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UN BREVE CAPÍTULO SOBRE UNA GUERRA PEQUEÑA

La guerra de los dani • Cronología de la guerra • El recuento de muertos de la guerra

La guerra de los dani

Este capítulo servirá para abordar la guerra tradicional recogiendo una serie bastante corriente de batallas e incursiones entre el pueblo dani de Nueva Guinea, que solo tienen de inusual que fueron observadas y filmadas por antropólogos. Los dani son una de las poblaciones más numerosas y densas de Nueva Guinea, centrada en el Gran Valle del río Baliem. Entre 1909 y 1937, ocho expediciones occidentales contactaron y visitaron brevemente a varios grupos dani periféricos o a sus vecinos sin adentrarse en el propio valle. Como he mencionado en el capítulo 1, el valle y su abundante población fueron «descubiertos» —esto es, vistos por primera vez por los europeos unos 46 000 años después de la llegada de los papúes ancestrales— el 23 de junio de 1938 desde un avión que estaba efectuando vuelos de reconocimiento para la Expedición Archbold. El primer contacto directo se produjo el 4 de agosto, cuando una patrulla encabezada por el capitán Teerink entró en el valle. Una vez que la Expedición Archbold abandonó el valle en diciembre de 1938, los contactos entre los dani de Baliem y los europeos (aparte de un fugaz rescate de la tripulación de un avión que se estrelló en 1945 por parte del ejército de Estados Unidos) se pospusieron hasta 1954 y años posteriores, cuando se instalaron en el valle diversos campamentos misionales y un puesto de patrulla del gobierno holandés.

En 1961 llegó una expedición del Museo Peabody, perteneciente a la Universidad de Harvard, para realizar estudios antropológicos y captar imágenes. El campamento elegido fue la aldea dani de Dugum, ya que la zona carecía de gobierno y misiones y mantenía un contacto relativamente escaso con el exterior. Resultó que estaba librándose todavía una guerra tradicional. Las crónicas sobre los enfrentamientos que se produjeron entre abril y septiembre de 1961 han aparecido en diversas formas, de las cuales las más destacadas son la disertación doctoral (en holandés) del sociólogo Jan Broekhuijse, de la Universidad de Utrecht; dos libros del antropólogo Karl Heider basados en su tesis doctoral en Harvard; un popular libro, Under the Mountain Wall, del escritor Peter Matthiessen; y el documental Dead Birds, producido por Robert Gardner y en el que se incluyen extraordinarias imágenes de batallas con lanzas entre los hombres de las tribus.

El breve resumen que incluyo a continuación sobre la guerra de los dani de Dugum durante esos meses de 1961 se inspira sobre todo en la tesis de Broekhuijse, ya que es la crónica más detallada, y se complementa con información de Heider y algunos detalles de Matthiessen. Broekhuijse entrevistó a los participantes de las batallas, que le describieron su valoración de las mismas, el ambiente resultante y detalles de las heridas que sufrió cada persona. Existen algunas discrepancias entre esos tres relatos, en especial la transcripción de los nombres dani (Broekhuijse utilizó la ortografía holandesa, mientras que Heider optó por la estadounidense), y en algunos detalles, como una diferencia de un día en la fecha de una batalla. No obstante, los tres autores compartieron información entre sí y con Gardner, y sus crónicas coinciden en gran medida.

Cuando lean este relato combinado creo que les sorprenderán, como me ocurrió a mí, numerosas características de la guerra dani que comparten los conflictos bélicos de otras muchas sociedades tradicionales que mencionaré en el capítulo 4. Esas características comunes incluyen las siguientes: las frecuentes emboscadas y batallas abiertas (lámina 36), con varias muertes en cada una de ellas, están puntuadas por infrecuentes masacres que exterminan a toda una población o matan a un porcentaje significativo de la misma. La denominada guerra tribal con frecuencia es intratribal, entre grupos que hablan el mismo idioma y comparten la misma cultura, y no intertribal. A pesar de esa similitud o identidad cultural entre los antagonistas, el enemigo en ocasiones es tachado de infrahumano. En la infancia se enseña a los niños a luchar y a esperar un ataque. Es importante contar con aliados, pero esas alianzas varían con frecuencia. La venganza es uno de los principales motivos de los ciclos de violencia. (Por su parte, Karl Heider la describía como la necesidad de aplacar a los fantasmas de los compañeros asesinados recientemente.) La guerra implica a toda la población, y no solo a un reducido ejército profesional de hombres adultos: se cometen asesinatos intencionados de mujeres y niños «civiles», además de varones «soldado». Se queman y saquen aldeas. La eficiencia militar es escasa en comparación con la guerra moderna, puesto que solo disponen de armas de corto alcance, el liderazgo es débil, la planificación es simple, carecen de formación militar en grupo y los disparos no están sincronizados. Sin embargo, dado que la guerra es crónica, tiene consecuencias omnipresentes para la conducta de la gente. Por último, los recuentos absolutos de muertos son inevitablemente bajos debido a la pequeña envergadura de las poblaciones que participan (en comparación con las de casi todas las naciones modernas), si bien los recuentos relativos en proporción con la población implicada son elevados.

Cronología de la guerra

La guerra de los dani que describiré enfrentó a dos alianzas, cada una de las cuales contaba con hasta 5000 miembros. Para que los lectores puedan realizar un seguimiento de los nombres dani que aparecerán recurrentemente en las páginas siguientes, resumo las composiciones de las alianzas en la tabla 3.1. Una de ellas, denominada Alianza Gutelu, por el nombre de su líder, consistía en varias confederaciones de unas 1000 personas cada una, incluida la Confederación Wilihiman-Walalua, que comprendía a la aldea dani de Dugum, además de sus aliados gosi-alua, los dloko-mabel y otras confederaciones. La otra, que vive al sur de la Alianza Gutelu, incluía a los widaia y sus aliados, como las confederaciones Siep-Eloktak, Hubu-Gosi y Asuk-Balek. La Alianza Gutelu libraba una batalla simultánea en su frontera meridional que no se recoge en esta crónica. Varias décadas antes de los acontecimientos de 1961, los wilihiman-walalua y los gosi-alua habían estado aliados con los siepeloktak y eran enemigos de los dloko-mabel, hasta que el robo de cerdos y las disputas por las mujeres llevaron a los wilihiman-walalua y los gosi-alua a aliarse con los dloko-mabel, a formar una alianza bajo el liderazgo de Gutelu, y a atacar y expulsar a los siep-eloktak, que se aliaron con los widaia. Tras los hechos de 1961, los dloko-mabel atacaron de nuevo y se enemistaron con los wilihiman-walalua y los gosi-alua.

TABLA 3.1. MIEMBROS DE DOS ALIANZAS DANI ENFRENTADAS

Tabla

Todos esos grupos hablan el lenguaje dani y son similares en su cultura y forma de subsistencia. En los párrafos siguientes me referiré a las partes enfrentadas como los wilihiman y los widaia para abreviar, pero debe quedar claro que cada una de esas confederaciones normalmente contaba en la batalla con una o más confederaciones aliadas.

En febrero de 1961, antes de que den comienzo los principales relatos de Broekhuijse, Heider y Matthiessen, cuatro mujeres y un hombre de la Alianza Gutelu fueron asesinados por los widaia mientras visitaban a unos familiares en una tribu cercana para celebrar un banquete a base de cerdo, lo cual encolerizó a los gutelu. Se habían cometido otros asesinatos antes de ese. Por ello, más que de guerra con un comienzo y una causa especificables, deberíamos hablar de guerra crónica.

El 3 de abril, falleció un hombre widaia herido en una batalla anterior. Para los wilihiman, eso vengaba la muerte de uno de sus hombres en enero y confirmaba la actitud benevolente de sus antepasados, pero, para los widaia, la nueva muerte exigía represalias para restablecer su relación con sus ancestros. El 10 de abril al amanecer, los widaia lanzaron el desafío de una batalla abierta, que los wilihiman aceptaron, y combatieron hasta que la lluvia puso fin al enfrentamiento a las cinco de la tarde[5]. Diez wilihiman fueron heridos leves, uno de los aliados de los gosi-alua (un hombre llamado Ekitamalek) sufrió lesiones graves (una punta de lanza se quebró dentro de su pulmón izquierdo y murió 17 días después) y un número no especificado de widaia resultaron heridos. Ese desenlace dejó a ambos bandos anhelando otra batalla.

El 15 de abril se lanzó otro desafío, que fue aceptado, y unos 400 guerreros lucharon hasta que el ocaso obligó a todos a irse a casa. Resultaron heridos unos 20 hombres por bando. Tres aliados hubikiak de los widaia tuvieron que ser trasladados, acompañados de risas burlonas y mofas de los wilihiman, que gritaban cosas como: «¡Obligad a esos patanes a caminar, no son cerdos!… Marchaos a casa, vuestras mujeres os cocinarán patatas». Uno de los hubikiak heridos falleció seis semanas después.

El 27 de abril, Ekitamalek, el gosi-alua herido el 10 de abril, murió y fue incinerado. Los widaia se percataron de que ningún gosi-alua y pocos wilihiman habían acudido a sus huertos, así que 30 de ellos cruzaron un río, se adentraron en territorio enemigo y esperaron para tender una emboscada. Al no aparecer nadie, los widaia derrumbaron una torre de vigilancia wilihiman y se fueron a casa (lámina 13).

El 4 de mayo, los wilihiman y sus aliados lanzaron un desafío y aguardaron en el campo de batalla elegido, pero no apareció ningún widaia, así que se fueron a casa.

El 10 o el 11 de mayo, el padre de Ekitamalek lideró un ataque de gosi-alua, walalua y numerosos wilihiman en las huertas widaia mientras el resto de hombres y mujeres wilihiman trabajaban sus tierras y se comportaban con total normalidad para que el enemigo no sospechara de la emboscada. Los atacantes vieron a dos hombres widaia labrando un huerto mientras un tercero montaba guardia en lo alto de una torre de vigilancia. Durante horas, los atacantes fueron acercándose, hasta que el vigilante widaia los vio a una distancia de 50 metros. Los tres widaia huyeron, pero los atacantes lograron atrapar a uno llamado Huwai, le clavaron sus lanzas y escaparon. Una contraemboscada organizada por los widaia en territorio wilihiman fracasó. El widaia herido murió ese mismo día. Tres wilihiman resultaron heridos leves en la acción del día. En ese momento, los wilihiman consideraban que habían vengado la muerte de su aliado gosi-alua y lo celebraron bailando hasta bien entrada la noche.

El 25 de mayo, unos guerreros gutelu pertenecientes al frente norte de su alianza mataron a un hombre de la Confederación Asuk-Balek, se aliaron con los widaia y participaron en la muerte que se produjo el 25 de agosto, descrita más adelante.

El 26 de mayo, ambos bandos lanzaron desafíos, emprendieron ataques y combatieron hasta última hora de la tarde, momento en el cual se fueron a casa. Doce wilihiman resultaron heridos, ninguno de ellos de gravedad.

El 29 de mayo, los widaia anunciaron que el guerrero herido el 15 de abril acababa de fallecer, lo cual llevó a los wilihiman a iniciar una danza de celebración que tuvo que ser interrumpida por la noticia de una incursión widaia en la frontera norte.

Los widaia se sentían inquietos porque habían sufrido dos muertes sin poder vengarse. El 4 de junio enviaron un destacamento a tender una emboscada que acabó convirtiéndose en una batalla en la que participaron unos 800 hombres y que fue interrumpida por la oscuridad. Tres wilihiman sufrieron heridas leves.

El 7 de junio estalló una batalla total en la que participaron 400 o 500 guerreros por bando. En medio de una lluvia de lanzas y flechas de grupos separados por 20 metros de distancia, los exaltados se aproximaban a menos de 5 metros del enemigo, corriendo a toda velocidad para evitar ser alcanzados. Unos 20 hombres resultaron heridos.

El 8 de junio se intuyó una incursión widaia a partir de unas huellas, pero no fueron avistados.

El 10 de junio, los wilihiman se dedicaron a organizar una ceremonia y no había nadie en las huertas ni ocupando las torres de vigilancia. A última hora de la tarde de ese caluroso día, un hombre wilihiman y tres jóvenes fueron a beber agua fresca al río, donde se vieron sorprendidos por 30 widaia divididos en dos grupos. Cuando apareció el primero, los 4 wilihiman huyeron, momento en el cual, el segundo grupo de widaia, que se hallaba oculto, intentó cortarles el paso. El hombre wilihiman y dos muchachos consiguieron escapar, pero Wejakhe, el tercero, no podía correr por una lesión en la pierna, fue atrapado, sufrió heridas de lanza y murió aquella noche.

El 15 de junio, los familiares wilihiman de Wejakhe organizaron un ataque infructuoso.

El 22 de junio, los widaia lanzaron un desafío, y se libró una batalla en la que participaron unos 300 hombres por bando. Hubo también una emboscada. Cuatro hombres fueron heridos leves. Un dloko-mabel sufrió heridas graves por una flecha que se le rompió en el hombro y que sus compañeros trataron de extraer, primero agarrándola con los dientes y estirando, y después manipulándola (sin anestesia) con un cuchillo de bambú.

El 5 de julio, tras dos semanas sin combates, los wilihiman se internaron en un huerto widaia. Un hombre wilihiman llamado Jenokma, que era más rápido que sus compañeros, echó a correr impetuosamente detrás de un grupo de 6 widaia, pero lo interceptaron y atacaron con lanzas. Sus compañeros escaparon, y los widaia se llevaron su cadáver, pero lo devolvieron aquella noche y lo dejaron en tierra de nadie para que los wilihiman lo recuperaran. Tres aliados gosi-alua de los wilihiman resultaron heridos leves. Los wilihiman estaban desalentados: esperaban adjudicarse alguna muerte, pero fueron ellos quienes sufrieron una más. Una anciana wilihiman se lamentaba: «¿Por qué intentáis matar a los widaia?», a lo que un hombre de su tribu replicó: «Esa gente son nuestros enemigos. ¿Por qué no deberíamos matarlos? No son humanos».

El 12 de julio, los wilihiman pasaron todo el día tendiendo una emboscada hasta que lanzaron un desafío abierto hacia las cinco de la tarde. Sin embargo, era un día lluvioso, así que los widaia no lo aceptaron ni salieron a sus huertos.

El 28 de julio, los widaia realizaron una incursión, pero fueron avistados por un grupo de 8 wilihiman que ocupaban una torre de vigilancia. Los wilihiman se ocultaron cerca de allí. Ajenos a que había enemigos en la zona, los widaia acudieron a la torre y uno de ellos subió a dar un vistazo. En ese momento, los wilihiman salieron de su escondite, los widaia huyeron y el hombre que se hallaba en la torre intentó saltar, pero no era lo bastante rápido y fue atrapado y asesinado. Aquella noche, los wilihiman devolvieron su cuerpo a los widaia.

El 2 de agosto se produjo un pequeño enfrentamiento cuando un cerdo widaia fue robado por los wilihiman o se extravió de su territorio.

El 6 de agosto estalló una gran batalla entre los wilihiman, los widaia y los aliados de ambos bandos. Se produjo un combate paralelo entre chicos widaia y wilihiman de tan solo seis años, que se encontraban en orillas opuestas de un río y que fueron animados por hombres de más edad. Solo 5 hombres resultaron heridos leves, ya que la batalla degeneró en más insultos que enfrentamientos. Algunos improperios escogidos al azar fueron: «Sois mujeres, cobardes». «¿Por qué tenéis muchas más mujeres de las que merece vuestro estatus?» «Tengo cinco esposas, y tendré cinco más, porque vivo en mi tierra. Vosotros sois fugitivos sin tierra, por eso no tenéis mujeres».

El 16 de agosto tuvo lugar otra gran batalla en la que intervinieron aliados de ambos bandos. Al menos 20 hombres resultaron heridos, uno de gravedad por una flecha que le alcanzó en la barriga. Los wilihiman se mostraban tensos, presionados por su incapacidad para vengar a sus dos muertos recientes y presa de una obsesión colectiva por matar rápidamente a un enemigo. Los espíritus de sus antepasados querían venganza, y ellos no se la habían cobrado. Pensaban que los espíritus ancestrales ya no los respaldaban y que solo dependían de sí mismos; el temor atenuó su deseo de luchar.

El 24 de agosto, una mujer widaia descontenta con su marido huyó a la tierra wilihiman para buscar refugio. Un grupo de wilihiman quería matarla para vengar la muerte de Jenokma el 5 de julio, pero los disuadieron.

El 25 de agosto, como he relatado en el capítulo 2, cuatro hombres asuk-balek del otro lado del río Baliem fueron a visitar a los familiares de dos de los hombres en la región dloko-mabel. Se toparon con un grupo de wilihiman, que inmediatamente se percataron de que eran aliados de sus enemigos y de que los dos que no tenían parientes locales debían morir. Uno consiguió escapar, pero el otro fue reducido y asesinado. Mientras los wilihiman arrastraban al asuk-balek moribundo, unos muchachos corrían junto a él, clavándole pequeñas lanzas en el cuerpo. El asesinato causó una gran alegría y todos los wilihiman cantaron y bailaron una danza de celebración. Los wilihiman llegaron a la conclusión de que los asuk-balek habían sido conducidos hasta ellos por sus espíritus ancestrales o por el fantasma de Jenokma. Aunque la venganza no fue una represalia (la muerte de un solo enemigo por la de dos wilihiman), la tensión disminuyó. El mero asesinato de un enemigo era una prueba fehaciente de que los espíritus estaban ayudándolos de nuevo.

A principios de septiembre, un joven llamado Digiliak murió en un ataque widaia, y una incursión gutelu acabó con la vida de dos widaia. Al día siguiente, la guerra terminó abruptamente en la línea meridional gutelu cuando se instaló allí un puesto de patrulla holandés, pero prosiguió en otra frontera.

Cada una de las acciones descritas hasta el momento solo tuvieron consecuencias limitadas y tangibles, ya que murió poca gente y ninguna población fue expulsada de su lugar de origen. Cinco años después, el 4 de junio de 1966, se produjo una masacre a gran escala debido a las tensiones que imperaban en el seno de la Alianza Gutelu entre su líder, perteneciente a la Confederación Dloko-Mabel, y jefes celosos de las confederaciones aliadas Wilihiman-Walalua y Gosi-Alua. Varias décadas antes, estas dos últimas estaban en guerra con la Confederación Dloko-Mabel, hasta que se produjo un cambio de alianzas. No está claro si el propio Gutelu planeó el ataque contra sus antiguos enemigos o si fue incapaz de contener a los miembros exaltados de su pueblo. Si esta interpretación es cierta, ilustraría un tema recurrente en las sociedades tribales, que carecen de un liderazgo fuerte y de una monopolización de la fuerza que son característicos de las jefaturas y las sociedades estatales. El ataque fue programado cuidadosamente para un día en que los misioneros locales y la policía indonesia (que había arrebatado el control del oeste de Nueva Guinea a los holandeses en 1962) estaban ausentes. Aprovechando la niebla, guerreros dloko-mabel y otros miembros de la Alianza Gutelu procedentes del norte vadearon el río Elogeta al amanecer para atacar a los miembros de la alianza originarios del sur. En una hora, 125 adultos y niños de ambos sexos habían fallecido o estaban moribundos, decenas de asentamientos fueron pasto de las llamas y otras alianzas que conocían el ataque inminente se unieron para robar cerdos. Los sureños habrían sido exterminados de no ser por la ayuda que recibieron de una alianza situada más al sur, con la cual habían mantenido una asociación. El resultado, al margen de todas esas muertes, fue una huida hacia el sur y una escisión en la Alianza Gutelu entre sureños y norteños. Esas masacres son hechos infrecuentes con grandes consecuencias. A Karl Heider le hablaron de otras cuatro masacres, quemas de aldeas, saqueo de cerdos y cambios de población entre los años treinta y 1962.

El recuento de muertos de la guerra

Todos los combates que se libraron entre abril y principios de septiembre de 1961 causaron solo unas 11 muertes en la frontera meridional. Incluso la masacre del 4 de junio de 1966 arrojó una cifra de solo 125 víctimas. Para los supervivientes del siglo XX y dos guerras mundiales, esos números son tan nimios que ni siquiera merecen el apelativo de guerra. Pensemos en las víctimas mucho más numerosas de la historia de los estados modernos: 2996 muertos en una hora en los atentados del World Trade Center del 11 de septiembre de 2001; 20 000 soldados británicos muertos en un solo día, el 1 de julio de 1916, en la batalla del Somme durante la Primera Guerra Mundial, acribillados cuando avanzaban en campo abierto hacia unas posiciones alemanas fuertemente defendidas con ametralladoras; unos 100 000 japoneses muertos el 6 de agosto de 1945 y después a causa de la bomba atómica estado unidense lanzada sobre Hiroshima (lámina 37); y más de 50 millones de muertos durante la Segunda Guerra Mundial. En comparación con esas cifras, los enfrentamientos dani que acabo de resumir fueron una guerra irrisoria, si es que puede considerarse una guerra.

Sí, con respecto al número absoluto de muertos, la guerra de los dani fue diminuta. Pero las naciones que participaron en la Segunda Guerra Mundial eran mucho más populosas y ofrecían muchas más víctimas potenciales que las alianzas involucradas en el conflicto wilihiman-widaia. Esas alianzas incluían a unas 8000 personas en total, mientras que la población de los participantes más destacados de la Segunda Guerra Mundial oscilaba entre decenas de millones hasta casi 1000 millones. La cifra de muertos relativa de la guerra dani —el número de dani fallecidos en proporción con la población total implicada— prácticamente eclipsó las bajas sufridas por Estados Unidos, los países europeos, Japón o China en las guerras mundiales. Por ejemplo, las 11 muertes que padecieron las dos alianzas dani solo en el frente meridional gutelu durante los seis meses transcurridos entre abril y septiembre de 1961 representaron alrededor de un 0,14 por ciento de la población total. Eso supera la cifra porcentual de muertos (0,10 por ciento) de la batalla más sangrienta del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial: los tres meses de enfrentamientos en Okinawa, donde se utilizaron bombarderos, aviones kamikaze, artillería y lanzallamas y en los que perecieron unas 264 000 personas (23 000 soldados estadounidenses, 91 000 soldados japoneses y 150 000 civiles de la isla) de una población total entre Estados Unidos, Japón y Okinawa de unos 250 millones de personas. Los 125 hombres, mujeres y niños muertos en una hora durante la masacre dani que tuvo lugar el 4 de junio de 1966 representaban un 5 por ciento de la población objetivo (unas 2500 personas), esto es, las confederaciones meridionales de la Alianza Gutelu. Para equiparar ese porcentaje, la bomba atómica de Hiroshima tendría que haber matado a 4 millones de japoneses en lugar de 100 000, y los atentados del World Trade Center deberían haberse cobrado la vida de 15 millones de estadounidenses y no de 2996.

Desde un punto de vista internacional, la guerra dani fue ínfima solo porque la población dani que corría peligro de muerte también lo era. Desde el punto de vista de la población local involucrada, la guerra dani fue enorme. En el capítulo siguiente veremos que esa conclusión también puede aplicarse a la guerra tradicional en general.