CAPITULO XII
Luke Truslow se despertó tarde aquella mañana.
En primer lugar porque era domingo y no tenía que acudir al trabajo. Y en segundo lugar porque Sally Keaton había pasado la noche con él.
Sally era una pelirroja de formas exuberantes, que nunca tenía bastante, y huelga decir de qué.
Así estaba el pobre Luke aquella mañana...
Y eso que Luke Truslow no era ningún enclenque, no.
Metro ochenta y dos de estatura...
Ochenta y seis kilos de peso...
Músculos desarrollados...
Pero Luke, como cualquier ser humano, tenía un límite de resistencia, y la insaciable Sally se lo había hecho rebasar largamente.
Ella, por lo visto, no tenía límite, y se lo demostró a Luke apenas éste entreabrió los párpados.
—Luke, amorcito... —dijo toda melosa, al tiempo que se pegaba a él como un sello y empezaba a acariciárselo todo, dedicando una especial atención a lo que a ella más le interesaba.
Truslow soltó un gruñido.
—Sally, por favor.
—¿Qué te pasa, ciclo? ¿No quieres que tu Sally se muestre dulce y cariñosa contigo?
—Sí, pero no tan seguido, demonio.
—¿Tan seguido...? ¡Pero si desde anoche no hemos hecho nada!
—Nos dormimos casi de día, así que no hace tanto.
—Pero cómo nos divertimos, ¿eh?
—Sí, eso es verdad —tuvo que reconocer Luke.
—Tu Sally es única, ¿a que sí?
—Desde luego.
—Anda, ponte en forma, mi vida.
—Lo que voy a ponerme es en la bañera.
—Después d¿ que hagamos el amor, ¿eh?
—No, antes.
—Luke, corazón...
—Déjame, Sally. ¿No ves que no reacciono? Estoy hecho polvo, de verdad.
—Parece mentira, en un hombrón como tú.
—Tú serías capaz de agotar al coloso de Rodas,
Sally Keaton rió.
—¿Crees que el baño te reanimará, Luke?
—Seguro. El agua caliente y un buen desayuno me dejarán en condiciones de satisfacerte al menos una vez más.
—¡Corro a preparar ese desayuno! —exclamó la ardiente pelirroja, saltando de la cama, sin nada encima.
Así, toda desnudita, salió de la habitación y se metió en la cocina, dispuesta a preparar un desayuno de caballo.
Luke Truslow, cansinamente, se levantó de la cama tan desnudo como Sally Keaton y se introdujo en el cuarto de baño.
Sally, desde la cocina, oyó los grifos de la bañera.
Algunos minutos después, el ruido cesaba.
La bañera va estaba llena y Luke dentro de ella.
Sally siguió preparando el exagerado desayuno.
Mientras lo hacía no paraba de cantar e incluso se daba algunos pasos de baile moderno, poniendo de manifiesto que su vitalidad era realmente sorprendente.
El pobre Luke medio muerto en la bañera, y ella moviendo el esqueleto en cueros.
Para que luego hablen del sexo débil...
Distraída en su tarca. Sally Keaton no advirtió que la puerta del apartamento se abría silenciosamente.
Una muchacha se coló en el.
Rubia.
Hermosa.
Cubriéndose con una vistosa camisa de hombre...
Sí.
Era Jenny Cramer.
Con todo sigilo se acercó a la desnuda pelirroja, que seguía canturreando y moviendo su portentoso trasero, mientras preparaba media docena de huevos revueltos y freía ocho pedazos de tocino.
Sally no la vio aproximarse.
Cuando la descubrió, ya era tarde.
Ni siquiera le dio tiempo de llamar a Luke.
Jenny Cramer le propinó un fuerte golpe en el cuello, con el canto de la mano, y la explosiva pelirroja se desplomó sin emitir gemido alguno.
* * *
Luke Truslow estaba acostado en la bañera, con el agua hasta la barbilla y los pies colgando fuera, porque si no, no cabía en ella.
Tenía los ojos cerrados y permanecía inmóvil.
Como muerto.
Si él hubiese sabido que muy pronto lo iba a estar de verdad...
Por eso, por tener los ojos cerrados, no vio entrar a Jenny Cramer, quien se había despojado de la camisa que le diera Stuart Lowell, para aparecer desnuda ante Luke Truslow.
Este siguió espatarrado en la bañera, totalmente ajeno al peligro que corría.
Jenny cerró la puerta del baño.
De golpe.
Luke abrió los ojos al instante.
Y los abrió tanto, que parecían dos huevos de gallina.
También abrió la boca
Tanto, que le entró un poco de agua.
Fue como un anticipo de la mucha que iba a tragar, dentro de muy poco.
Jenny Cramer sonrió fríamente y dejó oír su voz:
—¿Qué tal, Luke?
Truslow no dijo ni pío, pese a ser un buen pájaro.
Ni siquiera lo intentó.
La joven siguió hablando:
—¿Te acuerdas de mí, Luke? Soy Jenny, la chica que tú, Philip y Rich violasteis y arrojasteis al mar hace un año.
Luke Truslow continuó callado e inmóvil, sin poder dar crédito a sus ojos.
Jenny prosiguió:
—He vuelto del Mas Allá, Luke. Y he vuelto para vengarme. Philip Bloom y Rich Holcer ya han pagado su canallada. A ti te he reservado para el final porque, según Philip, lo de abusar de mí fue idea tuya. Y lo de arrojarme por el acantilado, también
Truslow, que se había puesto pálido, empezó a temblar en la bañera. Y sus temblores se acentuaron cuando oyó decir a Jenny Cramer:
—Voy a ahogarte en la bañera, Luke.
—No... —consiguió pronunciar Truslow.
—Sí, Luke. A Philip le ahogué en la suya, y a Rich en el mar. Os he reservado a los tres la misma muerte que yo tuve: morir ahogados.
—No, no... —repitió Luke.
Jenny avanzó hacia él muy lentamente.
Luke, algo más valiente que Philip y Rich, se dispuso a hacer frente a Jenny Cramer con sus puños, y con esa intención metió los pies en la bañera y se irguió.
No contaba, desde luego, con que ella le atacara primero.
Y cómo le atacó...
El puñetazo en el estómago, tan relampagueante como duro, obligó al musculoso Luke Truslow a lanzar un bramido de elefante y doblarse como un garrote, y el siguiente golpe, asestado en la nuca, le hizo caer de cruces fuera de la bañera.
Quedó en el suelo, medio inconsciente.
De haberlo querido Jenny, habría quedado inconsciente del todo.
Pero ella no deseaba esto.
Lo quería despierto, para que sufriese con la agonía de la muerte, como Philip y Rich.
Y para que sufriera aún más que ellos, por haber sido de él la idea de violarla y asesinarla, Jenny, en vez de atarle las manos a la espalda como a Philip, para que no pudiera agarrarse de los bordes de la bañera y sacar la cabeza del agua, cuando le metiera en ella y le tirara de los pies hacia arriba, decidió romperle los brazos.
Y se los rompió.
Los dos.
Por el hombro.
Luke, que no pudo hacer nada por evitarlo, lanzó sendos y largos aullidos de dolor, ahogando el crujido de sus huesos al quebrarse.
Se retorció en el suelo como una lagartija, llorando a lágrima viva.
Jenny, totalmente insensible al sufrimiento del violador, cargó con él con sorprendente facilidad y lo arrojó a la bañera, atrapándole rápidamente los pies.
Tiró de ellos.
Hacia arriba.
Con fuerza.
Luke intentó sacar la cabeza del agua, pero como tenia ambos brazos partidos, no pudo hacer ninguna fuerza con ellos.
Era como si no los tuviera.
Y si no se apoyaba en ellos, era imposible sacar la cabeza del agua, debido a lo difícil de su postura.
Empezó a tragar agua.
Los tirones que daba con los pies eran terribles, pero más terrible aún era la fuerza de Jenny, esa fuerza con la que había vuelto del Más Allá, y no consiguió recuperar la libertad de sus piernas.
Poco después, Luke Truslow era cadáver.
Un horrible cadáver.
Jenny Cramer le soltó los pies.
Había cumplido su venganza.
Podía volver tranquila a su tumba.
Al mar...