Capítulo 3
Heradao. Cuando las naves de la flota de la Alianza destellaron al alcanzar la salida del salto, procedentes de Dilawa, lo primero que pensó Geary fue que solo quedaban tres saltos más para llegar a casa.
A continuación se preguntó si el viaje a través del sistema estelar Heradao presentaría demasiados obstáculos, pero eso lo averiguaría pronto. Los sensores de la flota, cuya precisión les permitía detectar objetos pequeños a tan solo unas horas luz de distancia, escanearon el perímetro y actualizaron de inmediato el visualizador ante el que se encontraba Geary.
—Ya vienen —señaló Desjani con calma, aunque su mirada reflejaba el entusiasmo que le provocaba la inminencia del combate—. Pero todavía no están cerca.
Geary controló la respiración mientras el visualizador, que no dejaba de actualizarse, se iba llenando de buques de guerra enemigos. La flotilla síndica principal, dispuesta en su habitual formación de caja, se encontraba a casi cuatro horas luz, ganando tiempo en una órbita de la estrella Heradao. Una segunda flotilla, mucho más pequeña, orbitaba a una distancia mayor, a unas cinco horas luz de las naves de la Alianza. Como había dicho Desjani, no estaban cerca. Aunque la flotilla síndica principal avanzase directamente hacia la Alianza para interceptarla, aún debía transcurrir más de un día para que el enemigo se encontrase lo bastante cerca y se iniciara una batalla.
—Creía que nos encontraríamos más defensas, puesto que nos estamos aproximando a la frontera.
Desjani hizo un gesto evasivo.
—Sí y no. Los buques de guerra asignados a la defensa de este sistema estelar habrían superado en número y en calidad a los que nos hemos venido encontrando en el corazón del espacio síndico. La flotilla que vemos ahora podría estar compuesta por esas fuerzas de defensa del sistema. Pero tampoco me sorprende no ver nada importante en lo relativo a nuevas defensas fijas. Todavía debemos superar dos saltos para llegar a un sistema estelar síndico situado junto a la frontera, y los sistemas estelares fronterizos deben ser defendidos con prioridad. Estoy segura de que a los síndicos les gustaría poder asignar más defensas a los sistemas más alejados de la frontera, pero sus recursos y sus fondos son tan limitados como los nuestros. —Abrió un visualizador que abarcaba una amplia región del espacio y lo centró en la frontera—. Esto es así sobre todo porque cuando te colocas a un salto de la frontera, el número de sistemas estelares que hay que defender se dispara. Y si te colocas a dos saltos, el número de sistemas estelares de la zona aumenta exponencialmente. Es un área demasiado vasta y con demasiados sistemas estelares como para repartir las defensas más fuertes de manera uniforme.
—Supusimos que Kalixa estaría mejor defendido —asintió Geary—, ya que dispone de una puerta hipernética y tiene más fondos que Heradao.
—Sí, y cuando lleguemos a Padronis es posible que no nos encontremos con nadie; allí no hay nada que valga la pena defender. Atalia será un lugar mucho más complicado. —Desjani resopló molesta y señaló su visualizador—. He llegado al final de la ruta hacia el punto de salto que conduce a Padronis. Los síndicos están distribuidos en distintas órbitas desde las que podrán cortarnos el paso si avanzamos hacia ese punto de salto.
Geary frunció el ceño y se concentró en la fuerza enemiga principal. Para enfrentarse a los veinte acorazados y dieciséis cruceros de batalla de la flota de la Alianza, los síndicos enviaban una flotilla compuesta por veintitrés acorazados y veintiún cruceros de batalla, además de los cruceros pesados, cruceros ligeros y destructores necesarios para combatir con ventaja. La segunda flotilla enemiga, mucho más ligera, la componían doce cruceros pesados y una veintena de cruceros ligeros y destructores. La batalla no sería fácil; de hecho, si fallaban, las consecuencias podrían ser más catastróficas que en Lakota y Cavalos.
—¿Por qué le preocupa eso? —le preguntó a Desjani—. Suponíamos que tratarían de impedirnos alcanzar el siguiente sistema estelar nativo.
—Ya, pero, desde donde están, no pueden impedirnos alcanzar el punto de salto hacia Kalixa —indicó Desjani—. Si nuestros cálculos son correctos, teniendo en cuenta las bajas causadas por esta flota durante los últimos meses, la flotilla a la que nos enfrentamos debe de contar con casi todos los buques de guerra síndicos más importantes que hayan resistido los enfrentamientos. ¿Por qué no les preocupa que nos dirijamos a Kalixa? Las defensas de sus sistemas no pueden ser tan buenas.
Geary entendió lo que Desjani quería decir y adoptó el mismo gesto grave que ella.
—Kalixa cuenta con una puerta hipernética. Tal vez tengan planeado volarla cuando lleguemos. —La idea lo hizo angustiarse al imaginar que otro sistema estelar habitado podría ser devastado o destruido a consecuencia del colapso de una puerta hipernética. No se trataba de una posibilidad remota, considerando las tácticas a las que los líderes síndicos habían recurrido en el pasado.
—Tal vez —asintió Desjani sin disimular su reticencia— nos estén dejando el camino libre, como si nos invitaran a tomarlo. Podrían seguirnos hasta Kalixa a fin de acabar con todo aquello que resistiera al colapso de la puerta hipernética. Sin embargo, los síndicos saben que sobrevivimos al colapso de la puerta de Lakota sin daños graves, de modo que deberían ser conscientes de que algo así no iba a garantizar el final de nuestra flota. Si no sufrimos los daños suficientes, la flotilla tendría dificultades para seguirnos y no podría alcanzarnos a menos que nos detuviéramos para esperarlos. ¿Por qué correr ese riesgo?
Mientras le daba vueltas a esta cuestión, Geary se hacía las mismas preguntas.
—¿Qué más podría haber en Kalixa?
—No lo sé, pero si los síndicos quieren que vayamos allí…
—Entonces nosotros no queremos ir. —¿Habrían hecho un pacto los síndicos con los alienígenas? ¿Dejarían que la flota de la Alianza utilizase la puerta hipernética de Kalixa pensando que los alienígenas desviarían los buques de guerra de la Alianza para llevarlos a alguna región remota del territorio síndico? En ese caso, la flota no podría volver a escapar del corazón del espacio controlado por los síndicos—. Sea cual sea el verdadero motivo, nuestras dudas son otra razón para dejar atrás a estas tropas y dirigirnos a Padronis en lugar de a Kalixa.
—No podría estar más de acuerdo —convino Desjani—. Además, detesto dejar los buques de guerra síndicos de una pieza. Esta vez han adoptado una formación un tanto inusual.
—Me he dado cuenta. —Pese a que la distribución de la flotilla síndica seguía siendo de caja, esta se componía de cinco subformaciones, una en cada esquina y otra en el centro—. Interesante.
—Me pregunto dónde habrán aprendido eso… —dijo Desjani con tono burlón.
—La cuestión es si esas cinco subformaciones operarán con independencia o si solo pretenden hacernos creer eso para, después, mantener las posiciones de la caja. —Si cada subformación síndica actuase con independencia, las consecuencias podrían ser fatales para ellos, puesto que semejante habilidad se conseguía acumulando unos conocimientos y una experiencia que Geary sabía que los síndicos aún no poseían. En cambio, si ninguna de las cinco subformaciones variaba su posición, estarían separadas por una distancia menor que les permitiría apoyarse las unas a las otras, aunque a duras penas.
Después de considerar la posible actuación de las flotillas síndicas, pasó a evaluar la situación general del sistema estelar.
—Han enviado algunos piquetes. —Señaló las salidas de salto de Padronis y Kalixa, donde los sensores de la flota de la Alianza habían detectado la presencia de naves de caza asesinas síndicas. Todavía faltaban algunas horas para que estas recibieran las ondas de luz con las imágenes de la flota de la Alianza, y, cuando eso ocurriera, algunas de ellas saltarían para dar la voz de alarma en otros sistemas estelares síndicos—. Supongo que no encontraremos corbetas de níquel tan cerca de la frontera.
—Antes de Corvus, nunca había visto ninguna operativa —le recordó Desjani.
Al escuchar el nombre de la primera estrella a la que llegó la flota durante la retirada del sistema estelar nativo síndico, Geary recordó aquel suceso y miró el sector del visualizador que mostraba la flota de la Alianza. En Corvus le horrorizó ver que la flota de la Alianza se iba deshaciendo a medida que las naves acudían a combatir contra las defensas síndicas, más débiles. Pero aquellos días ya quedaron atrás. Ahora, la flota de la Alianza mantenía su formación y confiaba en que, bajo su mando, lograrían aplastar a la flotilla síndica. Se preguntó en qué medida los pequeños detalles, como volver a introducir el saludo dentro de la flota, habrían ayudado a imponer un poco de disciplina. Su coraje nunca fue puesto en duda, pero, ahora, los buques de guerra de la Alianza combatían con tanta inteligencia como valentía.
En esta ocasión, el campo de batalla donde lucharían contra el enemigo era, básicamente, espacio vacío, por supuesto, y, por lo demás, Heradao no era un sistema estelar habitable demasiado inusual, dentro de lo que cabía. En el sistema interior orbitaban cuatro planetas; el más cercano a la estrella distaba tan solo dos minutos luz y giraba en una órbita rápida como si el pequeño mundo quisiera escapar del calor y la radiación que lo castigaban. Los otros tres planetas del sistema interior orbitaban a cuatro, siete y nueve minutos luz y medio del astro. Dada la intensidad de la estrella Heradao, las condiciones del planeta que se encontraba a siete minutos luz no eran perfectas, pero sí aptas para el desarrollo de actividades humanas, algo que el hombre había aprovechado; aunque a esa distancia el bombardeo radiactivo debía de ser lo bastante penetrante para causar más problemas de salud de los habituales. Las ciudades y los pueblos salpicaban la superficie de ese planeta, y, aunque Heradao quedaba al margen de la hipernet síndica, aquel tercer mundo parecía ser lo suficientemente atractivo o rico para sustentar una población considerable. Curiosamente, para tratarse de un sistema estelar apartado de la hipernet, en el cuarto mundo, pese a su gelidez, la actividad humana era superior a la de otros tiempos, según los antiguos registros síndicos con los que la Alianza se hizo en Sancere.
—¿Hay algún rastro del campo de prisioneros de guerra en el tercer planeta?
La consultora de operaciones asintió.
—Sí, señor. Sigue ahí y permanece ocupado. Estamos captando un intercambio de mensajes que indica que todavía hay prisioneros de la Alianza en él.
—En ese caso, tendremos que visitar el tercer planeta una vez que hayamos despachado a las flotillas síndicas.
Los sectores medios del sistema estelar Heradao estaban desiertos, salvo por algunos asteroides y la nave síndica. Más allá, el siguiente planeta era un supergigante gaseoso situado a más de tres horas luz de la estrella. Como estaba rodeado por sus correspondientes lunas, parecía un sistema estelar independiente, y tenía el tamaño adecuado como para haberse convertido en una estrella enana marrón. Al parecer, el coloso había absorbido todos los demás cuerpos que ocupaban las regiones exteriores del sistema estelar. Geary se preguntó si las lunas de mayor tamaño, que seguían órbitas más amplias, habrían sido en otro tiempo planetas independientes, antes de que el coloso las capturara.
Se apreciaba una frenética actividad síndica alrededor del gigante gaseoso, que ahora orbitaba al otro lado de la estrella de Heradao respecto a la flota de la Alianza, lo cual indicaba que se estaban llevando a cabo importantes actividades de minería y fabricación fuera del planeta. Sin embargo, desviarse hasta el gigante gaseoso, para saquear sus minas en busca de materias primas con las que llenar los almacenes de las naves auxiliares, implicaría alejar demasiado la flota de la ruta al punto de salto hacia Padronis.
—¿Tenemos que luchar? —preguntó Rione de pronto—. ¿No podemos limitarnos a dejar atrás las defensas síndicas? Según me dijo, una velocidad superior a dos décimas de la velocidad de la luz origina una distorsión relativista que los sistemas de selección de objetivo, que utilizan tanto la Alianza como los síndicos, no pueden compensar con la precisión suficiente para garantizar que el disparo alcance el blanco. Si esta flota se dirige al punto de salto hacia Padronis a una velocidad lo suficientemente elevada, los síndicos no podrán hacernos daño.
—Ni nosotros a ellos —murmuró Desjani de forma que Rione no pudiera oírla.
Geary consideró la idea y, después, sacudió la cabeza.
—Sería demasiado sencillo. —Antes de que Rione, incrédula, tuviera ocasión de decir nada más, Geary señaló el visualizador—. Los síndicos saben que estamos desesperados por alcanzar ese punto de salto. Podríamos intentar atravesar su barrera a gran velocidad, pero habrán tenido tiempo de prepararse para algo así.
—¿Y qué podrían haber hecho? —preguntó Rione antes de adoptar un gesto grave—. ¿Colocar minas?
—Exacto. Minas. Fíjese en esa pequeña flotilla situada ahí, entre el grueso de los síndicos y el punto de salto hacia Padronis. Se encuentra en una posición perfecta para seguir nuestra trayectoria una vez que dejemos atrás a la flotilla principal y, así, colocar minas en nuestro camino. Si avanzáramos a una velocidad tal que los sistemas de selección de objetivo síndicos no pudieran alcanzarnos, también iríamos demasiado rápido para que nuestros sistemas detectasen las minas, o las que ya pudieran estar colocadas en nuestras posibles rutas entre la salida del salto y el punto de salto hacia Padronis. Podrían llegar a saturar de minas nuestro camino.
Desjani hizo una mueca.
—No creo que les queden tantas minas para eso, aunque podrían haber transferido a esa pequeña flotilla los pertrechos de los otros buques de guerra.
—Si nos introdujéramos en un campo de minas, no sabemos qué naves podrían sufrir daños —añadió Geary—, y, cuanto mayor fuera la velocidad del impacto, más potente sería la explosión.
Rione atravesó a Geary con la mirada, un tanto irritada. No hacía falta que dijese explícitamente que el Intrépido podría caer en un ataque de ese tipo, pero esa nave debía llegar a casa.
—Y entonces, ¿cuál es su plan?
—Todavía no lo sé.
—Contemplaba la posibilidad de que nos encontrásemos con los síndicos aquí. Debería haber pensado alguna estrategia.
Geary notó que una vez más empezaba a dolerle la cabeza; mientras, sin que Rione se percatara, Desjani entornaba los ojos.
—Señora copresidenta, sabía que los síndicos podrían estar aquí, pero no en qué número ni con qué distribución. A menos que los encontrásemos esperando en la salida del salto y hubiéramos de empezar a luchar de repente, sabía que tendría que pensar en un plan una vez que comprobara cuál era la situación.
—¿Cuánto tiempo le llevará eso? —preguntó Rione con impaciencia.
—Señora copresidenta, ¿alguna vez le ha dicho alguien que puede llegar a ser extremadamente exigente?
Rione sonrío con falsa dulzura.
—Gracias por el cumplido, pero no estamos hablando de mí, sino de su plan.
—La mantendré informada. Tenemos tiempo para pensar y quiero aprovecharlo. —Geary se levantó y señaló a Desjani con la cabeza—. Continuaremos rumbo al punto de salto hacia Padronis. Voy a dar un paseo para pensar con más calma. Si se le ocurre alguna idea o si los síndicos reaccionan de alguna manera ante nuestra presencia, avíseme.
—Sí, señor.
Geary miró a Desjani con ojos inquisitivos, pero su «sí, señor» no parecía haber sido formulado con ninguna otra intención que la de expresar su conformidad con la orden recibida.
Geary recorrió los pasillos del Intrépido devolviéndoles el saludo a los tripulantes con los que se cruzaba, aunque con aire ensimismado. El problema fundamental residía en que los síndicos habían estado observando sus tácticas y habían aprendido de ellas. No podía seguir contando con que atacarían a ciegas el núcleo de la formación de la Alianza, lo que permitiría a la flota dirigir toda su potencia de fuego hacia donde él deseaba.
Por supuesto que había formas de evitarlo, formas de confundir y superar tácticamente a los síndicos, pero, para poner en práctica esos métodos, era preciso consumir más células de combustible. En teoría, no era deseable que una flota llegara a reducir tanto las reservas de células de combustible, sin embargo, al igual que con otras muchas cosas que se suponía que no deberían ocurrir, tenía que asumir la realidad.
Sus pasos lo condujeron por multitud de pasillos; recorrió la nave a lo ancho más de una vez, pasó por las zonas de descanso y junto a las baterías de lanzas infernales, pero no se le ocurría nada. Desjani tampoco lo avisó para proponerle una estrategia. Pensó que, de alguna manera, la capitana seguía confiando demasiado en él, que estaba demasiado segura de que el gran Black Jack Geary se las ingeniaría, con la única ayuda de las mismísimas estrellas, para sacar otro conejo de la chistera cuando más falta hacía un milagro.
Finalmente, Geary se detuvo, miró a su alrededor para orientarse y se encaminó hacia el único lugar donde podría recibir el consejo que ningún miembro de la flota parecía dispuesto a ofrecerle.
Allí abajo, en el compartimento más recóndito del Intrépido, tan protegido como cualquier otro lugar de la nave, se encontraban las pequeñas habitaciones en las que podría relajarse y buscar ayuda. Geary no sabía muy bien por qué acudía a ese lugar. Tampoco era algo malo que la tripulación observara en el comandante de la flota la devoción que se esperaba de él, aunque nunca le agradó que la gente pudiera pensar que profesaba algún tipo de adoración. Además, el gesto podría jugar en su contra si la flota llegaba a la conclusión de que, más allá de la fe, lo que estaba era desesperado por que alguien lo orientara un poco; algo que, en parte, era verdad.
Entró y cerró la puerta de una de las diminutas habitaciones privadas. Encendió una vela, para reconfortar a los espíritus de sus ancestros, y se sentó en un banco de madera tradicional con los ojos puestos en la llama titilante.
—Por lo que sé —dijo por fin en voz alta—, ninguno de vosotros fue un comandante militar legendario. Yo todavía no entiendo por qué me han asignado este título. La situación es muy desfavorable; las reservas de combustible de la flota están en unos niveles tan bajos que no puedo permitirme recurrir a ningún truco para barrer a los síndicos. Además, no me cabe duda de que el enemigo ha estado analizando mi comportamiento en las batallas anteriores y ahora intenta actuar en consecuencia. Creo que la mejor opción sería atacar con toda nuestra fuerza; así nuestra flota vencería, aunque terminase diezmada. Y en el peor de los casos…
Se encogió de hombros.
—Necesito hacer algo distinto. Algo inesperado. Lo único que se me ocurre, dadas nuestras posibilidades logísticas, es sorprender al enemigo con un ataque de los que esta flota solía realizar: directo al corazón de la flotilla síndica. Pero, aunque algo así saliera bien, el coste sería excesivo. Mis cruceros de batalla no pueden librar este tipo de combates teniendo en cuenta los daños que ya han recibido, y tampoco tengo suficientes acorazados con los que formar un escudo para los cruceros de batalla.
Geary permaneció sentado en silencio durante unos instantes, observando cómo la vela disminuía de tamaño.
—Ojalá pudiera lanzar los acorazados contra los síndicos, aunque a ellos también habría que protegerlos de la inmensa potencia de fuego del enemigo. Los cruceros de batalla deberían encontrarse justo a su lado, pero no tendría sentido que se introdujesen en ese avispero. Sin embargo, a pesar de mis órdenes, temo que los capitanes de los cruceros de batalla adopten esta estrategia de todos modos, ya que creen que su honor está en juego. Necesito que los cruceros de batalla eviten cargar directamente contra nuestro oponente; tengo que atacar a los síndicos con los acorazados, y debo conseguir que el enemigo no sospeche nada. Pero ¿cómo puedo hacerlo sin complicar más aún el combate? En Cavalos perdí el control de la situación; me dejé abrumar por la complejidad de la batalla y no fui capaz de tomar decisiones firmes. Si eso se repite esta vez, los resultados serán todavía peores. Necesito un enfoque nuevo.
Un enfoque nuevo. Pero ¿basado en qué? ¿Qué factores jugaban a su favor? El número de naves, la potencia de fuego, la munición y el combustible eran claramente insuficientes. Además, no había ninguna base aliada cerca que pudiera apoyarlos. Técnicamente, los buques de guerra síndicos eran similares a sus homólogos de la Alianza, aunque las naves de caza asesinas de los síndicos eran mucho más pequeñas y menos potentes que los destructores de la Alianza. Sin embargo, los síndicos solían disponer de un mayor número de naves de caza asesinas, puesto que eran más pequeñas y baratas. Los buques de guerra de la Alianza estaban mejor equipados para controlar los daños y efectuar reparaciones, si bien se requería tiempo para completar estas últimas antes de que los síndicos alcanzaran de nuevo una nave de la Alianza dañada gravemente.
En menos de un minuto Geary encontró una de las ventajas de la flota de la Alianza. La pericia de mis tripulantes es envidiable. Tienen más experiencia de la que ha sido habitual durante las últimas décadas, cuando muchos tripulantes morían antes de adquirir un mínimo de destreza. Pero yo he mantenido vivos a mis hombres.
A la mayoría.
Y lucharán con coraje hasta el final. Además, algunos de mis subordinados son buenos líderes. Ahora todos los comandantes de las naves me escucharán. Sé que acatarán mis órdenes, dentro de un límite. Geary interrumpió su meditación en busca de más argumentos, y recordó la flotilla de guardias síndicos que destruyó la puerta hipernética de Lakota cuando la flota de la Alianza se encontraba a varias horas luz de distancia. Además, los síndicos me temen. Lo cierto es que eso juega a nuestro favor. Esperan que haga algo inesperado, algo que a nadie más se le ocurriría hacer.
¿Cómo podría aprovechar esa ventaja? ¿Qué maniobras inesperadas podrían intentarse todavía, considerando las limitaciones a las que tengo que enfrentarme? Lástima que no se me ocurra ninguna manera inteligente de librar el tipo de batalla que esta flota estaba acostumbrada a entablar antes de que yo asumiese el mando: cargar directamente contra el enemigo. Después de observar cómo he conducido los enfrentamientos en las distintas estrellas, desde Kaliban hasta Cavalos, los síndicos nunca se esperarían que…
¿Podría hacer algo así?
Miró cómo bailaba la llama de la vela mientras las distintas estrategias se enmarañaban en su cabeza. Podría haber un modo. El consumo de células de combustible se dispararía, pero todas las demás opciones implican pagar precios más altos. Si las naves y los sistemas de maniobra lo soportan. Y si consigo planificar las órdenes necesarias antes de que nos encontremos con los síndicos.
Y si Desjani no me mata cuando descubra lo que mi plan significa para el Intrépido.
Gracias, ancestros. Os he escuchado.
Finalizada la meditación, Geary se puso de pie y se inclinó ante la vela, que apagó antes de regresar a toda prisa a su camarote. Tenía muchas pruebas que hacer con el simulador.
Tardó un buen rato. Tuvo que experimentar una y otra vez con diferentes estrategias, y las maniobras eran demasiado complicadas para que un humano hubiera podido resolverlas sin la ayuda de los sistemas de combate de la flota. Cuando observó las órdenes de las maniobras resultantes, la mezcla mareante de vectores y cambios de velocidad no parecía tener ningún sentido. Pero, cuando ejecutó los comandos del producto final a través del simulador, los resultados parecían lógicos, pese a que su experiencia profesional y su formación no le recomendaban que un montón de naves se pasearan las unas entre las otras a gran velocidad momentos antes del combate. Aun así, todo entraba dentro de las capacidades de rendimiento de sus naves, incluidas las pesadas naves auxiliares de la flota y los buques de guerra dañados, ya que había minimizado los cambios que debían hacer en su rumbo y velocidad.
Se imaginó qué pensarían de su plan sus antiguos profesores. La idea es demasiado simple; y la ejecución, demasiado complicada. Si les hubiera respondido que se trataba de la mejor opción que le quedaba, habría tenido que aguantar los dramáticos sermones que le dirían que tendría que haber evitado llegar a una situación en la que la mejor alternativa era algo así. Y ese consejo estaba muy bien en teoría, o en la práctica de los tiempos de paz; pero el universo de verdad, un siglo de guerra y la larga retirada del sistema estelar nativo síndico lo obligaban a enfrentarse a la cruda realidad de la práctica.
Consultó la hora y la ubicación de los síndicos, agradecido por primera vez por los largos retrasos derivados de las enormes distancias espaciales. Desjani había llamado para informarlo de que, cuando los síndicos vieron llegar a la flota de la Alianza, cuatro horas después de que esta saliera del punto del salto, la flotilla enemiga adoptó un vector que interceptaría los buques de guerra de la Alianza si estos continuaban en dirección al punto de salto hacia Padronis. La flotilla enemiga menor, que los seguía a una hora luz de distancia, acabó tomando un rumbo similar. Las dos formaciones síndicas habían mantenido la velocidad a ocho centésimas de la velocidad de la luz, la misma a la que avanzaba la flota de la Alianza, de tal manera que las fuerzas se iban cerrando la una sobre la otra mientras Geary meditaba y realizaba simulaciones. A un ritmo de aproximación combinado de dieciséis centésimas de la velocidad de la luz, la flota de la Alianza y la flotilla síndica tardarían unas veinte horas en encontrarse.
El inconveniente que se derivaba de que los síndicos hubieran decidido mantener la velocidad a ocho centésimas de la velocidad de la luz era que quedaba patente que estaban intentando aumentar las posibilidades de realizar buenos disparos una vez que las flotas se encontraran. Estaban dispuestos a esperar un poco y asegurarse de que la flota de la Alianza sufría el mayor daño posible.
Geary se sentó para repasar los comandos de la batalla y revisarlos con avidez antes de contactar con el puente del Intrépido.
—Por favor, dígale a la capitana Desjani que se presente en mi camarote.
Esperó y observó al enemigo, preguntándose cómo maniobrarían los síndicos para iniciar el combate y durante el desarrollo del mismo, hasta que la alarma de la escotilla sonó y le indicó a Desjani que entrara.
Lo primero que hizo la capitana fue mirar el visualizador que había sobre la mesa.
—¿Cuál es el plan? —preguntó. A juzgar por su aspecto, no le resultaba fácil disimular su curiosidad.
—Es… complicado. —Geary no mentía. Sobre todo cuando Desjani vio dónde se encontraría el Intrépido cuando las flotas se enfrentaran.
—¿Puedo comprobarlo?
—Se lo agradecería. —Torció el gesto al imaginarse cómo reaccionaría Desjani—. Voy a intentar algo distinto. —Guardó silencio y miró el visualizador fijamente.
—De acuerdo, señor —dijo por fin Desjani—. No supone un problema. Pero si desea conocer mi punto de vista, necesitaría ver el plan de maniobras.
Tal como le dijeron una vez, cuando Desjani se fijaba un objetivo, no paraba hasta que lo conseguía. Además, estaba muy interesado en conocer su opinión. Lo mejor sería terminar con aquel asunto lo antes posible.
—Muy bien. Pero, insisto, se trata de algo distinto.
Era obvio que Desjani estaba perpleja. Geary inclinó la cabeza, suspiró e introdujo los comandos necesarios para reproducir las maniobras planificadas para el contacto inicial con los síndicos. Atónita, Desjani observó con los ojos abiertos como platos cómo la formación de la flota se disolvía en lo que parecía un enjambre caótico mientras se acercaba al enemigo. Miró con atención cómo los buques de guerra de la flota de la Alianza volvían a colocarse en formación en el último momento, hasta que se quedó paralizada.
—Ha… —Por un instante pareció quedarse sin aliento, pero continuó hablando en un tono tan apagado que parecía brotar de los labios de un cadáver—. Señor, con el debido respeto, debo preguntarle si mi nave o yo ya no somos merecedores de su confianza.
—No, nada de eso.
—Señor. Este plan…
—Permitirá que los acorazados hagan aquello para lo que están más capacitados.
Desjani enrojeció.
—¡Los cruceros de batalla no entran en combate detrás de ninguna otra nave! ¡Nosotros abrimos el camino!
—Esta vez no. —Vio que la capitana apretaba los puños con fuerza—. Capitana Desjani, necesito alcanzar a los síndicos de una manera que no se esperen sin que mi flota termine barrida en el proceso. Durante este enfrentamiento no colocaré los cruceros de batalla en una posición secundaria. Por favor, ejecute el siguiente conjunto de órdenes.
Desjani lo obedeció sin mirarlo y respirando hondo.
—Como usted ha dicho, este plan es muy inusual.
—De eso se trata.
—Entiendo que todavía no le haya comunicado su estrategia a los demás cruceros de batalla. No les parecería bien. Igual que a mí. Aun así, acataré las órdenes que se me den, capitán Geary. —Desjani parecía haberse calmado un poco, aunque mantenía su gesto grave y se negaba a mirarlo.
—Gracias, capitana Desjani. Bajo ninguna circunstancia me gustaría estar en otra nave que no fuera el Intrépido. —Desjani no respondió y Geary pensó que, tal vez, debía añadir algo más, pero ya había dicho lo que pensaba—. ¿Cree que el plan es acertado?
Vio que la capitana se esforzaba por controlar sus emociones e intentaba concentrarse en el sentido de la estrategia.
—Si de verdad nuestras naves pueden realizar estas maniobras en el tiempo y la distancia programados, no cabe duda de que cogeremos a los síndicos por sorpresa…, del mismo modo que a algunas de nuestras propias naves.
—Los sistemas de maniobra indican que nuestras naves pueden hacerlo.
—En teoría. —Miró a Geary con aspereza—. Todo el proceso dependerá de los controles automáticos; ningún operario de la flota podría ejecutar maniobras como estas sin que los resultados fueran desastrosos.
—Lo entiendo.
—Señor, por favor, el Intrépido puede adelantarse más.
—Lo hará cuando dividamos la formación. Tanya, no es más que un maldito intercambio de disparos. ¿Cuántas batallas hemos librado juntos en esta nave? ¿Cuántas veces el Intrépido ha abierto el camino y ocupado el núcleo de la formación mientras los síndicos disparaban directamente contra nosotros?
Desjani mantenía la cabeza baja y la vista clavada en el suelo.
—Supongo que no debería haber esperado que lo entendiera.
—Maldita sea, Tanya. Si pudiera, echaría el cielo abajo para hacerla feliz, pero tengo responsabilidades con la flota y la Alianza. Todo esto sería mucho más fácil si yo estuviera en cualquier otra nave hablando con cualquier otro capitán, pero no puedo permitir que mis sentimientos influyan en mis decisiones. —Desjani se irguió y Geary apretó las mandíbulas. Tal vez, con lo que acababa de decir, se estaba refiriendo al respeto profesional que sentía por ella y a la amistad que los unía, pero también podía interpretarse como una alusión implícita a algo que ni él ni ella podían admitir, ni expresar o utilizar como base para sus acciones. Geary recondujo la conversación hacia un terreno más impersonal—. El Intrépido tiene que regresar a casa porque transporta la llave hipernética síndica, la cual no se podrá duplicar hasta que lleguemos al espacio de la Alianza. No puedo poner la nave en una posición que, prácticamente, garantizaría su destrucción. Y tampoco tengo por qué hacerlo, puesto que nadie puede discutir que el Intrépido y su comandante se han comportado con honor y han estado en la vanguardia de todas las batallas.
Desjani guardó un breve silencio y, antes de hablar, lo miró de soslayo.
—¿Echaría el cielo abajo?
Sorprendido, Geary asintió.
—Sí, si pudiera.
—Le tomo la palabra. —Desjani se puso firme y lo saludó—. El Intrépido cumplirá con su deber, al igual que su capitana. Es un buen plan, señor. Cogerá al enemigo por sorpresa y, lo que es más importante, le causará un gran daño.
—Gracias. —Le devolvió el saludo y suspiró, aliviado, una vez que Desjani se hubo marchado.
No obstante, no pudo evitar sentir un nudo en el estómago cuando se preguntó qué habría querido decir la capitana con «Le tomo la palabra».
—Supongo que ya habrá ideado un plan —conjeturó Rione.
Geary, que se encontraba de nuevo en el puente del Intrépido, sentado en el puesto de mando de la flota, se giró para mirarla.
—Es una sorpresa.
—Genial, aunque parece que se trata de una sorpresa no solo para el enemigo, sino también para sus propias naves.
—Hasta cierto punto, sí.
—Y, dado que falta menos de una hora para el contacto, entiendo que no tardaremos en averiguar lo que pretende. —Desjani mantenía el gesto impasible, aunque, aun así, Rione pareció darse cuenta de algo—. Quiero decir, los que aún no seamos merecedores de su plena confianza. —La copresidenta se movió hacia atrás con aire despreocupado.
Desjani esperó unos minutos y, luego, se inclinó hacia Geary para hablarle en privado.
—Me gustaría pedirle disculpas.
—No, no tiene por qué. Si quiere que le sea sincero, pensaba que se lo tomaría mucho peor.
—No me refiero a eso. —Miró a Rione—. Me preguntaba si usted habría mantenido el Intrépido inactivo a petición de ella, para mantener a salvo la llave síndica. Debería haberme dado cuenta de que no haría algo así. Lamento haber dudado de usted.
—No se preocupe. Ahora concéntrese en esta operación, Tanya. Nos espera un paseo muy complicado y necesito que se entregue al cien por cien.
—Siempre doy lo mejor de mí, señor. —Desjani sonrió y se acomodó en el asiento del capitán.
Faltaba media hora para el contacto. Doce horas atrás, Geary había dispuesto, deliberadamente, la formación de la Alianza de la misma manera que la de los síndicos, con cuatro subformaciones rodeando la subformación central. Pronto tendría que modificarla, pero no con demasiada antelación. Los síndicos mantenían el rumbo y la velocidad, y avanzaban hacia un encuentro frontal con la formación central de la flota de la Alianza, aunque, seguramente, esperaban que Geary hiciera algún cambio de última hora en los vectores de sus naves.
—¿Quiere dirigirse a la flota? —le preguntó Desjani insinuando que estaba deseando hacerlo, aunque no fuera consciente.
—Buena idea. —Guardó silencio un momento mientras estructuraba el discurso y, después, activó el circuito de comunicación general de la flota—. A todas las naves de la flota de la Alianza: la flotilla síndica se interpone entre nosotros y nuestro hogar. Los suministros que nos faltan los compensaremos con nuestra experiencia y nuestro espíritu de lucha. —No le gustaba del todo el estilo del capitán Falco, quien creía que la expresión «espíritu de lucha» multiplicaba por arte de magia la capacidad de las fuerzas de combate. Sin embargo, funcionaba, marcaba la diferencia, siempre que uno no creyera que iba a proporcionarle una protección mística contra la potencia de fuego enemiga. La experiencia, por otro lado, podía llegar a ser decisiva—. Los síndicos no podrán detenernos, y hoy añadiremos otra victoria a los anales de la flota de la Alianza.
Cuando terminó la transmisión, se sintió un tanto incómodo por haber utilizado palabras grandilocuentes, pero le alivió ver que Desjani lo miraba con gesto aprobatorio.
—Siempre se le ocurren buenos discursos antes de los enfrentamientos, señor. Breves, directos e impactantes.
Ah, ¿sí?
—Gracias, capitana Desjani. Hablaba en serio. —Se preguntó si Desjani pensaría que se había puesto a la defensiva.
Sin embargo, la capitana pareció sorprenderse.
—Desde luego. Nadie lo pone en duda. Lo ha demostrado. En todo caso, todos hemos escuchado muchos discursos interminables. Siempre he pensado que, si de verdad quienes los pronuncian se creen lo que dicen, deberían ser capaces de resumirlos en unas pocas palabras.
—Tal vez tenga razón.
De pronto, Rione interrumpió la conversación y dijo con sequedad:
—Por supuesto que tiene razón.
Sin mirar atrás, Desjani frunció el ceño; luego, mirando a Geary, les hizo un gesto a todos los ocupantes del puente para que guardaran silencio.
Geary apenas se dio cuenta, pues estaba concentrado en los movimientos de las fuerzas enemigas, que se iban acercando unas a otras. Los sistemas de maniobra habían iniciado la cuenta atrás para indicar el instante preciso en el que iniciar la operación, pero Geary también tenía en cuenta lo que le decían la experiencia y el instinto para determinar el momento adecuado; así, siempre consideraba el tiempo necesario para enviar la orden de empezar a ejecutar las instrucciones que ya había transmitido a las demás naves de la flota.
Los síndicos seguían sin hacer cambios. En Cavalos se comportaron igual. Tanto si el director general de la flotilla sabía que eso le causó problemas a Geary en Cavalos como si no, lo cierto es que ahora estaba aplicando la misma táctica: mantendría el rumbo hasta el último minuto con la intención de truncar los planes que Geary hubiera hecho.
Un minuto para el momento recomendado para iniciar la maniobra. Miró la cuenta atrás con gesto adusto y tuvo la impresión de que era demasiado precisa. Tenía que sincronizarlo todo muy bien, tal vez no a la perfección, pero sí adecuadamente; y sin saber cómo reaccionaría el director general de los síndicos. Sin embargo, ya había luchado contra ellos las veces suficientes como para poder hacerse una idea, de modo que esperó y se dejó guiar por el instinto mientras veía que la flota de la Alianza y la flotilla síndica principal se iban acercando. Siguió esperando.
A diez segundos de la hora recomendada para dar la orden, el pulgar se le contrajo de forma casi inconsciente para activar el circuito de comunicación.
—Formación Índigo Dos, formación Índigo Tres, ejecuten primera serie de órdenes de maniobras de inmediato. —Guardó silencio por un instante y repitió—: Formación Índigo Uno, ejecuten primera serie de órdenes de maniobras de inmediato. —Esperó un momento. Los segundos transcurrían mientras la proa del Intrépido cabeceaba hacia arriba—. Formación Índigo Cuatro, formación Índigo Cinco, ejecuten primera serie de órdenes de maniobras de inmediato.
Geary observaba en el visualizador cómo las subformaciones más pequeñas que avanzaban por encima y por debajo del grueso de la flota de la Alianza se disgregaban y dirigían hacia el núcleo al tiempo que este se abría para recibirlas, mientras los buques de guerra también abandonaban sus posiciones según cambiaban el rumbo. El director general de los síndicos vería aquellas acciones con algunos minutos de retraso, debido a la gran distancia que todavía separaba a ambas flotas, así que pensaría que la flota de la Alianza buscaba una buena posición para abrir fuego por encima de la caja síndica o bien que intentaba saltar la corona de la flotilla síndica. Entonces, tendría que decidir si alterar el rumbo un poco hacia arriba también, y sabría que tan solo disponía de unos minutos para decidirse.
Lo que no se esperaría el director general era que la flota de la Alianza se estabilizara y avanzara directamente para encontrarse de frente con el centro de la flotilla síndica. Aquel era el tipo de carga directa que prescindía de los misiles y que tan familiar se había vuelto en ambos bandos, puesto que los conocimientos y la habilidad necesarios para llevar a cabo maniobras más complejas terminaron perdiéndose en las cada vez más sangrientas batallas. Los comandantes que solo conocían una manera de combatir se mantenían fieles a la misma y confiaban en el «espíritu de lucha» para superar las situaciones más arriesgadas y sobrevivir al fuego enemigo. El coraje y el honor eran los baluartes que hacían posible emprender violentos combates a cuyo término uno de los bandos se alzaba victorioso, aunque tuvieran que pagar un alto precio en forma de naves destruidas y tripulantes fallecidos.
Este no era el estilo de Geary. Él había traído consigo la experiencia adquirida un siglo atrás, con la que consiguió librar complicadas batallas a lo largo y ancho de las vastas regiones espaciales, coordinando los movimientos de las distintas formaciones a pesar de los desfases temporales que sufrían los sistemas de comunicación e información, que podían ser de varios segundos, minutos u horas. A pesar de las reticencias iniciales, la flota decidió aceptar su liderazgo; al menos, en su mayor parte. Cuando más cerca estuvo de ordenar un ataque directo contra el enemigo fue en la primera batalla de Lakota, y solo después de una serie de maniobras consiguió engañar a los síndicos para que dispersaran su formación hasta el punto de dejar el núcleo al descubierto, sin el apoyo de las unidades de escolta.
No, los síndicos sabían que Geary no acostumbraba a atacar por el medio al inicio de un combate. Imaginarían que, de entre todas las opciones posibles, no escogería esa.
Así que eso fue lo que decidió hacer.
El grueso de la flota de la Alianza y las dos subformaciones superiores seguían disgregándose y mezclándose, de modo que todas las naves abandonaban su posición relativa al Intrépido y pasaban a seguir una amplia variedad de vectores de rumbo y velocidad, mientras el Intrépido seguía alzando y bajando la proa ligeramente. Las unidades de propulsión principales del crucero de batalla se activaron por un momento para ralentizar la nave y permitir que otros buques de guerra de la Alianza se posicionaran en el flanco por donde llegaría el enemigo.
Debajo, las otras dos subformaciones de la Alianza también se habían disgregado; las naves que las componían ascendían para unirse al grueso y ocupar sus nuevas posiciones.
—¿De verdad conseguiremos terminar con esto antes del contacto? —inquirió Desjani con voz monótona.
—Eso espero.
—¿Por qué cree que la flotilla síndica se elevará para interponerse en la que parecía ser su trayectoria? —preguntó Rione.
Geary se mantuvo concentrado en los movimientos de las naves a la vez que le respondía.
—Porque así es como funciona el instinto humano. Si alguien intenta alzarse sobre nosotros, nosotros procuraremos situarnos al mismo nivel o aun más arriba. —Incluso los humanos criados en el espacio mostraban la misma actitud, pese a que en un sistema estelar el uso de los términos «arriba» y «abajo» era algo completamente arbitrario; así, «arriba» se empleaba para referirse a la región superior del plano del sistema estelar y «abajo», para hablar de la parte inferior—. Si el director general de los síndicos sigue su instinto durante el poco tiempo que tiene para reaccionar, serán nuestros.
Mientras el resto de las naves de la flota se dispersaba, las gigantescas moles de los acorazados de la Alianza pasaban entre ellas e iban formando una pared ligeramente curvada que lideraba la flota, a cuyo alrededor se apiñaba un enjambre de destructores y cruceros pesados.
Alrededor del Intrépido, los demás cruceros de batalla iban ocupando sus posiciones, de manera que sus respectivos oficiales al mando se iban dando cuenta de que estaban situados muy por detrás de los acorazados. A Geary no le costó imaginarse lo enfadadas que deberían de estar las tripulaciones de esos cruceros de batalla, aunque no tendrían tiempo de hacer nada al respecto antes de entrar en contacto con el enemigo.
Justo por detrás de los cruceros de batalla, las cuatro naves auxiliares avanzaban rodeadas de los cuatro cruceros de batalla de la Alianza que más daño habían sufrido, junto con algunos buques de guerra con desperfectos y todos los cruceros pesados.
—Tiempo estimado para el contacto: veinte segundos. Tenemos transmisiones entrantes para el capitán Geary procedentes del Arrojado, el Victorioso, la Implacable, la Ilustre, la Inspiradora, la Atrevida…
Obviamente, no se esperaba que los capitanes de los cruceros de batalla reaccionaran con tanta vehemencia y actuaran de inmediato para expresar su disconformidad. Desjani se estaba mordiendo la lengua para no decirle «se lo advertí», en tanto él accionaba la anulación de comandos en el panel de control del sistema de comunicación, con la mirada fija en la formación enemiga, la cual se había inclinado ya un poco hacia arriba, tal y como esperaba. El comandante síndico esperaba poder utilizar una gran potencia de fuego contra la flota de la Alianza mientras esta intentaba pasar a toda prisa sobre la formación rival durante uno de los pases fulminantes a los que Geary solía recurrir, con las naves síndicas más potentes concentradas en la corona de la formación. Sin embargo, en lugar de eso, las últimas maniobras orquestadas por Geary habían colocado a la flota concentrada de la Alianza en un vector que la conducía directamente al núcleo de los síndicos.
Y estos no tenían tiempo para reaccionar.
—A todas las unidades: faltan menos de veinte segundos para entrar en contacto con el enemigo. Todos los acorazados deben concentrar el fuego en los buques capitales enemigos. Tenemos que derribar sus defensas. Los cruceros de batalla les darán el golpe de gracia. Si todos los buques capitales situados al alcance son eliminados, ataquen a todos los blancos que puedan según se vayan colocando en sus trayectorias de disparo, pero conserven los misiles espectro. —Geary miró el indicador de la hora. Tenía que dar la siguiente orden de maniobra antes de que la flota atravesara la flotilla enemiga, aunque no fuese ejecutada hasta después—. A todas las unidades, ejecuten segunda serie de maniobras a las uno cuatro.
—Tiempo estimado para el contacto: diez segundos… cinco segundos.
Los síndicos se encontraban frente a ellos y, un instante después, justo detrás. El momento de contacto fue extremadamente breve. Los sistemas automáticos de fijación de objetivos apuntaron y dispararon en el momento en que los buques de guerra se entrecruzaban a una velocidad combinada de casi sesenta mil kilómetros por segundo. El casco del Intrépido se sacudió cuando los disparos del enemigo alcanzaron sus escudos. Geary intentaba mantener la concentración en la situación general mientras los consultores informaban a gritos del desarrollo del combate.
Los síndicos habían lanzado una ráfaga de misiles y metralla hacia la posición en que esperaban que se encontrase la flota de la Alianza, de tal modo que la inmensa mayoría de los disparos pasaron por encima mientras los buques de guerra de la Alianza avanzaban por debajo. La metralla de la Alianza, por el contrario, impactó de lleno en el débil núcleo de la flotilla síndica. A tan poca distancia, y gracias a la formación compacta de la Alianza, la densa cortina de esferas de acero que disparó logró aniquilar los cruceros ligeros y las naves de caza asesinas que encontró a su paso, provocando una lluvia de destellos que indicaban la muerte de los escoltas. Acto seguido, se vieron nuevos destellos, cuando la metralla de la Alianza castigó los escudos de los cruceros pesados, los acorazados y los cruceros de batalla que conformaban el núcleo de la flotilla síndica. Mientras los buques de guerra contrincantes se disparaban unos a otros, las lanzas infernales impactaban contra los distintos blancos y, a partir de los cruceros de batalla y los acorazados de la Alianza, se formaron unos campos de anulación que absorbieron a parte de los oponentes.
Los síndicos contraatacaron disparando a diestro y siniestro, e hicieron blanco en los inmensos escudos y blindajes de los acorazados de la Alianza. Una vez que estos absorbieron las primeras ráfagas, el fuego síndico azotó a los siguientes buques de guerra de la Alianza, debilitados aunque todavía letales.
El encuentro duró tan solo una fracción de segundo, así que los humanos tan solo podían confiar en la resistencia de sus defensas, la precisión de sus sistemas automáticos de fijación de objetivos y su suerte. Después, mientras la formación de la Alianza y la flotilla síndica se alejaban, Geary observó cómo los sensores de la flota evaluaban los resultados.
Los siete acorazados y los tres cruceros de batalla síndicos que conformaban el núcleo de la flotilla enemiga se habían enfrentado a treinta acorazados y cruceros de batalla de la Alianza. Sobrepasados en número en una proporción de tres a uno y sin los campos de anulación, lo que ofrecía a la Alianza una posición ventajosa a muy corta distancia de las naves con escudos debilitados, los síndicos sufrieron el resultado esperable. Los tres cruceros de batalla síndicos explotaron, al igual que dos de los acorazados; otro acorazado se partió en tres grandes bloques, y los cuatro restantes terminaron viajando a la deriva gravemente dañados, con enormes agujeros en sus respectivos cascos, que marcaban los puntos de impacto de los campos de anulación, y con casi ningún sistema operativo.
La lista de cruceros y naves de caza asesinas de las fuerzas síndicas que resultaron inutilizados o destruidos alcanzaba una longitud considerable. El núcleo de la flotilla síndica había desaparecido sin más.
—Ejecutando segunda serie de maniobras a la hora uno cero cuatro —anunció Desjani. La emoción por el combate se iba imponiendo a su enfado con Geary.
Al mismo tiempo, este comprobó el estado de la flota de la Alianza y los movimientos de la flotilla síndica. El enemigo estaba trasladando su formación hacia la derecha y a su alrededor, manteniendo las cuatro formaciones de las esquinas en posiciones fijas, tal vez con la esperanza de que las naves de la Alianza siguieran avanzando hacia el punto de salto. Sin embargo, la formación principal de la Alianza empezaba a disolverse de nuevo, de forma que los cruceros de batalla, los cruceros ligeros y un gran número de destructores se desviaron hacia abajo mientras se unían para componer una nueva formación, al tiempo que los acorazados, los cruceros pesados, las naves auxiliares, los buques de guerra dañados y el resto de los destructores se iban cerrando los unos sobre los otros y comenzaban a ascender.
Geary sintió como si le atravesara una ráfaga de metralla cuando el visualizador empezó a mostrar alertas parpadeantes que informaban de que varios buques de guerra de la Alianza habían sido dañados o destruidos. Un símbolo brillante, situado en la estela de la flota de la Alianza, señalaba la nube en expansión de los restos de la Ejemplar, la última nave de reconocimiento. Más pequeñas que los acorazados y más grandes que los cruceros, las naves de reconocimiento resultaban muy útiles, pero adolecían de algunas deficiencias de diseño. Al igual que sus naves hermanas destruidas en anteriores enfrentamientos, la Ejemplar era lo bastante grande para atraer el fuego enemigo, pero no lo suficiente para resistirlo.
Ningún acorazado de la Alianza quedó inutilizado, si bien los síndicos concentraron su fuego sobre el Resuelto y el Temible cuando los acorazados se enfrentaron a ellos. Así, los dos sufrieron nuevas e importantes averías. El Resuelto, cuyos sistemas de propulsión habían sido afectados, intentaba avanzar al mismo ritmo que el resto de la flota, pero no podía evitar quedarse rezagado con respecto a los demás buques de guerra.
A la estela de la flota, el crucero de batalla Increíble viajaba a la deriva después de haber recibido más daños cuando protegía a las auxiliares. Algunas de sus armas seguían funcionando, pero, por lo demás, era un blanco fácil; sin duda, su tripulación estaría rezando para que la batalla no le ocasionase más daños a la nave, por lo menos hasta que consiguieran reparar algunas unidades de propulsión.
Los cruceros pesados Tortuga, Recámara, Kurtani y Tarian cayeron fuera de combate; de los dos primeros solo quedaron algunos fragmentos sueltos. Los cruceros ligeros Kissaki, Blasón y Trunnion desaparecieron, y los destructores Punzón, Yatagán, Embestida, Arabas y Kururi fueron eliminados.
No quedaba tiempo para comprobar los daños menores ocasionados durante la primera tanda de disparos.
En el lugar donde las formaciones se habían encontrado, podían verse enjambres de cápsulas de escape, tanto con los supervivientes de las naves destruidas de la Alianza como con los síndicos que habían logrado abandonar sus naves inutilizadas.
Lo peor de todo había sido que, con una segunda ráfaga de misiles disparados en el preciso instante en el que los combatientes se entrecruzaban, los síndicos habían conseguido producir daños fatales en una de las naves que Geary menos podía permitirse perder.
—La Trasgo ha perdido todas las unidades de propulsión —informó la consultora de operaciones—. Daños graves en popa a consecuencia de dos o tres impactos de misil. El tiempo estimado para recuperar la propulsión básica es de, al menos, una hora.
Geary observó cómo la nave auxiliar atravesaba el espacio mientras, incapaz de cambiar de rumbo ni de acelerar, la destrozada Trasgo seguía la ruta de los restos y las naves abandonadas tras la batalla y se alejaba de los demás buques de guerra de la Alianza. Tras analizar la ruta de la Trasgo y cotejarla con el movimiento de los síndicos, los resultados obtenidos fueron tan categóricos como desalentadores.
—La Trasgo no tiene ninguna posibilidad. ¿Puede alguien confirmarme que el tiempo más probable para que los síndicos ataquen la Trasgo es de veinticinco minutos?
—Confirmado, señor —respondió de inmediato la consultora de operaciones—. La estimación es de veinticuatro minutos.
La Trasgo tenía que volver a ponerse en marcha lo antes posible, y, en cualquiera de los casos, la pesada nave auxiliar no tendría posibilidades de escapar aunque la mitad de sus unidades de propulsión se reactivaran en ese preciso momento por arte de magia. Además, la flota de la Alianza no podía dar la vuelta a tiempo para tratar de impedir que los síndicos desataran una cortina de fuego contra la Trasgo. Geary suspiró y golpeó con los dedos el panel de control.
—Trasgo, al habla el capitán Geary. Es aconsejable que empiecen a abandonar la nave de inmediato y preparen el núcleo energético para una sobrecarga dentro de unos veinte minutos. —Tenía planeado ganar esta batalla, pero el resultado seguía en el aire y no podía arriesgarse a que los síndicos capturaran la Trasgo intacta.
La respuesta de la Trasgo llegó medio minuto después.
—Señor, estamos intentando trasladar las células de combustible que quedan a nuestros transbordadores de carga pesada. Es posible que logremos sacarlas. Los equipos de reparación están intentando restablecer el funcionamiento de una de las unidades de propulsión.
Desjani se sobresaltó, incrédula.
—Esos trastos de carga pesada no podrán escapar de los síndicos. No son tan rápidos, ni siquiera vacíos.
Geary asintió.
—Trasgo, los transbordadores de carga pesada se mueven con demasiada lentitud. Son un blanco fácil para el enemigo. No lograrán dejarlo atrás y todo cuanto transporten se perderá. Con una unidad de propulsión no salvará su nave, y la flota no puede llegar a tiempo para apoyarlos. Es ingeniero. Haga cálculos. Evacue a los tripulantes de la nave mientras haya tiempo. Considérelo una orden si así le resulta más fácil tomar la decisión.
Esta vez la respuesta de la Trasgo, cargada de resignación, tardó un minuto más en llegar.
—Sí, señor. He ordenado que todo el personal utilice las cápsulas de escape. Preparando el núcleo energético para la sobrecarga dentro de… dieciocho minutos.
—Señor, el oficial al mando de la Increíble nos informa de que ha ordenado que toda la tripulación que no sea imprescindible abandone la nave.
—Muy bien —respondió Geary. La situación no dejaba más alternativas.
—El Resuelto no puede mantener el ritmo de la flota. Propone acercarse a la Increíble y apoyarla.
—De acuerdo. Comuníqueles al Resuelto y a la Increíble que intentaremos mantener ocupados a los síndicos. —Geary se concentró en los movimientos de los síndicos y los de sus dos formaciones mientras los tres grupos de buques de guerra describían las inmensas curvas que habían de dar a casi ocho centésimas de la velocidad de la luz. Cuando los síndicos se situaron a la derecha, un grupo de acorazados acudió a rellenar el vacío que antes ocupaba el grueso de su flotilla para, más tarde, detenerse a medio camino entre su antigua posición y el centro.
—Están confundidos —dijo Desjani con desdén.
—De eso se trata.
La voz de Rione llegó desde el fondo del puente.
—¿Por qué están tan desorientados? Únicamente ha dividido la flota en dos formaciones en lugar de seis, como ha hecho en ocasiones anteriores.
—Es por la disposición de esas formaciones —aclaró Geary—. Una está distribuida alrededor de todos nuestros acorazados, más lentos y voluminosos, y diseñados, sin duda, para embestir de nuevo el corazón de la flotilla síndica. Pero la otra formación comprende todos nuestros cruceros de batalla, más veloces y ágiles, y preparados para atacar los extremos de la flotilla síndica.
—Entiendo. —Rione insinuó una pícara sonrisa—. No saben por dónde los atacará, así que no tienen claro dónde concentrar sus disparos más destructivos.
—Exacto. —Geary sacudió la cabeza sin dejar de observar a los síndicos. Estos esperaban que la flota de la Alianza regresara al punto de salto hacia Padronis, pero, en lugar de eso, se encontraron con la formación de acorazados de la Alianza en un flanco y por encima de ellos, mientras sus cruceros de batalla se hallaban al otro lado y por debajo—. No creo que deba enviar de nuevo la formación de acorazados contra el corazón de los síndicos. Al menos, no todavía. Si el comandante enemigo reaccionase a tiempo y distribuyera su flotilla alrededor del núcleo, podría causarnos daños muy graves.
Desjani consideró la idea y asintió.
—Estoy de acuerdo. Los cruceros de batalla de la Alianza podrían abrir el camino esta vez. ¿Capitán Geary?
—Sí, capitana Desjani. Hagámoslo. Desplazaré a los acorazados para que ataquen a los síndicos desde otro ángulo.
—Capitán Geary, el Resuelto y la Increíble solicitan que reserve una buena ración de enemigos para ellos.
Desjani se rió e incluso Geary hizo una mueca, a pesar de lo tenso que se encontraba.
—Dígales que eso no supondrá ningún problema, teniente.
Guiados por la Segunda División de Cruceros de Batalla del capitán Tulev, los quince cruceros de batalla de la Alianza que permanecían operativos, junto con el crucero ligero y el destructor que los escoltaban, se movieron hacia arriba y a la derecha mientras Geary ordenaba que los acorazados se desplazasen hacia la izquierda y acelerasen. La formación de acorazados se movía con mucha más pesadez, tanto por el tamaño inmenso de las naves como porque entre ellos se incluían las tres naves auxiliares que quedaban. Geary confiaba en que su estrategia hubiera compensado esa desventaja.
El enemigo seguía describiendo un giro y descendiendo levemente. Geary ajustó la ruta de la formación de cruceros de batalla para contrarrestar las maniobras de los síndicos, y abrió el ángulo de ataque de la Alianza de modo que ascendiera casi directamente hacia el adversario.
La formación de cruceros de batalla se elevó con celeridad hacia la esquina posterior del fondo de la flotilla síndica.
—¡Están frenando! —exclamó la consultora de operaciones en el último momento antes de producirse el combate, pero demasiado tarde para que alguien pudiese reaccionar. Dada la velocidad a la que viajaban, ambos bandos observaron la variación de los vectores demasiado tarde como para que alguno de los grupos de buques de guerra pudiera compensarla.
En lugar de alejarse rápidamente de la esquina de la flotilla síndica, los cruceros de batalla de la Alianza la atravesaron por la fuerza. Los sistemas de maniobra automáticos lograron evitar las colisiones, que habrían producido la desintegración inmediata de las naves implicadas; sin embargo, los cruceros de batalla tuvieron que pasar a una distancia mínima de los acorazados enemigos.
Los cuatro acorazados síndicos que ocupaban aquella esquina desplegaron una cortina de lanzas infernales que hicieron pedazos la Decidida, acribillaron la Atrevida y machacaron la Inspiradora, mientras que la Ilustre sumó más daños a los que ya había recibido en Cavalos, y la Osada, finalmente, perdió el control, cuando los buques de guerra de la Alianza eliminaron la formación síndica.
—La Atrevida cree que puede seguir adelante, pero todos sus sistemas de combate están inutilizados —informó el consultor de combate del Intrépido—. La Inspiradora puede maniobrar sin problemas, pero sus sistemas de armamento presentan averías importantes. Podemos ver las cápsulas de escape alejándose de los restos de la Decidida.
—¿Qué se sabe de la Osada? —preguntó Geary.
—No tenemos comunicación, señor. Se encuentra fuera de la red de la flota. Los sensores indican que todos los sistemas han muerto.
Al igual que un número desconocido de sus tripulantes.
—Roberto Duellos no se dejará matar fácilmente —comentó Desjani.
—Esperemos que así sea. —Geary dejó a un lado su preocupación por el capitán Duellos y, con gesto grave, se concentró en la flotilla síndica. Los cruceros de batalla de la Alianza habían resultado afectados, pero también habían conseguido alcanzar la esquina de la flotilla con una gran descarga de fuego. Los dos cruceros de batalla rivales situados en esa posición habían sufrido demasiadas averías como para continuar luchando; además, uno de los acorazados enemigos recibió tantos disparos que empezó a salirse de la formación, mientras que otro parecía tan afectado como la Atrevida: podía maniobrar, pero el resto de sus sistemas habían quedado inservibles. La mayor parte de los cruceros ligeros y las naves de caza asesinas de los síndicos que ocupaban esa esquina de la flotilla habían sido derribados o destruidos, pero también había más escoltas de la Alianza desaparecidos o rezagados.
Por suerte, las maniobras de los síndicos, que posicionaron a los cruceros de batalla de la Alianza en una posición desfavorable, también permitieron que la formación de acorazados de la Alianza se situara de manera que pudiese atacar de frente otra esquina de la flotilla enemiga. Esta vez, los cuatro acorazados síndicos que ocupaban aquella posición no solo se hallaban en inferioridad numérica, sino que, además, tuvieron que enfrentarse a unos buques de guerra tan fuertemente protegidos y blindados como ellos. La Gallarda y la Indomable eran el objetivo principal del fuego enemigo, y las dos sufrieron daños debido a que sus escudos fallaban en algunos puntos, lo que los síndicos aprovecharon para castigar sus cascos con metralla y lanzas infernales. Pero, cuando la formación de la Alianza volvió a alejarse, dejó fuera de combate a tres de los cuatro acorazados síndicos e hizo pedazos a tres cruceros de batalla enemigos.
—Esto equilibra la balanza —comentó Desjani.
El resto de la flotilla síndica se desplazó hacia la Trasgo, que se deshizo en una gran bola de fragmentos un instante después, a consecuencia del sobrecalentamiento de su núcleo energético. Más allá de donde se encontraba la Trasgo, el Resuelto y la Increíble lanzaron todo lo que les quedaba contra los síndicos que se les iban acercando.
Sin darse cuenta, Geary cerró los ojos cuando una de las esquinas de la flotilla síndica pasó a gran velocidad entre el Resuelto y la Increíble. Cuando volvió a abrirlos, se sorprendió al ver que las dos naves de la Alianza seguían allí.
—¡Han resistido! Es…
—¿Increíble? —murmuró Desjani—. El Resuelto ha protegido a la Increíble todo lo que ha podido. Ha recibido una descarga de fuego tremenda, y la Increíble ha sufrido más daños, pero la intercepción síndica debía de estar lo bastante lejos para que ambas naves se salvaran.
La suerte salvó al Resuelto y a la Increíble, pero, poco después, los dioses de la guerra decidieron favorecer a los síndicos.
—Maldita sea —dijo Desjani—. Ahí va la Atrevida.
Durante la última pasada ofensiva, la formación síndica lanzó una descarga de misiles hacia la ruta prevista de los cruceros de batalla de la Alianza. Debido a los cambios de última hora en los vectores, la mayoría de los misiles se encontraban demasiado lejos de la ruta de la Alianza para hacer blanco, y terminaron describiendo una curva en el espacio tras las naves de la Alianza. Muchos de los proyectiles fueron destruidos, puesto que su velocidad, relativamente baja en aquella ajustada persecución, los convertía en blancos fáciles para los escoltas de la Alianza, aunque uno logró alcanzar a la Atrevida. El castigado crucero de batalla se sacudió cuando el misil impactó en plena popa y destrozó sus unidades de propulsión. La Atrevida salió girando hacia un lado, mientras su armazón debilitado se combaba como consecuencia de la fuerza del impacto y los cambios repentinos de rumbo y velocidad.
—No podremos recuperarla, señor.
Desjani no parecía afectada por la pérdida de la Atrevida y la Osada, aunque Geary sabía que la capitana había visto cosas mucho peores.
—Tenemos que vengarla. —Intentó relajarse observando los caminos y las rutas previstas que atravesaban el espacio y pensando en los segundos de retraso con los que llegaban las imágenes que estaba viendo—. Formación Índigo Uno, viren a la derecha dos cinco grados, desciendan uno seis cero grados a las cinco tres. —Los cruceros de batalla de la Alianza se adelantaron y descendieron hacia un lado para realizar otra pasada sobre los síndicos.
El comandante síndico intentaba concentrar lo que quedaba de su flotilla, de modo que reunió las naves hasta que el grupo de buques de guerra enemigo volvió a parecer una caja, aunque mucho más pequeña que aquella otra con la que los síndicos empezaron a luchar. Al mismo tiempo, intentó realizar una maniobra muy ajustada, haciendo que toda la formación ascendiera y girase hacia la izquierda para encarar la formación de cruceros de batalla de la Alianza.
—Una maniobra desafortunada. —Desjani enseñó los dientes—. Aunque parezcamos un blanco fácil, somos más rápidos que él. Ese comandante no debe de tener mucha experiencia.
—Y al parecer, algunos de sus capitanes tampoco —añadió Geary mientras observaba que los buques de guerra enemigos se apresuraban a tomar posiciones y a realizar grandes cambios en sus vectores. Uno de los acorazados síndicos colisionó con un crucero pesado de su mismo bando, lo que provocó la desaparición, con un fogonazo, de la mayor parte de este último mientras el acorazado salía despedido con importantes daños en su estructura—. Uno menos.
La compacta caja formada por los síndicos se extendió y se disgregó al comprobar que no realizaba bien el giro.
—Formación Índigo Uno, viren a la derecha dos cero grados, asciendan uno cinco grados a las cero seis. —Los cruceros de batalla de la Alianza elevaron la proa ligeramente a la vez que giraban y daban la vuelta en busca de la intercepción de un flanco de la agitada flotilla—. Formación Índigo Dos, viren a la izquierda dos ocho cinco grados, asciendan dos uno cero grados a las cero ocho. —Los acorazados, situados ahora muy por debajo de los síndicos, comenzaron a elevarse mientras los cruceros de batalla de la Alianza volvían a cerrarse sobre el enemigo.
En esta ocasión, aprovechando que el enemigo se encontraba desorganizado, la formación de cruceros de batalla de la Alianza pasó velozmente junto a una esquina de la flotilla síndica a una distancia casi perfecta, y consiguió arremeter contra sus buques de guerra desprotegidos con una potencia de fuego que, en aquella posición, el enemigo no podía superar.
El Intrépido se sacudió con fuerza a consecuencia de la pasada ofensiva.
—Un misil síndico ha hecho blanco, capitán. Daños en popa. Batería de lanzas infernales Bravo Seis fuera de servicio. Capacidad reducida de la unidad de propulsión principal Alfa.
—¿Podemos avanzar con la formación según esta va maniobrando? —preguntó Desjani.
—Los ingenieros están aumentando la potencia de salida de las unidades de propulsión principales que quedan, capitán. Los equipos de control de daños están reforzando los sectores del casco afectados. La central de control de daños solicita que evitemos realizar maniobras complejas durante los próximos diez minutos.
—¡Dígales que tendrán que ser cinco!
—Sí, capitán. Cinco minutos.
La Ilustre, que todavía no se había recuperado de los daños sufridos en el combate de Cavalos, recibió más impactos, al igual que la Valiente y el Arrojado. Sin embargo, los síndicos, superados en número en ese sector de la flotilla, perdieron otros tres cruceros de batalla.
—¿Qué demonios están haciendo? —bramó Geary al ver que los síndicos continuaban ascendiendo y dando vueltas en espiral.
—No tengo ni idea —confesó Desjani.
—Continúan haciendo lo mismo… Tenemos al director general. Siguen sus últimas órdenes porque nadie se ha puesto al mando todavía.
—Bien —dijo Desjani, casi ronroneando, mientras veía cómo la formación de acorazados de la Alianza arrasaba a la reducida flotilla síndica. Solo diez acorazados síndicos y cruceros de batalla continuaron operativos después de aquella acción, pese a que la formación de la Alianza se deshizo de la Gallarda cuando regresó para realizar otra pasada ofensiva.
—La Gallarda ha registrado daños en el sistema de propulsión, pero todavía puede defenderse. Están concentrando su fuego —observó Desjani con reticencia—. Están empleando todo su armamento contra los acorazados que han recibido más daños. Mire también el estado crítico en el que se halla el Temible.
—Por lo menos todavía puede mantenerse junto a la formación.
Desjani se giró para mirar al consultor de ingeniería.
—Han pasado cinco minutos. ¿Puedo maniobrar?
—Dentro de un minuto, capitana —pidió el ingeniero.
—¡No dispongo de un minuto!
—Listos para maniobrar —jadeó aliviado el consultor en cuanto recibió el informe.
—Bien —dijo Geary—. Adelante. —Apenas hubo dado la orden, la flotilla síndica alteró su rumbo radicalmente y comenzó a descender en el sentido opuesto—. ¿Adónde…?
Geary dirigió la formación de cruceros de batalla hacia los síndicos tan rápido como pudo, intentando determinar qué vector escogerían para estabilizarse. Al cabo de unos minutos, vio clara la respuesta.
—Van detrás del Resuelto y la Increíble.
—En ese caso, antes ejecutaremos, al menos, una nueva pasada sobre ellos —dijo Desjani—, y también los acorazados.
—¿Nuevos datos sobre la Gallarda? —preguntó Geary. Podía consultar el visualizador para obtener esa información él mismo, pero necesitaba ese tiempo para concentrarse en la situación general.
—La Gallarda informa de que alrededor de la mitad de sus sistemas de combate permanecen activos —anunció la consultora de operaciones—. Los escudos son frágiles, pero se están regenerando; están sellando diversas grietas de gran envergadura en el blindaje del casco. El tiempo estimado para recuperar parte de la capacidad para maniobrar es de veinte minutos.
Geary, tras decidir que la Gallarda podría defenderse sola por el momento, alineó los cruceros de batalla en otra intercepción con la flotilla síndica y ajustó la ruta de los acorazados para poder alcanzar de nuevo a los síndicos.
Esta vez, la espera hasta el contacto resultó angustiosa. El Resuelto y la Increíble avanzaban a la deriva, demasiado dañados como para confiar en que resistieran un nuevo ataque de los síndicos; además, ninguno disponía de suficientes armas operativas como para tener muchas posibilidades de causarle algún daño al enemigo. La caja de los oponentes, ahora más reducida todavía, entraba por arriba y por la izquierda. También por este flanco, más lejos y desde un poco más arriba, los cruceros de batalla de la Alianza iban descendiendo con rapidez sobre sus contrincantes. Hacia la derecha, y casi a la misma altura que los síndicos, los acorazados de la Alianza se acercaban a una velocidad constante.
Los síndicos debieron de ver claro que no tendrían la oportunidad de asestarles el golpe de gracia al Resuelto y la Increíble antes de que el resto de la flota de la Alianza los acribillara. Cuando las dos formaciones de la Alianza se acercaron, la flotilla síndica se zambulló de súbito, incrementando de forma evidente su ángulo de descenso y avanzando hacia la formación síndica menor, que se mantenía al margen del combate.
En respuesta a los movimientos de los síndicos, Geary transmitió unas órdenes rápidas a los cruceros de batalla y a los acorazados.
Cuando las naves de la Alianza se estabilizaron en sus nuevos vectores, empezaron a saltar las alarmas de peligro de colisión. Geary apenas tuvo tiempo para mirar los avisos antes de que los cruceros de batalla atravesaran la flotilla síndica, desde un flanco y desde arriba, casi en el mismo instante en el que la formación de acorazados entraba por el flanco opuesto y desde una altura ligeramente superior.
Durante ese instante sobrecogedor, muchos de los buques de guerra que seguían vectores muy distintos se entrecruzaron a gran velocidad mientras los sistemas de maniobra automática activaban sus estridentes alarmas para evitar colisionar en medio del torbellino de buques de guerra. Entre tanto, los sistemas automáticos de combate de los distintos contendientes, que percibían de repente un entorno saturado de objetivos, comenzaron a disparar sin miramientos en todas direcciones.
Inmediatamente después, las tres formaciones empezaron a separarse de nuevo. Geary inspiró con fuerza cuando se dio cuenta de que había dejado de respirar por un momento.
Incluso Desjani se había quedado pálida.
—Señor, ¿ha considerado la idea de que fuese posible equilibrar con eficacia los movimientos del enemigo?
—Hasta ahora no. —Geary respiró hondo de nuevo y consultó el visualizador con insistencia—. Hemos perdido algunos destructores más, pero puede que haya sido por el fuego enemigo. ¿No ha habido colisiones?
—Sin novedad. Será mejor que no lo repitamos, señor.
—De acuerdo. —La caja de la flotilla síndica, sometida a una descomunal ofensiva desde varios flancos al mismo tiempo, terminó deshaciéndose. Dos acorazados seguían avanzando con pesadez, pero ambos habían sufrido daños graves. Ninguno de los cruceros de batalla síndicos logró resistir y todos los escoltas fueron masacrados. Irónicamente, pese a haber tenido tantos blancos al alcance, los síndicos no consiguieron concentrar su fuego. Aparte de perder algunos cruceros y destructores desafortunados, la flota de la Alianza logró evitar males mayores.
Geary suspiró aliviado.
—Formación Índigo Dos —ordenó a los acorazados—, rompan la formación y eliminen a los dos acorazados síndicos que quedan. Formación Índigo Uno, persecución general. Ignoren a los dos acorazados síndicos que quedan hasta que sean reducidos por nuestros acorazados.
Lo último que deseaba era sufrir otra pérdida como la de la Oportuna.
Para su sorpresa, Desjani no ordenó que el Intrépido saliera de inmediato detrás de algún otro objetivo. La capitana observó su reacción y se encogió de hombros.
—Lo único que ahora merece la pena eliminar son esos acorazados. Además… —Señaló el visualizador del estado de su nave—. Las reservas de células de combustible están al treinta y cinco por ciento.
—¿Al treinta y cinco por ciento? —En tiempo de paz lo habrían llevado ante un consejo de guerra por permitir que el nivel de las reservas de células de combustible se redujera tanto bajo su mando.
—Menos mal que salvamos la Titánica, la Hechicera y la Genio —observó Desjani—. Necesitaremos hasta la última célula de combustible que puedan fabricar hasta que lleguemos a Varandal.