Capítulo 9
AH, VEO que estás despierta. Charlie se incorporó en la cama, sorprendida al ver a Jake con un batín de seda marrón entrando en el dormitorio. En las manos llevaba una bandeja con el desayuno... y una rosa roja de tallo largo en un búcaro de cristal.
-No es champán y caviar, debido a tu estado. Pero traigo té y huevos revueltos.
Jake parecía encantado consigo mismo.
-No tenías que haberte molestado -murmuró Charlie.
-Ah, veo que siguen las hostilidades -dijo él, irónico.
Por un segundo, Charlie quiso aceptar la rama de olivo que le ofrecía, pero sólo durante un segundo. Le había hecho demasiado daño. Descubrir la verdad lo había cambiado todo.
-Estoy embarazada, no soy una inválida. Podría haberme hecho yo misma el desayuno.
-No tienes que hacerlo, ése es el trabajo de Marta. Pero le he dado el día libre por alguna razón que ahora no recuerdo -dijo Jake, sarcástico, mientras servía una taza de té.
-Gracias.
-Prego. Desayuna, luego tenemos que hablar.
-No tenemos nada que hablar -replicó ella-. Lo dijiste todo anoche.
No quería hablar, ni siquiera quería mirarlo. Charlie sentía como si le hubieran quitado una venda de los ojos y pudiera ver a Jake como era en realidad por primera vez desde que lo conoció. Era un hombre sin piedad, un ser arrogante que aplastaría a cualquiera que se pusiera en su camino.
-Anoche dije demasiadas cosas. Pero el pasado está muerto. Murió con tu padre y Anna. Espero que lo entiendas -dijo, muy serio-. Nos casamos ayer, Charlotte. Olvidemos lo de noche y empecemos de nuevo -suspiró luego, sentándose al borde de la cama.
-Puede que para ti sea fácil olvidar lo de anoche, pero para mí no. Debí de estar loca para casarme contigo. Eres un mentiroso, un falso -le dolía en el alma haberse enamorado de Jake, pero no pensaba mantener aquella farsa-. Por mi parte, el matrimonio está roto.
La sonrisa desapareció de los labios de su marido. Y si no lo conociera bien, casi habría pensado que había dolor en sus ojos.
-No seas ridícula, Charlotte...
-No soy ridícula, sólo estoy diciendo lo que quiero.
Nadie llamaba mentiroso a Jake D'Amato, ni siquiera Charlotte.
-Nunca. Eres mi mujer.
Tenía tantas esperanzas aquella mañana, mientras le hacía el desayuno, que había querido olvidar lo que pasó por la noche. Pero ella parecía más decidida que nunca a desafiarlo y él estaba cada vez más frustrado.
-Te quedarás aquí -le ordenó-. En mi casa, en mi cama. ¿Me oyes?
Charlie no se dejó amedrentar.
-Ni lo sueñes. Me iré mañana mismo.
-No...
-No voy a quedarme contigo, Jake. Acostúmbrate a la idea.
-No tienes elección. La seguridad en esta casa es tremenda. No puedes irte sin que yo te dé permiso...
-¿Qué? No puedes obligarme a quedarme aquí. No tienes ningún derecho -replicó Charlie, atónita-. No te atreverás...
-No tendré que hacerlo porque te conozco. Tú sabes qué es lo mejor para ti y para nuestro hijo. Y lo mejor es que sus padres vivan juntos en perfecta armonía. Y también sé que eres demasiado orgullosa como para volver a Inglaterra y admitir que has fracasado...
-Según tú, estoy atrapada en esta casa. ¿Qué piensas hacer, encerrarme?
Jake dejó escapar un suspiro.
-Maldita sea, Charlotte... ¿cómo esperas que reaccione cuando dices que nuestro matrimonio está roto?
-¡Como un hombre civilizado!
Él se pasó una mano por el pelo.
-Y todo esto por un maldito cuadro... que ni siquiera es bueno, además.
-Un cuadro sobre el que tú me has mentido -replicó ella-. Dijiste que era una inversión y yo te creí, pero debería haber imaginado que tenías otro objetivo cuando vi que lo mirabas como si estuvieras hipnotizado. Debería haberte dejado plantada en ese mismo instante...
-No era una mentira. Compré el cuadro e hice con él lo que quería hacer. Y en cuanto a mirarlo como si estuviera hipnotizado... me sentía incómodo mirándolo. Anna era mi hermanastra, la había visto nacer. Lo compré para destruirlo, Charlotte, para que mis padres adoptivos nunca pudieran verlo. Ya habían sufrido suficiente con la muerte de Anna y no quería que vieran su cuerpo desnudo expuesto ante todo el mundo. Y tú, Charlotte, podrías haber pensado eso antes de exponer la colección de tu padre sin tener la decencia de preguntar a los interesados, simplemente por el dinero...
-¿Qué estás diciendo? ¿De qué hablas? ¡Son cuadros, objetos de arte te gusten a ti o no! Entiendo tu preocupación por el dolor de tus padres adoptivos, pero eso no tiene nada que ver conmigo. Yo no sabía nada.
Podría haberle dicho, además, que el dinero había sido donado a varias obras benéficas, pero no se lo merecía. Jake estaba tan seguro de sí mismo, tan seguro de que se saldría con la suya en todo... y ella no pensaba permitirlo.
-No me conoces en absoluto -dijo, con amargura.
Jake sacudió la cabeza. La imagen de Charlotte como una mujer calculadora que había tenido la suerte de heredar un negocio y explotar la obra de su padre había ido perdiendo peso con el tiempo. Si era sincero del todo, seguramente él mismo habría admitido que la exposición era buena decisión comercial... si no contuviera el retrato de Anna.
Además, Charlotte no había permitido que le comprara regalos, no le pedía nada. Y la revelación de que trabajaba con un equipo de rescate internacional había hecho que empezara a pensar que Anna estaba equivocada.
-Quizá no te conozco, pero me gustaría conocerte. Por eso tenemos que hablar -suspiró entonces.
Charlie tuvo la impresión de que estaba nervioso. Algo raro en él.
-¿Hablar de qué? ¿Cómo voy a hablar con un hombre que acaba de decirme que no puedo irme de aquí si lo deseo? -le espetó Charlie.
De nuevo, Jake suspiró.
-Quizá no hemos sido sinceros el uno con el otro...
-¡Yo sí lo he sido!
-De acuerdo, de acuerdo. Lo acepto. Pero esto tiene que terminar... junto con cualquier idea por tu parte de volver al equipo de rescate. No puedes hacer eso después de tener un hijo... Y debemos intentar que este matrimonio funcione. Por eso debemos olvidar el pasado y seguir adelante. Charlotte. Tenemos muchas cosas en común... la relación íntima es estupenda, nos llevamos bien y... yo soy un hombre rico. Puedo darte todo lo que quieras. Al niño no le faltará nada. ¿Qué más puedes querer?
Charlie tuvo que contener una carcajada. ¿De qué planeta era aquel hombre? ¿Y cómo no lo había visto antes?
-Nada, claro -contestó, irónica. Su concepto del matrimonio la horrorizaba. Para él no era más que un acuerdo comercial: él pagaba por todo y, a cambio, conseguía una esposa y un hijo.
-Eres mía, Charlotte. Olvídate de todo lo demás -murmuró Jake-. Te necesito... eres mi mujer, amore mio...
-No me llames eso -lo interrumpió ella.
-¿Por qué? Eres mi mujer. Creo recordar que nos casamos ayer.
-Como si pudiera olvidarlo... -replicó Charlie, amarga.
Pero ella no era su amor y no aceptaría una mentira. Que usara ese término en aquel momento, cuando no lo había usado antes, era intolerable. Nunca había sido su amor, nunca lo sería. Para
Jake D'Amato no era diferente a las otras mujeres con las que se había acostado. Menos incluso, porque había admitido que la creía una egoísta sin corazón y que sólo se había acercado a ella para vengarse.
-Charlotte, ya sé cuál es el problema, que no te has tomado el desayuno. Culpa mía de nuevo. En tu estado, tienes que comer a intervalos regulares...
-¿Y desde cuándo eres médico? -replicó Charlie, perpleja.
-¡Demonios! -exclamó él entonces, mirando el reloj-. Tengo una reunión esta mañana, pero primero tenemos que ir al ginecólogo...
-¿Qué? No pienso ir a ningún sitio contigo. No puedes decirme lo que tengo que hacer...
-Mira, ahora no tenemos tiempo para discutir. Y vas a ir al medico aunque tenga que llevarte en brazos.
-¿Para qué? Estoy perfectamente.
Jake sacudió la cabeza.
-¿Tú para qué crees? Para confirmar que estás embarazada, por supuesto. Después de todo, para eso me casé contigo.
Sabía que estaba hablando con ira, que no pensaba lo que decía, pero había creído que podía arreglar la situación y Charlotte se lo estaba poniendo imposible.
-Tienes veinticinco minutos.
Charlie cerró los ojos. No podía haber dejado más claro por qué se había casado con ella. Y al saberlo, al saberlo a ciencia cierta, su corazón se volvió de hielo.
Veinte minutos después, con un vestido de gasa azul y blanco por encima de la rodilla y unas sandalias blancas de tacón, Charlie bajaba la escalera de cristal hasta el vestíbulo, donde Jake la esperaba.
-Una mujer puntual -dijo él, mirando el reloj-. Y muy atractiva, además.
-¿Nos vamos? -murmuró Charlie, sin mirarlo.
-Sí, claro. Toma esto -dijo Jake entonces, ofreciéndole algo envuelto en papel de aluminio.
-¿Qué es?
-Un bocadillo. No has comido nada, por si tienes hambre en el camino.
Charlie levantó los ojos al cielo.
Una limusina negra esperaba en la puerta y un hombre al que no había visto antes salió a recibirlos. Jake le dijo algo en italiano y el conductor miró a Charlie con una sonrisa en los labios.
-Charlotte, te presento a Marco. Él cuidará de ti cuando Tomás esté ocupado.
El hombre le dio la mano, una mano de gorila.
-Sé cuidar de mí misma, gracias. No necesito un guardaespaldas.
-Por favor, Charlotte. Venga, come algo.
Al menos, el bocadillo le daba algo que hacer. Así no tenía que hablar con Jake.
El ginecólogo, el doctor Bruno, era un hombre bajito y muy agradable. Hablaba bien su idioma y a Charlie le resultó simpático. Le dijo que conocía a Jake desde siempre porque había estudiado con sus hijos. Además, era el padrino de una de sus nietas.
Pero no le gustó tanto cuando terminó de examinarla y decidió dirigirse a Jake para hablarle del embarazo. No a ella, a Jake. Y su marido lo interrogaba sin descanso.
-¿Quieres callarte? -dijo Charlie en voz baja-Esto no tiene nada que ver contigo.
-El niño tiene todo que ver conmigo -replicó Jake. Y luego siguió hablando con el doctor Bruno en italiano.
Cuando salieron a la calle, Jake tomó su mano para llevarla a la limusina.
-¿Te vas a casa?
-No, he decidido pasear por la ciudad -contestó Charlie-. Si no te importa, claro -añadió, irónica.
-No eres una prisionera, Charlotte. Puedes hacer lo que quieras. Siento haber dicho eso antes.
-Ya.
-Marco te llevará a donde tú quieras... y antes de que pongas ninguna objeción, es para que no te pierdas. Ésta es una ciudad grande y no la conoces.
-Sí, claro -murmuró Charlie, sin mirarlo.
Jake dejó escapar un suspiro.
-Pensé que habíamos llegado a un acuerdo esta mañana, pero veo que me había equivocado. Piensa lo que quieras, pero Marco se queda.
Después se volvió y desapareció al final de la calle.
Charlie suspiró también. No sabía qué hacer. Saber que Jake sólo se había casado con ella por el niño era terrible, pero... A pesar de todo, lo amaba, incluso había creído que era el hombre de su vida. Que el destino lo había puesto en su camino.
No fue de compras. En lugar de eso volvió a la casa... que quizá algún día sería su hogar. O no.