Capítulo 10

Al aumentar el área abarcada por el visualizador, las vio. A casi cuatro horas luz de distancia, las naves de la Alianza se estaban enfrentando a los síndicos. El punto de salto hacia Varandal quedaba más o menos a la misma distancia de la estrella de Atalia que la salida por la que la flota de la Alianza había aparecido tras el último salto, aunque próximo al perímetro del sistema estelar. Geary observó el visualizador mientras los sensores de la flota continuaban añadiendo detalles. Casi se estremece al ver un enjambre de naves de la Alianza esfumarse de repente, aunque enseguida comprendió que no las habían destruido, sino que acababan de saltar fuera del sistema.

Los buques de guerra de la Alianza siguieron desapareciendo, lo que le hizo preguntarse a Geary cuántos habría antes. Sin embargo, quedaba una nave; un acorazado que avanzaba tambaleándose hacia el punto de salto al mismo tiempo que un nubarrón de buques de guerra síndicos realizaba repetidas pasadas ofensivas sobre él.

—El sistema indica que ese acorazado es la Intratable —indicó Desjani—. Era una de las naves que se quedaron atrás para proteger el espacio de la Alianza cuando esta flota partió hacia el sistema estelar nativo síndico. —Vaciló antes de proseguir—. Cuando nos marchamos, la Intratable formaba parte de la misma división de acorazados que la Impertérrita.

La Impertérrita, la nave comandada por Jane Geary, su sobrina nieta. ¿Habría saltado ya hacia Varandal o tal vez los restos de ese acorazado de la Alianza estaban errando por aquel sistema estelar?

Más adelante, los sensores de la flota podrían analizar los fragmentos más recientes y hacer un cálculo aproximado de cuántos buques de guerra habían caído allí durante los últimos enfrentamientos. De momento, lo único que podía hacer Geary era mirar aquellas imágenes que llegaban con casi cuatro horas de retraso, consciente de que no podía hacer nada para apoyar a la Intratable mientras esta cubría la retirada del resto de unidades de la Alianza.

—No falta mucho —murmuró Desjani, que estaba mirando las mismas imágenes que Geary—. La Intratable era el único buque de guerra que quedaba cerca del punto de salto. Todos los demás han pasado ya.

—¿Cabe la posibilidad de que alcanzase el punto de salto?

—No, a menos que los síndicos decidieran dejar de disparar.

Rione se inclinó hacia delante y habló con tono exhortatorio.

—Tenemos que hacer algo, distraer a los síndicos, ¡algo!

—Señora copresidenta —contestó Geary con sequedad—, los síndicos ni siquiera verán esta flota durante casi cuatro horas. Lo más probable es que la Intratable fuese destruida hace casi ese mismo tiempo. Simplemente, lo que pasó entonces lo estamos viendo ahora.

—Maldita sea —susurró Rione.

A juzgar por las imágenes que llegaban con cuatro horas de retraso, la Intratable, que parecía haber perdido el control, se deslizaba hacia los lados y cabeceaba mientras los disparos de los síndicos la obligaban a desviarse de su rumbo.

—La tripulación abandona la nave —observó Desjani al fijarse en las cápsulas de escape que empezaban a salir disparadas del maltrecho acorazado—. Aunque algunas de las armas parecen seguir funcionando.

Hacía cuatro horas los síndicos habían disparado una ráfaga de misiles que fue describiendo un arco hasta impactar contra la Intratable, que para entonces ya estaba prácticamente indefensa, y despedazarla. El casco del acorazado se desgajó de tal forma que la sección de proa salió despedida, dando vueltas, y la sección de popa quedó reducida a un cúmulo de fragmentos menores. Geary cerró los ojos por un momento y al abrirlos de nuevo vio los restos de la nave viajando en todas direcciones, sin que nadie diera señales de vida entre ellos. Que vuestros ancestros os acojan y las estrellas del firmamento amparen vuestros espíritus.

—Los vengaremos —dijo Desjani con un gruñido.

—Sí. Téngalo por seguro. No cabe duda de que hemos encontrado la flotilla de reserva. —Geary empezó a planear una estrategia para el enfrentamiento, dando por sentado que los síndicos regresarían a aquel punto de salto—. ¿Cuánto falta para que los sensores de la flota nos informen de lo que ha sucedido aquí?

—Ya no deberían tardar mucho. —Apenas hubo respondido, empezaron a aparecer los cálculos de los sistemas. Desjani apretó la mandíbula mientras consultaba sus visualizadores, en los que los sensores y los sistemas de evaluación mostraban los análisis del reciente enfrentamiento—. Los últimos restos están correlacionados con dos o tres cruceros de batalla de la Alianza. Entre nueve y trece destructores. Uno o dos cruceros ligeros. De cuatro a seis cruceros pesados y dos acorazados, contando la Intratable. —Exhaló con pesadez—. La Intratable contuvo a los síndicos para que el resto de naves pudiera escapar, aunque los sensores no tienen modo alguno de saber cuántas se salvaron.

—Por lo menos no fueron los únicos que sufrieron bajas. —Geary vio abrirse los nuevos informes—. Al parecer, los síndicos perdieron uno o dos cruceros de batalla, un acorazado, entre diez y veinte naves de caza asesinas, seis o siete cruceros pesados y entre ocho y once cruceros ligeros, además de otras naves que sufrieron demasiadas averías como para perseguirlos por el salto. —A lo largo de la estela de la batalla habían quedado desperdigados un crucero de batalla síndico con daños críticos, tres cruceros pesados y otro ligero, todos los cuales avanzaban torpemente hacia el segundo planeta del sistema estelar. Cerca de la salida del salto, otro crucero de batalla, que terminó destrozado en el último combate contra la Intratable, parecía ir orientándose también hacia el sistema interior.

Los sensores de la flota dirigían su vista hasta una distancia de cuatro horas luz por el límite del sistema estelar, y miraban más allá de los restos de las naves caídas para determinar el tamaño de la fuerza síndica, resultados que tampoco tardaron en aparecer.

—Dieciséis acorazados, catorce cruceros de batalla, veinte cruceros pesados, cuarenta y cinco cruceros ligeros y ciento diez naves de caza asesinas. —Geary confiaba en que el teniente Íger hubiera exagerado al hacer sus estimaciones; sin embargo, estas resultaron ser demasiado precisas—. Son las naves de la flotilla de reserva que continúan activas.

—Podemos eliminarlas —insistió Desjani.

—No tenemos alternativa, pero no puedo cerrar el plan para interceptarlas hasta que se den media vuelta y adopten nuevos vectores.

Esperó con impaciencia; aunque la flota de la Alianza se encontraba cada vez más cerca del punto de salto, todavía quedaban unos dos días de viaje. De repente, Desjani intervino.

—No se darán media vuelta. Lo que pretenden es volver a formarse. Van a saltar detrás de las naves de la Alianza que escaparon.

—¿Van a saltar hacia Varandal? —Solo una cosa sería peor que luchar ahí contra la flotilla de reserva: enfrentarse a ella en Varandal si los síndicos lograban causar el suficiente daño en ese sistema estelar antes de que la flota de la Alianza los alcanzase.

—Todavía queda a cuatro horas luz de distancia. —Desjani descargó el puño sobre el reposabrazos de su asiento—. Saltarán antes de darse cuenta siquiera de que estamos aquí.

—Puede que así consigamos sorprenderlos en Varandal. —Geary llevó los ojos hasta las estimaciones de bajas de la Alianza que se habían producido allí. Dos acorazados. ¿Sería la otra la Impertérrita? ¿Habría muerto Jane Geary justo cuando él se encontraba en el umbral de casa, o tal vez su sobrina nieta se encontraba en una de las cápsulas de escape que había dispersadas por todo el sistema?

En los visualizadores continuaron proliferando los símbolos que representaban las cápsulas de escape que se encontraban en el sistema estelar Atalia. Había innumerables cápsulas procedentes de los buques de guerra de la Alianza que fueron destruidos allí. Geary se reclinó en el asiento y observó el lugar donde la flotilla síndica de reserva se estaba reagrupando para saltar hacia Varandal; a continuación, miró los vapuleados buques de guerra síndicos que continuaban avanzando como podían para ponerse a salvo, sin saber tampoco que la flota de la Alianza había llegado; a continuación, dirigió la mirada a los enjambres de cápsulas de escape de la Alianza; y, por último, consultó el visualizador de estado, que indicaba el nivel de las reservas de células de combustible de las que aún disponían los buques de guerra de la flota.

—Necesito su consejo, Tanya. —La capitana se giró hacia él—. Podemos rodear sin problemas los buques síndicos dañados y eliminarlos de camino al punto de salto. Sin embargo, los tripulantes de la Alianza que viajan en las cápsulas de escape cuentan con que los recojamos, lo cual implica que reduzcamos nuestra velocidad de manera significativa. Eso supondría un consumo de células de combustible que no podemos permitirnos, además de retrasar la hora de llegada al punto de salto hacia Varandal.

Desjani produjo un breve tamborileo con los dedos en el reposabrazos de su asiento y, a continuación, se volvió hacia el consultor de ingeniería.

—Si las cápsulas de escape se colocaran en los mismos vectores que esta flota y consumieran todo el combustible que les queda, ¿qué velocidad podrían alcanzar?

El ingeniero no tardó en realizar algunos cálculos.

—Capitana, teniendo en cuenta el tiempo que pueden llevar en el espacio y la cantidad consumida durante el lanzamiento, podrían llegar a ir a una centésima de la velocidad de la luz si reactivasen la secuencia de ignición del lanzamiento. Pero después no les quedaría nada.

—Sería una ayuda, pero no suficiente. La flota seguiría teniendo que frenar demasiado. —Desjani agitó la cabeza—. Aunque pudiéramos permitirnos un consumo tan elevado de células de combustible, no dejaríamos de retrasarnos demasiado. Además, la mayoría de nuestras naves ya no pueden albergar más tripulantes. Provocar el hacinamiento del personal podría suponer una desventaja si fuese necesario evacuar esas naves durante la lucha de Varandal, y no disponemos de cápsulas de escape para todos. Lo que necesitamos son dos flotas. —Miró el visualizador, donde parpadeaban dos mensajes de alerta—. La flotilla síndica de reserva saltó hacia Varandal hace tres horas y cuarenta y un minutos.

—Lástima que no estuviéramos aquí hace más de tres horas. Si nos hubieran visto antes de saltar, tal vez habrían permanecido en las cercanías, lo que nos habría facilitado mucho las cosas. —Geary examinó todo el contenido del visualizador del estado de la flota—. Dos flotas. Podría ser una buena táctica: enviar varias naves a recoger las cápsulas de escape, tras lo cual seguirían al resto.

—¿De cuáles podríamos prescindir?

—De ninguna, aunque de todos modos a algunas de las naves les costará avanzar a buen ritmo. —Elegirlas parecía sencillo, pero no se trataba tan solo de una cuestión de física. Llamó a la Ilustre.

—Capitán Badaya, tengo que pedirle algo.

Seis segundos más tarde Badaya contestó. Parecía fatigado, lo cual era comprensible, puesto que habría estado presionándose a sí mismo y a su tripulación para reparar los daños de la Ilustre antes de una posible batalla. Sin embargo, la tripulación de la Ilustre no podía hacer milagros.

—¿En qué puedo ayudarlo, capitán Geary?

—Necesito recuperar las cápsulas de escape de la Alianza, aunque no puedo permitirme aminorar la velocidad de toda la flota para ello. De camino al punto de salto hacia Varandal, la flota puede eliminar los buques de guerra síndicos que queden en este sistema estelar; en cualquier caso, quien se quede atrás para recoger las cápsulas seguirá necesitando suficiente potencia de fuego para protegerlas por si ocurriera algún imprevisto.

El capitán Badaya tardó seis segundos en asentir con la cabeza.

—¿En quién ha pensado, capitán Geary?

—En las tres auxiliares: la Orión, la Increíble y el Resuelto; los escoltas que han sufrido los mayores daños. Y, dado que estas naves necesitarán un comandante hábil y digno de confianza, en la Ilustre.

Badaya no tardó en asentir de nuevo.

—Nos hemos esforzado mucho para reparar la Ilustre, aunque en caso de enfrentamiento seguirá encontrándose muy en desventaja. Comprendo su razonamiento, pero resulta muy duro pensar en una derrota en Varandal.

—Lo entiendo. —Badaya tenía sus defectos, pero se había ganado el derecho a que todos respetasen su orgullo y su honor—. Ese es el motivo por el que le pido que acepte esta misión. Si los síndicos emergen del punto de salto hacia Varandal antes de que usted lo alcance, tendrá que abrirse paso entre ellos. Necesito a alguien cuya capacidad sea incuestionable para comandar las naves; además, para ayudarlo, voy a asignarle dos acorazados y dos cruceros de batalla. —No se molestó en añadir lo que tanto él como Badaya sabían, que las cuatro maltrechas naves juntas no sumaban la capacidad de combate de un acorazado intacto.

—No es muy probable que los síndicos regresen aquí antes de que nos vayamos —observó Badaya—, aunque siempre cabe la posibilidad. En cualquier caso, si machacan a los síndicos que saltaron hacia Varandal, algunos podrían estar dirigiéndose de vuelta al punto de salto que lleva hasta aquí cuando nosotros lleguemos a Varandal. Estaremos bien posicionados para bloquearlos y fulminarlos.

—Eso es cierto.

—Es una misión gloriosa —concluyó Badaya—. No dejaremos aquí a ningún tripulante de la Alianza, la Ilustre no ralentizará al resto de cruceros de batalla y, además, nos encontraremos lo bastante lejos de las demás naves para poder interceptar a los síndicos que intenten escapar de Varandal. Muchas gracias por su confianza, capitán Geary.

—Se lo ha ganado, capitán Badaya —dijo Geary; algo que no dejaba de ser cierto. Aparte del asunto de la dictadura, no era un mal oficial al mando. Badaya tendía a reaccionar con demasiado ímpetu en lugar de idear nuevos planes para adelantarse al enemigo, pero cuando recibía una orden hacía todo lo posible por cumplirla, aunque le fuera la vida en ello. Por si fuera poco, creía en Geary; confiaba en él lo suficiente como para aceptar una misión que tal vez habría rechazado si se la hubieran propuesto seis meses atrás.

—Muchas gracias, capitán Geary —repitió Badaya—. Respecto al otro asunto del que hablamos, las opciones que tendríamos una vez que la flota llegase a Varandal… Todos los interesados están al tanto de sus deseos y han prometido obrar de acuerdo a los mismos. Aunque la Ilustre no llegase a Varandal, usted tiene las espaldas cubiertas.

—Me alegra saberlo, capitán Badaya. —Geary agradeció con una breve oración que, por una vez, Badaya hubiera dicho algo meditado y de manera discreta. En muchas ocasiones había comprobado que las conversaciones supuestamente privadas solían ser cualquier cosa menos eso—. Prepararé las órdenes para las naves que acompañarán a la Ilustre. Nos vemos en Varandal.

—En la Orión no se van a poner muy contentos —observó Desjani mientras repasaba los planes de Geary.

—En la Orión tampoco se merecen otra cosa. En cuanto regresemos al espacio de la Alianza, pienso recomendar que disuelvan a su tripulación y sea reemplazada en su mayor parte. Todos los intentos que ha habido para recomponer esa tripulación han fracasado.

—Quizá los motive ver que un pelotón de fusilamiento liquida a Numos después de ser juzgado por un consejo de guerra —comentó Desjani con tono jocoso.

—Tal vez. —La frustración que le provocaba la lentitud con la que los tripulantes de la Orión realizaban las reparaciones era ya tal que incluso a él le atrajo la idea por un momento—. Por otra parte, desde que vieron saltar en mil pedazos a la Majestuosa en Lakota, los tripulantes de la Orión han progresado de manera encomiable en la reparación de sus armas y armaduras.

—Pero no en la de sus sistemas de propulsión —apuntó Desjani con aspereza—. Tal vez debería dejarles caer que, aunque ahora puedan defenderse mejor, no conseguirían escapar del enemigo.

—Haré que no he oído eso, capitana Desjani. —En lugar de avergonzarse, la oficial sonrió mientras Geary continuaba hablando—. Aunque no creo que el Resuelto y la Increíble pongan muchas objeciones.

—Podría no ser conveniente intentar separar esas dos naves —dijo Desjani—. Al parecer, después de haber estrechado vínculos en Heradao, son amigas del alma.

—¿Por qué está de tan buen humor, capitana Desjani?

—Porque la flotilla síndica de reserva ha saltado hacia Varandal, capitán Geary, y ahora estará atrapada entre las tropas de la Alianza que huyeron hacia allí y, además, tendrá que vérselas con todas las defensas que encuentre en Varandal. —Desjani sonrió como un depredador—. La presa es nuestra.

—Puede, pero la presa todavía nos puede morder.

Pese a las generosas dimensiones de la mesa de la sala de reuniones virtual, Geary observó que no era tan grande como en encuentros anteriores; ahora quedaban menos naves y, por tanto, el número de oficiales al mando de la flota había disminuido. Aun así, después de los sucesos de Padronis la flota parecía haber purgado el veneno que la infectaba, de modo que el debate que se mantendría a continuación sería abierto y sincero.

—Si no me equivoco, todos están al corriente de la situación. La flotilla síndica de reserva saltó hacia Varandal antes de saber que habíamos llegado a Atalia. Pretende darle caza a una tropa de la Alianza cuyo tamaño desconocemos, y no cabe duda de que intentará eliminar las instalaciones que la Alianza tiene en Varandal y destruir el resto de buques de guerra de la Alianza que encuentre allí. Debemos llegar a tiempo a Varandal para apoyar a los compañeros que se encuentran en los buques, en los planetas y en las instalaciones orbitales.

Señaló el visualizador que se mantenía suspendido sobre la mesa.

—Las naves del núcleo de la flota continuaremos en dirección al punto de salto hacia Varandal tan rápido como nos lo permitan las células de combustible, variando el rumbo solo cuando podamos barrer los buques de guerra síndicos cuyos daños los hayan obligado a permanecer en este sistema estelar. Una formación compuesta por la Ilustre, la Increíble, el Resuelto, la Orión, la Titánica, la Genio y la Hechicera, así como los cruceros y destructores que hayan recibido más daños, reducirán su velocidad para poder recoger las cápsulas de escape de la Alianza que se han quedado en este sistema estelar, tras lo cual seguirán al resto hacia Varandal.

Todos los presentes miraron a Badaya, sin duda para verlo expresar su desacuerdo airadamente; sin embargo, el capitán se limitó a asentir con la cabeza, impasible.

—Es un honor para la Ilustre que se le encomiende una misión tan decisiva. Confío en que el resto nos dejará algunos síndicos de los que encargarnos en Varandal.

—Tenga cuidado con lo que desea —le previno el comandante Parr, de la Increíble—. De todos modos, será un placer combatir con el apoyo de las demás naves.

Duellos parecía tan cansado como Badaya.

—La situación de Varandal no parece demasiado ventajosa; además, según mis cálculos, cuando lleguemos allí, el nivel de las reservas de células de combustible será inferior al veinte por ciento.

—Así es. —Geary intentó expresarlo con distensión, como si todos los días se enfrentaran en Varandal a enemigos que los superaban en número y con tan poco combustible que los buques de guerra corrieran el riesgo de quedarse sin suministro energético en pleno combate—. No podemos hacer nada para aumentar el nivel de combustible. Las auxiliares que quedan están utilizando sus transbordadores para distribuir las células de combustible que fabricaron durante el último salto, y después tendremos que repostar, una vez que terminemos con los síndicos en Varandal. Sabremos con más exactitud las posibilidades que tenemos en Varandal una vez que las cápsulas de escape nos faciliten una lista de los buques de guerra que estaban con las tropas de la Alianza que vinieron aquí. Por el momento, solo podemos realizar un cálculo aproximado de los buques de guerra de la Alianza que se perdieron en esta región.

Toda la mesa consultó la hora.

—Las cápsulas que se encuentren más cerca ya nos habrán visto —bramó el capitán Armus—. Tendremos que esperar otra media hora para que nos lleguen los mensajes que nos puedan haber mandado.

—Así es, por desgracia. Sin embargo, aún falta más de un día para que lleguemos al punto de salto hacia Varandal. Tenemos tiempo. Demasiado, pero eso es algo que no podemos remediar.

Lo único que podían hacer era sentarse en el puente del Intrépido y continuar atravesando el espacio a doce centésimas de la velocidad de la luz, ansiosos por oír lo que los tripulantes que se habían salvado en las cápsulas de escape podían contarle a la flota.

La primera voz que entró en el circuito procedente de una de esas cápsulas llegaba tan distorsionada por una mezcla de júbilo, incredulidad y nerviosismo que resultaba un tanto difícil de entender.

—Al habla el teniente Reynardin. Creo que soy el oficial más veterano de los que sobrevivimos a la destrucción del crucero de batalla Vengador. No se imaginan cómo nos alegramos de ver a la flota de la Alianza. Los síndicos nos aseguraron que la habían aniquilado, pero nadie terminaba de creérselo. Nuestra flota no. Doy gracias a nuestros ancestros y a las estrellas del firmamento por que…

Geary reprimió un gesto de fastidio al ver que el teniente no paraba de hablar. Desjani golpeteaba con los dedos en el reposabrazos de su sillón de mando, incapaz de disimular su inquietud; no era difícil imaginar el grito que le hubiera dado a Reynardin si lo hubiese tenido delante.

Rione debió de percatarse de lo impacientes que estaban el comandante de la flota y la capitana.

—El teniente Reynardin ha perdido su nave y a muchos de sus amigos y compañeros. Lo más probable es que haya sufrido una conmoción.

—Es un oficial de la flota —replicó Desjani recalcando cada palabra—. Tal vez cuando reciba la solicitud de información del capitán Geary nos cuente algo útil.

Minutos más tarde imaginaron que ya le había llegado, pues el teniente Reynardin se quedó mudo de pronto. Cuando volvió a hablar, parecía estar a punto de romper a llorar.

—Capitán Geary. Señor. Es un honor… Yo… sus órdenes. Sí, señor. Lo que ocurrió. Iniciamos un ataque de desarticulación. Fue idea de la almirante Tagos, para desconcertar a los síndicos.

—¿Tagos? —murmuró Desjani, y miró a Geary negando con la cabeza—. ¿Cómo demonios llegó a almirante?

—La almirante Tagos viajaba a bordo de la Propicia —continuó Reynardin—. No llegué a ver todos los impactos que recibió su nave, pero el núcleo energético saltó en mil pedazos y estoy seguro de que no hubo supervivientes.

Geary hizo un gesto cansado de asentimiento y supuso, por lo que había podido comprobar cuando asumió el mando de la flota, que Tagos fue ascendida por su vocación política y su «espíritu de lucha», y que decidió hacer gala de ambas habilidades lanzándose a entablar un combate perdido.

—El Vengador y la Propicia. Eso son otros dos cruceros de batalla de la Alianza —observó Desjani mientras Reynardin seguía contando lo sucedido al borde del delirio—. Puede que alguno de los otros ocupantes de su cápsula de escape lo sustituya en el panel de comunicación.

—Esperemos que así sea. —Como las cápsulas de escape más cercanas todavía se encontraban a más de dos horas luz de distancia, cualquier intento de hacer que el teniente Reynardin se concentrara en las preguntas que se le hacían supondría un proceso largo y tedioso.

—Fue horrible —prosiguió Reynardin—. Simplemente… todo.

—Por favor, que alguien le pegue un tiro —bramó Desjani.

—Está conmocionado —protestó Rione de nuevo.

En ese instante, el consultor de comunicaciones interrumpió la discusión de las oficiales.

—Capitana, estamos recibiendo la llamada de otra cápsula de escape.

—¡Dele paso! —ordenó Desjani aliviada, como si por fin la hubiesen librado de una tortura insoportable.

Nada más oír la voz del siguiente oficial, observaron que este se encontraba más tranquilo.

—Al habla el alférez Hochin, señor. Oficial de baterías de lanzas infernales de la Incomparable. Me temo que solo puedo ponerle al corriente del estado en que se encontraban las tropas de la Alianza hasta que evacuamos la Incomparable.

—Algo es algo. —Desjani le lanzó una mirada a Geary—. La Incomparable era otro acorazado de la división de la Impertérrita.

Eso significaba que esta última o bien no la había acompañado hasta aquí o, lo más probable, había conseguido escapar a Varandal. Geary experimentó una profunda sensación de alivio al saber que la nave de su sobrina nieta no había caído en aquella región, aunque al mismo tiempo se sintió culpable por alegrarse, puesto que la salvación de la Impertérrita implicaba la destrucción de otra nave.

—Teníamos cinco cruceros de batalla —prosiguió el alférez Hochin—. Sé que hemos perdido el Vengador. Seis acorazados. Por lo que sé, solo destruyeron la Incomparable.

—Maldita sea —renegó Desjani—. Debí haberme dado cuenta. Las cápsulas de escape más cercanas proceden de las naves de la Alianza que fueron destruidas primero. Los sensores de las cápsulas son muy rudimentarios, por lo que no sabrán muy bien lo que ocurrió una vez que sus naves cayeron. Para hacernos una idea mejor de cuántas naves lograron regresar a la salida del salto, tendremos que esperar hasta que recibamos la llamada de las cápsulas de escape de la Intratable.

—¿Otra hora? —estimó Geary.

—Como mínimo.

Hochin continuaba hablando.

—Supongo que entrará en sus planes aniquilar a los síndicos que queden aquí, pero algunas cápsulas de la Manto nos avisaron de que uno de los cruceros pesados síndicos capturó a varios de los compañeros que viajaban en las cápsulas de la Incomparable. Calculan que recogerían entre cuarenta y sesenta, aunque podrían ser menos.

—Malnacidos. —Geary comprobó las posiciones que los cruceros pesados síndicos ocupaban en la pantalla—. ¿Cuál de ellos?

—Según la posición de las cápsulas de escape de la Manto y la descripción que facilitaron del rumbo que seguía el crucero síndico —continuó Hochin como si no hubiera escuchado a Geary—, debería encontrarse a una hora luz y media de la estrella Atalia, ligeramente por encima del plano del sistema, muy cerca de la línea entre el punto de salto desde Kalixa y la estrella. Los tripulantes de la Manto dijeron que el crucero síndico tenía daños críticos en la proa.

—¡Lo tengo! —exclamó triunfalmente el consultor de sistemas de combate—. Ha sido necesario reconstruir su trayectoria, pero tiene que ser este.

—¿Tiene la proa dañada? —preguntó Desjani.

—Sí, capitana. Destrozada.

—Excelente. —Desjani le hizo un gesto con la cabeza a Geary—. Ahí tiene un alférez que por sus méritos en combate se merece un ascenso a teniente.

—Recuérdemelo. —Aunque la proa del crucero pesado en cuestión estaba hecha pedazos, los sistemas de propulsión de la nave parecían seguir funcionando. Cuando divisó la flota de la Alianza, aumentó su velocidad hasta seis centésimas de la velocidad de la luz—. ¿Podemos interceptarlo?

—La formación de la Ilustre no, señor —respondió la consultora de operaciones con mucho menos entusiasmo—. Después de aminorar para recoger estas otras cápsulas, no podrán ganar la suficiente aceleración para alcanzar a ese crucero.

—¿Y nosotros? —preguntó Geary.

La consultora de operaciones, después de calcular distintos rumbos y velocidades, hizo un gesto de descontento.

—El Octavo Escuadrón de Cruceros Ligeros, situado en el flanco de nuestra formación más alejado de estribor, podría intentar interceptarlo con la mínima aceleración y deceleración, señor. El Vigesimotercer Escuadrón de Destructores podría acompañarlo.

Geary cotejó el armamento de esas naves con las que se estimaba que había perdido el crucero pesado síndico.

—La potencia de fuego debería ser suficiente, pero no se trata solo de eliminar el crucero. Tenemos que rescatar a los prisioneros, y ni los cruceros ligeros ni los destructores están hechos para albergar marines.

—Pídales que se rindan —lo urgió Rione.

—Esa opción nunca ha tenido mucho éxito en el pasado, señora copresidenta.

—Puede que esta vez sea diferente. ¿Qué le cuesta exigirles que capitulen o, al menos, que entreguen a los miembros de la Alianza que han capturado?

—No perderíamos nada —admitió Geary.

—Podría negociar con ellos —sugirió Rione—. Propóngales que a cambio de liberar a nuestros hombres, su crucero pesado no sufrirá más daños.

Geary observó que todos los tripulantes que los rodeaban se habían sorprendido al oír la sugerencia. Sin embargo, solo Desjani habló, aunque más para sí misma que dirigiéndose a Rione.

—El reglamento ordena emprender todas las acciones necesarias para destruir al enemigo, y no permite dejar escapar a las tropas síndicas mientras estas conserven su capacidad de combate.

Como comandante de la flota, las órdenes de Geary prevalecían sobre las del reglamento, aunque en este caso no parecía lo más apropiado. No obstante, ¿qué otra cosa podía ofrecer para llegar a un acuerdo?

Rione miró a su alrededor con un gesto de frustración.

—Haga un trato, capitán Geary. Aunque no esté de acuerdo con que conserven su nave, ¡todavía tiene en sus manos la vida de los tripulantes síndicos!

Geary exhaló un suspiro de exasperación.

—¡Los comandantes síndicos han demostrado que no valoran mucho la vida de sus tripulantes!

—¡Algunos sí! Usted mismo ha comentado en ocasiones que permitían que su tripulación abandonase la nave a tiempo. ¿Por qué iban a hacer algo así si su vida no les importara?

La copresidenta tenía razón. Los tripulantes podrían haber huido llevados por el pánico, pero también porque sus capitanes hubieran preferido que sobrevivieran.

—Además, aunque a ese capitán síndico no le importe su tripulación, seguro que sí valora su vida. Merece la pena intentarlo. —Geary grabó una solicitud y la envió; después, transmitió las correspondientes órdenes al Octavo Escuadrón de Cruceros Ligeros y al Vigesimotercer Escuadrón de Destructores para que aceleraran un poco más y modificaran el rumbo con el fin de interceptar al crucero pesado síndico; y, por último, volvió a reclinarse mientras esperaba cada vez con mayor inquietud.

—¡Capitana! —dijo el consultor de sistemas de combate—. Hay algo inusual en los daños del crucero pesado síndico, el que recogió algunas de las cápsulas de escape de la Incomparable.

Desjani se giró hacia el consultor.

—Defina «inusual».

—Hemos orientado nuestros sensores hacia esa nave, y los análisis de los daños revelan que no fueron causados por varios ataques, sino por un único impacto descomunal.

—¿Un solo impacto? —Desjani adoptó un gesto meditabundo—. ¿Qué podría haber provocado algo así?

—Causa desconocida, capitana. Ningún arma perteneciente al inventario de la Alianza podría provocar ese tipo de desperfectos.

El semblante de Desjani se ensombreció aún más.

—¿Y una colisión?

El consultor realizó algunos cálculos.

—En teoría es posible, capitana, aunque las probabilidades de que se produjera una colisión frontal que solo ocasionara esos daños son casi despreciables. El crucero fue alcanzado en plena proa, y es muy difícil resistir un impacto frontal. Además, los daños abarcan toda la proa, por lo que debió de chocar con algo de grandes dimensiones.

—Vaya, sí que es extraño. De todas formas, como no tenemos pruebas de otras posibles causas, por el momento tendremos que suponer que los daños son el resultado de una colisión. Avíseme si encuentran más detalles que puedan explicar qué provocó los desperfectos. —Desjani se volvió hacia Geary como si supiera lo que estaba pensando—. ¿Señor?

—¿Por qué saltaron hacia Varandal? —preguntó.

—¿La flota síndica de reserva? Para liquidar a las unidades de la Alianza que sobrevivieron al combate que se libró aquí.

—Sin embargo, sus órdenes debían de ser eliminarnos a nosotros antes de que llegásemos a Varandal. Los síndicos no acostumbran a improvisar sus maniobras. —Geary se concentró en el visualizador como si la respuesta se escondiera allí—. ¿Por qué no se quedaron aquí para atacarnos cuando llegamos?

Desjani arrugó la frente.

—Debieron de ordenarles que avanzasen hacia Varandal. Los buques de guerra de la Alianza que vinieron aquí se cruzaron con la flotilla de reserva de camino al punto de salto hacia Varandal. —Introdujo algunos comandos y estudió los resultados—. Esto coincide con el reguero de los restos. La flotilla de reserva no iba a esperarnos aquí. Debían de tener planeado saltar antes de que llegásemos, eliminar las defensas de Varandal y, después, atacarnos una vez que llegásemos a casa, desprevenidos y con el combustible y las municiones bajo mínimos.

Tenía sentido, aunque Geary seguía pensando que algo no terminaba de encajar.

—Habría sido más sencillo hacer todo eso aquí, en Atalia. —Nadie más propuso ninguna otra teoría, de modo que Geary se apoyó en el respaldo de su asiento e intentó meditar, aunque esta vez no logró sacar nada en claro.

No fue consciente de lo rápido que había pasado el tiempo hasta que el consultor de comunicaciones lo llamó.

—Capitán Geary, la oficial al mando del crucero pesado síndico propone liberar a los prisioneros a cambio de que usted acceda a no atacar las cápsulas de escape de su nave.

Desjani no tardó en intervenir.

—Es una trampa. O un truco.

—Tal vez —convino Geary al tiempo que aceptaba el mensaje.

La imagen de la capitana del crucero pesado síndico se desplegó ante él. A pesar de su gesto desafiante, sus ojos presentaban un aspecto vidrioso, como si también ella estuviera conmocionada.

—Este crucero pesado no puede defenderse de sus ataques. Estoy dispuesta a entregar a los prisioneros si usted permite el libre tránsito de mi tripulación. Yo permaneceré a bordo como rehén junto con los prisioneros, después de que mi tripulación la haya desocupado, y no opondré resistencia alguna al pelotón de abordaje que envíe para llevarse a sus hombres, pero, en caso de que inicien cualquier operación de captura de la nave o intenten adentrarse más allá de la zona de retención de los prisioneros, destruiré el crucero. Estas son mis condiciones. Si no las acepta, lucharé hasta que la nave sea destruida y muramos todos los que viajamos en ella.

—Es el mejor acuerdo posible —observó Rione.

—Y el más peligroso —señaló Desjani—. La capitana del crucero pesado podría esperar a que nuestras naves se acerquen para recoger a los prisioneros y, entonces, sobrecargar el núcleo energético.

No era una decisión fácil de tomar. No sería la primera vez que los síndicos rompían su palabra después de hacer un trato.

—Esta mujer tiene algo distinto —comentó Geary—. Fíjense en su mirada. Hay algo que le provoca un gran desconcierto.

Desjani entornó los ojos para escrutar a la comandante síndica.

—Consiguieron la victoria aquí. Es extraño que parezca estar tan confusa. Quizá resultase herida durante el enfrentamiento.

—Puede ser. —Todo el mundo se mantenía expectante. Solo él tenía la última palabra. De nuevo. Recordó lo que la coronel Carabali le había contado acerca de la responsabilidad de decidir quién vive y quién muere. No quería tener que hacerlo otra vez, pero no le quedaba otra alternativa—. De acuerdo. Aceptaré sus condiciones. Es la única forma de salvar a los prisioneros, a menos que los abandonemos y dejemos que el crucero pesado escape.

Desjani no alteró su expresión mientras deslizaba los dedos por su visualizador.

—Le recomiendo que utilice la Fusil y la Culebrina, de la sección de destructores, para interceptar el crucero pesado. Tendrán que colocarse muy cerca, sincronizar sus vectores, tender los puentes necesarios y sacar a los prisioneros. Envíe el resto del escuadrón para controlar la amenaza que puedan suponer las cápsulas de escape síndicas.

Geary hizo un gesto de aprobación con la cabeza.

—¿Y los cruceros ligeros?

—Ordéneles que se mantengan alrededor del crucero pesado —le aconsejó Desjani—. Que los síndicos tengan la impresión de que podrían acercarse mucho más. Así, en el caso de que pretendan hacer explotar su nave, aguardarán con la esperanza de derribar algunas de las nuestras.

—De acuerdo.

Dos horas más tarde, la Fusil y la Culebrina comenzaron a acercarse al crucero pesado síndico, adaptando poco a poco su velocidad y dirección a las del buque de guerra enemigo. Cuando completaron la aproximación, las tres naves continuaban atravesando el espacio a una velocidad vertiginosa, aunque inmóviles las unas respecto de las otras, como si se hubieran quedado paralizadas en la inmensidad del espacio. A escasa distancia del trío de naves empezó a brotar un pequeño enjambre de cápsulas de escape síndicas, señal de que los tripulantes del crucero habían empezado a desocupar la nave.

Ahora, los destructores y el crucero pesado síndico se encontraban a casi cuarenta minutos luz del grueso de la flota de la Alianza. El destacamento especial Ilustre se había situado a una distancia todavía mayor, a más de una hora luz, e iba reduciendo su velocidad para recoger las cápsulas de escape de sus compañeros. El grueso de la flota ya había alcanzado y destruido otros dos cruceros síndicos, uno pesado y otro ligero, que habían resultado dañados en la batalla anterior, y ahora se encontraba a menos de cinco minutos luz de un crucero de batalla enemigo, el cual parecía aguardar su destino con firme determinación.

Geary, que todavía no podía intervenir, observaba cómo los puentes se iban desplegando desde los destructores hasta el crucero pesado síndico. Divisó las lejanas figuras de los tripulantes que, equipados con trajes de supervivencia, cruzaban los puentes; y más tarde, después de una angustiosa espera, vio más figuras protegidas con trajes de supervivencia saliendo del crucero síndico en dirección a los destructores. Por último, rescatadores y rescatados se detuvieron, los puentes se replegaron y los destructores partieron a gran velocidad.

—¿Cuántos?

—Según los sensores de la flota, han salido treinta y seis hombres más de los que entraron, señor.

—Treinta y seis. —Miró a Desjani encogiéndose de hombros—. Tenemos a un síndico que ha mantenido su palabra.

—Recibiremos los informes de los oficiales al mando de la Fusil y la Culebrina cuando nos lleguen sus respectivas transmisiones, dentro de cuarenta minutos —resopló Desjani.

Cinco minutos más tarde, a medida que los cruceros ligeros y los destructores de la Alianza avanzaban veloces para reunirse con el grueso de la flota, y mientras las cápsulas de escape de los síndicos seguían alejándose para ponerse a salvo, el crucero pesado enemigo se desvaneció provocando un colosal fogonazo.

—Una sobrecarga del núcleo energético. ¿Por qué después? —preguntó Desjani—. ¿Nos habrían tendido una trampa explosiva que sincronizaron mal?

—Tal vez. De ser así, tuvimos suerte de que se activara cuando todo el mundo estaba a salvo. —Se preguntó qué habría sido de la oficial al mando síndica, que prometió permanecer a bordo de su nave.

Menos de veinte minutos después, la flota de la Alianza se interpuso rápidamente en el camino del primer crucero de batalla síndico que resultó dañado. Como no podían permitirse desperdiciar más tiempo ni más combustible, Geary ordenó que media docena de acorazados modificaran su rumbo para rodear el deteriorado buque de guerra síndico. A pesar de que el enemigo aún podía utilizar algunas armas, los acorazados de la Alianza derribaron sin la menor dificultad los escudos de los síndicos disparando a bocajarro una serie de lanzas infernales que, metódicamente, fueron haciendo trizas el crucero de batalla.

—Todos los sistemas del crucero de batalla enemigo han quedado desactivados. La tripulación está abandonando la nave.

Desjani tarareaba una sencilla melodía mientras contemplaba cómo se tambaleaban los restos de la nave enemiga al paso de la flota de la Alianza.

Poco después llegó un informe de la Fusil. El capitán del destructor parecía algo aturdido.

—Capitán Geary, tenemos a bordo quince prisioneros liberados. Algunos de ellos están heridos de gravedad, pero el único tratamiento que han recibido es la clasificación por prioridad de asistencia. También tenemos a la oficial al mando del crucero síndico. Solicitó que la hiciéramos prisionera. Quedo a la espera de que me comuniquen dónde entregarla a ella y a los heridos de la Alianza.

Desjani se quedó mirando la ventana del mensaje boquiabierta.

—Primero, unos exprisioneros de la Alianza nos piden que los arrestemos y, ahora, una oficial síndica se entrega. ¿Es que el universo se ha vuelto loco?

—Debe de tener un buen motivo —supuso Rione—. Capitán Geary, tenemos que traer a esa síndica a la nave para poder interrogarla. Tengo la sospecha de que nos conviene saber cuanto pueda decirnos acerca de lo que ha ocurrido aquí.

Geary le trasladó la pregunta con los ojos a Desjani, que no se hizo de rogar.

—El Intrépido puede hacerse cargo de los heridos y tenemos una celda disponible para la síndica.

Geary envió la respuesta y le ordenó a la Fusil que se acercase al Intrépido para que un transbordador pudiera trasladar a los rescatados. Después, envió a la Culebrina con la Amazona, pues este acorazado transportaba relativamente pocos heridos.

—Esta operación nos ha salido muy cara —comentó Desjani—. Las reservas de las células de combustible de los cruceros ligeros y los destructores que enviamos a esa excursión estarán muy por debajo del veinte por ciento cuando saltemos para salir de aquí. Los niveles de la Fusil podrían haber descendido al quince por ciento. —Agitó una mano como para quitarle importancia al dato—. Bueno, en fin, cuando lleguemos a cero ya no podremos bajar más.

—Espero que eso fuese una broma —dijo Geary.

—Sí, señor. Solo intento no sumirme en un agujero negro.

—¿Cuáles eran sus órdenes?

La comandante síndica que capitaneaba el crucero pesado miraba sin inmutarse al teniente Íger desde el asiento que ocupaba en la sala de interrogatorios del Intrépido.

—Soy ciudadana de los Mundos Síndicos.

—¿Su nave formaba parte de la flotilla de reserva?

Esta vez la prisionera tardó un poco más en responder.

—Soy ciudadana de los Mundos Síndicos.

El director del equipo de interrogadores soltó una risita sofocada.

—¡Te tengo! Teniente —dijo por el comunicador—, los patrones cerebrales y las reacciones fisiológicas muestran sorpresa y preocupación. Se pregunta cómo es que sabemos lo de la flotilla de reserva.

—¿Durante cuánto tiempo formó parte su nave de la flotilla de reserva? —le preguntó Íger a la comandante.

—Soy ciudadana de los Mundos Síndicos.

El director frunció el ceño al observar los resultados.

—Teniente, no consigo interpretar eso muy bien. Muestra respuestas emocionales, pero es difícil saber qué significan. Intente llevarla a su terreno con una caracterización de la flotilla de reserva.

El teniente Íger volvió a asentir con la cabeza, como si aceptase la última declaración de la comandante síndica, aunque también para responder al director.

—¿Es cierto —preguntó Íger— que la flotilla de reserva está integrada por la élite de la flota síndica?

Incluso Geary pudo ver la respuesta emocional que la pregunta provocó en la prisionera.

—No le ha hecho ninguna gracia oír eso —dijo el director—. Diría que está resentida y enfadada.

Desjani resopló burlonamente.

—Entonces, ese crucero formaba parte de la flotilla de reserva. Al parecer, esta se tenía a sí misma en muy buen concepto y disfrutaba haciéndoselo saber a los demás.

El teniente Íger continuó con el interrogatorio.

—¿Cuáles son los planes de la flotilla de reserva una vez que llegue a Varandal?

—Soy ciudadana de los Mundos Síndicos.

—Teniente —intervino el director—, no he visto iluminarse los centros del engaño. —Miró a Geary—. Si la síndica conociese esos planes, estaría pensando en qué mentira decir para ocultarlo, aunque se limitara a repetir esa mierda de la ciudadana.

—Gracias. —Geary miró a Desjani y a Rione—. Si su nave no pertenecía a la flotilla de reserva, lo más probable es que no se le hubiese informado de esos planes. Director, que el teniente Íger le pregunte por qué ningún miembro de su tripulación se opuso a que entregase la nave.

Al momento siguiente, Íger le trasladó la pregunta. Fue fácil reparar en que la comandante síndica apretaba la mandíbula, momento en que el director del equipo de interrogadores silbó al ver iluminarse el escáner cerebral. Como esta vez la prisionera permaneció en silencio, el teniente Íger aprovechó para aguijonearla.

—Sabemos que las leyes de los Mundos Síndicos prohíben la rendición. ¿Acaso no le preocupaba lo que pudiera ocurrirle?

El director hizo un gesto aprobatorio al ver que el escáner se llenaba de luces.

—Estaba preocupada, aunque no parece que sintiese angustia por las consecuencias que pudiera tener para ella, teniente.

Íger se quedó pensativo, como si se le acabara de ocurrir algo.

—¿No le importaba lo que pudiera pasarle a su familia?

—Ha hecho diana, teniente —dijo el director—. Parece que ese aspecto le preocupa mucho.

—¿Por qué entregó su nave? —insistió Íger mientras la comandante síndica seguía mirándolo con rabia, en un obstinado silencio.

Desjani torció la boca al estudiar la imagen de la oficial síndica.

—Señor director, que el teniente le pregunte si ella desea plantearnos alguna cuestión.

El director pareció sorprenderse, pero le trasladó la pregunta a la prisionera.

Esta permaneció callada unos instantes más, hasta que por fin respondió a regañadientes.

—¿Los supervivientes de mi tripulación están a salvo como acordamos?

En ese momento Geary lo entendió todo, y asintió con la cabeza hacia Desjani, que parecía muy satisfecha.

—Quería salvar a los supervivientes de su tripulación. El único modo que tenía de hacerlo era rindiéndose, pero no podía permitir que su tripulación supiera que se había entregado. Aunque ninguno de sus oficiales se opusiera, seguiría preocupándole lo que los líderes síndicos pudieran hacerle a su familia si se enteraran de que había decidido capitular.

Geary pulsó un mando para que su voz se escuchase en la sala de interrogatorios.

—Comandante. —La prisionera y el teniente Íger miraron hacia el mamparo del que procedía la voz del capitán—. Su tripulación está a salvo. ¿Desea hacerle llegar algún mensaje?

El director dejó escapar un silbido leve.

—Un gran pico de miedo. Pero no por ella.

La comandante síndica respiró hondo.

—No. Prefiero que piensen que morí en mi nave.

—¿Es eso lo que les dijo? —preguntó Geary—. ¿Qué moriría a bordo de la nave? ¿Mintió a su tripulación?

El director afirmó con la cabeza.

—Eso parece, según el escáner.

La prisionera miró con rabia al teniente Íger.

—Sí, mentí a mi tripulación. Les dije que me quedaría en la nave y que provocaría la sobrecarga del núcleo cuando las naves de la Alianza se encontrasen lo bastante cerca. Pero sabía que, si me suicidaba, ustedes matarían a mis hombres. Les mentí para que desocuparan la nave e informasen de que yo había muerto en cumplimiento de mi deber. —Miró furibunda en todas direcciones, como si buscase el rincón desde el que Geary la observaba—. Habría luchado hasta el final si eso hubiera servido de algo, pero estábamos indefensos. Y, aun así, no habría llegado a un acuerdo con nadie excepto con el capitán Geary; ¡ya les he visto destruir demasiadas cápsulas de escape de los Mundos Síndicos por simple diversión!

Geary vio que Desjani se encendía.

—Será hipócrita… —bufó Desjani—. ¡A saber cuántas cápsulas nuestras ha reventado ella!

Geary activó el micrófono para cambiar de tema.

—Pregúntele qué dañó la proa de su nave.

Cuando Íger le formuló la pregunta, la oficial síndica se quedó mirándolo, pálida como un muerto.

—Vaya —exclamó el director—. La reacción es muy marcada. Pensar en lo que provocó los daños le causa un profundo malestar, teniente.

Íger repitió la pregunta.

La prisionera lo miró enfurecida.

—Ya saben lo que lo causó.

—No —contradijo Íger con voz templada—. No lo sabemos.

—Mi nave llegó aquí procedente de Kalixa. ¿Responde eso a su pregunta?

El teniente Íger se mostró sorprendido y confuso, aunque Geary imaginó que se trataba de una reacción fingida.

—No, no responde a mi pregunta. ¿Es que ocurrió algo en Kalixa?

—¡No se haga el tonto conmigo! ¡Seguro que fue usted quien lo planeó todo!

Geary volvió a activar el comunicador.

—Comandante, ¿qué sucedió en Kalixa?

La prisionera miró furiosa a su alrededor durante unos instantes sin decir nada más.

El director silbó.

—Hay marcadores por todas partes, como si estuviera colérica y no supiera si mentir, decir la verdad o empezar a romper cosas.

Sin embargo, la oficial síndica debía de estar decidida a no mostrar un comportamiento agresivo. Aun así, su mirada se volvió todavía más punzante.

—Está bien. Haremos como que ignora que la puerta hipernética de Kalixa explotó y arrasó todo el sistema estelar.

Por un momento, Geary se quedó sin respiración. Rione sintió que se asfixiaba. Desjani, sin embargo, continuó mirando a la comandante síndica sin inmutarse.

El teniente Íger, sin perder la calma, tomó la palabra.

—Esta flota no es la responsable. No teníamos ni idea de que eso hubiera sucedido. Ninguna de nuestras unidades ha viajado hacia Kalixa.

La interrogada se quedó mirándolo, esta vez con una evidente consternación.

—¿Cómo sabe lo que ocurrió en Kalixa? —se preguntó Rione—. Tiene que haber sucedido hace muy poco.

—Eso es obvio —dijo Desjani—. El daño en la proa de su nave parece producido por un único impacto de una fuerza asombrosa. El crucero pesado debió de resistir porque se encontraba a una gran distancia de la puerta, pero, aun así, sufrió daños críticos. El crucero no recibió ningún disparo en Atalia mientras combatía contra las naves de la Alianza procedentes de Varandal; cuando llegó aquí ya había sufrido graves desperfectos. —La capitana adoptó un aire meditabundo—. Tantos daños a un crucero pesado. La descarga de energía provocada por el colapso de la puerta debió de ser mucho mayor en Kalixa que en Lakota.

—¿Y que causó el colapso? —inquirió Geary.

El teniente Íger estaba formulando la misma pregunta en aquel preciso instante.

—Comandante, ¿había algún buque de guerra de la Alianza en el sistema estelar Kalixa cuando su puerta hipernética se colapsó?

—Está pensando en mentir, teniente —le previno el director—. No. Prefiere decir la verdad.

—No —declaró la oficial síndica.

—En ese caso, ¿qué buques de guerra se encontraban cerca de la puerta hipernética cuando esta explotó?

—No había ningún buque de guerra cerca —contestó la prisionera y, de pronto, perdió los nervios al recordar la tragedia—. ¡No había nadie cerca! ¡Empezó a colapsarse, a perder los ronzales, sin más! Un buque mercante que se encontraba en otra región del sistema estelar había visto imágenes de… de Lakota, y comenzó a emitir avisos. Solicitó auxilio. ¡Todo el mundo empezó a pedir ayuda! Nosotros estábamos muy lejos, cerca del punto de salto hacia Atalia. Seguimos adelante y reforzamos nuestros escudos, ¡todavía no sé cómo sobrevivimos! Kalixa… —Respiró hondo y se estremeció—. Ha desaparecido. Por completo. No hay ni un solo superviviente.

—Es cierto —le confirmó el director a Íger con un hilo de voz.

—No me extraña que se mostrase tan confundida cuando la vimos —comentó Desjani en voz baja—. Es peor que lo de Lakota. Es la primera vez que siento compasión por un síndico.

Íger, quien ahora también se había quedado pálido, no dejaba de mirar a la comandante.

—No lo hicimos nosotros.

Con todo, la prisionera continuó hablando, con la voz trémula a causa de los nervios.

—Saltamos hacia aquí. Siguiendo órdenes. Viajar a Atalia. Aquí encontramos muchas naves esperando. La flotilla de reserva, dijeron. Informamos a los directores generales de lo ocurrido. No nos creyeron. Exigieron ver los registros de mi nave. Nos dijeron que continuásemos con la misión que se nos había asignado, se dieron media vuelta y partieron rumbo al punto de salto hacia Varandal. Nos abandonaron. Entonces apareció la Alianza y se produjo un enfrentamiento. —La comandante síndica tragó saliva y respiró hondo—. Más tarde, un grupo de cápsulas de escape de la Alianza se cruzó en nuestro camino. Tomar prisioneros siempre que sea posible. Es el reglamento. Lo cumplimos.

Íger esperó sin poder hacer otra cosa que mirar cómo tiritaba la oficial síndica, cuyos ojos reflejaban su angustia. Geary se inclinó hacia el director.

—Dígale al teniente que deje descansar a la prisionera. Que comprueben si necesita atención médica. Capitana Desjani, copresidenta Rione, por favor, acompáñenme.

La oficial y la senadora salieron con él de la sección de Inteligencia, sin que ninguna de las dos volviera a hablar hasta que hubieron llegado a la sala de reuniones de la flota y Geary hubo sellado la escotilla.

—Lo que ha ocurrido en Kalixa solo tiene una explicación.

—Lo hicieron ellos —aseguró Desjani con desdén—. Los alienígenas pensaron que nos dirigíamos a Kalixa, o que podríamos ir allí. Eliminaron la puerta para cortarnos el paso.

—¿Por qué no esperaron a que hubiéramos realizado el salto para destruirla? Así, la descarga de energía de la puerta habría alcanzado a la flota.

Desjani adoptó un gesto grave.

—Deberían haber sabido… Señor, esa es la respuesta. Ya no pueden rastrearnos. Estaban acostumbrados a saber dónde estábamos o hacia donde nos dirigíamos casi en tiempo real, lo que les daba una gran ventaja. Pero, desde que descubrimos los gusanos alienígenas en los sistemas de navegación y de comunicaciones de nuestras naves y los purgamos, no tienen modo alguno de conocer nuestra posición. Calcularon la hora aproximada a la que llegaríamos a Kalixa si viajábamos hacia allí directamente y, entonces, provocaron la explosión de la puerta.

—¿Los tiempos de viaje se pueden utilizar para eso? —Geary realizó los cálculos y sacudió la cabeza—. Quizá su teoría sea correcta, pero destruyeron la puerta con tanta antelación que el crucero síndico pudo saltar hasta aquí con las noticias de lo ocurrido antes de que llegásemos nosotros. Y entonces hubiese sido demasiado pronto para atraparnos.

—No si no hubiéramos permanecido más tiempo del planeado en Dilawa. —Desjani desplegó los tiempos de viaje y señaló el resultado.

Geary fue a decir algo, pero le faltaban las palabras. Los números no mentían. Si la flota hubiera realizado una travesía rápida por Dilawa, seguida de un salto directo hacia Kalixa, habría llegado allí casi una semana antes. Una sincronización perfecta.

Rione negaba con la cabeza.

—Incluso cuando comete un error, resulta ser para bien.

—Está bien aconsejado —apuntó Desjani.

—Tal vez —dijo Rione—. Aunque entiendo que un plan bien meditado puede tener todos los beneficios de la intervención divina, en lugar de estar sujeto a todo tipo de contratiempos e imprevistos. En cualquier caso, una indecisión inusual y la acostumbrada elusión de los sistemas estelares síndicos con puertas hipernéticas parecen haber beneficiado a la flota. —La copresidenta endureció su expresión—. Un sistema estelar y hasta el último de sus habitantes fulminados. Los alienígenas han iniciado el proceso que tanto temíamos: el colapso de las puertas hipernéticas.

—Todavía estamos a tiempo de detenerlo —aseguró Geary—. Fue un disparo a ciegas, y fallaron. Cuando los alienígenas confirmen que nuestra flota no se encontraba en Kalixa…

—¡No se trata solo de los alienígenas! ¿Todavía no lo entienden? —Rione los miró furiosa a los dos—. La flotilla síndica de reserva nos estaba esperando aquí, y, cuando el crucero pesado la avisó de lo que había ocurrido en Kalixa, la flotilla partió hacia Varandal. Como es obvio, la noticia de que la puerta hipernética de Kalixa se había colapsado hizo que modificaran sus órdenes. ¡Ahora, piensen! ¿Por qué iban a viajar a Varandal después de saber lo de Kalixa?

Desjani, con la voz tensa, respondió primero.

—La puerta hipernética que la Alianza posee en Varandal. Pretenden colapsarla como represalia por lo de Kalixa porque creen que lo hicimos nosotros.

—Exacto —dijo Rione, casi temblando por la angustia que se veía obligada a disimular—. El ciclo de venganzas ha iniciado la que podría ser la última ofensiva de la humanidad. Los alienígenas han cumplido su deseo. Ya está en marcha. Y nosotros llegamos tarde.