Capítulo 12
Aún quedaban algunos mensajes por enviar, uno de ellos al enemigo.
—Póngame en contacto con el buque insignia de los síndicos. —Al cabo de unos instantes, con la conexión ya establecida, Geary puso su mejor «mirada de héroe de leyenda» para transmitir su comunicación.
—Para el director general que esté al mando de la flotilla de reserva de los Mundos Síndicos, le habla el capitán John Geary. Sabemos de quién ha estado defendiendo su flotilla el espacio de los Mundos Síndicos en la frontera del otro lado de la Alianza. Sabe que esta no provocó el colapso de la puerta hipernética de Kalixa. Sabe quiénes lo hicieron. No les siga el juego. No se le permitirá que ejecute sus órdenes en este sistema estelar. Por el honor de nuestros ancestros. Geary, cambio y corto.
Lo más probable es que la advertencia no surtiera ningún efecto, pero merecía la pena intentarlo.
Otro mensaje.
—Al centro de mando de la Alianza de Varandal, al habla el capitán John Geary, oficial al mando de la flota de la Alianza en funciones. Voy a intentar derribar la flotilla síndica y solicito todo el apoyo que puedan ofrecerme. Sepan que el objetivo de los síndicos es colapsar la puerta hipernética de este sistema, lo que generará una descarga de energía cuya magnitud será equivalente a la de una nova. Por el honor de nuestros ancestros. Geary, cambio y corto.
Desjani llamó su atención.
—Crésida está transmitiendo sus datos. Llegarán a todo el que se encuentre en este sistema estelar.
—Bien. —Se tomó un momento para pensar mientras veía sus naves avanzar por el espacio de tal modo que los arcos que representaban sus trayectorias conformaban una red brillante que cruzaba toda la pantalla. Los cruceros de batalla iban describiendo amplias curvas a la vez que los acorazados se adentraban en el sistema estelar para tomar posiciones en los flancos de los síndicos.
Geary se preguntó si debería haberle dicho algo más a su sobrina nieta. Sin embargo, ¿cuáles eran las palabras adecuadas ante la inminente batalla? Tal vez te hayas dado cuenta de que la Resistente no acompaña a la flota. Esto podría deberse a que tu hermano murió cubriéndola durante la retirada del sistema nativo síndico. Por cierto, me pidió que te hiciera llegar un mensaje.
No. Las cuestiones personales tendrían que esperar. Jane Geary no podía permitirse ninguna distracción. Y él tampoco. Hasta que terminase aquel conflicto, primero era el comandante de la flota, después el capitán John Geary y, por último, el tío abuelo de Jane Geary.
Los cruceros de batalla estaban cerrando la formación con los cruceros ligeros y los destructores. Por su parte, los acorazados empezaban a rezagarse. Después de la frenética actividad de los últimos minutos, todavía quedaba por delante una larga espera. A pesar de que avanzaban a mayor velocidad, los cruceros de batalla tardarían veinticinco horas en llegar a su destino, una órbita entre los síndicos y la puerta hipernética. Al cabo de dos horas y media, la flotilla síndica de reserva vería llegar a la flota de la Alianza, y esta tardaría un poco menos de tres horas en comprobar la reacción de los síndicos.
Geary envió un mensaje a toda la flota.
—Abandonen el estado de combate inminente. Descansen.
—Señor, la Obús solicita instrucciones.
En el momento en que Geary aceptó la conexión, vio que la oficial al mando de la Obús se quedaba estupefacta al encontrarse con él.
—¿Cuáles eran sus órdenes, capitana? —preguntó.
La oficial al mando de la Obús tardó unos instantes en reaccionar.
—Señor, teníamos órdenes de mantener nuestra posición cerca de este punto de salto para realizar labores de reconocimiento y mensajería.
—Muy bien. Comprendo que no se trata de la misión más apasionante, pero es un trabajo fundamental. Mantengan la posición. Si lo síndicos consiguen provocar el colapso de la puerta hipernética de este sistema, los verán destruir los ronzales, así que podrán saber cuándo el colapso está a punto de producirse. No esperen a que la puerta se colapse. Si lo hacen, morirán como consecuencia de la onda de choque resultante. Tendrán que saltar antes de que eso ocurra y dar el aviso de que Varandal probablemente ha sido arrasado.
—Sí, señor.
—Gracias. —Una vez que la imagen de la capitana de la Obús hubo desaparecido, Geary tomó asiento y se quedó mirando el visualizador, pensando en todas las cosas que podrían salir mal—. Tanya, ¿a qué nivel estarán las reservas de células de combustible de los cruceros de batalla cuando nos encontremos con los síndicos?
—En torno al quince por ciento, señor, dependiendo de lo que hagan los síndicos.
—¿Cuántas células de combustible consume la flota durante un enfrentamiento normal?
Desjani extendió las palmas de las manos.
—¿Se refiere a un enfrentamiento normal desde que está usted al mando o a lo que era habitual antes, señor?
—Desde que yo comando la flota.
—Con usted ningún combate ha sido normal, señor —respondió la capitana con tono alentador—. El quince por ciento será suficiente.
—Si la fe sirviera como combustible, capitana Desjani, solo con la suya bastaría para toda la flota.
—No soy la única que tiene fe, capitán Geary. —Señaló con los ojos a los consultores del puente, que hablaban, unos con tranquilidad y otros con más vehemencia, de todo lo que estaba ocurriendo—. No tienen miedo de lo que pueda pasar.
Cinco horas más tarde, Geary volvió a mirar su visualizador. En una ventana del mismo, la capitana Jane Geary, con una postura tan firme como su voz y una mirada centelleante, aceptaba las nuevas órdenes. Parecía un tanto demacrada, sin duda a causa del agotamiento producido por la larga batalla que había acontecido allí antes de que llegara la flota de la Alianza. Geary era consciente de que, por haber pasado un siglo en estado de sueño de supervivencia, Jane Geary había envejecido más que él, a pesar de ser su sobrina nieta; aun así, le seguía chocando que ella pareciese un poco mayor que él, su tío abuelo.
—Habla la capitana Jane Geary. Acepto las órdenes del comandante de la flota en funciones. Comprendo que deberemos luchar hasta la muerte para impedir que los síndicos derriben la puerta hipernética. Geary, cambio y corto.
La capitana evitó pronunciar el nombre de su tío abuelo, pero no discutió su autoridad. Al principio, a Geary no le pareció bien que Jane no lo hubiera saludado, aunque enseguida recordó que quienes no formaban parte de la flota no realizaban aquel gesto que él reintrodujo en la misma. Su sobrina nieta no había pretendido ofenderlo.
Jane Geary había entendido a la perfección la orden de detener a los síndicos a toda costa. ¿Tendría claro también que, conforme a esas instrucciones, debía evitar poner en peligro su destacamento especial siempre que no fuera imprescindible?
—¿Se encuentra bien, señor? —le preguntó Desjani con tono despreocupado.
—Es solo que preferiría reencontrarme con mi familia en unas circunstancias menos estresantes. Un momento. Los síndicos están reaccionando. —Hacía dos horas y media que la flotilla de reserva había alterado su rumbo adoptando un ángulo descendente para orientarse hacia la puerta hipernética. Geary comprobó sus trayectorias y vio que los síndicos alcanzarían la puerta antes que sus cruceros de batalla—. Ahora todo depende de Jane Geary. ¿Podrá retenerlos?
—Esperemos que sí.
Las defensas que quedaban del destacamento especial Impertérrita se habían replegado delante de los síndicos, manteniendo la distancia, mientras el enemigo avanzaba hacia ellas y la puerta hipernética. Geary permaneció pendiente de la retirada durante casi media hora, preguntándose qué decisión tomaría Jane Geary.
Obtuvo la respuesta cuando el visualizador mostró una serie de explosiones producidas por unas minas tendidas contra las naves de la flotilla síndica de reserva.
—Bien —dijo Desjani—. Esperaron hasta que los síndicos comenzasen a perseguirlos y, entonces, desplegaron un campo de minas tras ellos. Observe. Ese crucero de batalla síndico ha chocado con tres minas.
—También han perdido un crucero pesado —señaló Geary. Ninguno de los demás buques de guerra síndicos parecía afectado, pero incluso un pequeño ataque como aquel servía para igualar un poco las fuerzas.
Así y todo, los síndicos seguían adelante, hasta que quince minutos más tarde una nueva nube de minas derribó dos naves de caza asesinas y provocó daños en varios buques más.
—¿Cuántas minas tiene Jane Geary? —pensó Desjani en voz alta.
—Los síndicos deben de estar haciéndose la misma pregunta.
Esta vez la flotilla de reserva no mantuvo el rumbo, sino que aceleró y ascendió para escapar del destacamento especial Impertérrita. Las naves de la Alianza respondieron desviándose y desplazándose hacia un flanco, con el fin de obligar a los síndicos a iniciar una nueva persecución, esta vez con un ángulo que los alejaba de la puerta hipernética.
—Está intentando desviarlos —observó Desjani con aprobación—. No cabe duda de que es una Geary.
Aun así, ninguna nave de la flotilla decidió participar en la carrera. En lugar de eso, los síndicos disgregaron la caja de forma que media docena de acorazados, dos cruceros de batalla y un grupo de escoltas se desplegaron en persecución de la Impertérrita mientras el resto de síndicos seguían avanzando hacia la puerta hipernética.
—Pero ¿qué está haciendo…? —Antes de que Geary terminara de preguntarse cuál era la intención de su sobrina nieta, la Impertérrita, la Cumplidora, la Desmesurada y sus escoltas ya habían retomado su posición para cargar contra los buques de guerra síndicos que los perseguían. Con todo, seguían hallándose en clara desventaja. Geary aguardó con el corazón en un puño, consciente de que lo que hubiera ocurrido, había tenido lugar hacía ya dos horas.
Momentos después, los dos grupos de buques de guerra volvieron a separarse, aunque no parecía que se hubieran producido bajas en ninguno de ellos.
—Los ha esquivado. Los síndicos esperaban que cargase directamente hacia ellos, pero en vez de eso se desplazó lo suficiente hacia un lado para evitar que sus naves sufrieran ningún daño. —Desjani observaba el visualizador con verdadera intriga—. Señor, la Impertérrita está evitando a los síndicos deliberadamente. La capitana Jane Geary se ha dado cuenta de que, si sus buques de guerra se mantienen cerca de la puerta hipernética, los síndicos no podrán enviar los cruceros pesados para colapsarla mientras los demás escapan, pues la Impertérrita y sus compañeras podrían derribarlos con facilidad.
—Una parte de los síndicos tendría que aceptar una misión suicida —convino Geary—. Esto no es Lakota. Los tripulantes de esas naves saben lo que ocurrirá cuando eliminen la puerta. ¿Podría el comandante de la flotilla síndica de reserva convencer a un número suficiente de naves para que permanezcan cerca de la puerta de todos modos como una barrera contra el destacamento especial Impertérrita?
—Lo dudo. Una cosa es enviar al matadero a un pequeño grupo de comandos de las Fuerzas Especiales, pero ¿mandar a los tripulantes de las naves? No es una de sus funciones.
Geary llamó al teniente Íger.
—Necesito conocer su opinión: ¿cree usted que las naves síndicas aceptarían una misión sabiendo que les espera una muerte segura?
Íger hizo un gesto negativo con la cabeza.
—Por regla general, no, señor. A pesar de que suelen luchar a muerte, no es habitual que las naves síndicas emprendan misiones suicidas. —Guardó un silencio momentáneo—. Puede que esto tenga una explicación, señor. La prisionera síndica que viaja a bordo del Intrépido ha estado recibiendo atención médica. Según los médicos, el hecho de presenciar la destrucción del sistema estelar Kalixa le provocó un profundo trauma, por lo que necesita sedación para dormir.
—Lo comprendo, teniente —dijo Geary—, pero ¿qué tiene eso que ver con todo esto?
—Señor, recuerde que la prisionera nos contó que los directores generales síndicos de la flotilla de reserva le ordenaron que les enviara copias de los registros que había en su crucero sobre aquel suceso. Eso significa que los oficiales síndicos de la flotilla, o por lo menos algunos, han visto los acontecimientos de Kalixa que tanto impresionaron a nuestra prisionera.
—Entiendo. —Si ver las escenas de Lakota, que resultaban relativamente menos espantosas, provocó un fuerte sentimiento de repugnancia entre sus oficiales, ¿cómo reaccionarían los síndicos al presenciar algo mucho peor?—. Y supongo que los directores generales de la flotilla de reserva tendrán esos registros a buen recaudo.
Íger sonrió.
—No cabe duda de que es lo que pretenden, señor. Aun así, los sistemas síndicos son como los nuestros: están llenos de puertas traseras y de subredes extraoficiales. No se puede construir y mantener una red tan compleja sin recurrir a ese tipo de soluciones, y sabemos que los síndicos saben aprovecharlas tanto como nosotros.
—De modo que es posible que muchos de los integrantes de esa flotilla hayan visto los registros de Kalixa. Gracias, teniente. —Se dirigió a Rione y Desjani y les puso al tanto de lo que Íger le había contado.
Después de escuchar a Geary, Desjani asintió con la cabeza.
—Ver lo que sucedió en Lakota me quitó las ganas de colapsar una puerta empleando el Intrépido.
—¿Los directores generales síndicos que comandan la flotilla no pueden imponer el control automático de cualquiera de las naves? —preguntó Rione—. Es lo que hicieron en Sancere.
—Podrían —convino Geary—, pero los tripulantes de las naves síndicas de Sancere consiguieron recuperar parte del control antes de que fuesen destruidas. Lo más probable es que los tripulantes de estas naves síndicas también estén capacitados para anular la navegación automática. Saben lo que les ocurriría si no lo hicieran.
—En ese caso, mientras la Impertérrita siga evitando su destrucción, tendremos una posibilidad —concluyó Desjani con alivio.
—Eso parece. —Geary le envió otro mensaje a la Impertérrita para comunicarle sus últimas averiguaciones—. Debo admitir que me sorprende que Jane Geary esté evitando enfrentarse con los síndicos. Es justo lo que necesitamos que haga, pero no es característico de…
—¿De la forma de combatir que tenía esta flota hasta que usted volvió? —preguntó Desjani—. No, no lo es. Nos preguntábamos por qué una Geary estaba al mando de un acorazado en lugar de un crucero de batalla, ¿recuerda? Ahí tiene la respuesta: no es lo bastante agresiva.
Esto significaba que Jane Geary prefería emplear una táctica bien orquestada antes que limitarse a emprender un ataque frontal contra el enemigo. Tanto la Impertérrita como la Cumplidora hacían honor a su nombre, pero no así la Desmesurada. Geary había recuperado la esperanza de llegar a conocer a su sobrina nieta. Consultó el tiempo que faltaba para que la formación de cruceros de batalla de la Alianza se situara en las cercanías de la flotilla síndica. Diecinueve horas.
—Capitana Desjani, ¿tenemos alguna noticia sobre las autoridades de Varandal?
—No, señor.
—¿Ni siquiera algún mensaje «incoherente»?
—No, señor. Tampoco hemos captado ninguna orden enviada a la Impertérrita. Se diría que van a dejarle dirigir este combate.
—Afortunadamente. ¿Cuánto falta para que el destacamento especial Ilustre llegue aquí?
Desjani frunció el ceño mientras hacía algunos cálculos.
—Por lo menos, algunas horas más. Después de recoger las cápsulas de escape en Atalia, no podían acelerar y continuar a una décima de la velocidad de la luz sin consumir casi por completo las últimas reservas de células de combustible. Badaya no es un genio, pero tampoco tan estúpido como para hacer algo así.
Geary ajustó el rumbo de sus cruceros de batalla para adaptarlos a los movimientos de los síndicos y, a continuación, aplicó una modificación similar a los acorazados. Ya no había nada más que él pudiera hacer, aparte de observar como los síndicos seguían buscando el enfrentamiento con el destacamento especial Impertérrita al tiempo que las naves de la Alianza continuaban revoloteando fuera de su alcance.
Todavía se encontraban a diez horas de las cercanías de la flotilla de reserva cuando al director general síndico pareció agotársele la paciencia. Las cajas de las formaciones síndicas se disgregaron y casi todas las naves que los integraban comenzaron a perseguir al destacamento especial Impertérrita por separado. Solo cuatro acorazados síndicos mantuvieron la posición, distribuidos alrededor de diez cruceros pesados a los que acompañaban una nube de cruceros ligeros y naves de caza asesinas que les proporcionaban escolta adicional.
—Esos son los cruceros pesados con los que pretenden atacar la puerta. A la Impertérrita le va a costar esquivar todas esas naves —comentó Geary con cierta angustia—. Los acorazados no podrán evitar el combate durante mucho tiempo si tienen cruceros de batalla, cruceros y naves de caza asesinas, todos ellos más rápidos y maniobrables, atacándolos por distintos flancos.
El destacamento especial Impertérrita ni siquiera lo intentó. En lugar de eso, las defensas de la Alianza aceleraron por un vector que las conducía hacia la pequeña formación de acorazados y cruceros pesados síndicos, desviándose hacia la derecha para atravesar el enjambre de combatientes enemigos que había entre sus objetivos y ellos.
Primero uno, después dos y, por último, tres destructores de la Alianza cayeron destrozados o salieron despedidos con todos los sistemas inutilizados. El único crucero ligero que permanecía con la Impertérrita cayó incendiado bajo los disparos de una bandada de síndicos que pasó sobre él como un relámpago. Un crucero pesado de la Alianza se sacudió al recibir los impactos de una lluvia de misiles que, finalmente, provocó su explosión. La Impertérrita recibía un impacto detrás de otro, pero seguía adelante mientras otro destructor saltaba en mil pedazos.
Entonces, el destacamento especial Impertérrita se introdujo entre la multitud de oponentes y se abalanzó sobre la pequeña formación síndica.
Los cuatro acorazados enemigos le lanzaron una cortina de misiles y metralla, pero las naves de la Alianza, que se habían separado, evitaron recibir demasiados disparos, aun así, otro crucero pesado y dos destructores más cayeron víctimas de la descarga.
El destacamento especial Impertérrita pasó raudo entre la formación síndica, con los acorazados Impertérrita y Cumplidora protegiendo al crucero de batalla Desmesurada del fuego de los acorazados síndicos, mientras todas las naves de la Alianza concentraban sus disparos sobre los cruceros pesados enemigos.
Geary vio que la formación se dividía y esperó ansioso a que el visualizador se actualizara mientras los sensores de la flota evaluaban los resultados.
—¡Cielos! —exclamó Desjani. Habían caído ocho de los diez cruceros pesados síndicos; unos estallaron y otros quedaron fuera de combate—. Esa mujer debería estar al mando de un crucero de batalla. El plan de los síndicos ya no sirve. Tendrán que evacuar algunos cruceros pesados más.
—Sí. —Geary movió la cabeza sin apartar los ojos de lo que quedaba del destacamento especial Impertérrita. Tanto el buque que daba nombre a la formación como la Cumplidora habían sufrido daños, pero, en general, su estado era formidable. A la Desmesurada, la batalla le había arrebatado casi la mitad del armamento; además, ahora tenía tantas averías que apenas podía seguirles el paso a los acorazados. De los escoltas, únicamente dos cruceros pesados y un destructor sobrevivieron a la pasada ofensiva—. No podrá repetirlo.
—Quizá una vez más —objetó Desjani—. Aunque solo resistirían los dos acorazados. Si la capitana Geary es inteligente, evitará a los síndicos por ahora.
La nube de buques de guerra síndicos independientes había regresado e intentaba interceptar de nuevo al destacamento especial Impertérrita, pero la menguada formación de la Alianza no había dejado de acercarse a la puerta hipernética.
—Les llevará un tiempo alcanzar a esas naves —dijo Geary—, pero no nueve horas. —El enfrentamiento con las defensas de Varandal previo a la llegada de la flota supuso un elevado número de bajas para ambos bandos. No obstante, después del último encuentro, la flotilla de reserva todavía contaba con catorce acorazados, once cruceros de batalla, ocho cruceros pesados, treinta y tres cruceros ligeros y ochenta y cinco naves de caza asesinas—. Quedan ocho cruceros pesados. ¿Serán suficientes para que los síndicos colapsen la puerta?
—Depende del tiempo que tengan que seguir disparando. —Desjani sacudió la cabeza—. El director general tiene que haberse dado cuenta de que no puede continuar con el plan. La Impertérrita y sus compañeras están ganando demasiado tiempo. Los síndicos tendrán que trazar otra estrategia.
De pronto, la desazón de Geary se fue concretando.
—Van a intentar derribar esta formación para poder eliminar nuestros acorazados cuando lleguen aquí. Después podrán tomarse el tiempo que necesiten para aplastar lo que quede del destacamento especial Impertérrita, con lo cual atacarán la puerta cuando más les convenga.
Desjani movió la cabeza para mostrar su acuerdo.
—Es lo que yo haría.
—Pero no disponemos de suficientes células de combustible para dar vueltas alrededor de los síndicos hasta que lleguen los acorazados.
—¿Los síndicos lo saben?
—Esperemos que no.
Todavía faltaban siete horas. Cuatro acorazados síndicos habían seguido persiguiendo al destacamento especial Impertérrita. El resto de la flotilla de reserva estaba volviendo a integrarse en la formación de caja habitual, en cuyo núcleo se hallaban escudados los cruceros pesados que habían resistido. Geary sopesó las distintas opciones, consciente de que, si ordenaba a sus cruceros de batalla que embistieran directamente el corazón de la caja síndica para llegar a los cruceros pesados, la operación podría dar el resultado que esperaba, aunque cabía la posibilidad de que ninguno de sus cruceros de batalla resistiera los ataques al salir por el otro flanco de la flotilla.
Quedaban seis horas para el enfrentamiento. La flotilla síndica de reserva, ya con su formación de caja firmemente reconstruida, se orientó hacia los cruceros de batalla de la Alianza que se iban aproximando.
—Tenía razón, capitana Desjani. Nuestro número de buques capitales es la mitad que el de ellos; pero, lo que es más importante, con todos esos acorazados, los síndicos como mínimo triplican nuestra potencia de fuego y nuestro blindaje. —Llevó los ojos hasta los cuatro acorazados enemigos que habían estado persiguiendo al destacamento especial Impertérrita y que después alteraron su rumbo para formar una pantalla entre las naves de la Alianza y la formación síndica principal.
Fue como si Desjani le leyera la mente.
—Cuatro acorazados. Podemos eliminarlos.
—Si lo hacemos bien. —Comprobó la posición de los acorazados de la Alianza, que avanzaban a velocidad constante, aunque a más de una hora de distancia de los cruceros de batalla. Las reservas de células de combustible iban reduciéndose en todas las naves. Geary se fijó en la Fusil, que indicaba un nivel del seis por ciento, el más bajo de la flota—. Debería haber dejado la Fusil en el punto de salto.
—Su tripulación no se lo habría perdonado jamás.
Geary planificó el acercamiento al detalle, dirigiendo los cruceros de batalla de forma que pareciera que avanzaban derechos contra la caja síndica, aplicando una ligera modificación al vector de los acorazados para que se encontrasen con el enemigo en el momento adecuado y decidiendo el punto preciso en el que volver a cambiar de dirección.
—¿Cuánto falta? —preguntó Rione. Llevaba tanto tiempo callada que los demás casi se habían olvidado de que estaba sentada en el fondo del puente.
—Ya están viniendo hacia nosotros —respondió Geary—. Quedan dos horas y cuarenta minutos para el encuentro, aproximadamente. Dentro de dos horas y veinte minutos les daremos una sorpresa.
—Tal vez se la esperen —comentó Desjani—. La Impertérrita ha estado haciendo lo mismo.
—Cierto. Los esquivaremos de un modo distinto.
Cuando faltaba una hora para el combate, el destacamento especial Impertérrita había alterado su rumbo para aproximarse a los cuatro acorazados síndicos, que a su vez se habían desviado para enfrentarse al pequeño destacamento especial de la Alianza. Cuando la Impertérrita se hallaba a tan solo quince minutos luz de distancia, Geary envió nuevas órdenes.
—Capitana Geary, al habla el… capitán Geary. Esta vez evite aproximarse a los cuatro acorazados síndicos. Nos dirigimos hacia allí para ver si podemos igualar un poco las fuerzas.
No llegó ninguna respuesta a pesar de que el tiempo de tránsito para los mensajes enviados entre la Impertérrita y el Intrépido se había reducido ya a un cuarto de hora. A menos de media hora para encontrarse con la flotilla síndica de reserva, Geary no podía perder el tiempo preguntándose si su sobrina nieta seguiría o no sus órdenes.
—A todas las unidades de la formación de la Alianza Índigo Uno. Vamos a rodear el grueso de la formación síndica, atacar a los cuatro acorazados y regresar para embestir a la flotilla. Reserven las municiones fungibles que les queden para la pasada ofensiva sobre la flotilla.
A veinte minutos de iniciarse el combate, la flotilla y los cruceros de batalla de la Alianza se hallaban a solo cuatro minutos luz de distancia y continuaban acercándose a un ritmo combinado de dos décimas de la velocidad de la luz, después de que los síndicos hubieran desacelerado hasta seis décimas de la velocidad de la luz para que la distorsión relativista no mermara sus posibilidades de alcanzar a los buques de guerra de la Alianza. Geary esperó, sin estar del todo satisfecho con las maniobras elegidas.
Quince minutos para el encuentro. Diez minutos.
—A todas las unidades de la formación Índigo Uno. Viren dos cero grados a babor y desciendan uno cinco grados a las cero cuatro cero nueve.
Los cruceros de batalla de la Alianza y sus escoltas guiñaron hacia la izquierda, alejándose de la estrella Varandal, y descendieron para situarse bajo el plano del sistema estelar. Los síndicos tardaron un minuto exacto en ver la luz que indicaba la evasión de la flota de la Alianza, y para entonces ya faltaban menos de siete minutos para que las fuerzas se encontrasen. Geary volvió a pulsar sus mandos.
—A todas las unidades de la formación Índigo Uno. Asciendan dos cero grados a las cero cuatro uno tres.
Los síndicos también alterarían su rumbo descendiendo y virando para interceptar a los cruceros de batalla de la Alianza, pero estos ya estarían ascendiendo mientras los minutos que faltaban para el enfrentamiento se iban reduciendo a unos pocos segundos.
—Los síndicos han disparado misiles y metralla —informó el consultor de sistemas de combate.
Los síndicos habían disparado apuntando al lugar hacia el que avanzaban las naves de la Alianza, teniendo presente que, si esta seguía evadiéndose, lo haría descendiendo a mayor velocidad. En consecuencia, la descarga de los síndicos pasó como un rayo muy por debajo de los cruceros de batalla de la Alianza mientras Geary volvía a nivelarlos orientándolos hacia los cuatro cruceros síndicos aislados.
Por detrás de los cruceros de batalla de la Alianza, la caja de la flotilla síndica empezó a dar media vuelta a tal velocidad que, de pronto, uno de los cruceros ligeros saltó en mil pedazos debido a la tensión producida por la sobrecarga de sus compensadores inerciales.
—Que se vuelvan locos, que se queden atontados —comentó Desjani—. ¿Sabe? Hasta hace poco me habría molestado mucho limitarme a jugar al gato y al ratón con esta chusma en lugar de atacarlos frontalmente, pero la verdad es que imaginarme la cara que estará poniendo el director general síndico lo compensa con creces.
—Gracias. —Los cuatro acorazados síndicos debían de estar dándose cuenta de la peligrosa situación en la que se hallaban, con doce cruceros de batalla avanzando derechos hacia ellos por un flanco y con el destacamento especial Impertérrita acercándose por el ángulo opuesto—. Esto es lo que ocurre cuando un comandante se empeña en seguir el plan original por mucho que cambien las circunstancias. El director general no debería haber dividido sus tropas de esa manera en lugar de centrarse en nosotros o bien en el destacamento especial Impertérrita.
Quince minutos más tarde, la flotilla síndica de reserva seguía dando media vuelta cuando los cruceros de batalla de la Alianza desaceleraron bruscamente hasta una décima de la velocidad de la luz y pasaron imponentes junto a los cuatro acorazados síndicos, castigando a los más cercanos con ráfagas intermitentes de lanzas infernales seguidas de los campos de anulación que proyectaron los cruceros de batalla de retaguardia.
—Dos fuera —anunció Desjani triunfalmente cuando uno de los acorazados enemigos explotó y otro salió despedido incapaz de corregir su rumbo. El Intrépido aún se sacudía a consecuencia de los impactos absorbidos por sus escudos.
A pesar de la apabullante superioridad en potencia de fuego de la que disfrutaba la Alianza; la Leviatán, la Implacable y la Radiante también recibieron múltiples daños.
—Impertérrita, por ahora los otros dos acorazados son suyos —indicó Geary mientras volvía a darles la vuelta a los cruceros de batalla de la Alianza.
Cuando los cruceros se estaban situando en un vector que los dirigía hacia la caja de la flotilla, que volvía hacia ellos a una décima de la velocidad de la luz, sonó una alarma en el puente del Intrépido.
—Capitana, las reservas de células de combustible se han reducido al diez por ciento —informó el consultor de ingeniería—. Los sistemas de maniobras y de combate de la nave recomiendan la retirada y el repostaje inmediatos.
—¿Cómo no se me había ocurrido antes? —se preguntó Desjani con tono sarcástico—. Tendré en cuenta la recomendación de los sistemas.
—Esto… capitana, los sistemas advierten que si su aviso es ignorado, actualizarán el registro automáticamente para dejar constancia de que el oficial al mando está poniendo la nave en peligro.
—Teniente, dígales a los sistemas por dónde se pueden meter sus advertencias.
—¿Capitana? ¿Cómo…?
—¡Anule las acciones automáticas! —Desjani miró a Geary—. Tenemos que intentar acabar este combate lo antes posible.
—Veré lo que puedo hacer. —La flotilla se acercaba rápidamente por delante. Detrás de la caja síndica, la formación de acorazados de la Alianza se acercaba al campo de batalla.
—El destacamento especial Impertérrita va a encargarse de los dos acorazados síndicos que se han quedado aislados, pero ambos están intentando regresar con el grueso de la formación enemiga.
La caja síndica todavía contaba con diez acorazados y once cruceros de batalla, aunque dos de estos ya habían recibido daños considerables. El centro lo ocupaban seis acorazados distribuidos alrededor de los cruceros pesados que quedaban, mientras que los otros cuatro ocupaban cada uno una esquina, unos acompañados de dos cruceros de batalla y otros, de tres.
Después de estudiar los movimientos de la flotilla síndica, que evidenciaban que su comandante estaba furioso y lo bastante frustrado como para comportarse de un modo temerario e impulsivo, Geary repitió la evasión hacia abajo y a babor. A continuación, volvió a elevar los cruceros de batalla, llevándolos hacia estribor lo suficiente para orientarlos hacia el punto por donde debería pasar una de las esquinas de la caja síndica en el caso de que su comandante pensara que las naves de la Alianza intentarían realizar la misma maniobra de nuevo.
La estrategia funcionó. Esta vez los misiles y la metralla de los síndicos pasaron sobre la trayectoria de los cruceros de batalla de la Alianza cuando estos se abalanzaban contra una de las agrupaciones de la caja síndica, compuesta de un acorazado y dos cruceros de batalla.
Los oponentes se entrecruzaron en una fracción de segundo, tiempo durante el cual intercambiaron disparos a través de los sistemas automáticos. Cuando se separaron, Geary observó que los dos cruceros de batalla síndicos estaban fuera de combate y que el acorazado había sufrido daños críticos.
Instantes después reparó en el hueco que se había abierto en la formación de la Alianza; en el lugar que ocupaba la Furiosa. Más atrás, donde los dos bandos se habían encontrado, sus restos formaban una nube cada vez más voluminosa.
—Deben de haber concentrado su fuego sobre la Furiosa —dijo Desjani con voz monótona—. Sufrió una sobrecarga del núcleo. Es imposible que pudieran desocuparla. Malditos síndicos.
Por un momento, Geary recordó a la capitana Jaylen Crésida cuando la conoció, en el sistema nativo síndico, apoyándolo sin vacilar frente a sus oponentes y pese a las dudas de muchos, y rememoró también la última vez que la vio en Atalia, con el diseño que había desarrollado para salvar a la humanidad del disparate que esta había cometido al construir la hipernet sin comprender del todo el peligro que suponían las puertas.
Después, alejó el recuerdo de su cabeza. Ahora no. Ya habría tiempo más adelante para lamentaciones.
—La Dragón ha recibido daños críticos y la Implacable ha sufrido más averías. —Quedaban once cruceros de batalla, y la capacidad de combate de la mitad de ellos se había reducido considerablemente a causa de los múltiples daños.
Geary se fijó en sus acorazados, que se encontraban a un minuto luz de distancia cuando la caja síndica se dio media vuelta de nuevo. Sumaban dieciocho, más una multitud de escoltas. Casi instintivamente, modificó el vector de los acorazados teniendo en cuenta la pequeña diferencia temporal que seguía habiendo entre ellos y el Intrépido.
—Formación Índigo Dos, viren a estribor cero cero tres grados, desciendan cero dos grados.
Al comandante de la flotilla síndica, concentrado en los cruceros de batalla de la Alianza, no debió de hacerle ninguna gracia comprobar que los acorazados enemigos se habían unido a la contienda. La caja apenas se había estabilizado para seguir persiguiendo a los cruceros de batalla enemigos cuando los acorazados de la Alianza atravesaron uno de sus flancos, momento en que, haciendo uso de su brutal potencia de fuego, arremetieron contra los dos acorazados y seis cruceros de batalla síndicos que la flotilla había situado allí.
Los acorazados de la Alianza habían dejado tras de sí los ocho buques capitales síndicos, todos ellos fuera de combate, y, más aún, algunos de los cruceros de batalla habían quedado reducidos a meros fragmentos, como vengativo contrapunto a la suerte de la Furiosa.
Así y todo, la consultora de operaciones se encargó de rebajar el júbilo que embargaba a Geary.
—La Fusil ha agotado todas sus células de combustible. Su núcleo energético se ha apagado. Y el de la Culebrina también está empezando a desactivarse. Se estima que el resto del Vigesimotercer Escuadrón de Destructores se quedará sin energía en menos de cinco minutos. Las naves del Octavo Escuadrón de Cruceros Ligeros informan de que la consunción de sus células de combustible y la desconexión de sus núcleos energéticos son inminentes.
Los dos destructores de la Alianza que se mostraban en el visualizador viajaban a la deriva con sus sistemas principales desactivados, totalmente indefensos.
—¿Durante cuánto tiempo pueden los sistemas de seguridad auxiliares mantener activos los sistemas de ventilación? —preguntó Geary.
—Durante doce horas —contestó Desjani al instante—. Me pareció conveniente conocer ese dato. Este enfrentamiento debería quedar decidido antes de que transcurra ese tiempo.
—Desde luego. —Cuando ordenó que los acorazados retornaran, vio que la formación iba dejando atrás cada vez más destructores y cruceros ligeros que se habían quedado sin suministro energético, y a los que la inercia seguía llevando por la anterior trayectoria de las naves de la Alianza.
Sintió que todo el mundo lo estaba mirando, y no necesitó comprobar la actualización del estado de la flota para saber lo poco que quedaba para que sus cruceros de batalla y sus acorazados se quedaran también sin células de combustible. Llegado ese momento, la superioridad numérica de la Alianza no serviría de nada si casi todas las naves que tenía en Varandal pasaban a ser un blanco fácil.
Ahora los síndicos se hallaban entre los cruceros de batalla y los acorazados de la Alianza, y los cruceros se encontraban entre los síndicos y el punto de salto hacia Atalia; sin embargo, los síndicos no estaban realizando grandes modificaciones en su rumbo, sino que se limitaban a intentar recomponer la caja de su flotilla después de que uno de sus flancos hubiera sido atravesado.
—Seguro que saben que nos estamos quedando sin células de combustible —murmuró Desjani.
—Solo han visto quedarse parados a los escoltas. Tenemos que hacer que crean que nuestros buques capitales siguen teniendo reservas de sobra. —Geary golpeó sus mandos—. Formación Índigo Uno, de inmediato, viren a babor uno nueve cero grados, asciendan cero uno dos grados y aceleren hasta seis centésimas de la velocidad de la luz. —El armazón del Intrépido chirrió cuando la nave empezó a describir una curva tan cerrada como le permitían los compensadores inerciales. A su alrededor, los restantes cruceros de batalla de la Alianza ejecutaron la misma maniobra, tras lo cual se estabilizaron y orientaron hacia el flanco todavía deshecho de la caja síndica.
—¡Concentren el fuego en las naves síndicas de vanguardia!
Cuando pasaron junto a los síndicos, el Intrépido volvió a sacudirse a causa de los impactos recibidos.
—La Valiente informa de que ha recibido daños críticos. El Arrojado ha perdido todo su armamento, a excepción de la batería de lanzas infernales Bravo Tres y el generador de campos de anulación. La Implacable ha perdido el control de la propulsión y las maniobras.
Geary, atento a los resultados de la última pasada ofensiva, no apartó los ojos del visualizador. Uno de los acorazados síndicos que habían resistido al ataque quedó hecho pedazos y el crucero de batalla síndico que avanzaba hacia ese flanco de la formación había desaparecido.
Los acorazados de la Alianza estaban regresando, y pese a que en el visualizador de Geary parpadeaban múltiples alarmas que avisaban de que sus reservas de combustible estaban bajo mínimos, desde fuera seguían pareciendo una temible maza a punto de descargar una vez más sobre los síndicos. Los cruceros de batalla de la Alianza, situados ahora en el mismo flanco de los síndicos que la formación de acorazados, siguieron avanzando hacia los acorazados de la Alianza mientras aumentaba el número de cruceros ligeros y de destructores que se quedaban descolgados, no a causa de los daños recibidos, sino del apagado de sus núcleos. La Impertérrita, la Cumplidora y la Desmesurada se encontraban a tan solo dos minutos luz de distancia; no obstante, aunque tenían suficientes reservas de células de combustible, las tres habían sufrido averías de diversa consideración durante los últimos enfrentamientos con el enemigo.
En ese instante apareció una nueva alarma. Geary miró el símbolo que parpadeaba en su visualizador.
—Naves aliadas en el punto de salto desde Atalia. Acabamos de detectar la luz que muestra la llegada del destacamento especial Ilustre. —Miró de nuevo a los síndicos, a la espera de su reacción.
Los enemigos viraron ligeramente a estribor y a continuación aceleraron, dejando atrás algunas naves inutilizadas para que sus tripulantes pudieran desocuparlas en las cápsulas de escape.
—Han visto las naves que acompañan a la Ilustre, pero no han evaluado lo dañadas que están. Solo se han fijado en que están llegando más acorazados y cruceros de batalla enemigos; nos han visto detrás de ellos, con aspecto de estar preparados para machacarlos otra vez y posicionados entre ellos y la puerta hipernética, y han decidido huir.
Geary, que no daba crédito, siguió atento al visualizador para comprobar si decidían volver, pero continuaban alejándose tan rápido como podían. Siete acorazados y dos cruceros de batalla síndicos, junto con los escoltas que les quedaban, avanzaban como una exhalación rumbo al punto de salto hacia Atalia.
—El Décimo Escuadrón de Cruceros Ligeros y el Tercer Escuadrón de Destructores informan de que sus naves están a punto de agotar todas sus células de combustible. El crucero pesado Almófar informa de que ha consumido todo su combustible.
Desjani empezó a carcajearse y Geary la miró asombrado.
La capitana señalaba el nivel de las reservas de células de combustible de su nave, que oscilaba entre el uno y el dos por ciento. De pronto, dejó de reírse e hizo ademán de abalanzarse sobre Geary, aunque finalmente se contuvo y cerró un puño, con el que lo golpeó afectuosamente en el hombro.
—¡Lo ha conseguido! ¡Por la gracia de las estrellas del firmamento, lo ha conseguido!
—Lo hemos conseguido —matizó Geary, y se frotó el hombro sintiendo también el impulso de romper a reír con incredulidad—. Lo hemos logrado entre todos. —En ese momento fue consciente de los gritos de alegría que resonaban por todo el casco del Intrépido. La tripulación estaba celebrando la victoria.
Por un instante, Geary volvió a recordar los últimos momentos de la Merlón. No pudo salvar su crucero pesado ni consiguió llevar a casa a su tripulación. No le importaba lo que nadie dijera sobre la batalla de Grendel, que tuvo lugar hacía demasiado tiempo para los demás y demasiado poco para él, porque siempre sentiría que aquel día fracasó. Le falló a su nave y les falló a sus hombres. Pero esta vez no.
—¿Señor? —preguntó Desjani, que seguía sonriendo aunque ahora lo miraba un tanto perpleja—. ¿Ocurre algo?
Geary le devolvió la sonrisa.
—No, Tanya. Es solo que me he acordado de algo. —De alguna manera, sabía que aunque el recuerdo de la caída de la Merlón siguiera visitándolo, nunca le causaría el mismo dolor que antes.
—Capitana —dijo la consultora de operaciones—, tres transportes rápidos están remolcando varias plataformas de construcción hacia la puerta hipernética.
Desjani recuperó la compostura y respiró hondo.
—El sistema de seguridad de la capitana Crésida. Van a proceder a su instalación. Que sus ancestros la reciban con los honores que merece, Jaylen. Salude a Roge de mi parte.
—¿Su marido? —preguntó Geary intentando mantener la firmeza de su voz. La tensión y las emociones vividas durante los últimos minutos, las buenas y las malas, resultaban abrumadoras.
—Sí. Desde que Roge murió, Crésida siempre estuvo segura de que la estaría esperando. —Desjani se frotó un ojo con un movimiento breve de la mano y se dirigió a su equipo de consultores—. Establezcan las medidas de ahorro máximo de energía hasta que tengamos más células de combustible a bordo.
Geary recordó que todavía quedaban algunas tareas críticas por concluir y pulsó algunos mandos.
—A todas las unidades de la flota de la Alianza. Reduzcan la velocidad todo lo posible sin que el nivel de combustible baje del uno por ciento. —Enseguida abrió otro canal—. A todos los miembros de la Alianza que se encuentren en el sistema estelar Varandal. Les habla el capitán John Geary, oficial al mando de la flota de la Alianza en funciones. Nuestras naves apenas conservan células de combustible. Algunas unidades ya se han visto obligadas a apagar su núcleo energético. Solicito a todos los miembros disponibles que proporcionen células de combustible a las naves de la flota con carácter prioritario. Por el honor de nuestros ancestros. Geary, cambio y corto.
A continuación emitió otro mensaje.
—Impertérrita, siga a los síndicos con su destacamento especial. —Con la ventaja que los síndicos le llevaban, la Impertérrita ya no los alcanzaría, aunque no estaría de más presionarlos un poco.
Y, seguidamente, transmitió el último comunicado.
—Capitán Badaya, los síndicos huyen hacia el punto de salto de Atalia. Es posible que intenten barrerlos de camino a la salida. Eviten entrar en combate con ellos. Los alcanzaremos más adelante, y ese día quiero que la flota cuente con el apoyo de sus naves.
Rione, que había permanecido inmóvil en su asiento con la mirada perdida al frente, se libró por fin de su aturdimiento y miró a Geary como si no terminase de dar crédito a lo que estaba viendo.
—Enhorabuena. La lucha no ha terminado, pero usted ya ha hecho lo imposible.
La guerra seguía su curso, pero la flota perdida estaba en casa.
Geary, de nuevo en su camarote, observaba el visualizador; estaba enfocado en Varandal, donde el enjambre de naves de la flota orbitaba alrededor de la estrella. Por primera vez desde que asumiera el mando de la flota, esta se hallaba en territorio aliado, sin un enemigo cercano que pretendiese aniquilarla. Los planetas, las ciudades y las instalaciones que veía ofrecerían su ayuda a la flota en lugar de intentar destruirla.
Las cosas habían cambiado mucho en las últimas veinticuatro horas. Hacía dos horas que los síndicos, que continuaban huyendo a toda prisa como si los persiguiera un agujero negro, habían saltado fuera de Varandal. Mientras el enemigo huía, una multitud de naves espaciales de todo tipo, que habían recibido la petición de ayuda de Geary, aparecieron procedentes de los distintos mundos, colonias e instalaciones orbitales de Varandal para facilitarles todas las células de combustible que podían transportar. Ahora ninguna de las unidades de la flota corría peligro de quedarse sin energía, y las que ya se habían detenido podían continuar la marcha de nuevo. Los buques de guerra que tenían las averías más graves empezaban a llegar a los inmensos astilleros espaciales e instalaciones de reparación de los que Varandal podía presumir.
Geary sintió una profunda tristeza por los buques y tripulantes que habían caído en el umbral de casa. Aunque habían sido destruidas más naves aparte de la Furiosa, esta era la pérdida que más lamentaba. Los cruceros pesados Kaidate y Gavilán recibieron demasiados daños como para que los pudiesen rescatar; los cruceros ligeros Estocade, Desarmadora y Caballero saltaron en pedazos durante las pasadas ofensivas de los cruceros de batalla contra los síndicos; y los destructores Serpentina, Basilisco, Bowie, Guion y Sten quedaron hechos trizas o bien estallaron en algún momento del combate. Estas eran tan solo las naves que formaban parte de la flota, pero había que contar también las que cayeron durante las batallas defensivas de Varandal y junto a la Impertérrita. Tampoco estaban incluidos los tripulantes que fallecieron o resultaron heridos en las naves que «solo» sufrieron daños durante los combates. Muchas otras naves se hubiesen salvado de haber quedado inutilizadas en territorio aliado.
Con todo, la flota estaba en casa, aunque todavía no se hallara del todo segura y, además, muchos hombres, mujeres y naves se habían quedado en el camino, pero habían llegado a casa.
Hubo un tiempo en que, cuando imaginaba este momento, se veía renunciando con gratitud al mando de la flota. Lo que haría después nunca lo tuvo demasiado claro. Aparte del melancólico deseo de visitar el planeta Kosatka una vez más, no tenía ni idea de dónde podría encontrar la paz o esconderse de la leyenda de Black Jack.
Eso había cambiado. Ahora sabía adónde lo llevaba el deber, adónde le exigía el honor que fuera, y le había hecho un juramento a una persona que le importaba de verdad. Podía seguir intentando desentenderse, olvidarse de su concepto del honor y el deber, e incluso romper su promesa. Pero, si lo hacía, la masacre continuaría con toda seguridad, la guerra se prolongaría como había venido haciéndolo una década tras otra, y perdería a ese ser, a la única persona cuya presencia convertía aquel futuro inhóspito y cruento en un lugar donde él, a pesar de todo, deseaba estar.
Visto de ese modo, la decisión no era tan difícil de tomar. Tal vez estuviera delirando, víctima del síndrome de Geary detectado por los médicos en décadas pasadas, y pensara que solo él conseguiría salvar a la Alianza. No obstante, aquellos en los que confiaba le habían dicho que él era el único que podría ponerle fin a la guerra. Siempre creyó todo lo que le decían y no tenía más remedio que creerlos también cuando afirmaban algo así.
Por tanto, siguió pensando en la flota y se preguntó si podría mantenerse al mando y convencer a sus superiores de las acciones que era preciso emprender.
—Ha sido peor de lo que me imaginaba —iba diciendo Rione—. Los contactos que tengo aquí me han contado que a lo largo de las últimas décadas, mientras los síndicos emitían comunicados para anunciar que habían aniquilado la flota y se iba propagando el rumor de que, en efecto, esta se había perdido en territorio enemigo, las rebeliones y protestas populares estallaron en multitud de sistemas estelares. Los pueblos de la Alianza están perdiendo la esperanza. —Guardó un breve silencio—. O, mejor dicho, la estaban perdiendo. Si nos guiamos por lo ocurrido en Varandal, su regreso con la flota estará levantando una oleada de optimismo.
—Eso es magnífico. —Recordó algunos de los comunicados públicos que se habían transmitido desde las ciudades de los mundos habitados de Varandal y los rostros felices que anunciaban las últimas noticias. «El Ejército y el Gobierno se niegan a confirmar nada de manera oficial; sin embargo, los contactos que tenemos dentro de la flota aseguran que los rumores recogen la verdad. Tal como pronosticaba la leyenda, ¡Black Jack ha regresado! ¡Ha salvado a la flota! ¡Ha salvado Varandal! ¿Salvará también a la Alianza? Después de este milagroso retorno, cualquier cosa parece posible para el héroe de la Alianza.»
Después se incluyeron unas imágenes de los nerviosos portavoces. «El Gobierno no tiene nada que declarar en este momento.»
«¿Qué hay de los mensajes que el capitán Geary transmitió durante la lucha contra los síndicos en Varandal?»
«El Gobierno no va a hacer declaraciones en este momento.»
«¿Qué puede decirnos sobre lo comentado por los prisioneros síndicos de la flotilla que atacó Varandal, según los cuales Black Jack Geary guió a la flota a través del corazón de los Mundos Síndicos y casi destruyó por completo sus fuerzas navales?»
«El Gobierno les proporcionará más detalles cuando tenga más información.»
«El mensaje que lanzó la flota sobre la amenaza que suponen las puertas hipernéticas es motivo de preocupación para la ciudadanía. ¿Puede confirmarnos que el sistema de seguridad descrito en el mismo se ha instalado en Varandal?»
«La puerta hipernética de Varandal no entraña peligro alguno. Por motivos de seguridad, no podemos proporcionarles más detalles.»
«Las observaciones de la puerta hipernética que se han realizado desde aquí revelan que recientemente se ha implantado un nuevo tipo de equipamiento. ¿Puede decirnos algo al respecto?»
«No. La puerta hipernética es segura.»
—¿Por qué el Gobierno no admite lo que todo el mundo sabe ya? —preguntó Geary—. Así lo único que consiguen es parecer idiotas.
—Los gobiernos suelen terminar haciendo el idiota cuando intentan controlar la información. Confío en que no espere que yo defienda su postura esta vez. Dado el número de naves que han salido de Varandal saltando y a través de la hipernet desde su llegada, las noticias deben de estar propagándose a un ritmo vertiginoso. Y eso es una buena noticia —insistió Rione—. La Alianza necesita recuperar la esperanza, y usted es la encarnación de su sueño. No se moleste en fingir que le fastidia. Sabe que es verdad, por muy irracional que a usted le parezca. Por definición, la esperanza entraña irracionalidad.
—Supongo que no puedo quejarme, considerando lo que pretendo proponerle al Gobierno —admitió Geary—. No estoy seguro de que se pueda considerar racional.
—¿Sigue pensando en solicitar que le autoricen a llevar la flota de regreso al sistema estelar nativo síndico?
—Sí, cuando alguien acepte hablar conmigo. —Geary se giró para mirarla—. ¿Cuánto cree que puede tardar en pasar eso?
—Es difícil saberlo —contestó Rione con aire pensativo—. También cabe la posibilidad de que el gran consejo se desplace hasta aquí para reunirse con usted.
—Eso es ridículo.
—No, no lo es. —Rione suspiró con exasperación—. Usted tiene más poder que ellos. Tiene que darse cuenta de que esa es la realidad y, al mismo tiempo, actuar como si no fuera así. Necesitan verlo, oírlo en persona, decidir si supone una amenaza para la Alianza o es una pieza clave en la liberación de la misma. Si el gran consejo viniera aquí, entre los dos podemos convencerlos de que usted no está en su contra, con lo que aprobarán el ataque contra los síndicos. Incluso yo puedo ver que su plan no es algo descabellado. No estaba muy convencida de que el plan de Bloch saliera adelante, pero después de todo el daño que se les ha causado a los síndicos, si no tardan demasiado en aprobar una embestida contra los dirigentes de los Mundos Síndicos, tendremos una oportunidad de decapitar a la bestia. No obstante, tendría que convencerlos pronto y la victoria debería ser rápida. Si les damos tiempo a los síndicos para que reconstruyan su tropa de buques de guerra, preveo que volveremos a quedarnos en un punto muerto hasta que los dos gobiernos caigan.
Geary asintió con la cabeza.
—Es una posibilidad real. ¿Cómo cree que encajarán la noticia de los alienígenas?
—Mal. Pero tenemos pruebas fehacientes. Comprenderán que es ineludible que nos encarguemos tanto de los alienígenas como de los síndicos. No sabemos qué otros cebos podrían tendernos los primeros.
—Los alienígenas han de saber que otra Kalixa les saldría muy caro, y a mí no me importaría hacerles pagar por lo de ese sistema estelar. Haré cuanto esté en mi mano para convencer a nuestros líderes y, luego, derrotaremos a los síndicos para poder ir a hablar seriamente con los alienígenas con el respaldo de la máxima potencia de fuego.
—Si nos guiamos por los últimos acontecimientos, no creo que le cueste demasiado. —Rione se dio media vuelta para marcharse. Cuando abrió la escotilla se topó con Desjani, que estaba llegando. Las dos mujeres se cruzaron sin hacer el más leve gesto y sin intercambiar ningún saludo.
—Capitán Geary. —Desjani se acercó al panel de comunicación y lo activó—. Recordará aquellos mensajes incoherentes con los que yo no quería que se le molestara. Uno de ellos no cabía duda de que había llegado hacía poco. —Cuando la capitana pulsó el mando de recepción, Geary vio a un almirante que, a pesar de su semblante plácido, no podía ocultar una mirada nerviosa.
—Al habla el almirante Timbale. Este es un mensaje personal para el capitán John Geary. Todo Varandal y, por supuesto, la Alianza se sienten exultantes por su regreso con la flota. Exultantes y… ejem… asombrados. —El almirante miró a un lado apresuradamente.
—Se le ha olvidado el guión —observó Desjani en voz baja.
Geary le dirigió una mirada sardónica.
—¿Y cómo llegó a ver un mensaje personal clasificado para mí?
—Soy la capitana de esta nave —le recordó Desjani—. Eso no me convierte en la diosa del Intrépido, pero sí en algo parecido. Le recomiendo que siga escuchando al almirante.
—Deberá permanecer al frente de la flota hasta nueva orden —prosiguió el almirante Timbale—. Por el presente comunicado, aquellos buques de guerra de Varandal que no estuvieran previamente asignados a la flota quedan transferidos a su mando con carácter oficial. —El almirante dejó entrever una sonrisa ansiosa—. Tiene total autoridad, así como la máxima prioridad, para organizar el reabastecimiento y la reparación de sus… de las naves de la flota.
El almirante volvió a titubear por un momento.
—En vista de todas las responsabilidades que tiene en estos momentos, y de las incesantes alertas de ataque inminente que están saltando por todo Varandal, me veo obligado a suspender la visita formal que, en circunstancias normales, le haría a su oficial superior. En cuanto podamos organizar una reunión, se lo haré saber. Hasta entonces, espero que encuentre en Varandal todo cuanto la flota necesite. Timbale, cambio y corto.
Geary se quedó mirando el panel de comunicación, extrañado.
—¿No quiere recibirme?
—Es probable que tenga miedo de hacerlo —supuso Desjani—. Si lo recibiera, podrían acusarlo de conspirar con usted para derrocar el Gobierno. O tal vez tema que usted le pida ayuda para hacerlo. O que se la exija. También, podría ofrecerle apoyo para dar un golpe de Estado y después descubrir que la lealtad de Black Jack a la Alianza no era tan exagerada como tenía entendido. Para él es mucho más seguro evitar verlo y no hablar con usted.
—Demonios. Después de todas las veces que he tenido que reunirme con unos y otros almirantes contra mi voluntad, ahora, cuando de verdad necesito hablar con uno, se niega a recibirme. ¿Es Timbale el almirante más veterano de Varandal?
—Es el único que queda en todo el sistema —explicó Desjani—. Como recordará, las batallas libradas en Atalia y aquí antes de que llegásemos tuvieron graves consecuencias para los almirantes que comandaban los buques de guerra de la Alianza. Tagos murió en Atalia y Tethys, aquí. Por tanto, ahora solo queda Timbale.
—Tagos, Tethys y Timbale, todos destinados en Varandal —gruñó Geary—. ¿Por qué tengo la sospecha de que el departamento de asignación de personal había vuelto otra vez con sus jueguecitos? ¿Siguen haciéndolo?
—Sí. —La capitana entornó los ojos—. Hace años había una nave a la que siempre destinaban oficiales con el mismo apellido. Más de una vez me he jurado que si esta guerra terminaba algún día, de camino a casa me pasaría por el departamento de personal para regalarles un buen puñado de grandes rocas.
—Ese día, cuente conmigo.
Desjani señaló el visualizador.
—Por lo menos se le ha hecho una entrega formal de nuevas naves. Las defensas de Varandal perdieron muchos escoltas, pero ahora tiene dos acorazados más y otro crucero de batalla. La Impertérrita, la Cumplidora y la Desmesurada están hechas polvo, pero así encajarán mejor con el resto de la flota.
—Sí, supongo que sí. Si no puedo hablar con ningún almirante, al menos estas órdenes nos permitirán devolverle la buena forma a la flota lo antes posible. ¿Puedo supervisar las operaciones mediante los sistemas automáticos disponibles?
Desjani negó con la cabeza.
—Hay demasiados gusanos transitando en todas direcciones. Incluso el mero seguimiento de las reparaciones de los buques capitales sería una tarea complicada. E intentar controlar los trabajos que se harán en los destructores, una pesadilla teniendo en cuenta los muchos que hay y el poco tiempo del que disponemos. Aun en el caso de que dispusiera de todos los asistentes automáticos, seguiría necesitando la ayuda de una persona para comprobarlo todo. Le recomendaría que solicitara la colaboración de los oficiales de ingeniería de las auxiliares, pero como el Intrépido no va a entrar en combate de forma inminente, puedo enviarle algunos oficiales para que lo ayuden.
—Si no le supone un inconveniente.
—En absoluto, señor —le aseguró Desjani—. A mis oficiales subalternos les encantan los nuevos desafíos. —Las comisuras de la boca le temblaron levemente, pero consiguió reprimir una sonrisa.
—Estoy seguro. Recuerdo que cuando yo era subalterno, también me entusiasmaba con esas cosas. —Geary perdió la mirada entre las estrellas e intentó concentrarse en todo lo que debería hacer en ese momento—. ¿Algo más?
—Hemos podido confirmar que una variante básica del sistema de seguridad de la capitana Crésida se ha instalado ya en la puerta hipernética de este sistema. Ahora se está preparando una versión más sofisticada. No tenemos modo alguno de saber cómo se está recibiendo en otros sistemas estelares el paquete de información que recopiló Crésida, pero la respuesta inmediata que hemos observado aquí es una buena señal. Los datos sobre el dispositivo de seguridad deberían propagarse a un ritmo exponencial a través de la hipernet, y, por lo que hemos visto en diversas fuentes públicas de este sistema estelar, las imágenes de Lakota están sembrando el pánico entre la población.
—Bien, muy bien. ¿Qué hay de la llave síndica de hipernet?
—Ya no está a bordo del Intrépido. Ha sido trasladada a una fábrica de llaves ubicada en el mundo habitable de este sistema. En estos momentos deben de estar duplicándola.
Geary sacudió la cabeza.
—Todavía no puedo creer que hayamos llegado hasta aquí. Aun así, la llave síndica de hipernet nos va a hacer falta.
—Motivo por el cual la vamos a recuperar —añadió Desjani, ganándose inmediatamente la mirada aprobatoria de Geary—. Una vez que se hayan confirmado todos los datos de fabricación, volverán a trasladarla al Intrépido. Se estima que tardarán treinta y seis horas en devolverla. Ya no tendremos que seguir manteniendo en secreto el compartimento en el que la guardemos, puesto que la Alianza podrá construir todas las copias que sean necesarias. Sin embargo, conservaremos la original.
—Me alegra oírlo. Creía que tendría que ponerme antipático para recuperar ese cacharro. —Bajó la vista y cobró ánimos para formular la siguiente pregunta—. ¿No hay más mensajes para mí?
—No, señor. Los únicos mensajes que hemos recibido de la Impertérrita son actualizaciones de estado oficiales. Señor. —Geary la miró por encima—. Su sobrina nieta necesita tiempo. Tiene muchas cosas a las que amoldarse. Después podrá responder a sus mensajes personales.
Geary cerró los ojos por un momento.
—Tal vez no tengamos mucho tiempo.
—Todo el mundo lo sabe, incluida ella. Recuerde que Michael Geary necesitó varias semanas para asimilar el hecho de que usted siguiera vivo antes de que hablasen por primera vez.
Geary abrió los ojos, pero extravió la mirada entre las estrellas.
—Y, aun así, seguía odiándome.
—¡Eso cambió al final! Usted me lo dijo. He podido acceder a varios mensajes procedentes de la Impertérrita que se monitorizaron de diversas formas no autorizadas, y sé que su oficial al mando ha estado poniéndose en contacto con otros oficiales al mando de esta flota. Oficiales que Jane Geary conoce. Oficiales que usted conoce. Le hablarán de su tío abuelo, de quién es en realidad. Dele tiempo y se pondrá en contacto con usted.
—Esos oficiales le dirán que abandoné a su hermano en el sistema estelar nativo síndico y que lo más probable es que esté muerto.
Desjani dio un paso hacia él y endureció su voz.
—Jane Geary es una oficial de la flota. Conoce los riesgos al igual que el resto, los riesgos que todos corremos. Si su hermano hubiera muerto en combate, no podría culparlo a usted.
Geary dejó escapar una risa tan breve como triste.
—Está dando por hecho que mi sobrina nieta aceptará la situación de una forma lógica.
—¡Qué las estrellas del firmamento impidan que los Geary actúen con sensatez! —Desjani agitó la cabeza—. Biológicamente usted es más joven que ella, aunque sea su tío abuelo. Usted es la montaña que ha ensombrecido toda su vida. Dele tiempo.
—De acuerdo. No es que no tenga con qué mantenerme ocupado mientras espero.
—Bien. —La capitana miró a su alrededor—. ¿Quiere que traiga a los oficiales subalternos a su camarote para que pueda empezar a coordinar las operaciones de reparación y reabastecimiento? Aquí contamos con el espacio necesario.
—Claro. ¿Cuándo?
—Deme media hora para encontrar a un par de subalternos que puedan hacerse cargo. —Lo escrutó por un instante—. ¿Ya ha rezado a sus ancestros por Jaylen Crésida?
Geary sintió una punzada de culpabilidad. Con todo lo que estaba ocurriendo, nunca encontraba el momento adecuado para elevar una oración, cuando no se le olvidaba por completo.
—No, formalmente no.
—¿Por qué no baja a los compartimentos de culto y ruega por ella mientras espera a que yo vuelva aquí?
A Geary la sugerencia le pareció más bien una orden, pero eso no quería decir que no fuese una buena idea, además de un deber que estaba retrasando demasiado. Era lo mínimo que podía hacer por Jaylen Crésida, en particular, y por todos aquellos tripulantes que habían caído durante el último enfrentamiento.
—Sí, lo haré. —Se encaminó hacia la escotilla junto con la capitana.
Antes de alejarse, Desjani se detuvo frente a él.
—Volveremos de nuevo, ¿verdad?
—En cuanto podamos —afirmó Geary—. Si obtengo la autorización necesaria. —Recordó las palabras de Rione, que resumían la situación perfectamente—: «La victoria deberá ser rápida. De lo contrario, no habrá victoria.»
—Entonces, conseguiremos una victoria rápida.
—Sí, la conseguiremos.
O moriremos en el intento…