Capítulo 8

Geary notó que un escalofrío le recorría el cuerpo entero.

—¿Está seguro? ¿No cabe ninguna otra posibilidad?

—No si el mensaje es auténtico, señor. Podría tratarse de una simulación, por supuesto, aunque resultaría extremadamente complicado elaborar un registro falso de rastreo del sistema que pareciese original. Según parece, alguien que viajaba a bordo de la Loriga averiguó la procedencia del gusano y decidió introducir en el sistema de comunicaciones un mensaje con toda la información para que se enviara en caso de fallecimiento; de esta manera, si se registraba que el crucero había quedado destruido, el mensaje sería enviado.

Por tanto, la comandante Gaes sabía quién era el responsable, pero prefirió no revelar su identidad por motivos que ya nunca se conocerían. Sin embargo, también se aseguró de que, si alguien la quitaba de en medio, la verdad saliera a la luz.

Desjani se puso roja de ira.

—Este es motivo más que suficiente para llevar a Kila a la sala de interrogatorios y averiguar qué sabe acerca de todo esto.

—Sí —convino Geary sin dejar de pensar en la desaparición de la Loriga. Deseaba poner ya a la capitana Kila ante un pelotón de fusilamiento, pero, cuando fue a pulsar los mandos para ordenar a los marines de la Inspiradora que actuasen, una mano se interpuso entre la suya y los controles. En ese momento, Victoria Rione habló con contundencia.

—Todavía no. No querrán que se les escape.

Cuando se dio media vuelta, Geary se encontró con Rione y se preguntó cuánto tiempo llevaría en el puente escuchando su conversación con Desjani. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada, la capitana intervino.

—Si queremos cogerla, tenemos que actuar lo antes posible —exclamó en voz baja—. ¡Esa mujer intentó destruir mi nave!

—¡Sé lo que pretendía hacer! —replicó airadamente la copresidenta utilizando el mismo tono—. ¡Escúchenme! Kila ha borrado sus huellas con una habilidad increíble. Es obvio que sus acciones incluyen una serie de medidas de prevención para eliminar todas las pruebas y a los posibles testigos, tal y como vimos en Lakota, cuando el transbordador en el que viajaban aquellos dos oficiales fue destruido. Debemos tenderle una trampa pensada con minuciosidad, pues seguro que tiene algún plan para salir de este tipo de situaciones.

Geary contuvo su impulso de buscar una venganza inmediata y admitió que el consejo de Rione estaba bien fundamentado.

—¿Qué sugiere? No podemos permitir que siga actuando.

—No. —Rione guardó silencio mientras pensaba—. Una hora. Es tiempo suficiente para hacerle una encerrona. Convoque una reunión de la flota para dentro de una hora. Kila creerá que esta junta significa que usted sigue sin tener ni idea de quién puede ser el responsable de lo que le ha pasado a la Loriga y de lo que estuvo a punto de ocurrirle al Intrépido. Esperará que usted se limite a insistir, en vano, en que se ponga en contacto con usted todo aquel que sepa algo. Si conseguimos que hasta entonces no sepa que hemos conseguido estas pruebas, tendremos la oportunidad de prepararle una trampa de la que no podrá salir.

Desjani miraba a Rione con hostilidad, pero Geary podía ver que estaba pensando en algo. Entonces, la capitana asintió con sequedad.

—Me parece un buen consejo. Yo lo aceptaría, señor.

Con gesto hosco, Rione se dirigió a Desjani.

—Muchas gracias por su voto de confianza.

—Les recomiendo que no se olviden de quién es el verdadero enemigo —intervino Geary tratando de controlar sus emociones. No le cabía ninguna duda de que los consultores del puente ya habrían percibido que ocurría algo extraño entre su capitana, Rione y él. Debía evitar que empezasen a circular rumores relacionados con el mensaje por el que había preguntado antes—. De acuerdo, señora copresidenta. Prepárele esa trampa y avíseme si necesita cualquier cosa. Pero, antes, vuelva a lanzarle una mirada fulminante a la capitana Desjani y abandone el puente con paso airado, como si hubieran vuelto a discutir.

—De hecho, hemos vuelto a discutir. Incluso usted debería haberse dado cuenta. —Rione miró a Geary con una sonrisa inerte en los labios; después, deslizó los ojos hasta Desjani y se apartó ligeramente de ellos—. Les pido disculpas por pretender inmiscuirme en sus decisiones —dijo esta vez en voz baja, aunque seguramente los consultores aún podían oírla—. Pensé que debía estar al tanto de lo que provocó la pérdida del suministro energético de esta nave.

Desjani forzó una sonrisa formal para Rione.

—Cuando tenga más datos, me aseguraré de ponerlos en su conocimiento. Gracias, señora copresidenta.

Rione salió del puente con paso firme y Geary se puso de pie sin necesidad de fingir que volvía a sentirse frustrado. Quería encerrar a Kila en una celda sin tener que aguardar un solo segundo más; el instinto le exigía fusilarla en aquel mismo instante, pero no debía apresurarse. Rione tenía razón en cuanto a la necesidad de planear una emboscada. Debían asegurarse de que Kila no tuviera más oportunidades de destruir posibles pruebas ni de matar a los testigos que pudiera haber. Geary habló con claridad para los consultores que pudieran estar escuchándolo.

—Capitana Desjani, avíseme en cuanto alguien averigüe cualquier cosa sobre lo que pudo provocar la pérdida de la Loriga y el problema del Intrépido.

—Mi oficial de seguridad de sistemas está trabajando en ello, señor —contestó Desjani con la voz temblando por la rabia contenida. Sin embargo, así era precisamente como su tripulación esperaba que se sintiera después de un intento de destruir su nave. Y si se preguntaban por qué otra razón podría estar furiosa, la conocida enemistad entre Victoria Rione y ella serviría, por el momento, para justificar su mal humor.

Geary envió un mensaje que convocaba a todos los oficiales al mando de la flota en una hora. Después, según salía del puente, se dio cuenta de que los consultores estaban haciendo todo lo posible para no llamar la atención de la capitana Desjani, que estaba sentada ante su visualizador con expresión grave. Geary se detuvo por un instante y recordó sus días de oficial subalterno, cuando adivinar el estado de ánimo del capitán y alejarse de este los días en que se levantaba de mal humor formaba parte del trabajo diario, sin importar cuál fuese la nave ni quién la gobernase.

Cuando Geary era oficial subalterno, mostrarse disconforme con las decisiones del comandante de la flota se consideraba un acto de insubordinación. Pero que un capitán de la flota conspirase contra un comandante hasta el punto de destruir los buques de guerra de la Alianza era algo impensable. A lo largo del último siglo habían cambiado muchas cosas a causa de la presión de una guerra que parecía no tener fin. Con todo, evitar a un capitán que estaba de mal humor seguía siendo una práctica habitual después de los cien años que había pasado en sueño de supervivencia. Quizá lo seguiría siendo después de mil años o más. Por mucho que cambiasen los tiempos, algunas tradiciones y costumbres sobrevivían a la presión de los conflictos y los acontecimientos.

Aquellas tradiciones y costumbres no siempre eran buenas o acertadas, aunque la idea le resultaba igualmente reconfortante.

Una hora más tarde se encontraba de nuevo en la sala de reuniones, donde se respiraba un ambiente más tenso que nunca. Geary se situó presidiendo la mesa y, mientras iban apareciendo las imágenes de los comandantes de las distintas naves de la flota, a la vez que la mesa y la sala parecían expandirse para acogerlos, procuró no mirar hacia el lugar donde se mostraría el rostro de la capitana Kila.

Desjani, la única persona convocada que había acudido físicamente, aparte de Geary, entró en la sala y se sentó junto a él. Lo miró a los ojos y asintió con la cabeza antes de fijar la vista en la superficie de la mesa. Geary podía sentir la tensión de la capitana, como si fuera una leona ansiosa por saltar sobre su presa pero obligada a reprimir su instinto cazador. Daba la misma impresión que transmitía cuando se preparaba para una pasada ofensiva sobre un buque de guerra síndico, aunque esta vez su objetivo era uno de los oficiales de la propia flota de la Alianza.

Para sorpresa y alivio de Geary, la imagen del capitán Duellos apareció junto a la de la capitana Crésida. Duellos había hecho limpiar y arreglar su uniforme. Aparte de la leve rigidez que afectaba a sus movimientos, nada evidenciaba todo lo que le había pasado últimamente.

La imagen de la copresidenta Rione se desplegó entre los capitanes de las naves de la flota pertenecientes a la República Callas y a la Federación Rift. También miró a los ojos a Geary e inclinó la cabeza, si bien en su caso el gesto indicaba, además, que la trampa estaba tendida y lista para accionarse. La mirada de Rione sirvió también para avisarlo. «Como actor deja mucho que desear, y mentir se le da muy mal, capitán Geary», le había dicho la copresidenta hacía menos de media hora. «Se sentirá furioso, pero intente aparentar que dirige su rabia contra alguien cuya identidad desconoce. No diga nada acerca del primer gusano ni teorice sobre la procedencia del software malicioso hasta que reciba las señales que le indicarán que la trampa está lista. Si no menciona lo que sabemos, no tendrá que mentir, y tampoco dará la impresión de que no está diciendo la verdad.»

Existen defectos peores que la incapacidad de mentir de manera convincente, pensó Geary mientras esperaba a que se abrieran todas las imágenes de los convocados. Al menos, tenía a Rione a su lado para ayudarlo en aquellos momentos en los que, de no ser por ella, se vería obligado a ocultar la realidad. Geary supuso que los oficiales de la flota harían un gesto cómplice si alguna vez descubrían que necesitaba que una política le instruyese en el arte de eludir la verdad.

La coronel Carabali apareció con el mismo aspecto imperturbable de siempre, aunque también se tomó un momento para inclinar la cabeza hacia Geary, en un aparente gesto de saludo con el que, en realidad, quería decir que sus marines estaban preparados.

A continuación llegaron los últimos asistentes, en su mayoría oficiales al mando con relativamente poca experiencia asignados a los buques de guerra más pequeños y, por tanto, más lejanos, que no habían calculado con precisión el retraso con el que llegarían las transmisiones que viajaban a la velocidad de la luz entre sus naves y el Intrépido. Una vez que todos los convocados estaban presentes y en silencio alrededor de la mesa, Geary se levantó y comenzó a hablar con toda la serenidad de la que pudo hacer acopio.

—Uno de nuestros cruceros pesados, la Loriga, ha sido destruido y toda su tripulación ha sido asesinada por unos individuos para los cuales sus objetivos políticos son más importantes que la vida de los miembros de nuestra flota. —Rione fue quien le había sugerido aquellas palabras, con las que vinculaba a los responsables de la pérdida de la Loriga con el tipo de política que la flota detestaba—. El Intrépido también ha estado a punto de ser destruido.

El capitán Badaya golpeó con la mano la mesa que tenía ante sí, gesto que el software de conferencias tuvo la cortesía de incluir en el correspondiente sonido, como si Badaya hubiese aporreado de verdad la mesa del Intrépido.

—¡Traidores hijos de perra! ¿Cómo es posible que los miembros de esta flota que sepan quién es el responsable de esto sigan sin decir nada?

—No lo sé —contestó Geary mientras escudriñaba el rostro de todos los oficiales. Se fijó en que Kila también miraba de un lado a otro, con una expresión de ira e indignación minuciosamente ensayada que le permitía esquivar, de paso, la mirada de Geary, y que este pudo apreciar—. Es la última oportunidad para todos los presentes que sepan algo. Dígannos lo que saben o, de lo contrario, recibirán el mismo castigo que los responsables.

Nadie respondió.

—Me consta que hay quien no aprueba mis decisiones como comandante de esta flota —añadió Geary—. Una cosa es disentir y otra asesinar a miembros de la Alianza y destruir sus buques de guerra. Creo que todos tienen motivos más que suficientes para estar seguros de que cumpliré mi palabra. Es muy posible que quienes han destruido la Loriga sean también los que atacaron el transbordador en el que viajaban el capitán Casia y la comandante Yin, en el sistema estelar Lakota. Estos oficiales también fueron asesinados para impedir que hablasen. Quien sepa algo acerca de todo esto debería ser consciente de que su vida está en manos de alguien que prefiere matar a arriesgarse a que lo descubran. Todo el que decida hablar ahora recibirá la protección adecuada.

Otro silencio, esta vez más prolongado.

El semblante de Duellos hacía pensar que estaba intentando deglutir algún alimento en mal estado.

—Cada vez estoy más convencido de que quienes están detrás de todo esto actúan bajo la máscara del anonimato. Me cuesta creer que si aquellos que antes los apoyaban conociesen su identidad, no la revelasen justo ahora.

—Si alguien encontrase alguna pista —objetó el capitán Tulev—, podría seguir su rastro con el tiempo y la determinación necesarios, por muchas precauciones que hubieran tomado.

—Tal vez esa sea la razón por la que la comandante Gaes murió víctima de la destrucción de la Loriga —intervino la capitana Crésida—. Se unió a Falco, de manera que, en su día, ella apoyó a los que se oponían a que el capitán Geary asumiera el mando de esta flota. No obstante, desde entonces venía demostrando su lealtad. Quizá se sirviera de sus contactos para dar con los que están detrás de todo esto. —Nadie le había sugerido aquella idea a Crésida, pero era lo bastante perspicaz para encajar las piezas una vez destruida la Loriga.

El oficial al mando del Arrojado hizo un gesto negativo con la cabeza.

—Todo esto no son más que especulaciones. Hacen falta datos objetivos. ¡Necesitamos pruebas!

—¿Pruebas? —preguntó Crésida—. La verdad saldría a la luz en una sala de interrogatorios. Me ofrezco voluntaria para que me hagan las preguntas pertinentes acerca de lo que sé sobre los gusanos que se han empleado contra esta flota, e insto al resto de oficiales al mando a que hagan lo propio.

El capitán Armus, de la Coloso, agravó el gesto.

—No es tan fácil dar un paso así de grande. Está poniendo en duda el honor de todos los oficiales de la flota, aunque sea de manera implícita. Si accediéramos a que nos interrogasen, cruzaríamos la línea de lo que es permisible hacer contra nuestros compañeros oficiales, incluidos los que ni remotamente son sospechosos de ningún crimen. Sería ir demasiado lejos.

Muchos de los convocados hicieron gestos de asentimiento. Incluso Geary dudaba que la propuesta de Crésida fuese la más apropiada. Si sentaban el precedente de poder interrogar a cualquier oficial, ya fueran sospechosos de haber cometido un crimen o no, el remedio podía ser peor que la enfermedad encarnada por la capitana Kila.

Aun así, si no hubiera recibido aquel mensaje de la Loriga, ¿pensaría lo mismo o, movido por la ira y la frustración, habría aceptado a regañadientes la propuesta de Crésida y, tal vez, socavado de un modo irremediable un componente crítico de la flota? Le horrorizaban las soluciones que, a lo largo de aquellos cien años de conflicto, habían llegado a adoptarse apoyándose en los principios de la Alianza, pero momentos como aquel le servían a Geary para comprobar lo fácil que resultaba llegar a ellas olvidándose de los principios más importantes, «solo esta vez, porque es vital».

—La copresidenta Rione se ofreció a ser interrogada cuando se encontraba bajo sospecha —les recordó a todos uno de los capitanes de la República Callas.

—No tiene sentido esperar que un político tenga el mismo concepto del honor que un oficial de la flota —espetó Armus, que se ruborizó al caer en la cuenta de que Rione estaba presente.

—Dado su cargo de senadora de la Alianza —señaló Duellos—, no hay mucha diferencia.

—Y —añadió la capitana Desjani con un tono engañosamente imparcial—, puesto que muchos de los presentes consideran que los políticos son los que más se resisten a someterse a esos interrogatorios por si se destapan sus tretas, se podría decir que el ofrecimiento de la copresidenta Rione tendría más peso que el sugerido por un oficial de la flota.

—Gracias, capitana Desjani —contestó Rione con una pronunciación certera que podría haber perforado el blindaje de la nave.

Geary había preferido mantenerse al margen mientras Kila permanecía absorta en la discusión, dejando que el debate se alargara para ganar tiempo. En ese momento, la coronel Carabali giró la cabeza para mirar algo que solo ella podía ver y, acto seguido, le hizo otro gesto de asentimiento a Geary. La trampa estaba lista.

El comandante de la flota golpeteó con los nudillos sobre la mesa para solicitar la atención de los convocados.

—No creo que sea necesario poner en duda el honor de todos los oficiales de la flota, ni hace falta someterlos a interrogatorios exhaustivos que podrían perjudicar a la organización y la disciplina de la misma. —Se había convertido en el centro de atención de la mesa; todos los oficiales lo miraban y, sin lugar a dudas, se preguntaban qué diría a continuación. Incluso Desjani puso una cara de asombro más que creíble—. En lugar de eso, dejaremos que sean los muertos quienes hablen.

Cuando Geary dio un golpecito sobre la mesa con la punta del dedo, los asistentes respondieron con todo tipo de gestos, los cuales iban del estupor a la sorpresa.

—Justo antes de la destrucción de su nave, la oficial al mando de la Loriga consiguió transmitirnos un mensaje muy importante en el que hablaba de algo que había averiguado. Su nave podía ser el objetivo de un ataque porque los conspiradores sospechaban que la comandante Gaes sabía demasiado, tal como sugirió la capitana Crésida. —Geary no podía confirmarlo, ignoraba si Gaes sabía desde qué nave había salido el primer gusano. La oficial al mando estaba al tanto de la existencia de este, pues había avisado a Geary, pero si sabía quién estaba detrás del mismo, no se lo dijo. En cualquier caso, murió cumpliendo con su deber y le facilitó una información crucial, de manera que, en opinión de Geary, se merecía que le otorgaran el beneficio de la duda.

El comandante de la flota introdujo un comando. El mensaje de la Loriga se desplegó sobre la mesa y se les mostró a todos los asistentes gracias al software de conferencias.

—Recordarán el primer gusano que se introdujo en los sistemas operativos de la flota y que podría haber deshabilitado todos los sistemas de salto, excepto los de algunas naves como el Intrépido, condenando a aquellas otras naves a quedarse en el espacio de salto para siempre. —Señaló el mensaje—. Aquí podemos encontrar lo que nos faltaba, la información que revela la nave de la que salió ese gusano. —Todo el mundo tenía los ojos clavados en él cuando Geary giró la cabeza para mirar a Kila—. Capitana Kila, el gusano procedía de la Inspiradora.

Kila puso cara de desconcierto al escuchar la conclusión del comandante de la flota.

—¿Está seguro?

—Sí, capitana Kila. ¿Le importaría explicarnos por qué su nave es el origen de un software malicioso concebido para traicionar a esta flota?

—¡Capitán Geary, me da igual lo que insinúe! —le espetó Kila.

—Deberíamos transmitir de inmediato una orden a la Inspiradora para arrestar a todos los que puedan estar implicados —urgió Badaya—. Hágalo ahora, antes de que sepan que han sido descubiertos.

Kila se giró hacia Badaya.

—Este mensaje ni siquiera ha sido verificado todavía. ¿Seguro que se envió desde la Loriga? Y, en ese caso, ¿es auténtico o se trata de un simple truco? ¡Puedo asegurar a todos los oficiales presentes que, si yo hubiera estado al tanto de algo así, me habría encargado en persona de llevar a los responsables ante un tribunal! En cuanto a su sugerencia, capitán Badaya, no tengo ningún problema en ordenar el arresto de esos oficiales y asegurarme de que revelen todo lo que saben.

Si Rione no lo hubiera avisado, Geary no se habría percatado de que Kila había escondido una mano con disimulo mientras protestaba indignada. Con esa mano podría estar manejando sin ningún problema algún mando situado fuera del área abarcada por el software de conferencias.

—El mensaje puede ser revisado por todo aquel que solicite comprobar su autenticidad —replicó Geary, que se esforzaba por mantener un tono de voz templado a pesar del impulso que sentía de gritarle a la capitana—. Todos los oficiales de comunicaciones y de seguridad que lo han analizado hasta ahora sitúan su origen en la Inspiradora. ¿Ignoraba que el gusano salió de su nave?

—¡Por supuesto que no sabía nada! —Kila miró furibunda a su alrededor y clavó los ojos en Duellos—. Todo esto lo ha preparado usted, ¿verdad? El amante al que un día despreciaron por fin consigue vengarse.

A Duellos no le costó fingir que era inocente, puesto que nadie le había hablado antes de aquel mensaje, pero no pudo disimular el desprecio que sentía por Kila, que era evidente.

—Creía que, como oficial al mando, se preocuparía menos por sí misma y más por el hecho de descubrir que su nave es el origen de un gusano.

—¡El responsable tendrá que dar explicaciones! —Kila se puso de pie—. Supervisaré las labores de investigación que se lleven a cabo en la Inspiradora para descubrir al culpable antes de que tenga conocimiento de esta información, suponiendo —se apresuró a añadir— que el mensaje, que en teoría se envió desde la Loriga, sea auténtico.

Geary miró de nuevo a la coronel Carabali mientras la marine escuchaba algo que el resto de la mesa no podía oír. Seguidamente, la capitana de marines asintió por última vez y Geary sonrió con gravedad a Kila.

—Deberíamos empezar por el oficial de seguridad de sistemas de su nave, ¿no le parece, capitana Kila? Después hablaremos con el oficial de comunicaciones y el oficial ejecutivo.

—¡Por supuesto! —exclamó Kila—. Si me permite comenzar una investigación, me aseguraré de que nadie les avise sobre estas posibles pruebas para que no les dé tiempo a…

—Ya se ha iniciado una investigación —la interrumpió Geary—. Coronel Carabali, ¿sería tan amable de poner al corriente a esta mesa?

Carabali, sin mirar a Kila en ningún momento, mantuvo un semblante endurecido por su imparcialidad profesional a la vez que hablaba con un tono neutro.

—Siguiendo las instrucciones del capitán Geary, los marines asignados a la Inspiradora esperaron a que esta reunión diera comienzo para, de modo encubierto, poner bajo detención preventiva al oficial ejecutivo, al oficial de comunicaciones y al oficial de seguridad de sistemas de la Inspiradora.

En ese momento todas las imágenes de los oficiales al mando de la flota miraban a Carabali, a Geary y a Kila. El comandante de la flota esperaba no dar la impresión de sentirse eufórico. Por su parte, Kila se mantenía inexpresiva, aunque su rostro parecía más rígido de lo habitual.

—Los oficiales detenidos —prosiguió Carabali— fueron trasladados a una celda de seguridad de aislamiento total mientras se comprobaba que no llevaban consigo nada que pudiera suponer un riesgo para ellos o para la Inspiradora. Las celdas de aislamiento total incluyen una cobertura completa, basada en un antiguo dispositivo llamado «jaula de Faraday», que bloquea cualquier tipo de radiación entrante o saliente. Sin embargo, es posible mantener la comunicación por medio de mensajes físicos que se transmiten a través de una serie de cerraduras protegidas. —La coronel Carabali hizo una breve pausa, tras la cual miró a Kila a los ojos—. Hace unos tres minutos, los exámenes practicados al oficial de seguridad de sistemas y al oficial de comunicaciones de la Inspiradora han revelado la presencia de INIBN. Hace un minuto, los sensores del exterior de las celdas de seguridad han detectado y distinguido diversas señales utilizadas en transmisiones codificadas de alta seguridad. Estas señales tienen que haber sido generadas en el interior del casco de la Inspiradora.

El capitán Tulev rompió el silencio que se produjo a continuación.

—¿INIBN?

—Interruptores Neurales Inyectados de Base Nanométrica —explicó Carabali—, vulgarmente conocidos como «tuestasesos» por el efecto que ejercen en el sistema nervioso una vez que se activan. Se pueden inyectar en el organismo de una persona sin que esta se dé cuenta, si está distraída. Según parece, con las señales interceptadas se pretendía poner en marcha los tuestasesos.

Esta vez el silencio fue más prolongado.

—¿Han intentado asesinar a esos tres oficiales? —preguntó el capitán Badaya con incredulidad.

—Al oficial de seguridad de sistemas y al oficial de comunicaciones, sin ninguna duda. Todavía estamos examinando al oficial ejecutivo de la Inspiradora para comprobar si hay INIBN en su organismo. —Carabali seguía sin apartar los ojos de Kila—. Como he dicho, las señales interceptadas procedían de la Inspiradora.

Desjani también miraba con insistencia a Kila, como si fuese una batería de lanzas infernales lista para abrir fuego.

—Qué extraño que intentasen matar a los oficiales justo después de que se informase a los aquí presentes de la existencia del gusano que se envió desde la Inspiradora. ¿Qué tripulante de la Inspiradora podría saber que iban a ser interrogados?

Duellos asintió con una expresión tan impenetrable como el blindaje de un acorazado.

—Sin duda, será interesante ver a quién implican esos oficiales una vez que los hayamos informado de que intentaron asesinarlos. ¿Para que no hablasen? ¿Para que pareciese que ellos eran los únicos culpables? De haber sido así, ahora tendríamos dos o tres oficiales muertos y tal vez alguna prueba convincente de que se suicidaron al enterarse de que eran sospechosos.

El ansia insaciable de Kila por ascender en la jerarquía de la flota le había granjeado muy pocos amigos y admiradores entre sus compañeros y subordinados; así, Geary observó que los demás oficiales al mando de la flota la miraban con expresión de espanto o de ira. Incluso Cáligo parecía atónito.

—Capitana Kila —comenzó a decir Geary con una moderación que le pareció admirable—, a la luz de los últimos acontecimientos y de las pruebas que la flota ha conseguido, desde este mismo instante y hasta que concluya la investigación de la Inspiradora, queda relevada de su mando. Coronel Carabali, ordene a una unidad de marines que escolte a la capitana Kila hasta un transbordador para que sea trasladada a la Ilustre.

Kila miró con desprecio al resto de la mesa y levantó un brazo con gesto dramático antes de bajarlo de nuevo para pulsar un mando del panel de control que tenía ante ella en la Inspiradora.

—Es igual, coronel. Sus marines no podrán entrar en mi camarote. La Alianza perderá esta guerra porque es débil, porque sus oficiales son demasiado blandos. Ninguno de ustedes está preparado para encabezar esta flota, sobre todo usted, capitán Geary. ¡Le preocupa más la vida de los síndicos que la de los ciudadanos de la Alianza!

Badaya habló con una voz tan grave que parecía hacerla brotar de sus entrañas.

—Puta asesina. ¡Cómo se atreve a poner como excusa la vida de los ciudadanos de la Alianza después de haber aniquilado a la tripulación de la Loriga e intentado matar a la de la Ilustre, el Intrépido y la Furiosa!

Kila le enseñó los dientes a Badaya.

—Todos hicimos el juramento de morir por el bien de la Alianza, y el lamentable sacrificio de esas tripulaciones habría sido por la causa más elevada. Sería lo mismo que si hubieran muerto combatiendo contra aquellos que pretenden debilitar la Alianza y acabar con ella. Si ahora vamos a jugar a acusarnos de traición, estoy lista. ¿Qué les ha prometido Geary que les dará una vez que conquiste la cúpula de la Alianza? ¿Se consideran leales? No son más que un hatajo de corruptos patéticos que se han vendido a alguien que desea llegar al poder antes que hacer lo que sea necesario para salvar la Alianza.

Duellos le respondió con la voz más sepulcral que Geary le había oído nunca.

—La Alianza lleva cien años haciendo lo que algunos creen que es «necesario» para ganar la guerra, y no por ello tiene la victoria más cerca.

—¡Porque no se actúa con contundencia ni con decisión! —declaró Kila—. Nunca se terminan de tomar las medidas necesarias. Nuestros enemigos no se merecen ninguna piedad. ¡Ninguna! Se merecen morir, y si se dieran cuenta de que estaríamos dispuestos a matar hasta el último de ellos, se rendirían.

—¿Y si no se rindieran?

Kila agitó una mano describiendo un gesto de desdén.

—Entonces los aniquilaríamos y la guerra terminaría.

Tulev habló con voz monótona.

—Tengo el mismo derecho que los demás a pronunciarme al respecto. Yo no sé qué es lo que se merecen los síndicos, pero sus ataques contra el pueblo de la Alianza nunca han servido para que pensemos en rendirnos. Aunque su propuesta no escapase a las posibilidades materiales de la Alianza, adolecería de algo tan incuestionable como el hecho de que el hombre nunca aceptará matar en masa a los de su especie.

—Su filosofía murió en Elyzia —replicó Kila, provocando que Tulev, cuyo semblante no solía reflejar sus emociones, se sonrojase—. No tengo ningún reparo en hablar con franqueza, pero ninguno de ustedes quiere oír la verdad, ninguno tiene el menor deseo de enfrentarse a sus defectos. Podrían haber tenido un dirigente que no habría dudado en hacer lo necesario, pero prefieren morir poco a poco, como las sombras deprimentes de los antiguos oficiales de la flota.

Geary sacudió la cabeza.

—Los oficiales de la flota nunca intentaron matar a los suyos para satisfacer sus ambiciones.

El gesto desdeñoso de Kila dio paso a una mueca de engreimiento.

—¿Mis ambiciones? ¿De verdad me cree tan ilusa como para pensar que esta tropa de borregos aceptaría que yo la encabezase? No habrían soportado semejante humillación. Encontré a alguien que me escuchó, que sería aceptado por todo el rebaño, aunque ahora le falte el coraje necesario para mantenerse a mi lado. —Se giró y miró directamente al capitán Cáligo, que clavó sus ojos en ella—. ¿No iba a decírselo a todos? Mantenerse en un segundo plano no le funcionará esta vez. No espere que yo cargue con sus culpas y lo defienda mientras usted intenta ocultar su implicación.

Cáligo movió la cabeza con nerviosismo.

—No sé de qué está…

—Los dos estábamos dispuestos a morir por la Alianza, ¿recuerda? —insistió Kila—. Me he fijado en su cara, trata de pasar desapercibido de nuevo, ser lo que los demás quieren ver. ¿Qué cree que están viendo ahora?

Cáligo había palidecido.

—¡Está mintiendo! No tiene pruebas que demuestren sus acusaciones.

—¿Cree que fui lo bastante necia como para confiar en usted? —Kila se puso firme y lanzó una mirada de desprecio a todos los presentes antes de estirar el brazo e introducir una serie de comandos—. ¿Quería pruebas, capitán Geary? Acabo de transmitir la información que evidencia que Cáligo estaba de acuerdo con todo. —Miró con determinación al comandante de la flota—. Mis enemigos, muertos de envidia, siempre han deseado hundirme, pero si de verdad usted fuese Black Jack, ¡yo lo habría apoyado! Habría aceptado las órdenes de un hombre de verdad, pero ese hombre murió durante el sueño de supervivencia y, en su lugar, lo dejó a usted, una cáscara vacía. El único apoyo que se merece es el de esa política indigna y esa capitana mentecata. Solo espero que alguna de ellas, o las dos, despierten y le abran la garganta de un tajo. Es lo único que se merece.

Duellos sacudió la cabeza con aire pesaroso pero inflexible.

—Está muy segura de lo que los demás merecen, pero usted no es nadie para asumir el papel de juez. Se ha ganado muchos enemigos, Sandra, su ambición la ha cegado, y ahora será llevada ante un pelotón de fusilamiento, que es lo que usted se merece.

—Usted no tiene derecho a juzgarme.

El capitán Armus intervino.

—La tripulación de la Loriga recibió su justo castigo, ¿verdad, Kila? Pronto se reunirá con ella. Si yo fuera usted, empezaría a suplicar clemencia. Ninguno de los tripulantes sobrevivió para verla morir, pero nosotros seremos testigos en su honor.

Kila lo miró iracunda, sin abandonar la posición de firme.

—No le daré a ninguno de ustedes el placer de verme morir. Nos veremos en el infierno, que es el lugar que han elegido. —Descargó la mano sobre el panel de control de la Inspiradora y su imagen se desvaneció al momento.

—¿Coronel? —dijo Geary.

Carabali estaba escuchando un informe mientras se le comenzó a ensombrecer el rostro.

—Mis marines no pueden desbloquear la cerradura del camarote de la capitana Kila. Han mandado buscar… —Carabali hizo una pausa para mirar a un lado y hacerle un gesto de asentimiento a alguien; acto seguido volvió a mirar a Geary—. Mis marines me informan de que se ha producido un incendio en el camarote de la capitana Kila. Al parecer, se trata del equivalente a dos cargas para despejar habitaciones.

—¿Qué probabilidades hay de que quien se encuentre en la estancia sobreviva a ese tipo de fuego?

—Cero.

La mesa guardó silencio; todos los convocados se quedaron mirando al lugar que antes ocupaba la imagen de la capitana Kila hasta que, finalmente, el mutismo fue interrumpido por el aviso de un mensaje de alta prioridad.

—¿Lo han analizado las pantallas de seguridad? —preguntó Geary.

Desjani se apresuró a hablarle a su unidad de datos, tras lo cual asintió.

—Está limpio.

Geary lo abrió y se encontró con una maraña de archivos y correos electrónicos archivados. Cuando seleccionó unos pocos al azar y los leyó, se encontró con las palabras de odio y desprecio que los firmantes le profesaban, además de muchas otras cosas.

—Esta es la prueba que la capitana Kila envió antes de suicidarse —les dijo a los demás oficiales. Desplegó uno de los antiguos correos electrónicos en el visualizador de la mesa para que todos pudieran leerlo.

Tulev fue quien hizo el primer comentario.

—Procedente del capitán Cáligo. Reitera su voluntad de seguir las instrucciones de la capitana Kila a cambio del apoyo de esta en su ascenso a comandante de la flota. ¿Podemos estar seguros de la autenticidad de este documento y del resto de mensajes que nos ha entregado Kila?

Badaya miraba enfurecido a Cáligo.

—Sin duda, es motivo más que suficiente para interrogarlo. Si el capitán Cáligo no está implicado en los ataques frustrados contra los buques de guerra de la Alianza ni en la destrucción de la Loriga, estoy convencido de que no pondrá ninguna objeción a esta oportunidad de demostrar su inocencia.

Cáligo tragó saliva y tomó la palabra.

—Como oficiales de la flota, estoy seguro de que apoyan los principios fundamentales de la misma.

—¿Eso es un sí o un no? —preguntó Duellos.

—Todo oficial tiene derecho a que su historial se valore en su totalidad y a que su honor no se cuestione sin ningún motivo… —La voz le tembló; incluso él pensaba que, de hecho, sí existían razones fundamentadas.

Desjani, con la expresión más hermética que Geary había visto nunca en su rostro, se inclinó hacia delante.

—Solo hay una cosa que podría permitirle morir con honor en lugar de como un traidor y un cobarde: díganos todo lo que sabe y el nombre de aquellos que están implicados en todo esto. Terminaremos averiguándolo igualmente, aunque tengamos que leerle el nombre de todos los miembros de la flota para comprobar su reacción en la sala de interrogatorios. Pero si habla ahora, nos ahorrará tiempo y tal vez se salven muchas naves. —Miró alrededor de la mesa—. Kila podría haber intentado activar otro gusano. Hasta que lo sepamos todo, no podemos pensar que el peligro ha pasado.

Esta vez los oficiales miraron a Cáligo entre temerosos y enfurecidos. El capitán se encogió y negó con la cabeza.

—No lo sé. Lo juro.

—¿Sabe qué sección de la red de la flota utilizaba Kila para enviar los gusanos? ¿Conoce algún identificador? ¿Quién los escribió?

—S… Sí.

La coronel Carabali escuchó otro informe.

—Mis marines han volado la escotilla del camarote de la capitana Kila para acceder al interior. Confirman que ha muerto. Están registrando la estancia por si hubiera bombas físicas y recomiendan que los expertos en el software de la flota busquen con minuciosidad cualquier dispositivo que pudiera activar un gusano destructivo.

—¿Hay alguien en la Inspiradora en quien podamos confiar para hacer eso? —preguntó Geary a los oficiales de la mesa.

—Envíe un equipo de la Valiente —sugirió Crésida—. Son los que más saben de software de toda la flota.

El comandante Landis, el oficial al mando de la Valiente, esbozó una sonrisa contenida.

—Mi equipo de seguridad de software es muy competente. Ordenaré que lo trasladen en un transbordador a la Inspiradora. De todos modos, yo recomendaría que se sanearan todos los sistemas de la Inspiradora, aunque eso llevará su tiempo.

—¿Podrá terminar antes de que saltemos hacia Atalia? —preguntó Geary.

—Sí, señor. Cueste lo que cueste, nos aseguraremos de que la Inspiradora esté totalmente limpia antes de realizar el siguiente salto.

—Gracias, comandante Landis. Póngase a ello de inmediato. —Geary miró al capitán Cáligo, quien se había quedado inmóvil, como un conejo descubierto en campo abierto que evitase llamar la atención. Estaba claro que, a diferencia de Kila, no tenía la menor intención de suicidarse y dar un espectáculo—. Capitán Cáligo, desde este mismo instante queda relevado de su mando. A continuación se procederá a su arresto, tras el cual será trasladado a la Ilustre. Confío en que nos revele toda la información que ha prometido facilitarnos, algo que espero que comience a hacer antes de subir a bordo de su nuevo destino.

Cáligo se quedó mirando la mesa, sin responder.

—Capitán Cáligo, ¿me ha entendido? —le preguntó Geary con aspereza.

—Sí, señor. —Cáligo agachó la cabeza y empezó a decir algo en voz baja para registrarlo en una grabadora que tenía en su camarote. Aún no había terminado cuando llegaron los marines asignados a la Radiante y desactivaron el software de conferencias.

Después, todos permanecieron sentados, como si se hubieran quedado paralizados. Para sorpresa de Geary, fue el capitán Armus quien rompió el silencio y empezó a hablar con brusquedad.

—Capitán Geary, nunca me ha importado hablar claro cuando no he compartido su opinión. Sin embargo, hoy debo disculparme por todo lo que haya podido decir o hacer y que haya llevado a Kila o a Cáligo a pensar que sus acciones tenían justificación.

—Gracias, capitán Armus. No siempre he comprendido su oposición, pero reconozco que era algo que necesitaba. Le agradezco que en todo momento haya dicho lo que pensaba. Y no tiene ninguna responsabilidad en el comportamiento de Kila y Cáligo. —Geary miró alrededor de la mesa y comprobó la estupefacción que se había instalado en los oficiales al mando después de lo ocurrido—. Ha sucedido algo terrible. Dos de nuestros oficiales han demostrado su deslealtad a la flota. Tal vez no sean los únicos, pero tenemos los indicios necesarios para descubrir toda la trama si es necesario. Mi confianza en quienes continúan aquí es absoluta. Lo he dicho con anterioridad y no me importa repetirlo: nadie ha tenido nunca el privilegio que se me ha concedido a mí de liderar un grupo tan competente de oficiales, ni nadie ha conocido nunca el honor que es para mí encabezar una flota tan extraordinaria. Les doy las gracias por su servicio, su lealtad y su sacrificio. Haré todo lo humanamente posible para estar a la altura del honor que es para mí servir como su comandante.

No estaba seguro de cómo reaccionarían los oficiales al oír sus palabras, pero todos ellos se pusieron firmes y lo saludaron en silencio.

Geary les devolvió el saludo sin poder evitar sentirse abrumado.

—Gracias. La investigación sigue adelante. Ahora será mejor que dejemos a un lado este asunto tan vergonzoso y nos preparemos para la batalla de Atalia.

En ese momento todos lo aclamaron, tras lo cual las presencias virtuales se desvanecieron más despacio de lo habitual, pues todos los asistentes se acercaron para despedirse formalmente de Geary. Finalmente todos desaparecieron, a excepción de Desjani, que había acudido a la reunión físicamente, y Rione, cuya imagen permanecía todavía abierta.

Desjani también lo saludó, con un gesto acompañado de una inequívoca mirada de orgullo.

—¿Qué? —preguntó Geary.

—Algún día se lo explicaré —contestó la capitana con una sonrisa—. Con su permiso, señor.

—Por supuesto, capitana Desjani.

Una vez que la oficial hubo salido, Rione se sentó en silencio y hundió el rostro entre las manos.

—¿Se encuentra bien? —preguntó Geary.

—Lo subestimé —respondió la copresidenta en voz baja.

—No comprendo.

Rione apartó las manos y lo miró.

—Es aún más peligroso de lo que pensaba. Son suyos. Tiene que haberse dado cuenta. Incluso me ha hecho preguntarme qué haría yo si usted anunciara que va a convertirse en el líder de la Alianza.

—No sea ridícula. Sabe muy bien lo que haría.

—Supongo. —Rione se puso de pie—. Tiene que hablar con Badaya lo antes posible. De lo contrario, podría terminar convirtiéndose en un dictador.

—Hablaré con él antes de que abandonemos Padronis.

—Bien. A lo largo de la historia de la humanidad han sido muy pocos los que han rechazado un poder como el que usted podría tener, John Geary.

—No lo quiero —insistió él— porque no estoy preparado para ejercerlo.

—Esa forma de pensar, irónicamente, es lo que haría que le entregásemos ese poder. —Se inclinó hacia él—. Respete su juramento, capitán Geary. Solo su ejemplo y su entereza podrán salvar a la Alianza. —Dicho esto, la imagen de la copresidenta también desapareció.

De regreso a su camarote, Geary se dio cuenta de que tenía otras dos decisiones que tomar y no le sobraba mucho tiempo. Lo primero que hizo al llegar a su compartimento fue llamar al puente.

—Capitana Desjani, localice al capitán Duellos y dígale que me llame con la mayor brevedad.

A continuación, Geary se sentó para digerir mejor todo lo que acababa de suceder. Le costaba creer que al fin se hubiera deshecho de los peligrosos enemigos que tenía en la flota.

En ese momento sonó la alarma de la escotilla, la cual miró con fastidio. ¿Es que no puedo disponer de cinco minutos para reflexionar sobre todo esto?, pensó. Sin embargo, no sabía si se trataba de una visita importante.

—Adelante.

La copresidenta Rione entró en el camarote y señaló a su alrededor con gesto interrogativo. Geary comprendió al instante lo que quería decir y activó los sellos de máxima seguridad del camarote.

—¿Qué ocurre?

—Quería informarlo de que los agentes que tengo dentro de la flota no han detectado más indicios de oposición. Han estado vigilando mientras se difundía la noticia sobre Kila. No se han encontrado rastros de nuevos gusanos, ni a nadie que apoye las posturas de la capitana y de Cáligo. Asimismo, nadie parece haber dado un paso en falso que revele una afinidad de ideas con ellos.

—Me alegra saberlo. —¿En algún momento podría por fin olvidarse de ese asunto y dejar de preocuparse por tener a alguien controlando a sus oficiales por si mostraban alguna señal de representar una amenaza para la flota?—. Aunque me sentiré mucho mejor cuando los especialistas de la Valiente terminen de analizar los sistemas de la Inspiradora.

—Por supuesto.

Un zumbido insistente le indicó a Geary que alguien estaba intentando ponerse en contacto con él mediante la prioridad de mando.

—Disculpe, señora copresidenta, pero me temo que necesito responder. —Aceptó el mensaje y la capitana Desjani apareció en el panel de comunicación.

—Ningún problema —dijo Rione—. Le he dicho lo que tenía que decirle. No pretendía interrumpir su cita con su amiga especial.

Geary seguía todavía buscando una respuesta adecuada y comedida cuando la copresidenta salió del camarote.

Desjani observaba la escena con gesto hosco desde la pantalla del panel.

—Señor, le juro que estoy a esto de matar a esa mujer —dijo entre dientes mientras mantenía el pulgar y el índice a un centímetro escaso de distancia.

—Eso entrañaría una violación de las leyes de la Alianza y de las regulaciones de la flota —replicó Geary con cansancio.

—Solo si se demuestra que lo hizo a propósito. Podría darle una paliza en algún rincón oscuro y, luego, decir que no sabía quién era.

En aquel momento parecía una idea tentadora. Geary intentó quitársela de la cabeza.

—No. La necesitamos.

—¿Me da permiso para machacarla cuando ya no nos sirva para nada? —preguntó Desjani—. Por favor.

La tentación era cada vez mayor.

—No puedo prometérselo, aunque en ocasiones como esta me gustaría. ¿Qué ocurre?

—El capitán Duellos está listo para hablar con usted. Tenía bloqueadas las transmisiones entrantes, por eso no pudo ponerse en contacto con usted —añadió Desjani con tono acusador.

—Lo siento. Retiraré el bloqueo. Gracias.

—No hay de qué, señor —respondió la capitana con sarcasmo antes de que su imagen se apagase.

Geary suspiró y esperó a que apareciese Duellos. Instantes más tarde, la representación virtual del capitán tomó forma, de modo que parecía ocupar el camarote con Geary.

—¿Deseaba hablar conmigo, capitán Geary? —preguntó Duellos.

—Sí, pero antes, por favor, tome asiento. —Duellos inclinó la cabeza en señal de agradecimiento y ocupó un asiento de la Furiosa de tal manera que su imagen pareció acomodarse en uno de los asientos del camarote de Geary.

—Me gustaría saber cómo está. Me dio la impresión de que el enfrentamiento con Kila no lo afectó demasiado, pero ¿puede decirme si de verdad se encuentra bien?

Duellos enarcó una ceja.

—Me encuentro todo lo bien que puede encontrarse un capitán sin nave.

—¿Quiere otra nave? —le preguntó Geary con franqueza—. Resulta que ahora tengo dos cruceros de batalla que se han quedado sin capitán.

—¿La Radiante y la Inspiradora? —Duellos respiró hondo—. ¿Cuál de ellos?

—¿Cuál puede capitanear? No creo que la Radiante le suponga un gran problema, aparte de por lo desconcertada que tiene que estar ahora mismo la tripulación.

Duellos esbozó una sonrisa vacía que dejó entrever sus dientes.

—Pero me necesita en la Inspiradora.

—Eso es cierto. —Geary se sentó frente a Duellos—. En la Inspiradora necesito al mejor, y ese es usted. No tengo ni idea de hasta qué punto Kila perjudicó a esa nave, pero podría ser un verdadero nido de serpientes. El anterior oficial al mando ha muerto; el oficial ejecutivo, el oficial de seguridad de sistemas y el oficial de comunicaciones están arrestados; y el resto de oficiales tendrá que someterse a una investigación.

—Una oportunidad única para lucirse —murmuró Duellos con un evidente tono de sarcasmo—. Muchos de mis oficiales servían en la Osada. Si se me autorizara a traer a algunos de ellos conmigo…

—Por supuesto. Llévese a todos los antiguos tripulantes de la Osada que desee. La Inspiradora sufrió muchas bajas cuando Kila decidió cargar gloriosamente contra el enemigo, de modo que es preciso reemplazar a los caídos.

Duellos reflexionó durante unos instantes y, finalmente, movió la cabeza en señal de conformidad.

—Será necesario efectuar muchas modificaciones en la tripulación de la Inspiradora. Haré cuanto esté en mi mano.

—Gracias. Es la mejor solución, y usted el oficial más adecuado para el cargo. La propia Inspiradora también necesita de complicadas labores de reconstrucción. Después de los últimos combates, está destrozada.

—Hacer que la tripulación se centre en las labores de reparación le servirá para recuperar la moral. —Duellos dibujó una sonrisa leve—. En ocasiones como esta, llevar a cabo una operación tangible como esta puede marcar la diferencia. Supongo que me quiere a bordo de la Inspiradora para ayer.

—Sí —afirmó Geary—, pero tómese el tiempo que necesite para seleccionar a los tripulantes que quiera llevarse de la Osada. Como le he dicho, puede quedarse con todos, si lo desea. Colocaré la Inspiradora cerca de las auxiliares para que faciliten las labores de reparación.

—¿Nave nueva y ya con las auxiliares? Después de esto, me ganaré una reputación de capitán gafe. —Duellos volvió a sonreír sin ganas—. Gracias por no pedirme que me ocupase de la Orión.

—No sé qué demonios voy a hacer con la Orión.

—Vuelva a poner a Numos al mando —sugirió Duellos—. Seguro que consigue que la destruyan en el próximo enfrentamiento.

—Como su tripulación no espabile, me temo que eso es lo que voy a tener que hacer. —Geary alzó la cabeza como si invocase a las mismísimas estrellas—. No hablaba en serio. —Cuando bajó de nuevo la vista hasta Duellos, señaló el visualizador del estado de la flota—. Solo queda una nave de la Primera División de Cruceros de Batalla, la Formidable, y de la Séptima solo quedan la Radiante y la Inspiradora. Estaba pensando en unirlas en una sola unidad, en una Primera División reconstituida que se compusiera de estas tres naves.

Duellos movió la cabeza con aire cansado.

—Combinar dos divisiones de cruceros de batalla y obtener solo tres naves como resultado. Podría ser una buena idea, aunque también sirve como indicativo de lo malherida que está la flota. —Guardó un breve silencio y, después, asintió con firmeza—. Sí, es una buena idea. La Formidable no estará sola y la Inspiradora y la Radiante tendrán una nave magnífica como compañera de división. Además, simbólicamente, será como si volviesen a empezar. ¿Quién tiene pensado asignar a la Radiante?

—No tengo ni idea. La capitana Baccade, de la Atrevida, resultó herida de gravedad y su nave quedó en muy mal estado. Ahora no está en condiciones de asumir un nuevo mando.

—Supongo que el comandante Vigory estará ansioso por gobernar una nave —comentó Duellos con tono neutral.

Geary lo miró sin ocultar su fastidio.

—Es lo que me dijo antes de que hubieran transcurrido veinticuatro horas desde que liberásemos a los prisioneros. Su historial no incluye nada destacable y no tengo tiempo para enseñarle a un nuevo oficial al mando cómo lucho.

—Lo decía porque el comandante dedica una gran parte de su tiempo a quejarse de las decisiones que usted toma. Al igual que otros muchos. —Duellos sonrió con ironía—. Lo estuve observando por si se ponían en contacto con él los que conspiran contra usted, y llegar así hasta ellos. Pero aquí en Padronis las cosas han ocurrido antes de que nadie que trabajase para Kila o Cáligo tuviera ocasión de hablar con él.

—No todos los que se oponen a mí son traidores —dijo Geary con sequedad—. Me aseguraré de mantenerlo ocupado, pero no pienso asignar a Vigory la Radiante ni ninguna otra nave. Sencillamente, creo que es demasiado enérgico a la hora de pedir las cosas. La seguridad en uno mismo es importante, pero no cuando atenta contra la sensatez.

—Como ha quedado demostrado recientemente de la forma más gráfica posible. —Por un instante, Duellos adoptó un aire meditabundo—. Perdimos la Tarian en Heradao. Su anterior oficial al mando, Jame Yunis, goza de muy buena reputación.

Geary abrió el historial de Yunis y lo leyó por encima.

—No está mal. ¿Cree que está preparado?

—Sí.

—De acuerdo. Lo revisaré con más detenimiento y tomaré una decisión antes de que saltemos hacia Atalia. —Geary espiró con pesadez—. ¿Le importaría esperar unos minutos mientras llamo a la capitana Desjani? Nos gustaría hablar de algo con usted. Necesito que me dé su opinión puesto que solo tendré una oportunidad de hacer bien las cosas. No obstante, debo pedirle que no comente esto fuera de aquí.

Duellos lo miró con detenimiento.

—No puedo aceptar hacer algo que atente contra el juramento que hice, como comprenderá.

—No es el caso. Se lo prometo.

Desjani tan solo tardó unos minutos en unirse a ellos. Geary pasó a exponerle el plan que había preparado y esperó. De nuevo, Duellos adoptó un aire meditabundo y, finalmente, asintió.

—No se me ocurre ningún modo de mejorarlo, pero están caminando por una cuerda muy floja.

—Una de muchas —convino Geary.

—Si van a hablar con Badaya ahora, no me importaría esperar un poco para que parezca que yo, esto… «respaldo» lo que en realidad no van a hacer.

Desjani asintió.

—Es una buena idea. Todo el mundo sabe que Duellos es su confidente especial. A Badaya le agradará encontrarse con él cuando llegue.

—Y con usted —dejó caer Duellos.

Desjani apretó los dientes.

—¿Es necesario? Dirá algo. Lo sé. Y yo tendré que fingir que no lo he oído.

—Será solo durante unos minutos, Tanya —sugirió Duellos—. Después, nosotros nos iremos y dejaremos que hable tranquilamente con Black Jack.

—Roberto, usted sabe que el capitán Geary y yo no hemos…

Duellos levantó las manos para apaciguarla.

—Desde luego, todos sus amigos lo saben, Tanya. Usted no haría algo así con su oficial al mando, bajo ninguna circunstancia. —Desjani dirigió la mirada al suelo—. Imagino que tener que soportar todos esos rumores no resulta nada divertido.

—Hay cosas más complicadas —murmuró Desjani—. Puedo sobrellevarlo.

Duellos miró a Geary mientras respondía a la capitana.

—No me cabe ninguna duda, Tanya. De acuerdo, entonces. Llamemos a Badaya y terminemos con esto. ¿Qué podría ocurrir si no lo convence?

—No lo sé. Puede que tenga que sacarlo todo a la luz y decirle a la flota que no toleraré ningún tipo de ataque contra el gobierno de la Alianza; pero me temo que, si hablase de ese tema, algunos pensarían que lo hago solo para ver qué les parece a los demás que yo prepare uno.

—Eso es exactamente lo que creerían los partidarios del golpe —convino Duellos—. Confiemos en que logre desviar a Badaya y a los muchos que piensan como él hacia un rumbo que sea beneficioso para todos. De lo contrario, la victoria que supondría llevar a la flota a casa podría convertirse en la mayor derrota que la Alianza haya sufrido jamás.