por hablarles de la vida de Jesús: «¿Usted le ha visto? De lo contrario, ¿cómo puede creérselo?». Asimismo, los numerosos estudios realizados entre el pueblo !kung desde los años sesenta en adelante no han recuperado información detallada sobre acontecimientos o condiciones de la vida !kung sucedidos hace más de unas pocas generaciones. Por otro lado, entre los enga, las narraciones históricas se relatan en casa de los hombres, los oyentes comentan y corrigen errores y no se permite a los individuos poderosos distorsionar la historia para satisfacer sus intereses.

Un tercer método para conocer las sociedades tradicionales comparte los objetivos de la reconstrucción oral, en la medida en que pretende ver a las sociedades antes de que fueran visitadas por los científicos modernos. Aunque estos han sido los primeros forasteros en contactar con algunos pueblos tradicionales —como el «descubrimiento» de los dani del valle de Baliem por parte de la Tercera Expedición Archbold del American Museum of Natural History en 1938—, con más frecuencia se han visto precedidos por patrullas del gobierno, comerciantes, lingüistas misioneros o exploradores. Sin duda, ese fue el caso de la gran mayoría de las sociedades tradicionales del Nuevo Mundo, África, Australia y las islas del Pacífico, ya que fueron «descubiertas» por los europeos desde 1492 hasta principios del siglo XX, antes de que la antropología moderna se afianzara como una disciplina que realizaba trabajo de campo. Ni siquiera los primeros contactos recientes de tribus papúes y amazónicas desde los años treinta hasta la actualidad han sido realizados por científicos debido a los recursos necesarios y a los peligros que entraña. Cuando llegan los científicos, la cultura tribal ya ha empezado a cambiar a consecuencia de los contactos.

Pero aun así podemos aprender mucho de las descripciones anecdóticas que dejaron esos primeros visitantes científicamente no preparados. La desventaja obvia es que sus crónicas son menos sistemáticas, cuantitativas e informadas por métodos rigurosos y el conocimiento acumulado sobre otras tribus. Una ventaja compensatoria obvia es que la información resultante hace referencia a una sociedad tribal menos modificada que cuando se la encontraron los científicos más tarde. Una ventaja menos obvia es que la naturaleza poco sistemática y científica de esas primeras observaciones puede ser un aspecto marcado. Los visitantes sin formación a menudo describen de forma general lo que les llama la atención y de ese modo pueden comentar facetas de una sociedad que serían ignoradas por un científico enviado con apoyo investigador a estudiar algún fenómeno en particular.

Un ejemplo es un extraordinario libro (Dschungelkind) sobre el pueblo fayu, de la Nueva Guinea indonesia, escrito por una alemana llamada Sabine Kuegler. Durante mi primer viaje a la región en 1979, el piloto del helicóptero me habló de una aterradora visita que había realizado recientemente a un grupo recién descubierto de nómadas fayu en nombre de una pareja de misioneros, Klaus y Doris Kuegler. Por invitación de los fayu, los Kuegler llevaron a sus tres hijos pequeños para que vivieran con la tribu, y fueron los primeros forasteros que veían la mayoría de los fayu. La hija mediana de los Kuegler, Sabine, se crió entre los fayu desde los 7 hasta los 17 años, en un momento en que todavía no había forasteros aparte de su familia. Después de trasladarse a Europa para iniciar una educación europea y ser ciudadana del continente, Sabine publicó en 2005 un libro sobre sus experiencias y observaciones.

En el libro de Sabine no hay tablas de datos, pruebas sobre hipótesis antagónicas y resúmenes del estado actual de algún subcampo de la antropología. Por el contrario, los lectores obtendrán una gráfica visión de la vida fayu justo después del primer contacto, con flechas silbando por los aires, peligros, accidentes y muertes. Puesto que los compañeros de juego de Sabine eran niños fayu y ella en parte se crió como uno más, su libro se aproxima a una autobiografía de un fayu, pero con la doble perspectiva de un fayu y un occidental. De ese modo, Sabine pudo detectar características de los fayu —como su concepto del tiempo, las dificultades físicas de su vida y su psicología— que ellos darían por sentados y no se molestarían en comentar. Igual de conmovedor es el relato de Sabine sobre el regreso a Europa, donde veía a la sociedad a través de sus ojos en parte fayu, lo cual le permitió detectar rasgos de la vida europea (por ejemplo, enfrentarse a los desconocidos o los peligros que entraña cruzar una carretera) que un europeo daría por sentados. Puede que algún día un científico visite a los fayu y describa algún aspecto de su sociedad. Pero, para entonces, los fayu serán un pueblo drásticamente distinto del que conocieron los Kuegler en 1979. Ningún científico podrá repetir la experiencia de Sabine y describir cómo era criarse, pensar y sentir casi como un fayu tradicional.

El otro método para conocer a las sociedades tradicionales y la única fuente de información sobre sociedades pasadas sin escritura ni contacto con observadores cultos es la arqueología, cuyas ventajas y desventajas son la antítesis de aquellas asociadas a los observadores modernos. Excavando y fechando mediante radiocarbono un yacimiento, los arqueólogos pueden reconstruir una cultura de decenas de miles de años de antigüedad, antes de que fuese contactada y transformada por el mundo moderno. Así, las inquietudes por los efectos perturbadores del contacto moderno y del sociólogo residente desaparecen por completo. Ello supone una ventaja enorme. La desventaja correspondiente es que los detalles, como los acontecimientos diarios y los nombres, motivos y palabras de las personas, se pierden. Los arqueólogos también hacen frente a la desventaja de una mayor incertidumbre y más esfuerzo para extraer conclusiones sociales de sus manifestaciones físicas preservadas en yacimientos arqueológicos. Por ejemplo, los arqueólogos intentan deducir la desigualdad individual en materia de estatus social y salud indirectamente a partir de las diferencias en los objetos funerarios y el tamaño de las tumbas en unos cementerios excavados laboriosamente durante varias temporadas de estudio. Un etnógrafo podría observar directamente esas desigualdades en un día de trabajo de campo, pero los resultados se aplicarían a una sociedad que se ha visto transformada en cierta medida por el contacto moderno.

Por ello, nuestros cuatro métodos para comprender a las sociedades tradicionales difieren en sus ventajas y desventajas. Podemos tener más confianza en las conclusiones si los cuatro métodos pueden aplicarse y arrojan resultados similares. Por ejemplo, disponemos de información sobre guerras tribales a partir de observaciones científicas modernas (las detalladas crónicas de Jan Broekhuijse y Karl Heider sobre la guerra dani descrita en el capítulo 3), a partir de reconstrucciones orales (como las de Polly Wiessner y Akii Tumu), a partir de relatos anecdóticos (como el de Sabine Kuegler entre los fayu) y a partir de pruebas arqueológicas (como las armaduras y cráneos rotos con hachas). Cuando esos cuatro planteamientos discrepan en sus conclusiones, debemos averiguar por qué: tal vez la sociedad cambió con el tiempo o debido al contacto.