Capítulo 8
—¿Quién es? —le preguntó Vicki Storm.
Las copas, los nachos y el cuenco de salsa picante acababan de llegar a la mesa del restaurante Tia Lenore cuando su ex compañera de facultad hizo la pregunta. Vicki no era de las que se andaban por las ramas y era una de las cosas que más le gustaban de ella… pero no aquella noche. Por razones que no podría explicar, Mallory no le había hablado a su amiga de Logan.
—¿Quién es quién?
—El hombre con el que estás saliendo. Porque tiene que haber un hombre para que te hayas saltado no una sino dos de nuestras citas. Y la de esta noche no cuenta porque tú estás bebiendo agua.
—Esta noche no me apetece beber alcohol —Mallory se encogió de hombros. La verdad era que tampoco le apetecía comer nada porque llevaba una semana luchando contra una molesta indigestión.
—¿Y bien?
Vicki era decoradora y se encargaba de ambientar las mansiones de algunas de las personas más ricas de Chicago. Era muy buena en su profesión, muy competente, pero Mallory seguía pensando que debería haberse hecho periodista. Sería una reportera estupenda. O una interrogadora fabulosa en el departamento de policía de Chicago.
—Se llama Logan —dijo por fin.
—¿Y no tiene apellido?
—Bartholomew.
—Logan Bartholomew —repitió su amiga—. ¿El psiquiatra de la radio?
—El mismo —sonrió Mallory.
—Hay una fotografía suya en la parada del metro en la que yo me bajo. ¿Es así de guapo o es cosa del photoshop?
—Es así de guapo.
Vicki lanzó un silbido.
—Ahora entiendo que hayas desaparecido de la faz de la tierra. ¿Cuándo ha ocurrido esto? ¿Y cómo? ¿Dónde? Cuéntame, Mallory. Y no se te ocurra dejar fuera un solo detalle.
—Llevamos saliendo unas seis semanas —empezó a decir ella.
—Ah, ya.
—¿Qué?
—Entonces vais en serio.
—Sólo estamos saliendo —Mallory se encogió de hombros.
—Bueno, pues háblame de ese médico tan famoso con el que sólo estás saliendo.
Sin duda su amiga lamentaba haber dicho eso cuando, media hora después, Mallory terminó su monólogo. No podía evitarlo, cuando pensaba en Logan… en fin, no podía pensar en otra cosa.
—Nunca te había oído hablar de un hombre de esa forma.
—Oye, perdona si te he aburrido…
—No, qué va. Con mi falta de vida amorosa, escucharte a ti es mucho más excitante.
—¿Y tu contable, John?
—Jerry. Y resulta que está casado.
—Lo siento. ¿Cuándo te has enterado?
—No quiero hablar de eso —su amiga se encogió de hombros—, ya lo haremos otra noche. ¿Tú saliste con Vince durante cuánto tiempo… tres años?
—Tres y medio en realidad —contestó Mallory.
—Y, sin embargo, cada vez que quedamos para hablar de nuestras cosas, Vince apenas aparece en la conversación.
—Porque era un imbécil.
—Me alegro de que te hayas dado cuenta.
—Pues claro que me he dado cuenta. Me engañó, Vicki.
Esa frase lo decía todo y, sin embargo, no explicaba el dolor que había experimentado cuando pasó por su apartamento de manera inesperado un sábado y se encontró cara a cara con la prueba semidesnuda de su traición.
—Sí, pero antes de romper con él ya era un imbécil y tú no te diste cuenta —le recordó su amiga.
—Es verdad.
—Y estoy encantada de que hayas conocido a un tipo estupendo por fin, uno que te lleva a sitios interesantes y piensa en ti todo el tiempo.
—Logan es genial. Cuanto más tiempo paso con él….
—Estás coladita —rió Vicki. Mallory se estiró en el asiento. «Coladita» era decir poco.
—Oh, no, no, no… no estoy enamorada.
—¿Qué?
—No puedo estar enamorada.
—Pero has dicho que ya no piensas escribir ese artículo sobre él.
Sí, era cierto, había decidido no escribir el artículo desde aquella primera noche, cuando estuvieron horas hablando por teléfono.
—Encontraré alguna forma de liberarme de ese encargo absurdo. Lo de meterse en la vida privada de la gente es detestable.
Luego arrugó el ceño, sorprendida. Curiosamente, durante las últimas semanas su carrera había dejado de ser el centro de su existencia. Estaba demasiado concentrada en Logan. No en el hombre sino en la relación que había entre ellos. Para ella, al menos, era mucho más que sexo.
Sexo durante semanas, sin interrupciones…
Entonces se le ocurrió pensar en el tiempo que llevaban juntos y, de repente, sintió unas náuseas. Mallory se llevó una mano a la frente, pero el restaurante parecía dar vueltas a su alrededor. Ojalá pudiese culpar al tequila, pero no había probado una gota de alcohol.
—Oh, no…
Vicki la miró, sorprendida.
—¿Qué te pasa? Estás muy pálida. ¿Te encuentras mal? Voy a pedir la cuenta…
—No, no —la interrumpió Mallory, aunque un poco de aire fresco no le sentaría mal—. No estoy enferma, Vicki. Es que estoy…
—¿Estás qué, cariño?
¿Embarazada, enamorada?
No se atrevía a decir ninguna de esas cosas en voz alta.
—Creo que estoy empezando a estar realmente loca por él.
Más tarde ese mismo día, sola en su apartamento, Mallory leía por enésima vez las instrucciones de la prueba de embarazo que había comprado antes de ir a casa.
Y sí, estaba embarazada. Iba a tener un hijo. De Logan Bartholomew.
Dejándose caer sobre el inodoro, dejó escapar un largo suspiro. Estaba muerta de miedo y emocionada al mismo tiempo.
Se había sentido físicamente atraída por Logan desde el principio, pero había sospechado que era mucho más. Tal vez por eso no se lo había contado a Vicki. No quería enfrentarse con lo que le estaba pasando.
Su corazón estaba en juego; el mismo corazón que otros hombres le habían roto más de una vez.
Pero ahora se jugaba algo mucho más importante.
¿Qué diría Logan cuando le contase que iba a ser padre?
* * *
Logan lanzó un silbido mientras cerraba el micrófono al terminar el programa. Por una vez, se sentía como si de verdad estuviera haciendo algo bueno por los demás. Una persona había llamado para hablarle del extraño comportamiento de su madre. Tristemente, parecían los signos de una demencia incipiente, aunque podría ser un principio de Alzheimer o incluso una deficiencia de vitaminas. Después de terminar el programa, Logan se había quedado hablando con la mujer por teléfono para hacerle una serie de preguntas y recomendarle un especialista.
Tal vez poder dar consejos a personas que no sabían a quién acudir era tan importante como atender a los pacientes en la consulta, se dijo.
Lo único que le quedaba por hacer antes de despedirse hasta el lunes era terminar unos informes y comprobar el correo de los fans. Pero mientras lo hacía no dejaba de pensar en Mallory. Tenían planes para esa noche. Aunque eso no era nada raro. No habían dejado de verse en seis semanas, para comer, para cenar, para navegar en el Tangled Sheets…
No se cansaba de ella y no quería hacerlo. Cuanto más tiempo pasaba con Mallory más tiempo quería estar con ella. Era una de las personas más fascinantes que había conocido nunca. Tenía tantas capas… y él estaba disfrutando quitándoselas una a una.
No estaba interesado en ella como psiquiatra, aunque debido a su entrenamiento podía entender por qué era una mujer tan segura de sí misma en ciertos aspectos de su vida y tan vulnerable en otros. Si algún día conocía a su padre, aunque seguramente sería imposible, le daría un puñetazo en la nariz en lugar de estrechar su mano. Y eso, siendo un hombre tan poco dado a la violencia, que consideraba un pobre sustituto de un discurso civilizado, era decir mucho. Pero si estuviera diez minutos a solas con Mitchell Stevens, Logan usaría los puños.
Divorcio o no divorcio, ¿qué clase de hombre abandonaba a su hija sin ocuparse de ella, ni económica ni emocionalmente? Eso era imperdonable. Pero su interés por Mallory no era el de un médico. Su interés era el de un hombre.
El único obstáculo para sentirse absolutamente feliz era que no confiaba en ella del todo. Tenía que creer que el interés de Mallory por él era exclusivamente personal y casi lo creía, pero…
Sus dudas tenían menos que ver con su reputación, algo que su representante le recordaba a diario, que con su propio pasado. Casi una década después de que Felicia le diera la noticia de que había conocido a otro hombre, su corazón por fin había curado. Y Logan quería que permaneciera así. Pero las relaciones, las serias, requerían que uno se arriesgase y él no estaba seguro de poder hacerlo… aunque eso era lo que solía aconsejar a las personas que llamaban a su programa.
Emily, por ejemplo, cuyo e-mail estaba en la pantalla de su ordenador en aquel momento:
Querido doctor Bartholomew,
Llevo casi un año saliendo con mi novio y yo diría que la nuestra es una relación seria, aunque él no ha mencionado la palabra matrimonio. Los dos tenemos treinta años y los dos hemos sufrido una ruptura en el pasado. Lo que me preocupa es que aún no conozco a su familia. Viven cerca de nosotros y él los ve todas las semanas, pero nunca me ha invitado a ir a su casa. ¿Eso podría significar algo?
—«Habla con él, pero sin hostilidad» —le contestó Logan—. «Discute la situación con calma. Tu novio podría no tomarse vuestra relación tan en serio como lo haces tú o podría haber algo más en sus dudas. Algo como…».
Logan arrugó el ceño mientras miraba la pantalla del ordenador. Entendía las dudas de aquel hombre. Las entendía perfectamente.
Él no había vuelto a llevar a ninguna mujer a la casa de sus padres después de su fracaso con Felicia. Ellos habían aceptado a su prometida, la habían tratado con cariño y cuando lo traicionó se sintieron traicionados también.
Estaba pensando en el consejo que debía darle a Emily, un consejo que no estaba seguro de poder seguir él mismo, cuando sonó su móvil. Era su hermano.
—Por fin —fue el saludo de Luke—. Últimamente no hay manera de localizarte. Si no oyera tu voz en la radio todos los días, pensaría que te ha pasado algo.
—Lo siento, he recibido tus mensajes, pero no he tenido tiempo de contestar… aunque iba a llamarte hoy mismo.
—¿Dónde te has metido?
—He estado fuera.
—¿No me digas? —rio su hermano—. Oye, ¿va todo bien?
—Sí, sí. Mejor que bien, en realidad.
—Ah, ya veo. ¿Cómo es ella?
—Muy gracioso. Bueno, ¿qué querías?
—¿Aparte de estar preocupado por mi hermano mayor?
Logan y Luke se llevaban apenas quince meses. Cuando eran niños se peleaban todo el tiempo, pero de adultos se habían convertido en grandes amigos.
—Sí, aparte de eso.
—Necesito tus papilas gustativas. Aunque tú nunca podrás compararte conmigo en la cocina, confío en tu buen juicio.
—Vaya, gracias —Logan se echó hacia atrás en el sillón—. ¿Para qué las quieres exactamente?
—Tengo intención de ampliar la carta del restaurante. Durante el almuerzo tenemos el restaurante lleno, pero por la noche no. Los mismos clientes que no nos abandonan para tomar sopas, sándwiches y ensaladas se olvidan de nosotros en cuanto se pone el sol.
—¿El negocio va mal? —preguntó Logan. Dada la situación económica del país, muchos negocios habían tenido que cerrar. Pero si Luke necesitaba dinero, él no tendría el menor problema en prestárselo.
—Yo no diría que va mal, pero podría ir mejor. Si pudiésemos aumentar la variedad de platos para la cena…
—¿Y en qué clases de platos has pensado?
—Nada de cinco tenedores. Ni caviar, ni trufas negras…
—No, tu restaurante es demasiado informal para eso —asintió Logan, pensando en el cómodo interior del Grill. Nada de manteles de hilo ni candelabros de cristal francés o cuadros de artistas reconocidos, pero con sus platos de cerámica de colores y sus cómodos asientos tampoco era un restaurante de baja categoría.
—Alguna variedad en los platos de pasta llamaría la atención de mucha gente. Y, ya que estamos al lado del lago, había pensado también en un plato de pescado especial… recién sacado de las redes de los pescadores.
—A mí me parece bien. ¿Qué tal pollo o ternera?
—La semana pasada incluimos un pollo de corral en el menú y está funcionando bien.
—Yo tengo un par de ideas, si quieres.
—Eso era lo que esperaba. ¿Crees que podrías probar un par de recetas y darme tu opinión?
—Sí, claro. Encantado de hacerlo. Dime cuándo y dónde.
—Esta noche, en el Grill.
—¿Esta noche? —repitió Logan. Mallory y él tenían mesa reservada en un exclusivo restaurante del centro. Y habían tardado dos semanas en conseguirla—. La verdad es que ya tengo planes para esta noche, Luke…
—No me importa que la traigas a ella. Pero asegúrate de que tenga apetito.
—Luke… —empezó a decir Logan. Pero su hermano ya había colgado.
Cuando Mallory abrió la puerta de su apartamento esa noche llevaba un elegante vestido negro con escote palabra de honor. El lazo de satén en la cintura la hacía parecer un regalo… uno que Logan estaba deseando abrir.
—Estás preciosa.
—Y tú estás… —Mallory miró los vaqueros y la camiseta, sorprendida—. Parece que uno de los dos tiene mala memoria. Que yo sepa, para ir a Romeo's es necesario llevar chaqueta y corbata.
—Sí, es verdad —Logan hizo una mueca—. Pero hay un cambio de planes para esta noche. Debería haberte llamado, pero…
—¿Vas a cancelar nuestra cita?
—No exactamente.
Parecía un poco pálida, pensó Logan. Y la vulnerabilidad que siempre intentaba esconder acababa de hacer su aparición.
—¿Qué significa eso?
—Le prometí a mi hermano que pasaríamos por su restaurante esta noche. Está pensando añadir un par de platos más a la carta y me ha pedido que los pruebe —Logan tragó saliva. Pero eso era lo que quería, ¿no? Que Mallory conociera a su familia—. ¿Quieres ir conmigo?
—¿Estás seguro? Si quieres ir solo, no me importa.
Lo entendería, seguro. Entendería que la dejase plantada porque estaba acostumbrada a eso. Logan olvidó lo de salvaguardar su corazón; era el de Mallory el que requería protección.
—Ven conmigo esta noche —dijo, tomando su mano—. Me gustaría mucho que vinieras.
Y la sonrisa que iluminó su rostro fue recompensa más que suficiente.
—Muy bien. Pero tengo que cambiarme de ropa.